“Colgando
de un hilo”. Dorothy Parker. Lumen. 2015. 200 páginas.
Dorothy
Parker (Nueva Jersey, 1893 – Nueva York, 1967) fue una figura
femenina muy destacada y singular del pasado siglo XX. Mujer culta,
ingeniosa, inteligente y polifacética, cultivó una escritura
cáustica y mordaz, de pluma ágil y lengua afilada (“Lo primero
que hago por la mañana es lavarme los dientes y afilar la lengua”)
y destacó como periodista, poeta, guionista de cine, dramaturga y
cuentista. Colaboradora asidua de importantes revistas y
publicaciones neoyorquinas, la película “La señora Parker y el
círculo vicioso”, dirigida en 1994 por Alan Rudolph y
protagonizada por Jennifer Jason Leigh en el papel de Dorothy,
contribuyó, aunque tal vez de una manera no absolutamente fiel, a
dar a conocer su faceta más social y literaria.
En
España su obra escrita no es demasiado conocida y, pese a que su
poesía todavía permanece inédita, la editorial Lumen ha ido
publicando en los últimos años casi toda la obra narrativa de la
escritora estadounidense. La más reciente de estas publicaciones es
“Colgando de un hilo”, una colección de quince relatos breves,
publicados originariamente en diversas revistas norteamericanas entre
1926 y 1957, aunque la mayoría date de los años veinte y treinta
del pasado siglo. En la edición española de Lumen aparecen tres
traductores (Jordi Fibla, Celia Filipetto y Carmen Francí) y es
Simone Massoni quien ilustra el libro con unos elegantes dibujos de
trazo fino.
El
tema predominante en los cuentos de “Colgando de un hilo” es el
amor de pareja, casi siempre desde la perspectiva de una mujer, desde
un punto de vista femenino pero en absoluto feminista, al menos tal
como hoy se entiende este manido término. Los relatos contienen
muchos diálogos de un hombre y una mujer, alguno también entre dos
mujeres, introducidos brevemente con gran economía de lenguaje, por
medio de cuatro trazos que dibujan a los personajes antes de que
estos comiencen a conversar: “El joven del esmoquin de corte
elegante cruzó la atestada sala y se detuvo delante de la joven
vestida de encaje verde y lo que tal vez fueran perlas”.
Con
sarcasmo y acidez, Dorothy Parker retrata a la burguesía neoyorquina
de los años veinte y treinta del pasado siglo para mostrarnos en
algunos de estos cuentos el lado más oscuro de la vida urbana de ese
periodo. El teléfono, y de ahí el título de esta colección,
adquiere, como herramienta de comunicación entre los enamorados, una
importancia capital en muchos de estos relatos. En el de inicio,
encontramos el monólogo interior de una mujer que está esperando
ansiosa junto al teléfono la llamada del hombre al que ama. Un
teléfono fijo, por descontado, en una época en que ni siquiera se
sospechaba la existencia futura del actual y compulsivo móvil. Otro
elemento muy frecuente en estas narraciones es la bebida. Muchos
personajes son asiduos a ella y, aunque hablan de dejarla, está
claro que no tienen voluntad suficiente para hacerlo. A pesar de que
esas narraciones se ambientan en parte en los años de la ley seca,
el alcohol empapa a algunos de los personajes que conversan en los
bares bebiendo una copa tras otra. También los celos y la
desconfianza entre las parejas están muy presentes en estos cuentos.
Los problemas de amor que, como dice uno de los personajes femeninos,
pueden verse como “tonterías de una jovencita o como la peor
angustia de la humanidad”. Mujeres enamoradas que crean un mundo de
ficción pensando en que serán correspondidas, cuando en muchos
casos el varón no alberga en absoluto esa intención de
reciprocidad. A veces la chica se aferra a lo que le ha dicho en
plena borrachera el hombre al que ama y que este ha olvidado una vez
sereno; en otras ocasiones, la mujer inventa amantes jóvenes para
intentar dar celos al hombre que le cuenta la atracción que siente
por alguna muchacha nueva. Salvo algún cuento como el titulado “La
liga”, en el que una mujer está sola en una fiesta porque se la ha
roto la liga y se le va a caer si se levanta, situación que no
parece que pueda darse en la actualidad, la mayoría de estos relatos
refleja unas constantes en las relaciones amorosas que, aunque hoy
tal vez algo transformadas, responden a los miedos y alegrías que el
amor siempre genera en las personas que lo sienten: la necesidad de
amar y ser amado, la soledad y el ansia que corroen al enamorado, las
dudas e inseguridades, los celos y los miedos, las palabras
expresamente hirientes, los malentendidos, la impaciencia o el deseo.
Aunque,
según los expertos en su obra literaria, faltan en esta selección
dos de sus mejores relatos (“Arreglo en blanco y negro” y, sobre
todo, “Una rubia imponente” o “La gran rubia”, que Augusto
Monterroso incluyó en su “Antología del cuento triste”), los
cuentos que componen “Colgando de un hilo” son una magnífica
manera de introducirse en la narrativa breve de esta singular
escritora estadounidense del pasado siglo. Y sirven para conocer, de
la mano de su mordaz y afilada pluma, algunas de las luces y las
sombras que rodean a la condición femenina y a la pasión amorosa.
Carlos
Bravo Suárez
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