Aeropuerto de Funchal, Ignacio Martínez de Pisón, Seix Barral, 2009
Ignacio Martínez de Pisón es, sin duda, uno de los mejores escritores aragoneses actuales. Afincado en Barcelona desde hace años, el zaragozano tiene a sus espaldas una importante obra literaria. En ella, además de novelas y algún ensayo, se incluye un buen número de cuentos o relatos breves. El propio autor ha seleccionado ocho de ellos para confeccionar su último libro Aeropuerto de Funchal.
Los buenos escritores son con frecuencia los mejores críticos de sí mismos. Como tal ha actuado Martínez de Pisón desde una perspectiva de presente: éstos son los cuentos en los que el escritor que él es en la actualidad más y mejor se reconoce entre todos los que ha escrito hasta ahora. El más antiguo de todos ellos se remonta a su primer libro de relatos de 1985. Otros tres pertenecen a distintos libros publicados en los años noventa, y los cuatro restantes corresponden a los últimos diez años y habían aparecido dentro de diversos libros colectivos.
El conjunto de los ocho relatos reunidos constituye una magnífica antología en la que se muestran las grandes dotes narrativas del autor, notables también en las distancias cortas. Con un estilo claro y preciso, sin florituras innecesarias y superfluas, Martínez de Pisón relata unas historias originales e intensas, magníficamente construidas, con los ingredientes precisos y las dosis justas para componer unas excelentes piezas breves en las que ni falta ni sobra nada porque todo está en la proporción adecuada.
El propio escritor confiesa en la nota personal que cierra el libro que en estos cuentos ha desaparecido “esa tendencia a la fantasía y al suspense de mis relatos más antiguos: frente al trazo vistoso y enérgico de la muy noble tradición de Poe, he acabado prefiriendo la pintura sutil del otro gran maestro de la narrativa breve, Chéjov”. Aunque eso es cierto para el conjunto de los relatos, la fantasía, el suspense y también algo de Poe están presentes en uno de los mejores cuentos del libro, el titulado Siempre hay un perro al acecho.
Si hay un tema que parece repetirse en todos los relatos es el de la familia: padres e hijos, primos adolescentes o cínicos, parejas con problemas e incluso un falso familiar, que se autoinvita a las bodas y se hace pasar sin serlo por pariente de los novios. Todo ello, en geografías variadas que van desde Barcelona a Valladolid o a la isla de Madeira, como ocurre en el cuento que cierra el libro y le da título.
Ocho espléndidos relatos, cualquiera de los cuales merecería probablemente formar parte de una antología que abarcara los últimos veinticinco años de la narrativa breve española.
Carlos Bravo Suárez
Ignacio Martínez de Pisón es, sin duda, uno de los mejores escritores aragoneses actuales. Afincado en Barcelona desde hace años, el zaragozano tiene a sus espaldas una importante obra literaria. En ella, además de novelas y algún ensayo, se incluye un buen número de cuentos o relatos breves. El propio autor ha seleccionado ocho de ellos para confeccionar su último libro Aeropuerto de Funchal.
Los buenos escritores son con frecuencia los mejores críticos de sí mismos. Como tal ha actuado Martínez de Pisón desde una perspectiva de presente: éstos son los cuentos en los que el escritor que él es en la actualidad más y mejor se reconoce entre todos los que ha escrito hasta ahora. El más antiguo de todos ellos se remonta a su primer libro de relatos de 1985. Otros tres pertenecen a distintos libros publicados en los años noventa, y los cuatro restantes corresponden a los últimos diez años y habían aparecido dentro de diversos libros colectivos.
El conjunto de los ocho relatos reunidos constituye una magnífica antología en la que se muestran las grandes dotes narrativas del autor, notables también en las distancias cortas. Con un estilo claro y preciso, sin florituras innecesarias y superfluas, Martínez de Pisón relata unas historias originales e intensas, magníficamente construidas, con los ingredientes precisos y las dosis justas para componer unas excelentes piezas breves en las que ni falta ni sobra nada porque todo está en la proporción adecuada.
El propio escritor confiesa en la nota personal que cierra el libro que en estos cuentos ha desaparecido “esa tendencia a la fantasía y al suspense de mis relatos más antiguos: frente al trazo vistoso y enérgico de la muy noble tradición de Poe, he acabado prefiriendo la pintura sutil del otro gran maestro de la narrativa breve, Chéjov”. Aunque eso es cierto para el conjunto de los relatos, la fantasía, el suspense y también algo de Poe están presentes en uno de los mejores cuentos del libro, el titulado Siempre hay un perro al acecho.
Si hay un tema que parece repetirse en todos los relatos es el de la familia: padres e hijos, primos adolescentes o cínicos, parejas con problemas e incluso un falso familiar, que se autoinvita a las bodas y se hace pasar sin serlo por pariente de los novios. Todo ello, en geografías variadas que van desde Barcelona a Valladolid o a la isla de Madeira, como ocurre en el cuento que cierra el libro y le da título.
Ocho espléndidos relatos, cualquiera de los cuales merecería probablemente formar parte de una antología que abarcara los últimos veinticinco años de la narrativa breve española.
Carlos Bravo Suárez
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