Antigua
luz. John Banville. Alfaguara. 2012. 293 páginas.
La
semana pasada reseñamos aquí Muerte en
verano, la ultima novela de Benjamín Black, el pseudónimo o alter ego que
el escritor John Banville utiliza para sus narraciones de género negro. La
propia editorial Alfaguara acaba de publicar recientemente en nuestro país Antigua luz, el esperado nuevo libro de Banville,
uno de los novelistas más destacados del actual panorama literario
internacional. El autor irlandés ganó el pasado año el prestigioso Premio Franz
Kafka y su nombre figuraba hace unas semanas entre los posibles candidatos al
Premio Nobel de Literatura.
Antigua luz forma una trilogía con Eclipse (2002) e Imposturas
(2003), pero puede leerse con total independencia de las mismas. El narrador de
la novela es Alexander Clave, un actor de teatro que a los 65 años recuerda su
iniciación erótica con la señora Celia Gray durante los años cincuenta en una
pequeña población irlandesa. Él era entonces un fogoso muchacho de solo 15 años
y ella, una atractiva mujer madura de 35, que además era la madre de su mejor
amigo. Ahora, Alexander está casado con Lydia, con quien tuvo una hija que se
suicidó unos años atrás, y va a rodar una película con Dawn Davonport, una de
las estrellas cinematográficas del momento.
Estas
dos historias se van intercalando en la narración, aunque predominan los
recuerdos del episodio amoroso inicial con la señora Gray. Y aquí toma protagonismo
uno de los temas de la novela: la memoria, con sus trampas, sus vacíos, sus
errores y su difuminación y pérdida con el paso del tiempo y la lejanía de los
hechos recordados.
Pero
si algo destaca en la narrativa de John Bandeville es su primoroso estilo
literario, su cuidado extremo por el lenguaje, su permanente búsqueda de la
palabra exacta y de la frase redonda. Si en sus novelas negras tiende a la
concisión, aquí cultiva un periodo más largo
y elaborado y se recrea en el detalle. Tanto o más que lo que narra, que en
esta novela en definitiva no es demasiado, lo importante en Banville es casi
siempre cómo cuenta y verbaliza su relato. En este empeño es innegable su
vinculación con la escritura de su paisano Joyce, de la misma manera que en su tratamiento
del erotismo hay evidentes ecos de Nabokov. La historia del joven Alex y su
iniciación sexual en brazos de una mujer madura guarda algunas similitudes –tal vez menos de las que algunos han querido
ver y con una evidente inversión en el papel de los sexos– con la famosa novela Lolita del gran novelista ruso afincado posteriormente en Estados
Unidos. Sin embargo, en Antigua luz
hay muchas más cosas que el lector paciente y atento irá descubriendo
gozosamente en su lectura.
Carlos Bravo Suárez
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