“Paris-Austerlitz”. Rafael Chirbes. Anagrama. 2016. 160
páginas.
“Paris-Austerlitz” es la
novela póstuma de Rafael Chirbes (Tabernes de Valldigna, Valencia,
1949 – 2015). Durante casi veinte años, desde octubre de 1996
hasta mayo de 2015, Chirbes estuvo trabajando en la redacción de
este libro, que dio por acabado tan solo tres meses antes de su
muerte. Durante este largo periodo de gestación, el escritor
valenciano fue publicando otras novelas que lo consagraron como uno
de los grandes autores de la literatura española contemporánea.
Sobre todo, sus dos últimas obras editadas en vida: “Crematorio”
(2007) y “En la orilla” (2013), dos novelas en las que se
mostraba, con enorme maestría literaria, la corrupción política y
económica y el vergonzoso desierto moral que han imperado en las
últimas décadas en nuestro país. Sin embargo, “Paris-Austerlitz”
poco tiene que ver con esos libros y sus contenidos. Para encontrar
parecidos temáticos y conexiones literarias es necesario remontarse
más bien a sus primeras obras, principalmente a
“Mimoun”, una nouvelle, o novela corta, ambientada en Marruecos
con la que inició su carrera como escritor en 1988. De esta manera,
la dilatada obra narrativa del escritor valenciano puede enmarcarse
en una sugerente trayectoria literaria de estructura circular.
“Paris-Austerlitz” cuenta una intensa y profunda historia de
amor, una pasión abrasiva y voraz, portadora de emociones
contradictorias y extremas, que tanto iluminan como extenúan a los
dos personajes que la viven por un tiempo sin concesión ni tregua.
El narrador es un joven pintor español que escapa de su adinerada
familia en Madrid para instalarse en la bohemia parisina y abrirse
allí camino como artista. Tras ser echado del piso que compartía
por no poder pagar su parte, es acogido por Michel, un trabajador
francés que le lleva más de treinta años y vive en un pequeño y
oscuro piso en un barrio obrero de la periferia de París. Ambos
viven un rápido y apasionado enamoramiento, con euforias de alcohol
y sexo y dependencias afectivas crecientes. Tras la inicial pasión
devoradora, pronto se manifestarán las divergencias: las diferencias
de edad y de procedencia social y cultural, la posesividad casi
asfixiante frente a los deseos más individuales y egoístas, la
intemperie y el desamparo frente a las espaldas cubiertas en la
retaguardia, la bohemia negra y proletaria frente a la dorada y
pasajera, el camino sin retorno frente a la garantizada vuelta al
lugar de origen. Paris y la estación de Austerlitz. La espera de la
muerte y casi toda la vida por delante.
La novela comienza con una visita del narrador a Michel que está
ingresado en un hospital parisino, aquejado de una enfermedad que
siempre es nombrada como “la plaga”, aunque todos sabemos que se
refiere al SIDA. El joven español irá alternando en su narración
sucesivas visitas al hospital con momentos revividos de su intensa
relación con el obrero francés. Los demás personajes de la obra
son muy secundarios: las ex parejas de Michel (Jeanine, Ahmed y
Antonio), su nuevo amigo (Jaime), la madre del narrador cuando visita
París, la anterior pareja del joven (Bernardo) o el dueño del cutre
bar parisino donde Michel se emborracha muchas noches. No hace falta
más para construir una novela corta redonda, llena de autenticidad y
fuerza, en la que nada sobra ni nada falta, ni siquiera en ese final
que algunos han considerado abrupto y no lo es. Una novela escrita
con una prosa que se ajusta a cada necesidad del relato, que combina
la sintaxis larga e impecable con los diálogos pertinentes y las
necesarias intervenciones de Michel en lengua francesa, que alterna
la crudeza y turbiedad de las descripciones de las escenas de sexo
con las alusiones a la pasión amorosa en su vertiente más profunda
y literaria: “Sin el fuego del amor, cielos vacíos, mares muertos,
naturaleza sin flores. Esa idea que yo creo que nos contagiaron
románticos y surrealistas”.
Un
amor, de reminiscencias cernudianas, que contrapone la realidad y el
deseo, la literatura y la vida: “El loco amor de los poetas
surrealistas y la realidad miserable de cualquier pareja con su
egoísta estrechez de miras”. O tal vez, como dice el personaje
Bernardo, “el amor es un feliz engaño al que uno se somete de
buena gana. Incluso alientas el engaño, echas leña a la hoguera si
ves que decrece, puro trampantojo, reino de la arbitrariedad, y,
desde luego, reñido con la lucidez de cualquier análisis, te
entregas o no te entregas: fuego que se enciende porque sí y se
extingue no se sabe por qué”.
Después de dos grandes novelas de aliento social y colectivo,
Chirbes ha cerrado su brillante carrera literaria con una novela
intima, individual, en gran medida confesional e introspectiva, pero
de una intensidad y una fuerza literarias que no la hacen desmerecer
en absoluto frente a las que le dieron la fama y el merecido
reconocimiento antes de que todo lo truncara su precipitada muerte.
Carlos Bravo Suárez
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