“Apóstoles
y asesinos”. Antonio Soler. Galaxia Gutenberg. 2016. 440 páginas.
“Apóstoles
y asesinos” es la última novela de Antonio Soler (Málaga, 1956).
El escritor malagueño es autor de una docena de obras narrativas,
entre las que destacan “Las bailarinas muertas” (Premio Herralde
y Premio de la Crítica en 1996), “El camino de los ingleses”
(Premio Nadal en 2004) o su penúltima novela “Una historia
violenta” (2013). Ahora, con “Apóstoles y asesinos” Soler
recrea la vida del mítico líder anarcosindicalista catalán
Salvador Seguí (1886 – 1923), más conocido como El
noi del sucre. Y,
de paso y de manera muy documentada, nos presenta un extraordinario
friso social de la Barcelona convulsa, obrera y violenta de las dos
primeras décadas del siglo XX.
Podríamos
decir con bastante propiedad que “Apóstoles y asesinos” es un
libro de historia contado como una novela. Y que se lee con la
fluidez y amenidad de una buena novela. El narrador es el propio
autor y cuenta su relato en tercera persona, mirando hacia atrás
desde los tiempos actuales. A pesar de algunas, tal vez
sorprendentes, referencias por similitud a Johnny Deep, Scorsese o
Coppola, el narrador apenas opina y busca y consigue la mayor
objetividad y el máximo rigor histórico en su relato. El eje
central es la vida de El
noi del sucre, pero
son muchos los personajes que aparecen en la novela y algunos
adquieren un gran protagonismo. Así ocurre con tres grandes figuras
de la política catalana de la época: Lluís Companys, Francesc
Layret y Ángel Pestaña. Con los dos primeros mantuvo Seguí
relaciones de amistad y compartió destino trágico. Como Pestaña,
militó en el anarcosindicalismo y en la CNT; aunque ambos pasaron de
un inicial distanciamiento personal a una coincidencia en el
alejamiento y rechazo de la violencia y una progresiva aproximación
a la política.
Porque el libro muestra también la
evolución sindical de Salvador Seguí, desde sus radicales
posiciones juveniles a unos postulados cada vez más pacíficos y
conciliadores. Sin abandonar jamás su compromiso obrero y la defensa
inquebrantable de los derechos de su clase social, entendió la
inutilidad de la violencia y de la acción directa de algunos de sus
correligionarios y consideró que la liberación obrera debía estar
indisolublemente unida a la formación cultural de los trabajadores.
Él mismo, pese a sus humildes orígenes y su oficio de pintor de
paredes, fue un buen lector, un hombre de una elocuencia proverbial y
un colaborador asiduo de la prensa anarcosindicalista de la época.
Si hubiera llegado a participar en política, como hizo
posteriormente su compañero Pestaña, es algo que su muerte violenta
nos impidió saber. La muerte de Seguí está anunciada por el
narrador desde el inicio del libro y son magistrales las páginas en
que se narra su asesinato en las calles del Raval barcelonés.
La otra gran protagonista de
“Apóstoles y asesinos” es Barcelona, una ciudad absolutamente
convulsa y violenta en ese periodo inicial del siglo XX. Una ciudad
industrial donde prendió como en ningún otro lugar la llama del
anarquismo y donde los asesinatos callejeros se sucedían a diario,
tanto por causa de la feroz represión gubernamental, dirigida por
personajes tan siniestros como Martínez Anido o Miguel Arlegui, como
por los pistoleros a sueldo del sindicalismo amarillo o de algunos
anarquistas aficionados a los atentados con pistola o bomba. Una
imparable espiral de violencia y sangre. El libro cuenta los
episodios que se suceden en la ciudad o la repercusión e influencia
que en ella tienen los ocurridos en otros lugares: el incipiente
catalanismo de la Lliga Regionalista, la Primera Guerra Mundial, la
larga huelga de La Canadiense, la Semana Trágica, la Revolución
rusa, la aplicación de la ley de fugas, el nacimiento de la FAI o
los momentos previos a la inminente dictadura del general Primo de
Rivera. El relato apenas abandona la ciudad condal. Sólo visita
Mahón, en la isla de Menorca, donde Seguí y otros anarquistas
fueron deportados por un tiempo, o acompaña a Madrid a los
anarquistas catalanes que van a asesinar al entonces presidente del
gobierno Eduardo Dato.
La dicotomía del título del libro
muestra la doble cara del anarquismo español. La tremenda violencia
urbana de esos años en la ciudad condal preludia y ayuda a entender
mejor la posterior Guerra Civil española y su inusitada crueldad.
Antonio Soler cuenta con oficio literario y rigor histórico un
periodo importante de nuestro pasado. La vida de Salvador Seguí
sirve para presentar de manera bastante completa el contexto
histórico del momento y la cruenta realidad social de la Barcelona
obrera del primer cuarto del siglo XX.
Carlos Bravo Suárez
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