Costa, Azaña y el Frente Popular, Gabriel Jackson, Crítica, Barcelona, 2009
Gabriel Jackson (Nueva York, 1921) es un hispanista de reconocido prestigio. Afincado desde hace años en Barcelona, ha publicado numerosos estudios sobre la cultura y la historia de nuestro país. Ahora Crítica reedita su obra en la Biblioteca que lleva su nombre. Uno de los libros de esa colección es Costa, Azaña y el Frente Popular y otros ensayos, una decena de trabajos breves que habían visto la luz en 1976.
El libro se inicia con dos espléndidos ensayos sobre Joaquín Costa. En el primero, Costa y su revolución desde arriba, Jackson intenta precisar un concepto político que nuestro polígrafo nunca estableció con claridad. Porque “por más que reflexionara y escribiera sobre los principales problemas de España, hubiera hecho falta que sus ideas en los terrenos político y social estuvieran tan bien definidas como sus doctrinas en materia agrícola”. Sobre el concepto citado, “su pensamiento es deshilvanado, a menudo contradictorio; rico en sugerencias y carente de síntesis”. Sin embargo, España necesitaba un cambio de gobernantes, un mejor aprovechamiento de sus recursos y un profundo programa educativo. Costa desconfiaba de todos los grupos sociales para emprender esas urgentes reformas. Cree que es el propio poder quien debe tutelar los cambios. Encuentra algunos ejemplos en el exterior (Cromwell, Washington o Bismarck) y uno, sorprendente, en nuestra propia historia: la reina Isabel la Católica, en cuya cruzada contra el poder feudal Costa cree ver un ejemplo de la lucha que debía emprenderse contra el caciquismo.
En el segundo ensayo sobre el pensador altoaragonés, Jackson repasa algunos de sus proyectos para la recuperación española y concluye que, aunque fue escuchado y admirado en gran parte del país en el 98 y los años posteriores, “Costa no era ningún organizador de hombres y no tenía otro respaldo político que el desorganizado afecto de aquellos que aplaudían su sinceridad, su visión y sus propuestas económicas llenas de sentido común”.
Hay en el libro un breve estudio sobre la experiencia de Azaña al frente del gobierno de la República, sus logros políticos y sus fracasos. Un magnífico ensayo es el que trata sobre los orígenes del anarquismo en nuestro país. En él se destaca el carácter casi religioso, próximo al cristianismo primitivo, de algunos de los primeros libertarios, verdaderos “santos laicos” que vinieron a llenar el vacío que la Iglesia había dejado entre los pobres al aliarse en su mayor parte con los poderosos. Ecuánime y sin prejuicios es el trabajo sobre las colectividades anarquistas durante la Guerra Civil.
Completan la obra breves artículos sobre libros de hispanistas y sobre los historiadores Américo Castro y Vicens Vives. Muy sugerente es el ensayo que cierra el libro, donde se traza un curioso paralelismo entre la persecución a los erasmistas en la España del siglo XVI y la “caza de brujas” de los años cuarenta en los Estados Unidos.
Carlos Bravo Suárez
Gabriel Jackson (Nueva York, 1921) es un hispanista de reconocido prestigio. Afincado desde hace años en Barcelona, ha publicado numerosos estudios sobre la cultura y la historia de nuestro país. Ahora Crítica reedita su obra en la Biblioteca que lleva su nombre. Uno de los libros de esa colección es Costa, Azaña y el Frente Popular y otros ensayos, una decena de trabajos breves que habían visto la luz en 1976.
El libro se inicia con dos espléndidos ensayos sobre Joaquín Costa. En el primero, Costa y su revolución desde arriba, Jackson intenta precisar un concepto político que nuestro polígrafo nunca estableció con claridad. Porque “por más que reflexionara y escribiera sobre los principales problemas de España, hubiera hecho falta que sus ideas en los terrenos político y social estuvieran tan bien definidas como sus doctrinas en materia agrícola”. Sobre el concepto citado, “su pensamiento es deshilvanado, a menudo contradictorio; rico en sugerencias y carente de síntesis”. Sin embargo, España necesitaba un cambio de gobernantes, un mejor aprovechamiento de sus recursos y un profundo programa educativo. Costa desconfiaba de todos los grupos sociales para emprender esas urgentes reformas. Cree que es el propio poder quien debe tutelar los cambios. Encuentra algunos ejemplos en el exterior (Cromwell, Washington o Bismarck) y uno, sorprendente, en nuestra propia historia: la reina Isabel la Católica, en cuya cruzada contra el poder feudal Costa cree ver un ejemplo de la lucha que debía emprenderse contra el caciquismo.
En el segundo ensayo sobre el pensador altoaragonés, Jackson repasa algunos de sus proyectos para la recuperación española y concluye que, aunque fue escuchado y admirado en gran parte del país en el 98 y los años posteriores, “Costa no era ningún organizador de hombres y no tenía otro respaldo político que el desorganizado afecto de aquellos que aplaudían su sinceridad, su visión y sus propuestas económicas llenas de sentido común”.
Hay en el libro un breve estudio sobre la experiencia de Azaña al frente del gobierno de la República, sus logros políticos y sus fracasos. Un magnífico ensayo es el que trata sobre los orígenes del anarquismo en nuestro país. En él se destaca el carácter casi religioso, próximo al cristianismo primitivo, de algunos de los primeros libertarios, verdaderos “santos laicos” que vinieron a llenar el vacío que la Iglesia había dejado entre los pobres al aliarse en su mayor parte con los poderosos. Ecuánime y sin prejuicios es el trabajo sobre las colectividades anarquistas durante la Guerra Civil.
Completan la obra breves artículos sobre libros de hispanistas y sobre los historiadores Américo Castro y Vicens Vives. Muy sugerente es el ensayo que cierra el libro, donde se traza un curioso paralelismo entre la persecución a los erasmistas en la España del siglo XVI y la “caza de brujas” de los años cuarenta en los Estados Unidos.
Carlos Bravo Suárez
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