domingo, 1 de marzo de 2009

AMOR CORTÉS, HEREJÍA Y MUERTE EN EL LANGUEDOC

El juglar de Languedoc, Joaquín Sánchez Vallés, Ediciones Irreverentes, Madrid, 2008, 315 páginas

Dediqué mi anterior reseña literaria en este blog al libro El rey conquistador, biografía novelada de Jaime I. El juglar de Languedoc, la novela sobre la que hoy escribo, se ambienta en los últimos años del siglo XII y los primeros del XIII. Su capítulo final, o coda, relata la muerte en Muret del rey aragonés Pedro II frente a los franceses al mando de Simón de Montfort, quienes con la excusa de acabar con la herejía cátara habían emprendido una cruzada para anexionarse los territorios del sur. La muerte de su padre en defensa de sus vasallos del otro lado de los Pirineos convertía al pequeño Jaime en el nuevo monarca aragonés. Escribo esto porque la lectura de estas dos espléndidas novelas -una termina donde casi empieza la otra- constituye un perfecto complemento para sumergirse en un apasionante periodo histórico, que bien pudo haber cambiado las fronteras del Reino de Aragón.

El autor de El juglar de Languedoc es Joaquín Sánchez Vallés, nacido en Huesca y actualmente profesor de Lengua y Literatura en un instituto de Zaragoza. Ha publicado varios libros de poesía y un par de novelas premiadas. Su último libro en prosa es El hombre-lobo de Huesca, una colección de relatos publicada el año pasado.

Podríamos decir que, por su magnífica ambientación, El juglar de Languedoc es una novela histórica. En este género narrativo, muy en boga en la actualidad, se incluyen a veces novelas muy diferentes. En la que nos ocupa aparecen algunos personajes y hechos históricos reales, pero el personaje principal y la mayor parte de los sucesos que en ella se narran son inventados. En este sentido, El juglar de Languedoc es menos novela histórica que la anteriormente citada sobre el rey Jaime I. La novela de Sánchez Vallés contiene más elementos de ficción y tal vez pueda decirse por ello que es más literaria que aquélla. Y en verdad que El juglar de Languedoc es literatura de la buena; de la mejor, en mi modesta opinión.

El lector acompaña al juglar Peirol Calders por las tierras de Languedoc en un recorrido fascinante por caminos, castillos, campos y ciudades. Con él, conoce a juglares y trovadores, taberneras y prostitutas, caballeros y damas, monjes y obispos, señores y reyes. Y se encuentra con los cátaros: los perfectos y “bons homes” que dan ejemplo de austeridad y renuncian a los placeres de la carne. Muy en contraste con los poetas que cantan a la “fin’ amors”. Como el loco Peire Vidal, que a veces recuerda al Quijote, loco éste por la caballería y aquél por el amor cortés. O Folquet, que en clara muestra del nuevo signo de los tiempos cambia la viola de juglar por la mitra episcopal.

Porque la novela empieza con humor, describiendo situaciones jocosas que divierten al lector y le hacen reír con gusto. Pero pronto adquiere tonos sombríos y la alegre realidad de los inicios se torna desoladora y triste con la llegada de los cruzados, portadores violentos de muerte y destrucción.

La historia está contada en un estilo elaborado y brillante. El autor muestra gran dominio del vocabulario y maneja a la perfección el registro sintáctico del texto. El buen lector disfrutará sin duda del regalo literario que encierran las páginas de El juglar de Languedoc.

Carlos Bravo Suárez

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