sábado, 12 de diciembre de 2009

CRÓNICA DE UNA TRANSFORMACIÓN

La tierra retirada, Merçè Ibarz, Editorial Minúscula, 2009, 117 páginas

Merçè Ibarz es una escritora nacida en la localidad oscense de Zaidín, o Saidí, como se denomina en el habla de la zona, que vive en Barcelona y escribe en lengua catalana. En este idioma publicó en 1993 un pequeño pero magnífico libro sobre las transformaciones que han sufrido su pueblo y su comarca desde el final de la década de los sesenta hasta el inicio de los años noventa del pasado siglo XX. La tierra retirada, más que una novela, es una sugerente crónica personal, escrita con voluntad literaria y alguna intención crítica, sobre esas tierras del Bajo Cinca, donde la cultura aragonesa y la catalana se encuentran y, de manera natural, se entrecruzan y mezclan.

Saidí, así se sigue denominando en la traducción castellana del libro, es una población de origen árabe que se benefició, como toda la comarca, de la construcción del canal de Aragón y Cataluña a principios del siglo XX. Merçè Ibarz es hija de agricultores. En el pueblo pasó su infancia y su adolescencia. Luego fue a estudiar a Lérida y más tarde a Barcelona. Desde esta ciudad en plena fiebre olímpica, recuerda en primera persona, sin nostalgias ni sentimentalismos, la metamorfosis que la agricultura de su pueblo sufrió en los veinticinco años que abarca su libro. Cómo su padre arrancó los olivos que su abuelo había trabajado con ahínco y cómo el cultivo de la fruta acabó imponiéndose a todos los demás. La autora escribe sobre las subvenciones en el campo, los extraños vaivenes del mercado de la fruta, la llegada de inmigrantes para su recogida y los primeros brotes de racismo, el cambio del papel de la mujer en la nueva sociedad rural. Rememora la matanza del cerdo en cada casa y la construcción de granjas para las nuevas demandas del consumo. Observa con emoción y lirismo el paisaje y su transformación, los caminos, las carreteras, el urbanismo creciente y salvaje. Constata los cambios producidos en el ocio: el magnífico cine de su pueblo que tuvo que acabar cerrando, las fiestas mayores y sus bailes, las peñas al aire libre. Hasta llegar a las grandes discotecas. En especial, la Florida de Fraga, donde los jóvenes de los pueblos vecinos se juntan siempre en el mismo lugar de un macroespacio que recuerda el decorado de la película West Side Story.

Hay entrañables recuerdos familiares: la relación de la escritora con su hermano que se quedó en el pueblo, alguna discusión con su padre, los muchos familiares muertos en accidente de tractor. El estilo es sobrio, de frases cortas, con tendencia a un cierto lirismo y con ambición literaria y escritura convincente. Un pequeño libro que encierra todo un microcosmos, un mundo que en tan solo un cuarto de siglo experimentó una transformación vertiginosa.

Carlos Bravo Suárez

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