“Jakob
von Gunten” y “El paseo”. Robert Walser. Siruela. 2015 (5ª
edición) y 2014 (11ª edición). 128 y 80 páginas.
Entre las muchas lecturas que uno
tenía pendientes desde hacía tiempo estaba la del escritor suizo
Robert Walser (1878 – 1956). Aprovechando las pasadas vacaciones,
unidas a un periodo de reposo obligatorio, he leído dos de sus
novelas más conocidas: “Jakob von Gunten” y “El paseo”.
Descubierto en nuestro país por Carlos Barral en los años setenta
del pasado siglo, fue editado por Pre-textos y Alfaguara antes de la
recuperación más reciente de su obra llevada a cabo por la siempre
exquisita editorial Siruela, que ha publicado un buen número de sus
libros en las últimas décadas. Robert Walser escribía en lengua
alemana y las ediciones de Siruela de “Jakob von Gunten” y “El
paseo” están respectivamente traducidas al español por Juan José
del Solar y Carlos Fortea.
Robert Walser es un escritor singular
y diferente, posiblemente sin paragón en la literatura europea
contemporánea. En sus inicios fue admirado y citado por figuras
destacadas de las letras como Franz Kafka (que al parecer lo leía en
voz alta), Robert Musil o Walter Benjamin. Tras un largo periodo de
olvido, algunos autores modernos, como Elias Canetti, W. G. Sebald,
J. M. Coetze (“El genio de Robert Walser”) o el español Enrique
Vila-Matas, han reivindicado la fuerza de su prosa y reconocido su
influencia. La vida de Walser también fue singular y distinta.
Nacido en la pequeña ciudad suiza de Biel, dejó pronto la escuela y
abandonó la casa paterna a los 17 años. Ejerció diversos trabajos,
incluso el de criado, y logró publicar, sin demasiado éxito,
algunos libros, textos teatrales y poemas. Vivió algún tiempo en
Berlín, donde su hermano destacó como pintor e ilustrador. Entre
1907 y 1909 escribió los que son posiblemente sus mejores libros
“Los hermanos Tanner”, “El ayudante” y “Jakob von Gunten”.
Regresó a Suiza para recuperarse de una depresión y se instaló en
Berna. En 1929 entró en una clínica psiquiátrica cercana a la
capital suiza y en 1933, después de sufrir sucesivos episodios de
alucinaciones auditivas y ataques de ansiedad, ingresó
voluntariamente en el sanatorio de Herisau, en cuyos alrededores
murió el día de Navidad de 1956, de un ataque al corazón que lo
dejó fulminado sobre la nieve tras uno de sus habituales y
solitarios paseos.
Robert Walser escribió “Jakob von
Gunten” en 1909 y siempre lo consideró el mejor y el más querido
de sus libros. También es posiblemente el de contenido más
polémico. Se trata de una novela corta en la que se narra el breve
paso del personaje que le da título por el extraño Instituto
Benjamenta, apellido de los dos hermanos -un varón y una mujer- que
lo regentan. Allí apenas hay profesores y la enseñanza que se
imparte consiste básicamente en inculcar a los muchachos paciencia y
obediencia para convertirlos en futuros sirvientes. Jakob, un chico
despierto y atractivo, describe a sus compañeros y su ambigua y cada
vez más intensa relación con los dos hermanos propietarios de la
academia. Walser presenta unos personajes que huyen del éxito y del
pensamiento. Su aspiración es obedecer y rechazar rotundamente
cualquier amago de notoriedad. Las ideas defendidas por el personaje
son las mismas que el escritor defendió a lo largo de su vida. Las
ha definido muy bien Jesús Fernández en su espléndido artículo
“Robert Walser, el poeta que prefería ser nadie”.
No
puedo extenderme mucho más en este artículo, por eso transcribo
aquí varias ilustrativas frases del libro, aunque nada mejor que
leerlo entero para poder juzgarlo con propiedad. “Nosotros, los
alumnos, no esperamos nada, es más, nos está terminantemente
prohibido albergar esperanzas en nuestro corazón, pese a lo cual
vivimos muy alegres y tranquilos”. “De algo estoy seguro: el día
de mañana seré un encantador cero a la izquierda”.”Los tontos
están hechos para llegar lejos, para escalar, vivir bien y mandar,
mientras que quienes, como yo, son en cierto sentido inteligentes,
han de tolerar que sus propios talentos florezcan y se marchiten al
servicio de otros. Yo, seré algo muy humilde o pequeño”.
“Cuando
los hombres empiezan a contabilizar éxitos y reconocimiento se ponen
casi gordos de autosatisfacción saturadora, y la fuerza de la
vanidad los va inflando hasta convertirlos en un globo irreconocible.
¡Libre Dios a un hombre honrado del reconocimiento de la masa! Si no
lo vuelve malo, sólo servirá para confundirlo y quitarle fuerzas”.
O ese afán por dejar la mente en blanco que se resume en ese
definitivo “Dios está con los que no piensan”.
“El
paseo” es un relato breve que Walser escribió en 1917. Es un texto
en primera persona, y en constante diálogo con el lector, en el que,
con una mezcla de solemnidad e ironía cargada de crítica social a
las prisas, la hipocresía y el afán de aparentar de la modernidad,
se cuenta un paseo de unas horas por una pequeña población suiza.
El narrador, escritor pobre mantenido por los donativos anónimos de
algunas admiradoras, se defiende así de quienes critican su
permanente deambular ocioso: “Pasear
me es imprescindible, para animarme y para mantener el contacto con
el mundo vivo,
sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra más ni
producir el más leve poema en verso o prosa. Sin pasear estaría
muerto, y mi profesión, a la que amo apasionadamente, estaría
aniquilada”.
Robert Walser es un
escritor distinto, ambiguo, con una personalidad que hoy veríamos
como provocadora por inusual y un pensamiento lleno de claroscuros,
sin el más mínimo afán de notoriedad ni interés alguno por
obtener el reconocimiento de los demás. Aunque sea en parte
traicionar sus deseos, en este año en que se cumple el sesenta
aniversario de su muerte, nada mejor que leerlo para conocer de
primera mano su singular obra literaria.
https://lecturassumergidas.com/2014/07/30/tras-los-pasos-de-walser-y-demas-caminantes_/
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Carlos Bravo Suárez
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