“Francamente, Frank”.
Richard Ford. Anagrama. 2015. 229 páginas.
Después
de su estupenda novela “Canadá”, que reseñamos aquí el año
pasado, Richard Ford
(Jackson,
Mississippi, 1944) ha
publicado recientemente un nuevo libro cuyo titulo original en inglés
es “Let Me Be Frank With You”, que en español, haciendo un fácil
juego de palabras, ha sido traducido como “Francamente, Frank”.
En él, el destacado escritor estadounidense ha recuperado a su
personaje Frank Bascombe (protagonista de su famosa trilogía
compuesta por “El periodista deportivo”, “El Día de la
Independencia” y “Acción de gracias”), convirtiéndolo en
narrador de esta nueva entrega narrativa, editada como siempre en
nuestro país por Anagrama y con la traducción de Benito Gómez
Ibáñez.
“Francamente, Frank” está
compuesto por cuatro relatos ambientados a finales de 2012,
inmediatamente después de que el huracán Sandy devastara buena
parte de la costa atlántica estadounidense. Las cuatro narraciones
breves están protagonizadas, y narradas en primera persona, por un
Frank Bescombe, ahora con sesenta y ocho años y ya jubilado, que
nuestra su escéptico desencanto solitario, nunca convertido sin
embargo en pesimismo y amargura, con equilibradas dosis de ironía y
humor negro y con la lucidez distante que suele proporcionar el paso
de los años. Bescombe, que escribió un libro y fue periodista
deportivo durante un tiempo, trabajó como vendedor de casas antes de
jubilarse y ahora dedica parte de su tiempo a leer textos para ciegos
en una emisora de radio y a ayudar cada semana a los soldados
americanos que regresan de alguna de las lejanas guerras del imperio
y que, a su vuelta, corren el riego de caer en la depresión y el
suicidio. Frank, después de hacerlo en otros lugares, vive ahora en
una zona residencial de Haddam, en Nueva Jersey, con su segunda
esposa Sally, que se dedica a tareas humanitarias de ayuda a los
afectados por el reciente huracán. Antes se divorció de su primera
esposa Ann, con la que tiene dos hijos que se ganan ya la vida por su
cuenta. Otro hijo de ese primer matrimonio murió joven, de una
manera prematura, inesperada y dolorosa.
En “Frankamente, Frank”
encontramos a un Bascombe sabedor de que entra en el último tramo de
su vida e intenta mantener la serenidad ante la proximidad de las
enfermedades y, en última estancia, de la inevitable muerte.
Consciente de que solo se conoce bien aquello que ya se ha vivido y
que la vida ya no es otra cosa que superar sucesivos fracasos que
dejan momentáneamente el horizonte despejado de obstáculos para
poder dar algunos pasos más. A determinada edad, la vida ya no es
sino una continua mengua. “La vida se reduce a una sustracción
gradual, tendente a una esencia más sólida, más cercana a la
perfección”. Ya no se trata de hacer uno lo que quiere, sino de
intentar no hacer lo que no se quiere. Además, como vemos
progresivamente en los cuatro relatos del libro, la enfermedad va
haciendo estragos entre muchos seres conocidos y próximos. Pese a
ello, Frank mantiene su sentido del humor y no pierde ocasión para
mostrar sus posiciones políticas favorables a Obama, al menos al de
sus inicios como presidente, y su rechazo y mofa de las posiciones
republicanas y conservadoras.
En “Aquí estoy yo”, relato que
abre el libro, un antiguo amigo cita a Frank para ver cómo ha dejado
el huracán Sandy, que parece haberse unido a la recesión anterior,
la casa cercana al mar que éste le vendió hace unos años. En “Todo
podría ser peor”, Frank recibe en su casa de Haddam la extraña
visita de una misteriosa mujer negra (“la gente negra soporta una
pesada carga tratando de comportarse normalmente”), que le cuenta
que allí tuvo lugar una terrible tragedia que marcó para siempre su
vida. En “La nueva normalidad”, Frank viaja en vísperas
navideñas para hacer una visita a su primera mujer, que se encuentra
internada en una moderna y desnaturalizada residencia para personas
que sufren la enfermedad de Parkinson. Y, en “Muerte de otros”,
la visita es a un antiguo amigo de la infancia que se halla hundido
en la antesala de la muerte, aniquilado por un rápido y destructivo
cáncer de páncreas.
No sé cuánto hay de alter ego de
Richard Ford en el Frank Bascombe que narra estas cuatro magníficas
historias y que es consciente de empezar a recorrer el que será ya
el último tramo de su vida. Bascombe/Ford lo hace con dignidad y
elegancia y, desde luego, desde el punto de vista literario, con una
enorme maestría. También en materia de escritura, la sustracción
de los años parece conducir al autor a una esencia bastante cercana
a la perfección.
Carlos
Bravo Suárez
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