“El
silencio de la ciudad blanca”. Eva García Sáenz de Urturi.
Planeta. 2016. 480 páginas.
Siguiendo la estela de
las novelas de la “Trilogía del Baztán”, de Dolores Redondo, o
de “Puerto escondido”, de María Oruña, que combinan con acierto
y eficacia una intrigante trama policiaca con una minuciosa y precisa
ambientación geográfica en Navarra y Cantabria respectivamente, la
escritora alavesa Eva García Sáenz de Urturi ha conseguido otro
enorme éxito literario con “El silencio de la ciudad blanca”, un
logrado trhiller sobre unos asesinatos en serie ocurridos en
diferentes lugares históricos de la ciudad de Vitoria, donde la
capital alavesa adquiere un protagonismo tan importante como el de
quienes investigan o son sospechosos de esos espantosos crímenes.
Eva García Sáenz de
Urturi, nacida en Vitoria en 1972, vive desde los quince años en
Alicante y es diplomada en Óptica y Optometría, materia en la que
ha trabajado en varias empresas y en la universidad alicantina. Es
autora de “La saga de los longevos” (La esfera de los libros,
2012), que se convirtió en un inesperado fenómeno literario y
obtuvo, en su traducción al inglés, un considerable éxito en Reino
Unido, Estados Unidos y Australia. Más tarde publicó la novela
histórica “Pasaje a Tahití” (Espasa, 2014), que pasó más
desapercibida. Con “El silencio de la ciudad blanca”, la
escritora alavesa se ha colocado durante meses en los primeros
puestos de los libros más vendidos en nuestro país.
“El silencio de la
ciudad blanca” es una novela que engancha desde el primer momento y
que se lee con enorme interés de principio a fin. La intriga está
muy conseguida y bien dosificada, los giros inesperados son continuos
y diversas las líneas de investigación, con distintos sospechosos
que pronto dejan de serlo y que convierten la lectura en un ejercicio
absorbente e intenso. En el mes de agosto, durante las fiestas de la
Virgen Blanca, se cometen en Vitoria varios asesinatos dobles cuyas
víctimas aparecen en lugares emblemáticos de la arquitectura y la
historia locales. Se trata en todos los casos de dos víctimas de
distinto sexo y de la misma edad, siempre terminada en cero o en
cinco, con la misma posición de los cuerpos muertos, que parecen
acariciarse las mejillas, y todas ellas con algún apellido
compuesto, del tipo del segundo de la autora del libro. Estos nuevos
crímenes parecen ser prolongación de otra serie idéntica que se
cometió veinte años antes en la ciudad y coinciden con la salida de
la cárcel, con unos días de permiso, del supuesto autor de aquellos
siniestros asesinatos: Tasio Ortiz de Zárate, que fue detenido por
su hermano gemelo Ignacio, entonces policía al frente de la
investigación. Parece obvio que Tasio no ha podido cometer estos
nuevos crímenes, aunque muchos creen que ha podido instigarlos o
dirigirlos desde la cárcel.
La novela está contada
en primera persona por Unai López de Ayala, uno de los policías
encargados del caso. Un personaje atormentado por la pérdida de su
mujer embarazada en un accidente de circulación. Importante papel
tienen también en el relato su compañera Estíbaliz, con quien
comparte investigación, y su jefa Alba, con la que mantendrá una
relación intensa, complicada y ambigua. Los tres personajes, así
como el abuelo y, en menor medida, el cuñado de Unai, además de los
hermanos Ortiz de Zárate y varios sospechosos de los asesinatos,
están bastante logrados y aportan solidez narrativa a la compleja
trama del libro.
Aunque
la mayor parte de la novela transcurre en el presente y se centra en
la investigación de los crímenes cometidos, se narra paralelamente
otra interesante historia del pasado, ambientada en los años
setenta, que confluirá finalmente con la historia principal
contribuyendo a entender su desenlace. La novela crea así una
intriga enrevesada, un puzzle con numerosas piezas y muchos
personajes, un engranaje complicado y bien construido que mantiene al
lector en vilo hasta el último momento.
Protagonista
principal de la narración es la ciudad de Vitoria y varios
emplazamientos de la provincia de Álava, con alguna escapada mínima
a Pamplona o San Sebastián. Las víctima aparecen en distintos
lugares de la capital alavesa, siguiendo un orden
histórico-cronológico en los edificios en que se descubren los
muertos, desde la prehistoria al siglo XIX, pasando por
construcciones medievales y renacentistas de la ciudad.
Escrita
en una prosa sencilla, fácil y fluida, con un repartido equilibrio
entre narración y diálogos, “El silencio de la ciudad blanca”
es una novela efectista cuya lectura resultará apasionante sin duda
para un buen número de lectores.
Carlos
Bravo Suárez
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