Refugio de Lizara
Bisaurín
Llano de Lizara, Bisaurín y Bernera.
Explosión de lirios.
Dejando atrás la niebla.
Entre vacas.
Subiendo al collado del Bozo.
El collado del Bozo al fondo.
Hacia el collado del Bozo.
Cardos en el camino.
En el collado del Bozo.
Al otro lado, el valle de Rigüelo o Aísa.
Bajando del collado.
Hacia la plana de Izagra y su ibón colmatado.
El dolmen de Izagra.
La sierra de Aísa con la niebla.
El valle de Aísa o Rigüelo.
La Pedraza y el barranco de Igüer.
Los Lecherines al fondo.
Los Lecherines (punta y mallo).
El mallo Lecherín.
Subiendo hacía el collado de la Magdalena o de Torbillón.
En el collado de la Magdalena, Rigüelo o Torbillón.
Refugio López Huici.
Dejando atrás el refugio.
Fuente-abrevadero a cinco minutos del refugio.
Mallata de Gabardito.
Lirio blano (sólo vimos dos).
Collarada al fondo.
Entrando en el bosque de pinos.
Claro de bosque antes del abetal. con Collarada delante.
En el abetal.
Fuente de los Abetazos.
Muy cerca de Canfranc.
Canfranc a la vista.
Restos de la Trinidad a la entrada de Canfranc.
El pasado
domingo, el Centro Excursionista Ribagorza organizó una excursión desde el
refugio de Lizara a Canfranc por el GR-11.1, uno de los ramales de la senda
transpirenaica que conecta los mares Cantábrico y Mediterráneo. Pese a las
tormentas del día y la noche anteriores, la excursión se realizó sin lluvias y
con buena temperatura para caminar, con nieblas y nubes bajas en el inicio del
recorrido y sol y cielos más despejados a medida que avanzaba la jornada.
Eran las seis de la mañana cuando salimos de
Graus en autobús para dirigirnos hasta el refugio de Lizara, situado en el
término municipal de Aragüés del Puerto, en los Valles Occidentales, dentro de
la comarca de la Jacetania. Tras tres horas de carretera, a las nueve de la
mañana, llegamos al refugio de Lizara, situado a 1520 m. de altitud. Poco
después de las nueve, los 24 participantes en la excursión comenzamos nuestra
caminata siguiendo las marcas rojiblancas del GR y los numerosos indicadores
del perfectamente señalizado camino. Siempre dirigiéndonos al este, y todavía
con la niebla tapando las cimas de los picos Bisaurín y Bernera, atravesamos,
entre vacas y numerosos lirios, el llano de Lizara. Poco después iniciamos la
subida hacia el collado del Bozo, situado a 1.995 m. y al que llegamos poco
antes de las once. Allí hicimos una primera parada para reagruparnos y reponer
fuerzas.
Tras
el descanso y las fotos de rigor, descendimos hacia el valle de Aísa o de
Rigüelo que se abría ante nosotros. Desviándonos doscientos metros a la
izquierda del camino, fuimos a ver el dolmen de Izagra, bien indicado y con un flamante
panel informativo. Esta es una zona con mucha presencia de monumentos
megalíticos prehistóricos. El de Izagra, situado en un pequeño altiplano y
junto a un ibón colmatado que llevan el mismo nombre, es un dolmen de notables
proporciones, cuya tapa o losa horizontal se halla caída sobre una de las losas
laterales que se desplazó hacia el interior de la cámara funeraria.
Retornamos
al GR y descendimos ligeramente por la zona
conocida como la Pedraza, junto al barranco de Igüer, girando luego para
faldear por la parte alta del valle de Aísa o de Rigüelo. Durante un buen rato,
disfrutamos de magníficas vistas de los Lecherines, cuyas singulares siluetas
asomaban a nuestra izquierda. Después el camino se convierte en una
zigzagueante y empinada subida en dirección al collado de la Magdalena, también
llamado de Rigüelo o Torbillón que, situado a 2040 m., constituyó el punto más
alto de nuestro itinerario. Desde allí se contemplan espléndidas vistas, con el
pico Collarada destacando y cerrando majestuoso el horizonte.
Hasta
lo alto del collado llega por la otra vertiente una pista transitable para
vehículos. Por ella, en apenas quince minutos, alcanzamos el refugio López
Huici, junto al cual, alrededor de las dos de la tarde, hicimos una parada para
comer y reponer fuerzas. Ya siempre en bajada, salimos de la pista, pasamos por
una fuente abrevadero y continuamos descendiendo hasta la majada de Gabardito,
donde quedan restos de viejos corrales y hay otra fuente abrevadero para
proveerse de agua. Girando ligeramente hacia la derecha nos adentramos en una
zona de bosque. Primero un pinar con algunos preciosos ejemplares y después un
precioso y más húmedo abetal por el que llegamos, entre las cinco y las cinco y
media de la tarde, al pueblo de Canfranc. Habíamos recorrido 18 km en
prácticamente ocho horas incluyendo las paradas. Todavía nos quedaba un largo
viaje de regreso a Graus en autobús.
(Artículo publicado en Diario del Alto Aragón)
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