domingo, 11 de agosto de 2019

VESTIGIOS ROMÁNICOS INÉDITOS JUNTO A BENABARRE

 RESTOS DEL ÁBSIDE DE LA ERMITA
BENABARRE VISTO DESDE EL CERRO CHIRAC
 EL CASTILLO DE BENABARRE, CON ZOOM, DESDE EL CERRO
 DOS FOTOS MÁS DE LOS RESTOS DEL ÁBSIDE DE LA ERMITA

 EL CERRO CHIRAC DESDE BENABARRE
CON CRISTIAN LAGLERA EN EL CERRO CHIRAC EN UN DÍA DE MUCHO VIENTO


Ya hemos escrito aquí en colaboraciones recientes que la comarca de Ribagorza, al menos en lo que a románico se refiere, todavía era capaz de depararnos nuevas sorpresas e insospechados descubrimientos. Sin embargo, no era fácil imaginar que a escasa distancia de Benabarre, en el muy próximo cerro Chirac, se escondieran los restos de una ermita románica prácticamente inédita y desconocida incluso para los habitantes del lugar.

Los restos de este antiguo templo, de admonición hasta ahora desconocida, no aparecen recogidos en ninguno de los diversos libros dedicados al arte románico publicados hasta la fecha. Solamente en el reciente “Ermitas de Huesca. Tomo 2. Ribagorza”, del abajo firmante Cristian Laglera Bailo (Editorial Pirineo, 2019, página 81), encontramos referencia a estos exiguos y olvidados vestigios. Fue Josep Sansalvador, archivero y continuador del trabajo de Josep Maria Gavin, quien hace aproximadamente dos décadas llegó hasta ellos. Gracias a sus indicaciones hemos podido después localizarlos en el llamado cerro Chirac, sito a las afueras de Benabarre.

El cerro Chirac se halla a un kilómetro escaso al este de Benabarre. Es un emboscado montículo situado junto a otro más reconocible que tiene unas antenas en su cima. El pequeño barranco Guart fluye entre ambos altozanos. La manera más sencilla de ascender al cerro Chirac es desde el parque de bomberos de Benabarre. Allí dejaremos el vehículo y comenzaremos la subida por la ladera colindante con un campo de labor. Siguiendo algunas trazas de sendero, que aparecen y desaparecen a tramos entre una espesa y punzante vegetación, si tenemos suerte y sabemos localizarlas visualmente, cosa no del todo fácil, en alrededor de veinte minutos desde el punto de salida llegaremos a los escasos restos de la desconocida ermita. Sus ocultos vestigios, que apenas levantan del emboscado suelo, se encuentran, mirando al este, en una pequeña terraza natural situada un nivel por debajo de la cota más alta del cerro.

De la antigua ermita apenas queda una hilada de la cabecera absidial, que era semicircular y estaba perfectamente orientada al sol naciente. La nave era rectangular, de poco más de tres metros de ancho. Subsisten, a ras de suelo, algunos pequeños tramos de sus muros norte y sur. De la zona de cierre por el oeste no queda ni rastro. La puerta, siguiendo la pauta lógica de este tipo de edificios, debió de abrir al sur o quizá al oeste. Los pocos ejemplares que perviven del aparejo apenas están trabajados y tienen un calibre medio. A pesar de una intensa pero dificultosa búsqueda, no encontramos restos de sillares por los alrededores. A duras penas nos abrimos paso hasta el extremo rocoso del cerro donde pensamos que tal vez pudiera haber algún vestigio de una posible torre de vigilancia de la que la ermita pudiera ser construcción castrense, pero el resultado fue infructuoso. Pudimos, sin embargo, comprobar el amplio dominio que desde allí se tiene de la zona y su alineamiento visual con el muy próximo castillo de Benabarre y con los cercanos de Purroy, Pilzán o Viacamp.

Como ya se ha dicho, al tratarse de unos restos indocumentados no hemos podido averiguar la advocación de la ermita. Ni siquiera la toponimia nos ha servido esta vez en las pesquisas. Tampoco, pese a nuestra insistencia posterior, hemos podido dar con nadie del pueblo que tuviera noticia alguna de estas ruinas, cuya existencia parece haberse borrado por completo de la memoria colectiva de la gente. Este olvido parece confirmar los años de abandono y ruina del edificio, que debió de perder el culto hace mucho tiempo.

Precisamente por ese olvido, y por estar situados en una población de la importancia histórica de Benabarre, aunque estemos ante unos restos verdaderamente exiguos, nos parece más importante, si cabe, dejar constancia de la existencia de esta olvidada construcción religiosa que posiblemente, y por las características románicas que apunta, se remonte a épocas medievales. Lo que nos confirma que el territorio ribagorzano sigue siendo una agradable caja de sorpresas para los buscadores de vestigios del pasado.

Carlos Bravo Suarez y Cristian Laglera Bailo

(Artículo publicado en el número especial de las Fiestas de San Lorenzo del Diario del Alto Aragón, 10 de agosto de 2019)

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