El
Centro Excursionista Ribagorza subió el pasado 8 de diciembre su
belén montañero hasta la cima del Turbón. Desde hace siete años,
en estas fechas previas a la Navidad, el CER deposita un pequeño
nacimiento artesanal, confeccionado por la Asociación Belenista de
Graus, en lo más alto de esta mítica y robusta montaña que emerge
en el corazón geográfico de nuestra comarca ribagorzana.
A
las siete y media de la mañana, nos concentramos en la glorieta
Joaquín Costa de Graus para distribuirnos en nuestros vehículos y
dirigirnos por carretera hasta la localidad de Las Vilas del Turbón.
Eran casi las nueve cuando, un poco más arriba de su famoso
balneario, y ya a más de 1400 m. de altitud, los 32 participantes
iniciamos andando la ascensión hacia la cima de la montaña. El
primer tramo transcurre empinado entre bojes hasta llegar al collado
de Porroduno, donde encontramos la primera nieve. Desde allí, y
viendo que la nieve estaba blanda y poco peligrosa, decidimos subir
por una canal directa que solemos utilizar como atajo. Pese a todo,
extremamos las precauciones y, casi al final de la canal, giramos
hacia la derecha en lugar de en sentido contrario como hacemos en
otras ocasiones.
Al
llegar a la parte alta de la montaña y dirigirnos hacia el sur,
pudimos comprobar que el espesor de la nieve era mayor del que
esperábamos. Abriendo huella, y con cierta lentitud e incomodidad,
caminamos por espacios muy abiertos con un sol magnífico brillando
en un cielo completamente limpio y azul. Sólo en los pequeños
tramos en sombra se dejaba sentir el frío. Tras dejar a nuestra
derecha primero el Turbonet y luego la canal de San Adrián, en la
zona denominada La Portella viramos hacia el oeste para abordar la
última subida hasta la cima. Llegamos a ella algo antes de la una
del mediodía. Allí colocamos con mimo nuestro belén, protegido por
piedras, en una oquedad de la base del antiguo vértice geodésico,
hoy derribado, que corona el llamado Castillo de Turbón, a 2492 m.
de altitud. Disfrutamos de las extraordinarias vistas de esta
privilegiada atalaya, con Cervín y la población de Campo debajo de
nosotros y el nevado Cotiella y la sierra Ferrera, culminada por la
Peña Montañesa, en el inmediato poniente. Comimos algo de nuestras
mochilas, para reponer fuerzas tras la esforzada subida, y degustamos
unas deliciosas almendras garrapiñadas y un calorífico licor de
membrillo que una compañera de excursión había traído para el
grupo.
Tras
más de una hora de estancia en la cima, iniciamos el descenso en el
que modificamos el itinerario realizado en la subida. Dejamos la
canal de ascenso directo a nuestra derecha y continuamos un rato más,
sobre abundante nieve, en dirección al norte. Delante de nosotros se
abría un impresionante panorama pirenaico con, entre otras montañas,
el Gallinero, las Maladetas, el Aneto, el Tempestades y su brecha y
algunas cimas del Pirineo catalán hacia el oriente. Tras realizar un
giro de 180º, caminamos por las faldas de las imponentes paredes del
frontón de las Brujas, donde vimos algunos sarrios, hasta llegar de
nuevo al collado de Porroduno y descender hasta la pista por el
sendero entre bojes por el que habíamos subido.
Eran
algo más de las cuatro de la tarde cuando llegamos al balneario de
las Vilas, donde tomamos cafés y refrescos y nos despedimos para
volver a Graus y a otros puntos de procedencia de los participantes
en la excursión. Un año más, habíamos cumplido con el ritual de
subir nuestro pequeño belén hasta la cima de nuestra montaña
preferida.
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