“Patria”. Fernando
Aramburu. Tusquets Editores. 2016. 648 páginas.
Patria”
aborda con realismo y verosimilitud los años más duros de
terrorismo de ETA en el País Vasco
“Patria”
es, sin duda, la mejor novela escrita en lengua española que he
leído en este año que termina. Una novela excepcional y
absolutamente necesaria para fijar un relato fidedigno del oprobio y
la ignominia a los que el terrorismo de ETA sometió durante varias
décadas a la sociedad vasca.
Dijo
no hace mucho Fernando Aramburu, al presentar la novela, que en el
final de ETA todavía faltaba su derrota literaria. Ha habido en
estos años demasiado relato hagiográfico y glorificador de los
supuestos gudaris vascos, falsos héroes del tiro en la nuca y el
coche bomba, demasiada condescendencia con el nacionalismo fanático
y supremacista que dividió y enfrentó a una sociedad que se deslizó
en buena medida hacia la bajeza moral y el consentimiento de la
barbarie, que miró hacia otro lado, cuando no colaboró de una u
otra manera, en la exclusión social del no nacionalista o en su
cobarde y vil eliminación física. Toda una espiral de odio y
violencia al disidente: al empresario que no pagaba el impuesto
revolucionario; a cualquier guardia civil, policía o militar por el
mero hecho de serlo; al militante de cualquier partido no
nacionalista, automáticamente convertido en españolista, facha y
enemigo del pueblo vasco; al periodista o escritor que se atreve a
llevar la contraria en un artículo o un comentario; a cualquiera que
no colaborara con la sagrada causa. Unas pintadas, una diana
dibujada, pim pam pum, unos chavales coreando eslóganes salvajes
(“ETA mátalos”), unos anónimos amenazantes, unos saludos
retirados, un vacío en las tiendas, en los bares, en la calle, y un
día, tal vez de lluvia como en el caso del Txato, un tiro en la
cabeza o en la nuca, una ráfaga de metralleta o una letal bomba lapa
bajo el coche. Y un entierro en la soledad del muerto y aún culpable
y, en ocasiones y para más inri todavía, hasta el escarnio de unas
pintadas insultantes sobre la tumba del asesinado.
“Fulano hace un poco, mengano hace otro poco y, cuando ocurre la
desgracia que han provocado entre todos, ninguno se siente
responsable porque, total, yo sólo pinté, yo sólo revelé dónde
vivía, yo sólo le dije unas palabras”.
Fernando Aramburu (San
Sebastián, 1959) ya había abordado el tema de la soledad de las
víctimas y el clima de rechazo social al no nacionalista en el País
Vasco en dos de sus obras anteriores: la colección de cuentos “Los
peces de la amargura” (2006) y la novela “Años lentos” (2012).
Sin embargo, con “Patria” el escritor donostiarra culmina una
extensa y completa narración que incluye casi todas las vertientes
de esos largos años de terror y barbarie. “Patria” cuenta la
historia de dos familias muy unidas cuya amistad se rompe porque la
aparición de la violencia sitúa a ambas en bandos enfrentados. Por
un lado, el Txato y Bittori; por el otro, Joxian y Miren. Ambos,
matrimonios gobernados por las mujeres: el famoso matriarcado vasco.
El primero tiene dos hijos: Xavier y Nerea; el segundo, tres:
Arancha, Joxe Mari y Gorka. Todo se rompe cuando el Txato, empresario
tenaz y generoso, es asesinado por ETA. Además, Joxe Mari pasa de la
“kale borroka”, quemando autobuses en San Sebastián, a militar
en ETA. Tras participar en varios atentados, es detenido por la
policía y enviado a una lejana cárcel del sur de España. Su madre
Miren, que nunca antes había mostrado inclinación política, se
hace acérrima defensora de su hijo y exaltada fanática del
nacionalismo independentista vasco. Enseguida encuentra el apoyo de
muchos de sus vecinos, de la Herriko Taberna de su pueblo y del cura
de la parroquia, melifluo y halitósico justificador de los
asesinatos en nombre de la supuesta opresión secular a la patria
vasca. ¡Qué triste y radicalmente anticristiano el papel de buena
parte de la iglesia vasca en esos terribles años de plomo!
Los cinco hijos de los
dos matrimonios, condicionados ya para siempre por los efectos de la
violencia en sus familias, se añaden a los cuatro padres como
protagonistas de la novela, que abre así nueve líneas narrativas
sobre otras tantas vidas; aunque una, la del Txato, queda truncada en
plena narración. Todos ellos, además de la voz externa y
omnisciente, son narradores por momentos, dotando de esta manera a la
novela de una estructura innovadora y aparentemente compleja, pero
que logra naturalidad, fluidez y ritmo. A ello contribuyen la
brevedad de los capítulos, la sencillez de la prosa y los muchos
coloquialismos incorporados, como el frecuente uso del condicional
por el pretérito imperfecto de subjuntivo. (“Ni me dejaron
preparar el entierro. Cogieron a mi hijo y montaron con él un
numerito patriótico. Les vino de perlas que se 'moriría'”). Hasta
el propio escritor Aramburu hace un cameo y se convierte por un
momento en personaje fugaz de la novela.
Y, aunque no evita
temas como las torturas a los detenidos ni el rechazo injusto y
generalizado a todo lo vasco en algunos lugares de España, el lector
tiene claro de dónde procede esa locura colectiva que llevó a buena
parte de la sociedad vasca a mostrar una mayor o menor complicidad,
por fanatismo activo o por temerosa y cobarde omisión, con la
violencia política. Un episodio histórico reciente de vergonzosa e
inaceptable degradación moral que la novela deja fijado en sus
páginas para la posteridad. Aunque el final del relato dibuje un
futuro posible de esperanza y reconciliación que ojalá ya no tenga
marcha atrás.
“Patria” no es sólo
una lectura muy recomendable. Es una lectura absolutamente
imprescindible.
Carlos Bravo Suárez
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