domingo, 11 de diciembre de 2016

PATRIA




Patria”. Fernando Aramburu. Tusquets Editores. 2016. 648 páginas.

Patria” aborda con realismo y verosimilitud los años más duros de terrorismo de ETA en el País Vasco

“Patria” es, sin duda, la mejor novela escrita en lengua española que he leído en este año que termina. Una novela excepcional y absolutamente necesaria para fijar un relato fidedigno del oprobio y la ignominia a los que el terrorismo de ETA sometió durante varias décadas a la sociedad vasca.

Dijo no hace mucho Fernando Aramburu, al presentar la novela, que en el final de ETA todavía faltaba su derrota literaria. Ha habido en estos años demasiado relato hagiográfico y glorificador de los supuestos gudaris vascos, falsos héroes del tiro en la nuca y el coche bomba, demasiada condescendencia con el nacionalismo fanático y supremacista que dividió y enfrentó a una sociedad que se deslizó en buena medida hacia la bajeza moral y el consentimiento de la barbarie, que miró hacia otro lado, cuando no colaboró de una u otra manera, en la exclusión social del no nacionalista o en su cobarde y vil eliminación física. Toda una espiral de odio y violencia al disidente: al empresario que no pagaba el impuesto revolucionario; a cualquier guardia civil, policía o militar por el mero hecho de serlo; al militante de cualquier partido no nacionalista, automáticamente convertido en españolista, facha y enemigo del pueblo vasco; al periodista o escritor que se atreve a llevar la contraria en un artículo o un comentario; a cualquiera que no colaborara con la sagrada causa. Unas pintadas, una diana dibujada, pim pam pum, unos chavales coreando eslóganes salvajes (“ETA mátalos”), unos anónimos amenazantes, unos saludos retirados, un vacío en las tiendas, en los bares, en la calle, y un día, tal vez de lluvia como en el caso del Txato, un tiro en la cabeza o en la nuca, una ráfaga de metralleta o una letal bomba lapa bajo el coche. Y un entierro en la soledad del muerto y aún culpable y, en ocasiones y para más inri todavía, hasta el escarnio de unas pintadas insultantes sobre la tumba del asesinado. “Fulano hace un poco, mengano hace otro poco y, cuando ocurre la desgracia que han provocado entre todos, ninguno se siente responsable porque, total, yo sólo pinté, yo sólo revelé dónde vivía, yo sólo le dije unas palabras”.

Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) ya había abordado el tema de la soledad de las víctimas y el clima de rechazo social al no nacionalista en el País Vasco en dos de sus obras anteriores: la colección de cuentos “Los peces de la amargura” (2006) y la novela “Años lentos” (2012). Sin embargo, con “Patria” el escritor donostiarra culmina una extensa y completa narración que incluye casi todas las vertientes de esos largos años de terror y barbarie. “Patria” cuenta la historia de dos familias muy unidas cuya amistad se rompe porque la aparición de la violencia sitúa a ambas en bandos enfrentados. Por un lado, el Txato y Bittori; por el otro, Joxian y Miren. Ambos, matrimonios gobernados por las mujeres: el famoso matriarcado vasco. El primero tiene dos hijos: Xavier y Nerea; el segundo, tres: Arancha, Joxe Mari y Gorka. Todo se rompe cuando el Txato, empresario tenaz y generoso, es asesinado por ETA. Además, Joxe Mari pasa de la “kale borroka”, quemando autobuses en San Sebastián, a militar en ETA. Tras participar en varios atentados, es detenido por la policía y enviado a una lejana cárcel del sur de España. Su madre Miren, que nunca antes había mostrado inclinación política, se hace acérrima defensora de su hijo y exaltada fanática del nacionalismo independentista vasco. Enseguida encuentra el apoyo de muchos de sus vecinos, de la Herriko Taberna de su pueblo y del cura de la parroquia, melifluo y halitósico justificador de los asesinatos en nombre de la supuesta opresión secular a la patria vasca. ¡Qué triste y radicalmente anticristiano el papel de buena parte de la iglesia vasca en esos terribles años de plomo!

Los cinco hijos de los dos matrimonios, condicionados ya para siempre por los efectos de la violencia en sus familias, se añaden a los cuatro padres como protagonistas de la novela, que abre así nueve líneas narrativas sobre otras tantas vidas; aunque una, la del Txato, queda truncada en plena narración. Todos ellos, además de la voz externa y omnisciente, son narradores por momentos, dotando de esta manera a la novela de una estructura innovadora y aparentemente compleja, pero que logra naturalidad, fluidez y ritmo. A ello contribuyen la brevedad de los capítulos, la sencillez de la prosa y los muchos coloquialismos incorporados, como el frecuente uso del condicional por el pretérito imperfecto de subjuntivo. (“Ni me dejaron preparar el entierro. Cogieron a mi hijo y montaron con él un numerito patriótico. Les vino de perlas que se 'moriría'”). Hasta el propio escritor Aramburu hace un cameo y se convierte por un momento en personaje fugaz de la novela.

Y, aunque no evita temas como las torturas a los detenidos ni el rechazo injusto y generalizado a todo lo vasco en algunos lugares de España, el lector tiene claro de dónde procede esa locura colectiva que llevó a buena parte de la sociedad vasca a mostrar una mayor o menor complicidad, por fanatismo activo o por temerosa y cobarde omisión, con la violencia política. Un episodio histórico reciente de vergonzosa e inaceptable degradación moral que la novela deja fijado en sus páginas para la posteridad. Aunque el final del relato dibuje un futuro posible de esperanza y reconciliación que ojalá ya no tenga marcha atrás.

“Patria” no es sólo una lectura muy recomendable. Es una lectura absolutamente imprescindible.

Carlos Bravo Suárez

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