domingo, 16 de diciembre de 2012

JOAQUÍN COSTA, BREVE BIOGRAFÍA DE JUVENTUD (y 7)




            
 En 1893, quince años después del relatado episodio de amor frustrado entre Joaquín Costa y Concepción Casas, se produjo la muerte de ésta. Sobre un poema que ella le había mandado en el momento de su ruptura, Costa anota un escueto "Ha muerto". Y, en la misma carta de ruptura de Concepción, escribe con fecha de junio del 93: "¡Pobrecilla! Se casó hace dos o tres años con un magistrado o fiscal, se fue con él a Ultramar, creo que a Puerto Rico, y acabo de saber que ha muerto, parece que de sobreparto. ¡Pobrecilla! ¡Pobrecilla!...".

Por lo que yo sé, en su familia se transmitió la idea de que Concepción era una mujer de gran personalidad y que ella misma y por sí sola decidió la ruptura con Costa, por sus desavenencias religiosas y, sobre todo, por la preocupación que le producía el tipo de educación que los futuros hijos de ambos pudieran recibir. Es muy probable que así fuera, pero aunque hubiera sido ella menos piadosa parece difícil pensar que una mujer de su edad y en aquellos tiempos pudiera rebelarse contra la autoridad familiar, que a la postre decidía casi siempre el matrimonio de las hijas casaderas.

Coincido con Cheyne en la importancia que este episodio tuvo para el joven Costa. Fue una frustración que sin duda le marcó y que, sumada a otras sufridas en otros aspectos de su vida, contribuyó a aumentar su amargura y la percepción de que, por su condición humilde y por sus ideas, la fatalidad, en un país que no perdonaba ciertas cosas, le perseguía pese a su reconocido talento.

Costa no vio cumplido ya nunca su deseo de casarse y formar una familia, aunque de su relación casi clandestina con Isabel Palacín, viuda de su amigo y protector Teodoro Bergnes, nació en 1883 una hija. Joaquín quiso que se llamara Antígone, pero el sacerdote no aceptó ese nombre y se la bautizó como María del Pilar. Costa tenía 37 años e Isabel Palacín, a la que él siempre llamaba Elisa, había cumplido ya 36 cuando nació la niña. La pareja, por causas que no se conocen bien del todo, nunca llegó a casarse y ambos apenas vivieron juntos. El padre nunca reconoció a la hija y sólo, cuando años más tarde ésta se casó, le dio su consentimiento pero  considerándola como hija adoptiva.

Joaquín Costa tenía treinta años cuando vivió el episodio amoroso sin final feliz que acabamos de contar y que aparece explicado con mucho más detalle en las “Memorias” del polígrafo altoaragonés editadas recientemente por Juan Carlos Ara en la colección Larumbe. Este es el límite temporal que he querido marcarme para esta resumida biografía del joven Costa. El llamado León de Graus aún vivió treinta y cinco años más, en los que escribió y reflexionó sobre muchos temas, impulsó varios proyectos políticos que nunca llegaron a fructificar y acabó, bastante desengañado de todo y cada vez más mortificado por su enfermedad muscular, retirándose con su soledad a cuestas a su casa familiar de Graus. Allí murió el 8 de febrero de 1911. Dos días después fue enterrado en Zaragoza, donde, en el cementerio de Torrero, descansan sus restos.

Costa había dejado escrito, tal vez con intención metafórica, que quería ser enterrado en Las Forcas, las montañas de Graus que él, en sus últimos años, veía todos los días desde las ventanas de su casa. Sin embargo, sus seguidores y amigos, sobre todo en Madrid, insistieron en que debía ser trasladado al Panteón de Hombres Ilustres de la capital de España y así se decidió finalmente. De Graus a Barbastro, la gente salía a las orillas de la carretera para rendir tributo y despedir al fallecido. En Barbastro, su cadáver fue subido al tren para llevarlo a Madrid, pero al llegar a Zaragoza, una multitud, movilizada en parte por el alcalde Basilio Paraíso, se plantó en medio de la vía para impedir que el féretro saliera de Aragón. El gobierno de Madrid, preocupado por posibles incidentes con los republicanos si el entierro tenía lugar en la capital, dejó que la gente se saliera con la suya y Costa fue finalmente enterrado en el cementerio de Torrero de Zaragoza.

Joaquín Costa, sin embargo, no murió del todo en 1911 y, como comprobamos el pasado año con la celebración de su centenario, permanece aún muy vivo en nuestro recuerdo. En el monumento que se levantó en Graus en 1929, aparecen las dos palabras que resumen el proyecto regenerador que nuestro ilustre paisano tenía para España. Estos términos son Escuela y Despensa. Es decir, cultura y educación por un lado, y riqueza que proporcione alimento y bienestar a todos los españoles por el otro. Progreso cultural y progreso material para un país que carecía de ambos en su época. Desde entonces hasta hoy la cultura y la despensa han mejorado en la sociedad española hasta límites que en aquel tiempo nadie podía ni siquiera imaginar. En la actualidad, corremos el riesgo de que en ambos aspectos España retroceda por primera vez en muchas décadas. Probablemente, si la mayoría de los dirigentes políticos y de quienes han tenido responsabilidades en las principales instituciones del país en los últimos tiempos se hubieran regido por los principios éticos y los valores humanos que Costa forjó en sus años de juventud y mantuvo siempre a lo largo de su vida, no habríamos llegado a esta situación actual tan lamentable. España parece necesitar otra vez una profunda regeneración moral y ética que, teniendo como base el verdadero amor al país y la honradez más absoluta, permita superar la crisis en que se halla inmersa por culpa, en buena medida, de quienes, careciendo de los principios éticos básicos y muchas veces hasta de la formación adecuada, anteponen su interés particular al general de todos.

Hombres pundonorosos, íntegros, cultos y honrados como lo fue Joaquín Costa Martínez son hoy más necesarios que nunca o, mejor dicho todavía, son hoy tan necesarios como lo fueron ayer y como lo seguirán siendo siempre.

Carlos Bravo Suárez

Imágenes: Duelo en las calles de Zaragoza tras la muerte de Costa, tumba de Joaquín Costa en el cementerio de Torrero de Zaragoza y monumento a Joaquín Costa en Graus.

Artículo publicado hoy en Diario del Alto Aragón.

5 comentarios:

Santiago Noguero dijo...

Interesante la heptalogía de artículos sobre J.Costa. Como siempre es un placer poder seguirte.
Un saludo,

carlos bravo suarez dijo...

Muchas gracias, Santiago. Ahora mismo acabo de agrupar en un solo bloque las siete entregas para facilitar su lectura. Un saludo y feliz 2013.

BATURRO dijo...

Ha sido una alegría a ver leído cosas que no sabía de Joaquín Costa, gracias a la explicación dada; Según me he enterado de que hay un agrupamiento de varias entregas y quisiera saber como las puedo ver y leer. Gracias por todo y
Un saludo.

carlos bravo suarez dijo...

Si vas buscando en el blog, encontrarás toda la serie. Gracias y un saludo cordial.

Unknown dijo...

Entre todos los fracasos de Costa en su vida,el ho haber podido (o no haber querido) formar una familia que le hubiera dado el calor necesario,sin duda es una de las mas poderosas razones para la tristeza y el abatimiento que trasmite su pensamiento