Hace unos meses fue señalizado el acceso a la ermita de San Martín en la sierra de Capella. Se procedió a la colocación de varios postes indicadores a lo largo de un corto itinerario que arranca del magnífico puente medieval, en cuya entrada, junto al merendero, se instaló un pequeño panel informativo con algunos datos sobre la ermita y sus alrededores. Los trabajos fueron realizados por la empresa Prames y forman parte de un programa de señalización de ermitas rupestres en la comunidad aragonesa. Se consideran rupestres aquellas construcciones que aprovechan las rocas naturales como paredes o techumbres. En ese sentido, San Martín no es propiamente una ermita rupestre, pero sí lo son las cuevas cerradas que se encuentran próximas a ella.
La ermita románica de San Martín se sitúa debajo del llamado tozal del Soldau, de 834 metros de altitud. Desde hace mucho tiempo se halla en estado de ruina y envuelta en maleza. Se levanta sobre un pequeño espolón rocoso cuyo acceso suele estar resbaladizo. Se trata de un edificio de nave rectangular única con un ábside semicircular, canónicamente orientado al este, que se conserva íntegro. Su cubierta está totalmente hundida, aunque permanece el cuarto de esfera que cubre el hemiciclo absidial. Algunos sillares caídos fueron aprovechados para acortar la nave, cerrando con un muro la parte más próxima al ábside. Por debajo de éste, otro muro con una puerta de arco de medio punto cierra lo que sería probablemente la entrada al recinto. Los estudiosos suelen fechar la construcción de la ermita en el siglo XII, aunque algunos la adelantan a finales del XI.
Junto al templo, unas cuevas excavadas en la roca han sido cerradas con paredes de mampostería quedando convertidas en abrigos naturales, usados durante tiempo por los pastores para resguardar el ganado. En las paredes de estas cuevas se observan entalladuras que indican que en algún momento hubo en ellas varios pisos o plantas. En el segundo abrigo y a la altura del primer piso, pueden verse unos curiosos grabados que probablemente no tengan demasiada antigüedad. Fueron dibujados en la pared rocosa sobre la superficie oscurecida por el humo. Pueden adivinarse dos posibles escenas de adoración con algunas figuras postradas ante lo que parecen imágenes de Cristo y de la Virgen.
Un poco antes de llegar a la ermita, a la izquierda del camino, hay una pequeña fuente. Encima de la arruinada construcción religiosa, en un hueco de la roca al que se puede acceder por un paso bastante peligroso, fue excavado un pequeño aljibe que serviría para recoger el agua que se escorre por las paredes de las rocas. El paraje de la sierra en que se ubica la ermita es bastante húmedo y en él suele haber musgo y una vegetación frondosa.
Antes de llegar a San Martín, muy cerca de la bifurcación del sendero que lleva a La Canal y a la derecha del que conduce a la ermita, en el lugar denominado Santa Eulalia, quedan algunos restos de lo que probablemente fue otra construcción religiosa o tal vez defensiva. Se trata de los cimientos de unos gruesos muros que quedan hoy ocultos por numerosos matorrales y arbustos.
Poco antes de llegar al depósito de aguas, sale una pista a la derecha que lleva a unos campos de labor. Atravesándolos se llega a un cerro conocido como Corona Castiella. Allí, entre arbustos, se esconden los restos de muros que tal vez correspondan a otra vieja ermita. El lugar se conoce como San Chulíán, topónimo que aparece en documentos medievales para referirse a una de las varias aldeas de las proximidades de Capella. Antes de llegar a estas ruinas, pueden verse algunas oquedades excavadas en un suelo rocoso que quizás pudieran ser en su momento tumbas antropomórficas.
Aunque nos movemos en parte en el terreno de las hipótesis, no hay duda de que la ladera de la sierra que va desde el puente románico de Capella hasta las ruinas de la ermita de San Martín contiene numerosos vestigios históricos que parecen indicar su importancia estratégica en épocas pasadas.
La excursión hasta la ermita de San Martín desde el puente de Capella es corta y no supone mucho esfuerzo para el caminante. Resulta muy recomendable no sólo por el valor histórico que el enclave tiene, sino también por las espléndidas vistas que desde él se contemplan. Llegar hasta allí resulta ahora más fácil, sólo hay que seguir los sucesivos indicadores que nos conducen, sin posibilidad de pérdida, hasta las ruinas de la vieja ermita.
Debo buena parte del conocimiento de la zona descrita en este artículo a Joaquín Sesé, quien amablemente me ha enseñado algunos de los lugares citados. Sin su acompañamiento y ayuda yo nunca hubiera sabido encontrarlos.
Antes de terminar esta colaboración quiero recordar también a Fernando Calvera, con quien durante varios años compartí las páginas de este Llibré y que lamentablemente nos ha abandonado en fechas recientes. Pero como la vida sigue, terminaré estas líneas deseando a todas las gentes de Capella que pasen una felices Fiestas Mayores.
Carlos Bravo Suárez
(Artículo publicado en "El Llibré" de las Fiestas de Capella, Agosto 2009)
(Fotos: Abrigos en la roca, restos de la ermita, interior del ábside, aljibe, ermita desde el aljibe y Capella desde San Martín)
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