Publicada
recientemente por Alfaguara, “La forastera” es la última novela de la escritora
Olga Merino (Barcelona, 1965). La autora barcelonesa había publicado
anteriormente las novelas “Cenizas rojas” (Ediciones B, 1999), “Espuelas de
papel” (Punto de Lectura, 2005) y “Perros que ladran en el sótano” (Alfaguara,
2012). En 2006, obtuvo el Premio Vargas Llosa NH por el relato breve “Las
normas son las normas”. Con “La forastera”, Merino parece consolidarse como una
de las voces más destacadas de la narrativa española actual.
“La
Forastera” es una novela ambientada en la España rural, la ya archiconocida
España vacía, según el afortunado término acuñado hace unos años por Sergio del
Molino. La protagonista del relato es Ángela, a la que llaman también Angie,
por la canción de los Rolling, una mujer de cincuenta años que se instala con
sus dos perros en una casucha destartalada situada a las afueras de un pequeño
pueblo de la Andalucía interior, donde vivía su familia antes de emigrar a
Barcelona. En un barrio obrero de la capital catalana, pasó Ángela su infancia
y juventud con sus padres y un hermano heroinómano, al que el padre acabó
echando de casa y terminó muriendo de sobredosis. Angie emigró después a
Londres para trabajar como au pair y allí vivió una apasionada y desmesurada
aventura amorosa con un pintor obsesivo de los colores que acabó suicidándose.
Y es
que el suicidio, uno de los temas recurrentes del libro, parece perseguirla,
pues al poco de llegar al pueblo encuentran colgado de un árbol el más
importante cacique y terrateniente del lugar, cuyo padre también se había
suicidado unos años antes en la misma fecha. Ángela va conociendo algunas cosas
del pasado de su propia familia que ignoraba hasta entonces, a la vez que se
relaciona con algunos magníficos personajes secundarios como Andrés, el moderno
cura del pueblo; el emigrante africano Ibrahima; el cumplidor capataz Dionisio;
Tomás, el dueño del bar del pueblo; o la cotilla sacristana Teodora. Ángela es
una mujer solitaria, independiente y libre, amén de algo estrafalaria, que
tendrá que luchar denodadamente para no ser víctima de las habladurías y para
no acabar siendo sometida a las presiones sociales y políticas de los nuevos
caciques del lugar, que han cambiado las hectáreas por el ladrillo. Una España
que sigue teniendo muchos de sus tintes negros y opresores.
“La
forastera” es un relato crepuscular que algunos críticos y la propia promoción
editorial del libro han querido relacionar con el western. La misma autora
señala en una entrevista reciente algunas concomitancias entre su novela y este
género: “el paisaje crepuscular, los personajes en el límite, los caciques, los
forajidos de otra manera, la línea del horizonte siempre presente y un orden
caduco a punto de romperse”. Otra característica destacada del libro es el uso
por parte de la narradora, la propia Ángela en primera persona, de un léxico
muy variado en el que coexisten un registro más moderno, incluso marginal en
algún momento, entreverado de letras de canciones de rock en inglés, con un
lenguaje rural en vías de extinción que la autora confiesa rescatar del habla
de los mayores. El estilo es de frase
corta y muy directo, con logradas descripciones y con un realismo a veces
bastante crudo y descarnado, en el que flota de manera más o menos explícita la
violencia que envuelve el ambiente y muchas de las situaciones relatadas. Es
una historia árida y dura, como lo es el paisaje en que transcurre y lo acaban
siendo en buena medida los personajes que la pueblan.
Olga
Merino se inscribe así, con personalidad propia sin duda, en una corriente de
literatura rural que hunde sus raíces en Miguel Delibes, Julio Llamazares o
Jesús Moncada, y que están continuando con brillantez otros autores de su
generación como María Sánchez, Emilio Gancedo, Rafael Navarro de Castro, Jesús
Carrasco o, en clave más humorística, Santiago Lorenzo con “Los asquerosos”. En
cualquier caso, “La forastera” es una novela muy recomendable, algo triste, o
melancólica, como prefiere calificarla su autora, que describe un mundo oscuro
que tal vez está extinguiéndose, pero que nunca parece acabar de desaparecer
del todo de nuestra curtida piel de toro. En cualquier caso, la novela no es
del todo desesperanzadora, pues su protagonista, a pesar de lo mucho que se
deja en el empeño, no sucumbe del todo a las fuertes presiones (“y no es el
viento”) que la cercan sin tregua.
“La forastera”. Olga
Merino. Alfaguara. 2020. 240 páginas.
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