“Las
lágrimas” es el último libro de Pascal Quignard publicado hace unos meses en
España por la editorial Sexto Piso con traducción del argentino Silvio Mattoni.
Pascal Quignard (1948), uno de los autores más prestigiosos de la literatura
francesa actual, es un escritor con una sólida formación artística y
filosófica. Organista virtuoso y especialista en música barroca, abandonó sus
cargos de editor de Gallimard y director del Festival de Ópera Barroca de
Versalles para buscar el silencio y dedicarse en exclusiva a la escritura que
ya cultivaba desde los veinte años. Es autor de más de cincuenta novelas entre
las que destacan "Carus", “Todas las mañanas del mundo” ─llevada al
cine con música de Jordi Savall─ o “Las sombras errantes”, con la que ganó el
premio Goncourt del año 2002. Yo había leído y reseñado “Las solidaridades
misteriosas”, que publicó en 2012 Galaxia Gutenberg y que me pareció una
exquisita novela de corte intimista.
También
“Las lágrimas” es un libro exquisito, sugerente y poético. Quignard es un
escritor con cierta vocación minoritaria y sus textos, este más si cabe, se
apartan de la ortodoxia y la convencionalidad al uso. “Las lágrimas” es un
relato algo misceláneo, escrito con materiales literarios de muy diversas
procedencias y categorías textuales en el que se mezclan lo poético, lo
histórico, lo religioso, lo legendario e incluso lo relacionado con lo
portentoso o el encantamiento, siempre enraizado en el mundo medieval en el que
se ambienta la novela. Porque los hechos narrados en “Las lágrimas” se sitúan
en el siglo IX, en la época de Carlomagno, cuya coronación como emperador en
Roma, que se describe en el libro, se produjo, como es sabido, en el año 800.
Aunque
sin acaparar protagonismo, los dos principales personajes del libro son dos
nietos gemelos de Carlomagno, hijos de Angilberto y Berta, que responden a los
nombres casi simétricos de Nithard y Hartnid. Nithard es escriba e historiador
de la corte carolingia y su figura está vinculada a las primeras
manifestaciones escritas de la lengua francesa. Hartnid es, sin embargo, un
incansable viajero casi siempre ilocalizable que anhela encontrar un rostro
femenino con el que soñó años atrás y cuya búsqueda resulta siempre
infructuosa.
Muy
interesante es la parte histórica vinculada al nacimiento de una cierta idea de
Europa que supere las fronteras y los nacionalismos ya incipientes. Esto se
pone de manifiesto tras la batalla de Fontenoy en el año 841 y los posteriores
juramentos de Estrasburgo del 842, donde se utilizan ya los nuevos idiomas
francés y alemán, cuyo uso incluso intercambian los firmantes para mostrar la
mejor voluntad de tolerancia y respeto al otro dentro de la nueva unidad
surgida tras la guerra fratricida recién terminada. O el nacimiento de la
lengua francesa escrita con las Cantilenas de Santa Eulalia, una santa mártir
de origen barcelonés.
Hay
personajes interesantes y más recurrentes como el monje Frater Lucius, que se
enamora de su gato, o la chamana Sar, adivina y poeta. Espacio recurrente es
también el monasterio de Saint-Riquier. Estructurada en capítulos muy cortos y
variados, “Las lágrimas” no es un libro para cualquier tipo de lector. Hay
momentos y pasajes que por su tono poético de raíz medieval pueden ser
difíciles de entender y la diversidad y acumulación de registros literarios
conduce por momentos a una dispersión que puede dificultar la continuidad de la
lectura. Pero habrá lectores, posiblemente los menos, que disfrutarán mucho de
la exquisitez, erudición y alto vuelo literario del libro. Una novela breve,
pero polifónica, acumulativa e intensa.
“La lágrimas”. Pascal
Quignard. Sexto Piso. 2019. 156 páginas.
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