Hace 60 años, el 5 de mayo de 1945, fue liberado por las tropas estadounidenses el campo de concentración nazi de Mauthausen. El lugar está situado en Austria, a unos 20 Km de la ciudad de Linz, en un hermoso paraje a orillas del Danubio. Los SS alemanes lo convirtieron en uno de sus siniestros campos de prisioneros en los que llevar a cabo sus delirantes planes de exterminio de enemigos y de seres considerados inferiores. Como en el resto de campos creados a este fin (Auschwitz, Buchenwald, Dachau, Flossenburg, Neuengamme, Sachenhausen o Rawensbruck), allí sufrieron y murieron miles de internados de diferentes procedencias. En Mauthausen se explotaba laboralmente a los prisioneros hasta su extenuación antes de ser aniquilados. En él dejaron su vida entre 120.000 y 150.000 prisioneros. Aunque hubo españoles en otros campos, éste fue el que albergó al mayor número de ellos, unos 7100. Alrededor de 850 eran aragoneses; por lo menos 640 murieron. De estos últimos, como poco, 247 habían nacido en el Alto Aragón.
El campo de Mauthausen fue creado por los nazis en 1938, tras la anexión de Austria. Allí se mandó en un principio a delincuentes alemanes a trabajar en sus canteras, que proporcionaban granito de gran calidad para la construcción de los nuevos ministerios en Berlín. Los fanáticos SS (Schutz-Stafel o Secciones de Seguridad) tenían en propiedad la concesión del yacimiento que explotaban en su beneficio. Ellos dirigían el campo, látigo en mano, con sus expeditivos y sanguinarios métodos. El trabajo más sucio recaía sobre los "capos", elegidos entre los delincuentes más brutales y mafiosos. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, fueron llegando prisioneros de diferentes nacionalidades -los hubo de 27 diferentes- y las condiciones de vida y de trabajo se degradaron hasta extremos de crueldad insospechados. Mauthausen se convirtió en un infierno programado en el que los internos eran obligados a trabajar hasta el límite de sus fuerzas antes de ser eliminados en las cámaras de gas o convertidos en ceniza en los hornos crematorios. Muchos morían de agotamiento por el trabajo en las canteras, que sus cuerpos mal alimentados no podían soportar. Se les daba un café -agua manchada- por las mañanas, una sopa acuosa con peladuras de patata y nabos a mediodía, y un minúsculo trozo de pan para tres personas con 20 gramos de un salchichón sintético para la cena. La mayoría trabajaba en la cantera transportando grandes bloques de piedra y acarreando vagonetas que a veces se escapaban de sus manos arrastrando a quienes estaban cerca. En la tristemente famosa escalera de 186 peldaños, dejaron su sangre miles de prisioneros. Cínicamente, los nazis llamaban al precipicio de la cantera "la pendiente de los paracaidistas". Muchos judíos fueron despeñados por ella sin compasión y algunos internos buscaron allí el suicidio que pusiera fin a su sufrimiento.
Con la continua llegada de prisioneros, se crearon campos anexos que los alemanes denominaban "comandos". Uno de ellos fue el de Gusen, a tres kilómetros del central de Mauthausen. Era un lugar de exterminio rápido al que se mandaba a los internos que ya no tenían fuerzas para seguir trabajando. Allí acababan en la cámara de gas y en los hornos crematorios encendidos día y noche. El espeso olor de la carne quemada impregnaba el campo y sus alrededores. Algunos de los deportados, extenuados por el trabajo, ya no llegaban a esta prisión terminal porque eran eliminados en el propio Mauthausen con una inyección de bencina en el pecho, o en el llamado "camión fantasma" que servía de ambulante cámara de gas. Los fanáticos médicos nazis utilizaban algunos cuerpos para sus siniestros experimentos realizados en el cercano castillo de Hartheim.
Los españoles internados en Mauthausen eran republicanos que habían pasado a Francia después de su derrota en la Guerra Civil. Tras su estancia en los nada acogedores campos de refugiados, muchos se enrolaron en el ejército del país vecino y lucharon contra los invasores alemanes. Otros formaron parte más tarde de la Resistencia dirigida desde Londres por el general De Gaulle. Muchos fueron hechos prisioneros y fusilados en el acto; un buen número de ellos sería enviado por los nazis a los campos de concentración. La mayoría de estos últimos acabó en Mauthausen. Allí fueron catalogados como "rojos españoles". En la manga del traje de rayas azules y blancas que llevaban los prisioneros, se les puso un triángulo invertido de color azul con una "S" (spanier) de color blanco y un número de cuatro cifras, escrito en negro sobre una banda blanca. Ésta era su nueva identidad y debían saberla de memoria en alemán. Los españoles fueron abandonados a su suerte y en un principio se les consideró como apátridas. Tras la visita al campo de Heinrich Himmler, jefe de las SS, fueron tratados con especial crueldad, y entre 1941 y 1942 miles de ellos perecieron en aquel infierno. En el momento de la máxima "ofensiva", llegaron a morir unos 3000 en un periodo de sólo tres meses. La mayoría lo hizo en el campo anexo de Gusen, donde en un solo día perdieron la vida setenta españoles. Con la llegada masiva de prisioneros soviéticos, fueron éstos -junto a los judíos- las víctimas preferidas de los nazis, y para ellos se creó un segundo campo en el propio Gusen. Paradójicamente, el ensañamiento con los nuevos deportados rusos alivió algo la situación de los españoles. Éstos -curtidos en mil batallas desde hacía tiempo- resistieron mejor que otros las duras condiciones de vida, e incluso llevaron la batuta de la red clandestina de resistencia que se había creado en el interior de la prisión. Suya fue la acción de robar y conseguir sacar del campo los negativos de las fotografías que los propios nazis tomaban de sus atrocidades y de las visitas de sus jefes. Fue ésta una valiosa prueba acusatoria en los juicios de Nuremberg. Cuando los norteamericanos liberaron el campo, una gran pancarta escrita en español, además de en inglés y en ruso en letras más pequeñas, les dio la bienvenida.
Entre los primeros españoles -catalanes en su mayoría- enviados a Mauthausen, figuran los 927 integrantes del llamado "convoy de la muerte". Se trataba de republicanos refugiados en la ciudad francesa de Angulema, que el 24 de agosto de 1940 fueron hacinados en un tren de ganado y, tras un recorrido infernal, conducidos al siniestro campo austriaco. Allí los nazis separaron a los varones mayores de trece años de las mujeres y de los niños. Este último grupo fue devuelto a España por la frontera de Irún; el primero quedó internado en el campo. De los 470 deportados recluidos, murieron 409.
Muchos españoles llegaron a Mauthausen después de su paso por los "stalag", cárceles de menor dureza en las que los alemanes encerraban a los prisioneros hechos al ejército francés. Entre esos españoles estaba Mariano Constante, nacido en la localidad monegrina de Capdesaso en 1920 e hijo de un conocido maestro del mismo nombre. Ingresó en Mauthausen el 7 de abril de 1941 y logró sobrevivir hasta la liberación del campo en mayo de 1945. Es uno de los cada vez más escasos supervivientes de aquella terrible experiencia, y ha contado en sus libros el drama que le tocó vivir. "Los años rojos", "Yo fui ordenanza de los nazis" o "Republicanos aragoneses en los campos nazis" son magníficos documentos que mantienen en el recuerdo necesario unos hechos que no deben ser olvidados por las sucesivas generaciones. En la última de las obras citadas, recuerda a algunos de los altoaragoneses con los que coincidió en su paso por Mauthausen. En un anexo final, recoge la relación de los 247 prisioneros nacidos en la provincia de Huesca y muertos en el fatídico campo. Casi todos ellos perecieron en Gusen y seguramente fueron algunos más, puesto que la lista está tomada de las actas de defunción expendidas por los propios nazis, que no anotaban todas las desapariciones. También es probable que bastantes altoaragoneses de nacimiento figuraran en la relación como catalanes, por estar afincados en la comunidad vecina cuando vivían en España.
Entre los oscenses citados, aparecen muchos maestros hacia los que los SS manifestaban especial aversión. Se destaca entre ellos a José Sampériz Janín, natural de Candasnos y muerto en Gusen, de quien Constante sospecha que sirvió de conejillo de indias a los cirujanos nazis en el terrorífico castillo de Hartheim. Dejaron también su vida en el campo otros maestros como Matías Cuello, de Rodellar, Luis Dieste Pérez, de Ayerbe, y José Santaeulalia Vera, natural de Orús. Antonio Monreal, el maestro de Lierta, fue enviado al "comando Steyr", otro de los campos anexos a Mauthausen, y logró salir con vida. Tras la guerra, se embarcó con rumbo a Venezuela, donde se le pierde el rastro. Sobrevivió también Carlos Alonso Buegui, hijo de oscenses, nacido en un pueblecito navarro próximo a Sos del Rey Católico, estudiante de magisterio en Huesca y maestro en el valle de Ansó. Era conocido como "el maestro zapatero" por haber aprendido de su padre este segundo oficio que compartía con el primero. Vivió en Francia tras la guerra y murió en 1975.
Hubo algunos miembros de una misma familia entre los deportados altoaragoneses. Ángel Franco Burriel y Francisco Santaeulalia Capablo, tío y sobrino, originarios de Fiscal y ambos muertos en aquel infierno. Lo mismo que los hermanos Gascón, mineros en Utrillas y nacidos en el pequeño pueblo pirenaico de Parzán. De los Alcubierre, Miguel y José, padre e hijo, originarios de Tardienta y llegados al campo en el citado convoy de los 927, sólo el hijo -aún vivo- pudo resistir el trato inhumano al que fueron sometidos. Caso excepcional fue el de la familia Casabona de Sariñena: el padre y los dos hijos lograron salir con vida del terror del campo.
Perecieron en Mauthausen Francisco Beltrán Cuartero y Valero Zapater Pullosa, ambos originarios de Ballobar; también Esteban Muñoz, zaragozano de las proximidades del Moncayo, pero criado en Sabiñánigo donde sus padres habían encontrado trabajo. Lograron salir vivos de aquel infierno Isidoro Escartín Coronas, agricultor de Riglos, que jamás se recuperó del desgaste físico y psicológico sufrido; Antonio Uruén, el sastre de Huesca, que tuvo una importante intervención en el robo de las fotos nazis y que nunca más quiso hablar de aquel terrible drama; el montisonense Francisco Bravo, ejemplo de solidaridad y fortaleza; el monegrino de Robres Ángel Colominas, que aún pudo volver a España donde murió en 1975; y Miguel Malle Jáureguy, "el gran capitán jacetano", llegado a Mauthausen en 1944 tras una intensa actividad en la Resistencia por la que después se le condecoró en Francia, donde murió en 1970.
Hubo también ribagorzanos en Mauthausen. En la lista de los fallecidos en el campo que aparece en el anexo final del libro de Constante, se incluyen catorce prisioneros en cuya ficha consta como lugar de nacimiento una población de la actual comarca aragonesa de la Ribagorza. En las páginas de internet dedicadas a los aragoneses internados en los campos nazis (www.http//:aragoneses.webcindario.com/víctimashuesca.pdf) y www.ceibm.org/alexca0000.html) encontramos cinco víctimas más que no se hallan en el citado libro. Sumados los nombres de ambos lugares, confeccionamos la siguiente lista de 19 ribagorzanos que encontraron la muerte en Mauthausen y sus campos anexos.
Antonio Cosialls Sallant, de Aler.
Vicente Palacio Sirena, de Benabarre.
Martín Sarroca Llaquet, de Capella.
Ramón Sigirán Barrau , de Castejón de Sos.
Emilio Demás Mora, de Chía.
José Saura Oliva, de Eresué.
Agustín Teres Miranda, de Estopiñán del Castillo.
Juan Campo Pérez, de Graus.
Gerardo Quiroga Andreu, de Graus.
Antonio Sesa Grau, de Graus.
Teótimo Sesa Grau, de Graus.
Modesto Escales Subirats, de Montanuy.
Simón Sampietro Alegre, de Montañana.
Joaquín Alós Villadier (o Vidaller), de Morillo de Liena.
José Gea Ricarte, de Morillo de Liena.
José Lloret Truch, de Neril.
Enrique Espot Badía, de Raluy.
José Demur Abad, de Sahún
Ramiro Porquet Castaraín, de Torres del Obispo.
Vicente Palacio Sirera, Martín Sarroca Llaquet, Joaquín Alós Villadier y Antonio Cosialls Sallant murieron en el campo central de Mauthausen en 1944. Todos los demás perdieron la vida en Gusen entre 1941 y 1942, excepto José Ges Ricarte que lo hizo en 1943. No he logrado aclarar si el deportado José Mur Castán muerto en Gusen, era de Alins (Ribagorza) o Alins del Monte (La Litera). Creo, pero no he podido confirmarlo plenamente, que el también fallecido José Senz Sesé era natural de Morillo de Liena.
De la lista de internet que aparece en la primera de las páginas citadas, extraigo los nombres de tres ribagorzanos que lograron salir vivos del horror de Mauthausen:
Román Egea Garcés, de Graus, con fecha de nacimiento del 9 -8 -1919.
Juan Mayora (o Mayoral) Murciano, de Benabarre, nacido el 10-3-1915.
Ángel Torrente Suelves, de Benabarre, nacido el 15 -3-1919.
Aunque hoy no pertenecen a la actual comarca de Ribagorza, pero sí a su ámbito lingüístico y al de difusión de esta publicación, añado los nombres de dos supervivientes de Mauthausen nacidos en Estadilla y Fonz. Se trata, respectivamente, de José Puy Lisa (18-8-1911) y Valero García Vilellas (22-9-1910).
Todos ellos, y todos los que pasaron por los campos de concentración nazis, los que murieron y los supervivientes de todas las nacionalidades, merecen ser recordados porque fueron víctimas de una de las experiencias más terribles de la historia de la humanidad, que debe permanecer en la memoria para que nunca más pueda llegar a repetirse.
Carlos Bravo Suárez
(Artículo publicado el 17 de abril de 2005 en Diario del Alto Aragón y ampliado luego para su publicación en "El Ribagorzano")
https://www.heraldo.es/noticias/aragon/2018/04/29/listado-los-aragoneses-que-fueron-deportados-campos-concentracion-1240525-300.html
https://www.heraldo.es/noticias/aragon/2018/04/29/los-015-los-campos-nazis-1240526-300.html
El campo de Mauthausen fue creado por los nazis en 1938, tras la anexión de Austria. Allí se mandó en un principio a delincuentes alemanes a trabajar en sus canteras, que proporcionaban granito de gran calidad para la construcción de los nuevos ministerios en Berlín. Los fanáticos SS (Schutz-Stafel o Secciones de Seguridad) tenían en propiedad la concesión del yacimiento que explotaban en su beneficio. Ellos dirigían el campo, látigo en mano, con sus expeditivos y sanguinarios métodos. El trabajo más sucio recaía sobre los "capos", elegidos entre los delincuentes más brutales y mafiosos. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, fueron llegando prisioneros de diferentes nacionalidades -los hubo de 27 diferentes- y las condiciones de vida y de trabajo se degradaron hasta extremos de crueldad insospechados. Mauthausen se convirtió en un infierno programado en el que los internos eran obligados a trabajar hasta el límite de sus fuerzas antes de ser eliminados en las cámaras de gas o convertidos en ceniza en los hornos crematorios. Muchos morían de agotamiento por el trabajo en las canteras, que sus cuerpos mal alimentados no podían soportar. Se les daba un café -agua manchada- por las mañanas, una sopa acuosa con peladuras de patata y nabos a mediodía, y un minúsculo trozo de pan para tres personas con 20 gramos de un salchichón sintético para la cena. La mayoría trabajaba en la cantera transportando grandes bloques de piedra y acarreando vagonetas que a veces se escapaban de sus manos arrastrando a quienes estaban cerca. En la tristemente famosa escalera de 186 peldaños, dejaron su sangre miles de prisioneros. Cínicamente, los nazis llamaban al precipicio de la cantera "la pendiente de los paracaidistas". Muchos judíos fueron despeñados por ella sin compasión y algunos internos buscaron allí el suicidio que pusiera fin a su sufrimiento.
Con la continua llegada de prisioneros, se crearon campos anexos que los alemanes denominaban "comandos". Uno de ellos fue el de Gusen, a tres kilómetros del central de Mauthausen. Era un lugar de exterminio rápido al que se mandaba a los internos que ya no tenían fuerzas para seguir trabajando. Allí acababan en la cámara de gas y en los hornos crematorios encendidos día y noche. El espeso olor de la carne quemada impregnaba el campo y sus alrededores. Algunos de los deportados, extenuados por el trabajo, ya no llegaban a esta prisión terminal porque eran eliminados en el propio Mauthausen con una inyección de bencina en el pecho, o en el llamado "camión fantasma" que servía de ambulante cámara de gas. Los fanáticos médicos nazis utilizaban algunos cuerpos para sus siniestros experimentos realizados en el cercano castillo de Hartheim.
Los españoles internados en Mauthausen eran republicanos que habían pasado a Francia después de su derrota en la Guerra Civil. Tras su estancia en los nada acogedores campos de refugiados, muchos se enrolaron en el ejército del país vecino y lucharon contra los invasores alemanes. Otros formaron parte más tarde de la Resistencia dirigida desde Londres por el general De Gaulle. Muchos fueron hechos prisioneros y fusilados en el acto; un buen número de ellos sería enviado por los nazis a los campos de concentración. La mayoría de estos últimos acabó en Mauthausen. Allí fueron catalogados como "rojos españoles". En la manga del traje de rayas azules y blancas que llevaban los prisioneros, se les puso un triángulo invertido de color azul con una "S" (spanier) de color blanco y un número de cuatro cifras, escrito en negro sobre una banda blanca. Ésta era su nueva identidad y debían saberla de memoria en alemán. Los españoles fueron abandonados a su suerte y en un principio se les consideró como apátridas. Tras la visita al campo de Heinrich Himmler, jefe de las SS, fueron tratados con especial crueldad, y entre 1941 y 1942 miles de ellos perecieron en aquel infierno. En el momento de la máxima "ofensiva", llegaron a morir unos 3000 en un periodo de sólo tres meses. La mayoría lo hizo en el campo anexo de Gusen, donde en un solo día perdieron la vida setenta españoles. Con la llegada masiva de prisioneros soviéticos, fueron éstos -junto a los judíos- las víctimas preferidas de los nazis, y para ellos se creó un segundo campo en el propio Gusen. Paradójicamente, el ensañamiento con los nuevos deportados rusos alivió algo la situación de los españoles. Éstos -curtidos en mil batallas desde hacía tiempo- resistieron mejor que otros las duras condiciones de vida, e incluso llevaron la batuta de la red clandestina de resistencia que se había creado en el interior de la prisión. Suya fue la acción de robar y conseguir sacar del campo los negativos de las fotografías que los propios nazis tomaban de sus atrocidades y de las visitas de sus jefes. Fue ésta una valiosa prueba acusatoria en los juicios de Nuremberg. Cuando los norteamericanos liberaron el campo, una gran pancarta escrita en español, además de en inglés y en ruso en letras más pequeñas, les dio la bienvenida.
Entre los primeros españoles -catalanes en su mayoría- enviados a Mauthausen, figuran los 927 integrantes del llamado "convoy de la muerte". Se trataba de republicanos refugiados en la ciudad francesa de Angulema, que el 24 de agosto de 1940 fueron hacinados en un tren de ganado y, tras un recorrido infernal, conducidos al siniestro campo austriaco. Allí los nazis separaron a los varones mayores de trece años de las mujeres y de los niños. Este último grupo fue devuelto a España por la frontera de Irún; el primero quedó internado en el campo. De los 470 deportados recluidos, murieron 409.
Muchos españoles llegaron a Mauthausen después de su paso por los "stalag", cárceles de menor dureza en las que los alemanes encerraban a los prisioneros hechos al ejército francés. Entre esos españoles estaba Mariano Constante, nacido en la localidad monegrina de Capdesaso en 1920 e hijo de un conocido maestro del mismo nombre. Ingresó en Mauthausen el 7 de abril de 1941 y logró sobrevivir hasta la liberación del campo en mayo de 1945. Es uno de los cada vez más escasos supervivientes de aquella terrible experiencia, y ha contado en sus libros el drama que le tocó vivir. "Los años rojos", "Yo fui ordenanza de los nazis" o "Republicanos aragoneses en los campos nazis" son magníficos documentos que mantienen en el recuerdo necesario unos hechos que no deben ser olvidados por las sucesivas generaciones. En la última de las obras citadas, recuerda a algunos de los altoaragoneses con los que coincidió en su paso por Mauthausen. En un anexo final, recoge la relación de los 247 prisioneros nacidos en la provincia de Huesca y muertos en el fatídico campo. Casi todos ellos perecieron en Gusen y seguramente fueron algunos más, puesto que la lista está tomada de las actas de defunción expendidas por los propios nazis, que no anotaban todas las desapariciones. También es probable que bastantes altoaragoneses de nacimiento figuraran en la relación como catalanes, por estar afincados en la comunidad vecina cuando vivían en España.
Entre los oscenses citados, aparecen muchos maestros hacia los que los SS manifestaban especial aversión. Se destaca entre ellos a José Sampériz Janín, natural de Candasnos y muerto en Gusen, de quien Constante sospecha que sirvió de conejillo de indias a los cirujanos nazis en el terrorífico castillo de Hartheim. Dejaron también su vida en el campo otros maestros como Matías Cuello, de Rodellar, Luis Dieste Pérez, de Ayerbe, y José Santaeulalia Vera, natural de Orús. Antonio Monreal, el maestro de Lierta, fue enviado al "comando Steyr", otro de los campos anexos a Mauthausen, y logró salir con vida. Tras la guerra, se embarcó con rumbo a Venezuela, donde se le pierde el rastro. Sobrevivió también Carlos Alonso Buegui, hijo de oscenses, nacido en un pueblecito navarro próximo a Sos del Rey Católico, estudiante de magisterio en Huesca y maestro en el valle de Ansó. Era conocido como "el maestro zapatero" por haber aprendido de su padre este segundo oficio que compartía con el primero. Vivió en Francia tras la guerra y murió en 1975.
Hubo algunos miembros de una misma familia entre los deportados altoaragoneses. Ángel Franco Burriel y Francisco Santaeulalia Capablo, tío y sobrino, originarios de Fiscal y ambos muertos en aquel infierno. Lo mismo que los hermanos Gascón, mineros en Utrillas y nacidos en el pequeño pueblo pirenaico de Parzán. De los Alcubierre, Miguel y José, padre e hijo, originarios de Tardienta y llegados al campo en el citado convoy de los 927, sólo el hijo -aún vivo- pudo resistir el trato inhumano al que fueron sometidos. Caso excepcional fue el de la familia Casabona de Sariñena: el padre y los dos hijos lograron salir con vida del terror del campo.
Perecieron en Mauthausen Francisco Beltrán Cuartero y Valero Zapater Pullosa, ambos originarios de Ballobar; también Esteban Muñoz, zaragozano de las proximidades del Moncayo, pero criado en Sabiñánigo donde sus padres habían encontrado trabajo. Lograron salir vivos de aquel infierno Isidoro Escartín Coronas, agricultor de Riglos, que jamás se recuperó del desgaste físico y psicológico sufrido; Antonio Uruén, el sastre de Huesca, que tuvo una importante intervención en el robo de las fotos nazis y que nunca más quiso hablar de aquel terrible drama; el montisonense Francisco Bravo, ejemplo de solidaridad y fortaleza; el monegrino de Robres Ángel Colominas, que aún pudo volver a España donde murió en 1975; y Miguel Malle Jáureguy, "el gran capitán jacetano", llegado a Mauthausen en 1944 tras una intensa actividad en la Resistencia por la que después se le condecoró en Francia, donde murió en 1970.
Hubo también ribagorzanos en Mauthausen. En la lista de los fallecidos en el campo que aparece en el anexo final del libro de Constante, se incluyen catorce prisioneros en cuya ficha consta como lugar de nacimiento una población de la actual comarca aragonesa de la Ribagorza. En las páginas de internet dedicadas a los aragoneses internados en los campos nazis (www.http//:aragoneses.webcindario.com/víctimashuesca.pdf) y www.ceibm.org/alexca0000.html) encontramos cinco víctimas más que no se hallan en el citado libro. Sumados los nombres de ambos lugares, confeccionamos la siguiente lista de 19 ribagorzanos que encontraron la muerte en Mauthausen y sus campos anexos.
Antonio Cosialls Sallant, de Aler.
Vicente Palacio Sirena, de Benabarre.
Martín Sarroca Llaquet, de Capella.
Ramón Sigirán Barrau , de Castejón de Sos.
Emilio Demás Mora, de Chía.
José Saura Oliva, de Eresué.
Agustín Teres Miranda, de Estopiñán del Castillo.
Juan Campo Pérez, de Graus.
Gerardo Quiroga Andreu, de Graus.
Antonio Sesa Grau, de Graus.
Teótimo Sesa Grau, de Graus.
Modesto Escales Subirats, de Montanuy.
Simón Sampietro Alegre, de Montañana.
Joaquín Alós Villadier (o Vidaller), de Morillo de Liena.
José Gea Ricarte, de Morillo de Liena.
José Lloret Truch, de Neril.
Enrique Espot Badía, de Raluy.
José Demur Abad, de Sahún
Ramiro Porquet Castaraín, de Torres del Obispo.
Vicente Palacio Sirera, Martín Sarroca Llaquet, Joaquín Alós Villadier y Antonio Cosialls Sallant murieron en el campo central de Mauthausen en 1944. Todos los demás perdieron la vida en Gusen entre 1941 y 1942, excepto José Ges Ricarte que lo hizo en 1943. No he logrado aclarar si el deportado José Mur Castán muerto en Gusen, era de Alins (Ribagorza) o Alins del Monte (La Litera). Creo, pero no he podido confirmarlo plenamente, que el también fallecido José Senz Sesé era natural de Morillo de Liena.
De la lista de internet que aparece en la primera de las páginas citadas, extraigo los nombres de tres ribagorzanos que lograron salir vivos del horror de Mauthausen:
Román Egea Garcés, de Graus, con fecha de nacimiento del 9 -8 -1919.
Juan Mayora (o Mayoral) Murciano, de Benabarre, nacido el 10-3-1915.
Ángel Torrente Suelves, de Benabarre, nacido el 15 -3-1919.
Aunque hoy no pertenecen a la actual comarca de Ribagorza, pero sí a su ámbito lingüístico y al de difusión de esta publicación, añado los nombres de dos supervivientes de Mauthausen nacidos en Estadilla y Fonz. Se trata, respectivamente, de José Puy Lisa (18-8-1911) y Valero García Vilellas (22-9-1910).
Todos ellos, y todos los que pasaron por los campos de concentración nazis, los que murieron y los supervivientes de todas las nacionalidades, merecen ser recordados porque fueron víctimas de una de las experiencias más terribles de la historia de la humanidad, que debe permanecer en la memoria para que nunca más pueda llegar a repetirse.
Carlos Bravo Suárez
(Artículo publicado el 17 de abril de 2005 en Diario del Alto Aragón y ampliado luego para su publicación en "El Ribagorzano")
https://www.heraldo.es/noticias/aragon/2018/04/29/listado-los-aragoneses-que-fueron-deportados-campos-concentracion-1240525-300.html
https://www.heraldo.es/noticias/aragon/2018/04/29/los-015-los-campos-nazis-1240526-300.html
14 comentarios:
Hola Carlos,
Muy interesante tu post. Te añado el nombre de un oscense, familiar mío: Mariano Carilla Albalá, nacido en Lanaja en 1892 y gaseado en el castillo de Hartheim en agosto de 1941. Actualmente estoy escribiendo un libro sobre él, que espero se publicará a primeros del año próximo.
Un saludo cordial.
Joaquim Pisa Carilla
http://aventuraenlatierra.blogspot.com
Gracias por la información. Estaré atento a la publicación de tu libro. Aunque me gustaría que cuando saliera me lo hicieras saber.
Tu blog es muy interesante, lo iré visitando con frecuencia.
Un saludo muy cordial.
Hola Carlos!
Gracias por hacer que perdure la memoria.
Mi tio abuelo Mariano Albero Puyo, natural de Bandalies (Huesca, también falleció en Gusen.
Un saludo
Gracias a ti, Manuel, por visitar mi blog y encontrarlo interesante. Y por el dato de tu tío abuelo.
Un cordial y amistoso saludo.
Hola , informar de otro altoaragones , muerto en Gusen el 20 -1 1942
Jose Salamero Salamero , natural de Morillo de Liena.
Buenas tardes Una corrección
José Ges Rigarte, de Morillo de Liena en verdad sus apellidos son :
Jose Gea Ricarte nacido el 31 de Mayo de 1910 en Morillo de Liena entró en Mauthausen el 19-12-1941 y murió en Gusen 18-1-1943 su número en ambos campos fue 4359 y 3841 respectivamente.
También murió otra persona de Morillo de Liena:Joaquin Senz Sese en Mayo de 1942 en Steyr
Muchísimas gracias por las correcciones. Un saludo muy cordial
El nombre correcto del preso de Castejón de Sos era:
Ramón SIGIRÁN BARRAU de Casa Tintorero
El nombre correcto del preso de Castejón de Sos era:
Ramón SIGIRÁN BARRAU de Casa Tintorero
Muchas gracias. Voy corrigiendo algunos errores en los nombres que en algunos lugares consultados están equivocados. Los corrijo en la medida de lo posible en este texto del blog.
Gracias, por recordar a todos los que perdieron la vida en esa lucha por la libertad, vuestra información me ha permitidohe recuperar dos familiares que muriero allí Antonio y Teotimo Sasa Grau, mi abuelo Teotimo Grau su esposa y mi padre Rodolfo grau , estuvieron exiliados en los campos franceses y luego en Montauban, demasiadas vidas destrozadas.
Un saludo
Muchas gracias a ti, Nieves. Sería interesante conocer más datos sobre tus familiares. uN SALUDO.
Antonio Monreal "el maestro" volvió de Venezuela a Lierta alrededor de 1975, no recuerdo bien. Estuvo viviendo con su hermana Pura en Lierta varios años hasta su muerte.
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