En los últimos años, con mis amigos del Centro Excursionista de la Ribagorza, he ascendido a un buen número de cimas pirenaicas. Además de disfrutar de sus maravillosos paisajes, ha ido creciendo en mí el interés por conocer otros aspectos de estas magníficas montañas: su historia, sus mitos y leyendas, los hombres y mujeres que las exploraron, y también el origen de sus nombres.
Sobre toponimia trata el hermoso y completo libro "Pirineo Aragonés: la magia de sus nombres", de Francho Beltrán, en edición bilingüe aragonesa y castellana. También hay referencias al tema en las magníficas monografías de Alberto Martínez Embid sobre la Brecha de Roldán, el Aneto, el Vignemale y el Monte Perdido, y en varios de sus artículos en diversas publicaciones. Además, son destacables las dos libros de Bienvenido Mascaray sobre toponimia ribagorzana: "El misterio de La Ribagorza" y "De Ribagorza a Tartessos". Y es espléndida la obra, de gran formato y preciosas ilustraciones, "Grandes picos del Pirineo central", donde Fernado Biarge, en la introducción a sus excelentes reportajes fotográficos, escribe algunas concisas pero interesantes notas sobre la toponimia de las grandes cimas pirenaicas, fotografiadas en las páginas del libro con profusión y primor.
La toponimia es un terreno proceloso y difícil. Es fácil caer tanto en elucubraciones como en interpretaciones simples. En el caso de los picos del Pirineo, buena parte de sus denominaciones actuales son relativamente recientes. Además, las montañas reciben nombres diferentes según desde donde se las mire: desde Francia o desde España, desde un valle o desde el vecino. A eso hay que añadir la obsesión de los pirineístas franceses por bautizar con sus nombres los picos de una cordillera que recorrían con febril afán descubridor. Por todo ello, algunas de estas montañas tienen dos y hasta tres denominaciones distintas.
En este artículo me referiré brevemente al origen de los nombres de algunas de las cimas del Pirineo. Me centraré en seis grandes picos de la cordillera, siguiendo un orden decreciente de altitud. Haré referencia luego, ya sin ninguna gradación, a algunas otras cumbres de nuestra cadena montañosa.
El Aneto, con sus 3404 metros, es el pico más alto de los Pirineos. Sin embargo, tardó algún tiempo en lograr ese reconocimiento. Su posición poco individualizada y no demasiado visible desde la lejanía, hizo que otras cimas fueran consideradas antes como las primeras de la cordillera. En un principio ese honor recayó en Monte Perdido, y más tarde en la Maladeta. Fue el geógrafo francés Henry Reboul quien, en 1817, confirmó la supremacía del Aneto. Y también quien le puso el nombre. Consultando los mapas españoles, vio que, en línea recta, el pueblo más próximo al pico era la pequeña localidad de Aneto, en el valle del río Noguera Ribagorzana, casi en la frontera con Cataluña. Por ese motivo denominó a la montaña como pico de Aneto. El nombre hizo fortuna, aunque los franceses pronto lo convirtieron en Néthou. Enseguida surgieron leyendas cuyo protagonista era un ser mitológico homónimo.
La primera ascensión al Aneto se produjo en 1842. La realizaron conjuntamente un antiguo militar ruso de nombre Platón de Tchihatchchieff y un botánico aristócrata francés llamado Albert de Franqueville. Fueron acompañados por otras cuatro personas, contratadas como guías y porteadores. Al llegar al final de su ascensión, vieron que una estrecha y peligrosa arista los separaba de la cima. Fue el ruso quien comparó aquel angosto paso con el estrecho puente, cortante como un sable, que, según escribió Mahoma en "El Corán", sólo los musulmanes justos podrán cruzar para alcanzar el paraíso. Franqueville reprodujo el comentario de su compañero en un librito sin pretensiones que narraba aquella ascensión. El libro tuvo un éxito inesperado y la expresión Puente o Paso de Mahoma se convirtió en nombre propio y en parte inseparable, hasta hoy mismo, de la mitología pirenaica.
La segunda cima de la cordillera es el pico Posets o Llardana (3375 metros). Desde el valle de Chistau se denominaba pico de los Posets, en referencia a los pozos o a las "posetas" (rellanos pastoriles) de sus laderas. Sin embargo, desde los valles más orientales, su nombre era Llardana, es decir "quemado", un término cuya raíz es "lar" o "llar" ("hogar" o "fuego"). El ya citado Henry Reboul adoptó la primera de las denominaciones, que a la postre resultó triunfadora, aunque la segunda está hoy ganando nuevos adeptos.
Durante varios años el Monte Perdido (3355 metros) fue considerada la máxima elevación pirenaica. El nombre tiene origen francés y resulta paradójico en España. Desde el sur, su silueta y la de sus dos acompañantes se ve desde casi todas partes. En la toponimia aragonesa esas tres cumbres fueron siempre las Tres Serols o las Tres Sorores ("las tres hermanas o las tres monjas"). El geógrafo Labaña ya usó el nombre en el siglo XVII, y Lucas Mallada en el XIX. En el XX, Ramón J. Sender tituló así una de sus novelas, e incluso denominó a las sorores Ana, Clara y Pilar. Sin embargo, para los primeros pirineístas galos, con Ramond de Carbonnièrs a la cabeza, se trataba de una montaña alejada y perdida, poco visible desde el norte francés del que ellos procedían, un remoto "mont perdu". Con este nombre aparece ya en el mapa de Aragón de Sánchez Casado de 1898, y su traducción a Monte Perdido ha resultado desde entonces inamovible. Sus cimas compañeras son el Cilindro de Marboré y el pico Añisclo, llamado también Soum de Ramond, en honor a Ramond de Carbonnièrs, proclamado primer conquistador del Mont Perdu en 1787. El francés estaba entonces convencido de haber alcanzado la primera cima pirenaica.
Un tiempo después ese honor fue para la Maladeta (3308 metros). Hasta que en 1816 Fiedrich von Parrot y el mítico guía Pierre Barrau pisaron su cima, desde donde vieron otra cercana de apariencia algo mayor. Era el Aneto. Parece que el nombre Maladeta procede de "mala eta", que significaría "la montaña más alta", y que luego se italianizó en Maladette con el significado de "maldita". Triunfó esta segunda forma y por extensión se denominó Montes Malditos al conjunto de montañas circundantes, y con ese nombre pasaron a los mapas. Parecía una denominación acertada: se trataba de una montaña difícil, casi inaccesible, donde no había pastos ni riqueza, sólo innumerables peligros. En 1824, la montaña hizo honor a su nombre y una grieta de su glaciar se tragó al mítico guía Barrau. No devolvió su cadáver hasta 107 años después, en 1931. Este hecho frenó a sus pretendientes, aterrados por la terrible fama de la montaña maldita, y retrasó por un tiempo la conquista del Aneto.
La toponimia del Vignemale (3298 metros) es complicada. Estrictamente el nombre designa a todo el macizo, compuesto de varias cimas, la mayor de las cuales es el pique Longe. Sin embargo, a veces, usando el todo por la parte, llamamos a esta cima Vignemale. El término se remonta a 1290, cuando en un documento sobre límites se escribe "Vinhe Male". A finales del XIX, los españoles Heredia y Zamora utilizan Villa Mala y Villamana, respectivamente. El significado del término puede derivar de "bigno" ("giba") o "vinia" ("roca") y "mala" (montaña). También aquí el topónimo francés ha desplazado al español. En la vertiente aragonesa la montaña se llama Comachibosa. Parece un topónimo descriptivo que tal vez venga a significar lo mismo que el término francés.
El nombre de Perdiguero (3222 metros), que ya aparece en el mapa de Labaña del siglo XVII, tiene fundamentalmente dos explicaciones. Como derivado de perdiz, quizás aludiendo a la abundancia en otro tiempo de perdices nivales en sus laderas. O, como parece más probable, por deformación de "pedriguero". Tantas son las piedras de esta montaña que hay quien dice, exagerando se supone, que piedra a piedra podría desmontarse por completo y quedar reducida a la nada.
Bienvenido Mascaray, en sus dos interesantes libros sobre toponimia ribagorzana, explica algunos de estos nombres como derivados de un idioma ibero-vasco prerromano. Así, el nombre Aneto procedería de "ain-eto" ("altura terrible o pendiente tremenda"); Llardana, de "llarde-da-ana" ("el que está despellejado o desollado"); Maladeta, de "mala-dets-a" ("tierra y piedras arrastradas por un torrente poderoso"); Perdiguero, de "pertika-ero" ("forma de aguja o conjunto de puntas").
Muchos picos tienen un nombre más o menos descriptivo. Por ejemplo: el Balaitus (o Balaitús), procedente tal vez de "bal laitous", es decir, "valle lechoso o valle blanquecino"; Ballibierna, "valle invernal"; Neouvielle, "nieves viejas"; Bachimala, "valle rocoso"; Malpas o Maupas, "paso malo o peligroso". Otros nombres indican abundancia de algún animal o planta: Anayet, quizás procedente de "anabione" (arándano), o Crabioules, del francés "chèvres" (cabras); en esta misma línea, el nombre de Bujaruelo o Buxaruelo vendría de "boj o buixo". No así el pico Culebras, cuyo nombre no responde a la presencia del reptil sino a los retorcidos y muy visibles estratos de sus laderas, o el Paso del Caballo, así llamado porque debe atravesarse a horcajadas. Algunos apenas necesitan explicación: Pico del Infierno, Tempestades o Pico Maldito. Otros indican el color predominante de sus rocas: Pico Royo, Garmo Negro, Garmo Blanco, Tucarroya, Tuca Blanca o Sierra Negra. Su forma: Casco, Cilindro, Espadas (crestas afiladas), Foratata (agujereada), Forcanada y Pedraforca (forma de horca). Algunos tienen un origen latino más o menos claro: La Munia, quizás derivado del verbo latino "munio" ("fortificar"); Cotiella, procedente tal vez de "cos - cotis" ("piedra") más un diminutivo; el Turbón, del latín vulgar "turbo-onis", ("tempestad, tormenta"), aunque su raíz también podría ser "taur" ("montículo"). Son frecuentes en el Pirineo galo los que llevan el nombre de Midi - el Midi d´Ossau es el más famoso -: indican su situación al sur o mediodía ("midi" en francés), o tal vez que el sol señala la hora central del día al caer directamente sobre ellos. Así, en Aragón, encontramos en el macizo de Cotiella cuatro montañas curiosamente denominadas peñas de las Diez, de las Once, del Mediodía y de la Una: la situación del sol sobre ellas sirvió durante siglos de reloj natural a los lugareños.
En fin, se acaba el espacio de este artículo y quedan sin citar otras muchas cumbres de los Pirineos. Sirvan estas líneas como una modesta referencia al posible origen de los nombres de algunas de ellas.
Carlos Bravo Suárez
Sobre toponimia trata el hermoso y completo libro "Pirineo Aragonés: la magia de sus nombres", de Francho Beltrán, en edición bilingüe aragonesa y castellana. También hay referencias al tema en las magníficas monografías de Alberto Martínez Embid sobre la Brecha de Roldán, el Aneto, el Vignemale y el Monte Perdido, y en varios de sus artículos en diversas publicaciones. Además, son destacables las dos libros de Bienvenido Mascaray sobre toponimia ribagorzana: "El misterio de La Ribagorza" y "De Ribagorza a Tartessos". Y es espléndida la obra, de gran formato y preciosas ilustraciones, "Grandes picos del Pirineo central", donde Fernado Biarge, en la introducción a sus excelentes reportajes fotográficos, escribe algunas concisas pero interesantes notas sobre la toponimia de las grandes cimas pirenaicas, fotografiadas en las páginas del libro con profusión y primor.
La toponimia es un terreno proceloso y difícil. Es fácil caer tanto en elucubraciones como en interpretaciones simples. En el caso de los picos del Pirineo, buena parte de sus denominaciones actuales son relativamente recientes. Además, las montañas reciben nombres diferentes según desde donde se las mire: desde Francia o desde España, desde un valle o desde el vecino. A eso hay que añadir la obsesión de los pirineístas franceses por bautizar con sus nombres los picos de una cordillera que recorrían con febril afán descubridor. Por todo ello, algunas de estas montañas tienen dos y hasta tres denominaciones distintas.
En este artículo me referiré brevemente al origen de los nombres de algunas de las cimas del Pirineo. Me centraré en seis grandes picos de la cordillera, siguiendo un orden decreciente de altitud. Haré referencia luego, ya sin ninguna gradación, a algunas otras cumbres de nuestra cadena montañosa.
El Aneto, con sus 3404 metros, es el pico más alto de los Pirineos. Sin embargo, tardó algún tiempo en lograr ese reconocimiento. Su posición poco individualizada y no demasiado visible desde la lejanía, hizo que otras cimas fueran consideradas antes como las primeras de la cordillera. En un principio ese honor recayó en Monte Perdido, y más tarde en la Maladeta. Fue el geógrafo francés Henry Reboul quien, en 1817, confirmó la supremacía del Aneto. Y también quien le puso el nombre. Consultando los mapas españoles, vio que, en línea recta, el pueblo más próximo al pico era la pequeña localidad de Aneto, en el valle del río Noguera Ribagorzana, casi en la frontera con Cataluña. Por ese motivo denominó a la montaña como pico de Aneto. El nombre hizo fortuna, aunque los franceses pronto lo convirtieron en Néthou. Enseguida surgieron leyendas cuyo protagonista era un ser mitológico homónimo.
La primera ascensión al Aneto se produjo en 1842. La realizaron conjuntamente un antiguo militar ruso de nombre Platón de Tchihatchchieff y un botánico aristócrata francés llamado Albert de Franqueville. Fueron acompañados por otras cuatro personas, contratadas como guías y porteadores. Al llegar al final de su ascensión, vieron que una estrecha y peligrosa arista los separaba de la cima. Fue el ruso quien comparó aquel angosto paso con el estrecho puente, cortante como un sable, que, según escribió Mahoma en "El Corán", sólo los musulmanes justos podrán cruzar para alcanzar el paraíso. Franqueville reprodujo el comentario de su compañero en un librito sin pretensiones que narraba aquella ascensión. El libro tuvo un éxito inesperado y la expresión Puente o Paso de Mahoma se convirtió en nombre propio y en parte inseparable, hasta hoy mismo, de la mitología pirenaica.
La segunda cima de la cordillera es el pico Posets o Llardana (3375 metros). Desde el valle de Chistau se denominaba pico de los Posets, en referencia a los pozos o a las "posetas" (rellanos pastoriles) de sus laderas. Sin embargo, desde los valles más orientales, su nombre era Llardana, es decir "quemado", un término cuya raíz es "lar" o "llar" ("hogar" o "fuego"). El ya citado Henry Reboul adoptó la primera de las denominaciones, que a la postre resultó triunfadora, aunque la segunda está hoy ganando nuevos adeptos.
Durante varios años el Monte Perdido (3355 metros) fue considerada la máxima elevación pirenaica. El nombre tiene origen francés y resulta paradójico en España. Desde el sur, su silueta y la de sus dos acompañantes se ve desde casi todas partes. En la toponimia aragonesa esas tres cumbres fueron siempre las Tres Serols o las Tres Sorores ("las tres hermanas o las tres monjas"). El geógrafo Labaña ya usó el nombre en el siglo XVII, y Lucas Mallada en el XIX. En el XX, Ramón J. Sender tituló así una de sus novelas, e incluso denominó a las sorores Ana, Clara y Pilar. Sin embargo, para los primeros pirineístas galos, con Ramond de Carbonnièrs a la cabeza, se trataba de una montaña alejada y perdida, poco visible desde el norte francés del que ellos procedían, un remoto "mont perdu". Con este nombre aparece ya en el mapa de Aragón de Sánchez Casado de 1898, y su traducción a Monte Perdido ha resultado desde entonces inamovible. Sus cimas compañeras son el Cilindro de Marboré y el pico Añisclo, llamado también Soum de Ramond, en honor a Ramond de Carbonnièrs, proclamado primer conquistador del Mont Perdu en 1787. El francés estaba entonces convencido de haber alcanzado la primera cima pirenaica.
Un tiempo después ese honor fue para la Maladeta (3308 metros). Hasta que en 1816 Fiedrich von Parrot y el mítico guía Pierre Barrau pisaron su cima, desde donde vieron otra cercana de apariencia algo mayor. Era el Aneto. Parece que el nombre Maladeta procede de "mala eta", que significaría "la montaña más alta", y que luego se italianizó en Maladette con el significado de "maldita". Triunfó esta segunda forma y por extensión se denominó Montes Malditos al conjunto de montañas circundantes, y con ese nombre pasaron a los mapas. Parecía una denominación acertada: se trataba de una montaña difícil, casi inaccesible, donde no había pastos ni riqueza, sólo innumerables peligros. En 1824, la montaña hizo honor a su nombre y una grieta de su glaciar se tragó al mítico guía Barrau. No devolvió su cadáver hasta 107 años después, en 1931. Este hecho frenó a sus pretendientes, aterrados por la terrible fama de la montaña maldita, y retrasó por un tiempo la conquista del Aneto.
La toponimia del Vignemale (3298 metros) es complicada. Estrictamente el nombre designa a todo el macizo, compuesto de varias cimas, la mayor de las cuales es el pique Longe. Sin embargo, a veces, usando el todo por la parte, llamamos a esta cima Vignemale. El término se remonta a 1290, cuando en un documento sobre límites se escribe "Vinhe Male". A finales del XIX, los españoles Heredia y Zamora utilizan Villa Mala y Villamana, respectivamente. El significado del término puede derivar de "bigno" ("giba") o "vinia" ("roca") y "mala" (montaña). También aquí el topónimo francés ha desplazado al español. En la vertiente aragonesa la montaña se llama Comachibosa. Parece un topónimo descriptivo que tal vez venga a significar lo mismo que el término francés.
El nombre de Perdiguero (3222 metros), que ya aparece en el mapa de Labaña del siglo XVII, tiene fundamentalmente dos explicaciones. Como derivado de perdiz, quizás aludiendo a la abundancia en otro tiempo de perdices nivales en sus laderas. O, como parece más probable, por deformación de "pedriguero". Tantas son las piedras de esta montaña que hay quien dice, exagerando se supone, que piedra a piedra podría desmontarse por completo y quedar reducida a la nada.
Bienvenido Mascaray, en sus dos interesantes libros sobre toponimia ribagorzana, explica algunos de estos nombres como derivados de un idioma ibero-vasco prerromano. Así, el nombre Aneto procedería de "ain-eto" ("altura terrible o pendiente tremenda"); Llardana, de "llarde-da-ana" ("el que está despellejado o desollado"); Maladeta, de "mala-dets-a" ("tierra y piedras arrastradas por un torrente poderoso"); Perdiguero, de "pertika-ero" ("forma de aguja o conjunto de puntas").
Muchos picos tienen un nombre más o menos descriptivo. Por ejemplo: el Balaitus (o Balaitús), procedente tal vez de "bal laitous", es decir, "valle lechoso o valle blanquecino"; Ballibierna, "valle invernal"; Neouvielle, "nieves viejas"; Bachimala, "valle rocoso"; Malpas o Maupas, "paso malo o peligroso". Otros nombres indican abundancia de algún animal o planta: Anayet, quizás procedente de "anabione" (arándano), o Crabioules, del francés "chèvres" (cabras); en esta misma línea, el nombre de Bujaruelo o Buxaruelo vendría de "boj o buixo". No así el pico Culebras, cuyo nombre no responde a la presencia del reptil sino a los retorcidos y muy visibles estratos de sus laderas, o el Paso del Caballo, así llamado porque debe atravesarse a horcajadas. Algunos apenas necesitan explicación: Pico del Infierno, Tempestades o Pico Maldito. Otros indican el color predominante de sus rocas: Pico Royo, Garmo Negro, Garmo Blanco, Tucarroya, Tuca Blanca o Sierra Negra. Su forma: Casco, Cilindro, Espadas (crestas afiladas), Foratata (agujereada), Forcanada y Pedraforca (forma de horca). Algunos tienen un origen latino más o menos claro: La Munia, quizás derivado del verbo latino "munio" ("fortificar"); Cotiella, procedente tal vez de "cos - cotis" ("piedra") más un diminutivo; el Turbón, del latín vulgar "turbo-onis", ("tempestad, tormenta"), aunque su raíz también podría ser "taur" ("montículo"). Son frecuentes en el Pirineo galo los que llevan el nombre de Midi - el Midi d´Ossau es el más famoso -: indican su situación al sur o mediodía ("midi" en francés), o tal vez que el sol señala la hora central del día al caer directamente sobre ellos. Así, en Aragón, encontramos en el macizo de Cotiella cuatro montañas curiosamente denominadas peñas de las Diez, de las Once, del Mediodía y de la Una: la situación del sol sobre ellas sirvió durante siglos de reloj natural a los lugareños.
En fin, se acaba el espacio de este artículo y quedan sin citar otras muchas cumbres de los Pirineos. Sirvan estas líneas como una modesta referencia al posible origen de los nombres de algunas de ellas.
Carlos Bravo Suárez
(Foto: el Aneto)
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