viernes, 22 de febrero de 2008

BREVE HISTORIA DE GRAUS







Aunque algún estudioso considere Graus como un topónimo ibero-vasco (gara-us) que significaría "peña pelada", la mayoría se inclina por darle un origen latino (gradus) que podría significar "lugar escalonado o dispuesto en gradas" o, tal vez más acorde con su situación, "paso estrecho entre montañas", por su posición junto al camino abierto por los ríos Ésera e Isábena entre Las Forcas y la Peña del Morral (mur alt), en los extremos de las sierras de Laguarres y de Torón.

La presencia humana en la zona se remonta a la Prehistoria, así lo demuestran los yacimientos de Las Forcas, junto a la población actual, y otros de zonas próximas como el congosto de Olvena o Estadilla. Antes de la llegada de los romanos, diversas tribus ocuparon estos lugares, destacando sobre todas ellas la de los ilergetes. A pesar de que durante bastante tiempo se pensó que la comarca había sido poco romanizada, las excavaciones que están sacando a la luz la importante ciudad de Labitolosa, en el término vecino de La Puebla de Castro, demostrarían una importante presencia romana en estos contornos.

Poco sabemos del periodo visigodo, aunque pudiera haber tenido una considerable influencia en algunos aspectos de la organización social y en la presencia en la zona de primitivos eremitas cristianos. Sabemos, sin embargo, que la población fue una importante plaza fuerte musulmana, en el límite norte de la Barbitania con capital en Barbastro. Dada su condición fronteriza, Graus desempeñó una importante función defensiva, que se tradujo en su fortificación con la construcción de una muralla y de un importante castillo árabe, del que quedan escasos vestigios junto al Sagrado Corazón en lo alto de la Peña del Morral. Es muy posible que en esta época contara ya la población con alguna presencia judía. Durante bastante tiempo, en torno al año 1000 se situó a pocos kilómetros al norte de Graus la frontera entre los musulmanes y los grupos de cristianos refugiados y protegidos por las montañas próximas. Desde Graus saldrían, o por allí pasarían probablemente, algunas de las razzias o expediciones de castigo -las más demoledoras fueron las capitaneadas por al-Tawil, en el siglo X, y Abd-al-Malik, en los inicios del XI- que tenían como objetivo impedir la organización de esos pequeños grupos de cristianos. Sin embargo, cuando éstos logran superar las dificultades, ponen de inmediato sus ojos en las tierras del sur y es Graus su primera presa importante, codiciada como puerta abierta hacia las amplias planicies del Somontano. En su intento de conquista de la villa, en 1063, muere el rey aragonés Ramiro I, en el Campo de Zapata, a los pies de la muralla grausina. Según una crónica árabe, el rey resultó alcanzado por la lanza del moro Sadaba, quien, infiltrado entre los cristianos, cuyas costumbres y habla conocía a la perfección, insertó su arma en un ojo del monarca por el único resquicio que su armadura dejaba al descubierto. Lo cierto es que los musulmanes, sabedores de su importancia, defendieron con ahínco la plaza, para lo cual contaron con la ayuda de tropas castellanas entre las que al parecer figuraba un jovencísimo Cid Campeador.

Muerto Ramiro I a consecuencia de las heridas producidas, fue su hijo, Sancho Ramírez, quien logró su conquista definitiva en el año 1083, incorporando Graus al nuevo reino de Aragón. Como la villa había quedado bastante despoblada, el rey le otorgó una carta de población y la adscribió al monasterio de San Victorián de Asán, en Sobrarbe, al que perteneció durante largo tiempo. Las disputas por el poder temporal sobre la villa -la dependencia religiosa se mantuvo hasta mucho más tarde- culminaron con un importante pleito entre la abadía asanense y el conde ribagorzano, que un arbitraje resolvió a favor del segundo en el año 1480.

En 1201, el rey Pedro II trasladó a Graus la feria anual de San Miguel que hasta entonces se celebraba en San Pedro de Tabernas, junto a Seira. Siglos más tarde, en 1588, Felipe II estableció la celebración de una feria semanal todos los lunes. A éstas hay que añadir posteriormente la ferias de Santa Lucía, otorgada por Carlos II en 1681, y la de mayo (actual Propirineo), lo cual nos da una idea de la vocación comercial y mercantil que siempre ha caracterizado a la villa grausina y que, pese a los cambios experimentados por la sociedad, sigue intentando mantener adaptándose a los nuevos tiempos.

Un hecho fundamental para la tradición local se produjo en junio del año 1415 cuando, de camino hacia Francia, visitó la villa el dominico valenciano fray Vicente Ferrer, posteriormente canonizado, quien, al parecer, recaló en Graus invitado por Berenguer de Bardaxi. Ambos habían sido compromisarios tres años antes en Caspe, donde se resolvió de manera pacífica el difícil problema sucesorio de la Corona de Aragón. El santo valenciano predicó en Graus con gran éxito y en agradecimiento regaló a la villa un crucifijo que se conserva en su iglesia parroquial. Las fiestas mayores de la localidad los días 13 y 14 de septiembre están dedicadas a San Vicente Ferrer y al Santo Cristo, en recuerdo de tan celebrada visita y apreciada donación.

A fines del siglo XVI, se produjeron graves desórdenes contra los condes de Ribagorza, instigados en gran medida por el propio rey que quería establecer por completo su poder sobre el condado. Los grausinos se pusieron del lado del conde y en 1587 la villa fue tomada por el bandolero catalán Miñón de Montmellar que durante tres días sometió a la población a desmanes y saqueos, consiguiendo huir después, amparado en la oscuridad de la noche, por la Peña del Morral. Fueron, finalmente y tras sangrientas y encarnizadas luchas, derrotados los partidarios del conde y lograda así por el rey la plena autoridad sobre el antiguo condado.

También en el siglo XVI se inician las obras de la Basílica de la Virgen de la Peña, que prosiguieron impulsadas por el grausino Esteban de Esmir, obispo de Huesca, quien favoreció además la construcción del colegio jesuita de Graus, en el que estuvo castigado en 1658 el gran escritor Baltasar Gracián y donde, según la tradición y la inscripción latina del retrato que del sabio se conserva en la iglesia parroquial, habría escrito unos años antes la segunda parte de su magna obra El Criticón. En este mismo siglo XVII, en la guerra contra Francia, además de enviar hombres al frente cercano, nuestra villa, a falta de cebada, tuvo que entregar sus reservas de trigo, destinadas al consumo humano, para alimentar al ejercito en su camino hacia el valle de Arán. En los años 1651 y 1652, Graus, como toda la comarca, sufrió una terrible epidemia de peste que diezmó su población.

En la guerra de Sucesión de comienzos del siglo XVIII, la villa ribagorzana, al igual que la mayor parte de la Corona de Aragón, tomó partido por el pretendiente austriaco y se vio ocupada por las tropas borbónicas que destruyeron uno de sus antiguos puentes y convirtieron la localidad en base para sus siguientes operaciones militares. Como secretario de Antonio Grau, jefe de los archiducales en Cataluña, figuraba Victorián Coreche, quien tiene dedicada una importante plaza en Graus.

A principios del siglo XIX y durante la guerra de la Independencia, Graus fue invadido por las tropas francesas y en las posteriores guerras carlistas también se vivieron en la localidad varios enfrentamientos entre liberales y absolutistas. La población recibió la visita de diversas partidas carlistas, entre otras la del cura de Viacamp. En 1873, estuvo durante unos días encarcelado en nuestra población Paul Lafargue, yerno de Carlos Marx y propagador de sus ideas, que había huido de la policía francesa atravesando los Pirineos. En estos últimos años del siglo XIX se produjo también una importante emigración de grausinos y ribagorzanos al vecino país francés.

En 1911, murió en nuestra villa el más insigne de sus hijos, Joaquín Costa. Aunque nacido en Monzón, el gran polígrafo regeneracionista se crió en la capital ribagorzana desde la infancia y siempre mantuvo una estrecha vinculación con el lugar, siendo popularmente conocido como "El león de Graus". Aquí pasó los últimos años de su vida hasta su muerte. En 1929 la población le erigió una gran estatua que preside su calle principal.

Graus vivió también los diversos avatares del siglo XX y en especial la tragedia de la guerra civil de 1936 a 1939, en la que la villa quedó hasta casi el final de la contienda dentro de la zona republicana y el predominio en ella de los anarquistas la convirtió en una importante colectividad libertaria. Por otro lado, los violentos excesos anticlericales culminaron con la ejecución de numerosos religiosos y la destrucción de importantes piezas del patrimonio cultural.

En la segunda mitad del siglo XX, y sobre todo a partir de la década de los 60, la capital ribagorzana sufre como toda la comarca el grave azote de la emigración que frena su desarrollo y sume a la población en un desánimo del que parece estar por fin empezando a salir.

El siglo XXI se presenta con mejores perspectivas para nuestra villa, la emigración parece superada y el turismo y los atractivos naturales que ofrece la comarca pueden y deben ser aprovechados para iniciar una recuperación que permita conseguir un futuro halagüeño y prometedor.


NOTA: Este texto fue escrito, con vocación de síntesis e intención divulgativa, para la página web (http://www.graus.biz/) diseñada y dirigida por José Ángel Pueyo Samblancat, y fue publicada en el Diario del Alto Aragón y El Llibré de Fiestas de Graus de 2003)


BIBLIOGRAFÍA GENERAL MÍNIMA:

-Iglesias Costa, Manuel ,Historia del Condado de Ribagorza, Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 2001.
-Bardaxí, Vicente, Aragón histórico, pintoresco y monumental. Graus, Ediciones la Val d´Onsera, Huesca, 1994.La obra original es de fines del XIX, probablemente de 1889.
-Moner y Ciscar, J.M., Historia de Ribagorza, Fonz, 1884.
-Mur Laencuentra, Jorge, Septembris. Historia y vida cotidiana en Graus entre los siglos XI y XV, Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 2003.
-Arenas Gambón, Juan José, Breves apuntes históricos sobre la villa de Graus. Sin editar. El señor Arenas me facilitó amablemente estos apuntes que bien merecerían ser publicados.


Carlos Bravo Suárez

(Fotos:Panorámica de Graus, Plaza Mayor, Basílica de la Virgen de la Peña, Puente medieval de Abajo, Graus desde la peña del Morral y panorámica con tormenta)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un pueblo bonito, con mucha historia y tradiciones.