Lascuarre y Luzás son dos pequeñas poblaciones ribagorzanas situadas a ambos lados de la sierra de La Mellera, prolongación oriental de la sierra del Castillo de Laguarres. Ambos pueblos se encuentran comunicados por una pista de tierra de ocho kilómetros y medio, que hasta ahora ha visto frustrada su vocación de carretera. Para ir de una a otra población por vía asfaltada hay que hacerlo, dando algo más de rodeo, por la localidad de Castigaleu. Lascuarre y Luzás sufrieron en las pasadas décadas -como toda la comarca- el azote de una emigración que rebajó su número de habitantes de manera muy notable. Sin embargo, en ambas poblaciones quedan numerosos vestigios que remiten a un pasado de esplendor y permiten entrever su anterior importancia histórica.
Lascuarre se sitúa cerca del río Isábena, a dos kilómetros de la carretera A-1605, que lleva desde Graus a Bonansa en dirección al Valle de Arán, en una pequeña elevación entre los barrancos de la Pila y la Badía. El pueblo -con el título de villa- mantiene ayuntamiento propio e integra en su municipio las aldeas de Sagarras Altas y Salanova y los caseríos del Mas de Tamarit, La Mora de Mariñós, las casas de La Mellera y la casa Cabet. Según Menéndez Pidal, el topónimo Lascuarre procede de los términos vascos "lats" ("arroyo" o "barranco") y "gorri" ("rojo"), significando, por tanto, "el arroyo o el barranco rojo". En las crónicas árabes es citada como Al-Askor, y en algunas crónicas cristianas como Alascorre. En el habla local -ribargorzano de transición al catalán- se denomina Lasquarri. El pueblo tiene una estructura defensiva con disposición radial, calles estrechas y abundancia de portales y casas blasonadas que dan idea de la pujanza antigua del lugar. Aunque su origen -como indica el topónimo- se remonta muy atrás, tuvo gran importancia durante la dominación musulmana y la mantuvo tras su conquista por los cristianos. La abundancia de construcciones religiosas en su término da idea del peso eclesiástico de la localidad durante siglos. La concesión de la importante feria de San Martín, que en la actualidad se celebra en el segundo domingo de noviembre, indica, asimismo, la relevancia comercial y mercantil que tuvo la villa a lo largo de buena parte de su historia.
En la época de la dominación musulmana su interés estratégico fue grande, y su castillo, con los de Castigaleu y Laguarres, constituía la primera línea defensiva frente a las avanzadillas cristianas de Roda, Güel y Fantova. Parece que Sancho el Mayor prometió donar la villa a San Sadurní de Tavérnoles, cerca de La Seo de Urgel, si conseguía conquistarla. Quizás así sucedió, pero parece más probable que fuera Ramiro I quien la añadiera a sus dominios y la donara al monasterio urgelense. Arnau Mir de Tost, señor de Áger y figura clave en los avances cristianos en la zona, fue tenente de su castillo, según consta en su testamento redactado en 1071. Jaime II incorporó la villa a la Baronía de Castro, convirtiéndose más tarde en la cabecera de la Señoría de los cuatro castillos que figuran en su escudo: Lascuarre, Laguarres, Luzás y Juseu. Aunque hay restos de otro castillo en lo alto de la sierra de La Mellera, el de Lascuarre -quizás construido en el siglo VIII- estaría, muy probablemente, en la parte alta del pueblo, donde hoy se levanta su majestuosa iglesia parroquial. Debajo de la misma encontramos pasadizos, estancias abovedadas y restos de aljibes que posiblemente pertenecieron a la antigua fortaleza.
La citada iglesia parroquial, llamada de Santa María la Mayor, preside el pueblo en la actualidad. Se trata de un magnífico templo gótico del siglo XVI, de grandes dimensiones, con portada renacentista de columnas corintias y bello frontón. Presenta una galería con arcos de medio punto de ladrillo, a la manera de los palacios aragoneses renacentistas. Es llamativa su esbelta torre de cuatro cuerpos, los dos últimos octogonales con remate piramidal. Junto a la iglesia quedan las ruinas de la abadía, y delante hay una plaza con peirón en su centro y bello mirador desde el que recrear la vista en lontananza.
Muy cerca de la parroquial se encuentra la ermita románica de San Martín, de una sola nave con ábside a oriente, espadaña y dos puertas, la principal hacia poniente y otra más pequeña y más antigua abierta al cementerio. Esta ermita, del siglo XII, pudo haber sido en su origen la capilla del castillo del lugar. A la entrada del pueblo, a la izquierda, pueden verse los restos del antiguo convento de los trinitarios, del que sólo se conservan las ruinas de la antigua iglesia de la Piedad. Fundado en 1560, desapareció con la desamortización de Mendizábal en 1837. Desde aquí parte una pista, con tablillas indicadoras, que conduce a la Torre de los Moros. Se trata de una torre de vigilancia, ubicada en una ladera y rodeada de un pequeño bosque de pinos jóvenes. Su origen y su basamento son probablemente medievales, pero la construcción actual más bien parece de los siglos XV o XVI. Es de planta rectangular, algo más ancha en su base y con contrafuertes en tres de sus caras. Del interior sólo queda el arranque de la escalera y un muro divisorio, aunque recientemente ha sido restaurada y se ha colocado una plataforma metálica que permite ascender hasta sus bordes para asomarse y contemplar desde lo alto una magnífica panorámica.
Aún hay en el municipio de Lascuarre algunas muestras más de construcciones religiosas de estilo románico. Antes de llegar al pueblo desde el desvío de la A-1606, a unos cien metros de sus primeras casas y junto a una explotación ganadera, pueden verse los restos de la ermita de la Santa Cruz. Sólo lo que queda del ábside corresponde a la construcción románica, tal vez del siglo XII; la planta rectangular de la iglesia es de época muy posterior. Algo alejada de la población, a la derecha de la pista que conduce a Luzás, se encuentran los restos de la pequeña ermita de San Vicente. En la aldea de Salanova, pasado el desvío de Lascuarre y siguiendo la carretera de Roda y el Valle de Arán, desde donde es visible, se halla la ermita de San Macario, muy rústica, de reducidas dimensiones y con ábside de horno. En Sagarras Altas, hasta donde se accede desde la N-230 entre Benabarre y Tolva, puede verse la ermita de Santa Lucía.
En lo alto de la sierra, con acceso también desde Benabarre, quedan los restos del que fuera castillo de La Mellera. En el camino a Luzás, a la izquierda, en mitad de una fuerte subida, sale un desvío que lleva al Mas de la Avellana, rodeado de explotaciones ganaderas. En medio de un campo de labor se levanta la ermita de la Magdalena, tal vez románica en su origen, sin ábside semicircular pero con una bella espadaña. La Avellana pertenece ya a Luzás, pueblo al que se llega en poco tiempo.
Luzás (Lluzás o Lluçars) es una pequeña localidad perteneciente al municipio de Tolva. Hasta el lugar sube una pequeña carretera de unos cinco kilómetros que sale de la N-230 muy cerca de Tolva. Aunque todo el pueblo tiene una evocadora belleza medieval, destacan en él dos monumentos magníficos: la torre de su antiguo castillo y la iglesia parroquial de San Cristóbal. La torre de Luzás es impresionante. Está situada en la parte alta del pueblo, sobre un pequeño escarpe, su altura es imponente y presenta una planta de tipo pentagonal al exterior, aunque cuadrangular en el interior. Formaba parte de una fortaleza de la que quedan algunos restos. Se encuentra en fase de restauración, ya casi completada en su parte alta. Tiene recios muros y cuatro alturas o niveles, los dos últimos con dos filas de ventanas. Se construyó en el siglo XI, tal vez por Sancho el Mayor. Aunque es probable que fuera Arnau Mir de Tost quien conquistara la plaza a los moros para el rey Ramiro I. El castillo le perteneció -quizás él mismo impulsara su construcción-, y a su muerte en 1071 lo legó a sus descendientes. Sin embargo, Ximeno Fortuñones fue su tenente entre 1045 y 1062, y a finales del siglo XII lo era un tal Pedro de Luzás.
La iglesia de San Cristóbal es una verdadera joya, declarada Bien de Interés Cultural en 1980. No tenemos aquí espacio para describirla con toda la atención que merece. Se trata de un templo románico, de los siglos XII o XIII, con planta basilical de tres naves con tres ábsides semicirculares. La puerta sur -hoy tapiada- sería la primitiva y se encuentra decorada con capiteles con figuras humanas y animales. La puerta actual y la torre son del siglo XVI. También posteriores son las añadidas capillas laterales. Atención especial merecen los capiteles de su interior -algunos restaurados y copia de los originales- con motivos vegetales y animales. Por su técnica de construcción y la presencia de algunos elementos simbólicos, tal vez tuviera la intervención de alguna orden militar.
Muy cerca del pueblo, entrando por la pista que viene de Lascuarre, se halla la ermita de San Benedicto, patrono del lugar y aquí llamado San Bendito. Su origen es románico, pero está muy modificada. Es objeto de gran devoción y allí se va de romería el Lunes de Pascua. En el cementerio de la localidad, a la salida del pueblo hacia Tolva, queda la ermita de Santa María, también de origen románico.
Como hemos visto, estas dos pequeñas localidades ribagorzanas conservan múltiples ejemplos de su importancia pasada y son, por ello, merecedoras de una visita que permita, junto al disfrute de otros atractivos, contemplar ese rico legado histórico que nos han transmitido hasta nuestros días.
Carlos Bravo Suárez
(Fotos: Lascuarre - dos panorámicas, ermita de San Martín, un bonito rincón del pueblo, ruinas del antiguo convento trinitario y restos de la ermita de San Vicente- y Luzás - torre antes del final de su restauración, iglesia con el torreón al fondo y San Benito)Lascuarre se sitúa cerca del río Isábena, a dos kilómetros de la carretera A-1605, que lleva desde Graus a Bonansa en dirección al Valle de Arán, en una pequeña elevación entre los barrancos de la Pila y la Badía. El pueblo -con el título de villa- mantiene ayuntamiento propio e integra en su municipio las aldeas de Sagarras Altas y Salanova y los caseríos del Mas de Tamarit, La Mora de Mariñós, las casas de La Mellera y la casa Cabet. Según Menéndez Pidal, el topónimo Lascuarre procede de los términos vascos "lats" ("arroyo" o "barranco") y "gorri" ("rojo"), significando, por tanto, "el arroyo o el barranco rojo". En las crónicas árabes es citada como Al-Askor, y en algunas crónicas cristianas como Alascorre. En el habla local -ribargorzano de transición al catalán- se denomina Lasquarri. El pueblo tiene una estructura defensiva con disposición radial, calles estrechas y abundancia de portales y casas blasonadas que dan idea de la pujanza antigua del lugar. Aunque su origen -como indica el topónimo- se remonta muy atrás, tuvo gran importancia durante la dominación musulmana y la mantuvo tras su conquista por los cristianos. La abundancia de construcciones religiosas en su término da idea del peso eclesiástico de la localidad durante siglos. La concesión de la importante feria de San Martín, que en la actualidad se celebra en el segundo domingo de noviembre, indica, asimismo, la relevancia comercial y mercantil que tuvo la villa a lo largo de buena parte de su historia.
En la época de la dominación musulmana su interés estratégico fue grande, y su castillo, con los de Castigaleu y Laguarres, constituía la primera línea defensiva frente a las avanzadillas cristianas de Roda, Güel y Fantova. Parece que Sancho el Mayor prometió donar la villa a San Sadurní de Tavérnoles, cerca de La Seo de Urgel, si conseguía conquistarla. Quizás así sucedió, pero parece más probable que fuera Ramiro I quien la añadiera a sus dominios y la donara al monasterio urgelense. Arnau Mir de Tost, señor de Áger y figura clave en los avances cristianos en la zona, fue tenente de su castillo, según consta en su testamento redactado en 1071. Jaime II incorporó la villa a la Baronía de Castro, convirtiéndose más tarde en la cabecera de la Señoría de los cuatro castillos que figuran en su escudo: Lascuarre, Laguarres, Luzás y Juseu. Aunque hay restos de otro castillo en lo alto de la sierra de La Mellera, el de Lascuarre -quizás construido en el siglo VIII- estaría, muy probablemente, en la parte alta del pueblo, donde hoy se levanta su majestuosa iglesia parroquial. Debajo de la misma encontramos pasadizos, estancias abovedadas y restos de aljibes que posiblemente pertenecieron a la antigua fortaleza.
La citada iglesia parroquial, llamada de Santa María la Mayor, preside el pueblo en la actualidad. Se trata de un magnífico templo gótico del siglo XVI, de grandes dimensiones, con portada renacentista de columnas corintias y bello frontón. Presenta una galería con arcos de medio punto de ladrillo, a la manera de los palacios aragoneses renacentistas. Es llamativa su esbelta torre de cuatro cuerpos, los dos últimos octogonales con remate piramidal. Junto a la iglesia quedan las ruinas de la abadía, y delante hay una plaza con peirón en su centro y bello mirador desde el que recrear la vista en lontananza.
Muy cerca de la parroquial se encuentra la ermita románica de San Martín, de una sola nave con ábside a oriente, espadaña y dos puertas, la principal hacia poniente y otra más pequeña y más antigua abierta al cementerio. Esta ermita, del siglo XII, pudo haber sido en su origen la capilla del castillo del lugar. A la entrada del pueblo, a la izquierda, pueden verse los restos del antiguo convento de los trinitarios, del que sólo se conservan las ruinas de la antigua iglesia de la Piedad. Fundado en 1560, desapareció con la desamortización de Mendizábal en 1837. Desde aquí parte una pista, con tablillas indicadoras, que conduce a la Torre de los Moros. Se trata de una torre de vigilancia, ubicada en una ladera y rodeada de un pequeño bosque de pinos jóvenes. Su origen y su basamento son probablemente medievales, pero la construcción actual más bien parece de los siglos XV o XVI. Es de planta rectangular, algo más ancha en su base y con contrafuertes en tres de sus caras. Del interior sólo queda el arranque de la escalera y un muro divisorio, aunque recientemente ha sido restaurada y se ha colocado una plataforma metálica que permite ascender hasta sus bordes para asomarse y contemplar desde lo alto una magnífica panorámica.
Aún hay en el municipio de Lascuarre algunas muestras más de construcciones religiosas de estilo románico. Antes de llegar al pueblo desde el desvío de la A-1606, a unos cien metros de sus primeras casas y junto a una explotación ganadera, pueden verse los restos de la ermita de la Santa Cruz. Sólo lo que queda del ábside corresponde a la construcción románica, tal vez del siglo XII; la planta rectangular de la iglesia es de época muy posterior. Algo alejada de la población, a la derecha de la pista que conduce a Luzás, se encuentran los restos de la pequeña ermita de San Vicente. En la aldea de Salanova, pasado el desvío de Lascuarre y siguiendo la carretera de Roda y el Valle de Arán, desde donde es visible, se halla la ermita de San Macario, muy rústica, de reducidas dimensiones y con ábside de horno. En Sagarras Altas, hasta donde se accede desde la N-230 entre Benabarre y Tolva, puede verse la ermita de Santa Lucía.
En lo alto de la sierra, con acceso también desde Benabarre, quedan los restos del que fuera castillo de La Mellera. En el camino a Luzás, a la izquierda, en mitad de una fuerte subida, sale un desvío que lleva al Mas de la Avellana, rodeado de explotaciones ganaderas. En medio de un campo de labor se levanta la ermita de la Magdalena, tal vez románica en su origen, sin ábside semicircular pero con una bella espadaña. La Avellana pertenece ya a Luzás, pueblo al que se llega en poco tiempo.
Luzás (Lluzás o Lluçars) es una pequeña localidad perteneciente al municipio de Tolva. Hasta el lugar sube una pequeña carretera de unos cinco kilómetros que sale de la N-230 muy cerca de Tolva. Aunque todo el pueblo tiene una evocadora belleza medieval, destacan en él dos monumentos magníficos: la torre de su antiguo castillo y la iglesia parroquial de San Cristóbal. La torre de Luzás es impresionante. Está situada en la parte alta del pueblo, sobre un pequeño escarpe, su altura es imponente y presenta una planta de tipo pentagonal al exterior, aunque cuadrangular en el interior. Formaba parte de una fortaleza de la que quedan algunos restos. Se encuentra en fase de restauración, ya casi completada en su parte alta. Tiene recios muros y cuatro alturas o niveles, los dos últimos con dos filas de ventanas. Se construyó en el siglo XI, tal vez por Sancho el Mayor. Aunque es probable que fuera Arnau Mir de Tost quien conquistara la plaza a los moros para el rey Ramiro I. El castillo le perteneció -quizás él mismo impulsara su construcción-, y a su muerte en 1071 lo legó a sus descendientes. Sin embargo, Ximeno Fortuñones fue su tenente entre 1045 y 1062, y a finales del siglo XII lo era un tal Pedro de Luzás.
La iglesia de San Cristóbal es una verdadera joya, declarada Bien de Interés Cultural en 1980. No tenemos aquí espacio para describirla con toda la atención que merece. Se trata de un templo románico, de los siglos XII o XIII, con planta basilical de tres naves con tres ábsides semicirculares. La puerta sur -hoy tapiada- sería la primitiva y se encuentra decorada con capiteles con figuras humanas y animales. La puerta actual y la torre son del siglo XVI. También posteriores son las añadidas capillas laterales. Atención especial merecen los capiteles de su interior -algunos restaurados y copia de los originales- con motivos vegetales y animales. Por su técnica de construcción y la presencia de algunos elementos simbólicos, tal vez tuviera la intervención de alguna orden militar.
Muy cerca del pueblo, entrando por la pista que viene de Lascuarre, se halla la ermita de San Benedicto, patrono del lugar y aquí llamado San Bendito. Su origen es románico, pero está muy modificada. Es objeto de gran devoción y allí se va de romería el Lunes de Pascua. En el cementerio de la localidad, a la salida del pueblo hacia Tolva, queda la ermita de Santa María, también de origen románico.
Como hemos visto, estas dos pequeñas localidades ribagorzanas conservan múltiples ejemplos de su importancia pasada y son, por ello, merecedoras de una visita que permita, junto al disfrute de otros atractivos, contemplar ese rico legado histórico que nos han transmitido hasta nuestros días.
Carlos Bravo Suárez
Artículo publicado en Diario del Alto Aragón.
(Sobre Lascuarre hay en Internet una página web muy completa http://www.lascuarre.net/, de ella tomo la foto de la ermita de San Vicente)
4 comentarios:
Dius "En el habla local -ribargorzano de transición al catalán-" tant costa dir que és català i que està dins dels parlar ribagorçà?? Com ho és el parlar Pallarès o Gironès també és català.
Dius "En el habla local -ribargorzano de transición al catalán-" tant costa dir que és català i que està dins dels parlar ribagorçà?? Com ho és el parlar Pallarès o Gironès també és català.
Pues creo q no, es ribagorzano en transición al catalán, este acuñado bastantes siglos posteriores al habla del lugar.
Yo es que ya no se que pensar, que mania tienen algunos con adueñarse de lo que no es suyo, es lascuarri, dialecto de la franja, que toma prestado palabras de la franja, como el fragatino, belsetano u otros dialectos, pero NUNCA ES CATALAN , es ribagorzano, y punto
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