miércoles, 27 de febrero de 2008

RIBAGORZA: PATRIMONIO Y PAISAJE




Las mayores riquezas de Ribagorza son, sin duda, la naturaleza, la belleza de sus paisajes y su rico y extenso patrimonio artístico y cultural. En el tiempo que llevo viviendo en esta comarca, he recorrido con deleite buena parte de esos paisajes y esas valiosas reliquias de nuestro pasado. A veces a pie o en bicicleta, he llegado hasta lugares en ocasiones poco conocidos, incluso para algunos autóctonos, y, en muchos casos, víctimas del abandono y la desidia de las décadas pasadas de desprestigio de lo rural y de lo antiguo y de veneración de un modelo urbano, supuestamente moderno pero de estética dudosa.

En ese rico patrimonio histórico, destaca en primer lugar la línea de torres o castillos defensivos que constituyeron la demarcación fronteriza entre musulmanes y cristianos en torno al año 1000, entre los siglos X y XI. Empezando por las torres y castillos de Samitier, Abizanda y Troncedo en el vecino Sobrarbe y, un poco más al sur, el viejo torreón de Torreciudad, cerca del actual santuario y en los límites ribagorzanos pero dentro del término de Secastilla. Continuando por los restos del castillo de Panillo, lugar con una vista excepcional y desde el que tal vez partiera el rey Ramiro I en su frustrado intento de tomar Graus, según relata en un bello romance en uno de sus libros Ana Tena Puy, excelente escritora en lengua ribagorzana con varias obras publicadas y muchos premios recibidos y gran persona, tan llena de talento como de modestia y humildad; el castillo del Mon de Perrarrúa, con los restos de su atalaya circular recientemente fijados; la restaurada torre de Fantova, con su ermita de Santa Cecilia, y a cuya "civitas" dedica Fernando Galtier un interesante capítulo, ilustrativo de la vida en la frontera, en su libro “Ribagorza, condado independiente”; los escasos restos, posiblemente posteriores, del importante castillo árabe de Laguarres, en un paraje desde el que se contempla una inmejorable panorámica de la cadena pirenaica; la también recién restaurada Torre de los Moros en Lascuarre, construcción más tardía posiblemente edificada sobre otra más antigua; la soberbia torre del sorprendente pueblo de Luzás, también en proceso de restauración; los restos del castillo de Fals, junto a Tolva; los del castillo de Monesma; la torre de Viacamp; la del castell de Chiriveta; las de Montañana.

El conjunto de ermitas e iglesias románicas, abundantísimas en la comarca, y de las que, por no hacer la relación inabarcable en este artículo, sólo voy a citar las más próximas a Graus, que son las que más he visitado. Empezaré por las que -aparte la catedral de Roda, extraordinaria y ampliamente conocida, valorada y visitada- son para mí dos joyas románicas de la zona y desgraciadamente no demasiado conocidas: la ermita de San Antón, del antiguo monasterio de San Juan Bautista en Pano, y la magnífica iglesia de San Cristóbal de Luzás; ambas - mucho más rústica y austera la de Pano- con tres preciosos ábsides y una sobria belleza. También la ermita de San Román de Castro, en un paraje de gran belleza y con un valiosísimo coro mudéjar con sorprendentes pinturas de vivos colores; la de la Virgen del Llano o del Plan en Laguarres, junto al cementerio; la espléndida iglesia de Santa María en Grustán, en una fortaleza rocosa casi inexpugnable; las ruinas de San Miguel, más conocida como la ermita de los Templarios, en la Ubaga de Grustán, entre esta población y Graus; la ermita de Santa Clara en Puycremat, lugar próximo y con una hermosa panorámica; los sorprendentes y preciosos restos de la iglesia de San Juan Bautista en la Vila o antiguo pueblo de Besians; la citada de Santa Cecilia de Fantova y la de la Virgen de las Rocas de Güel, de las que se conservan actas de consagración de los años 964 y 996, respectivamente; la de San Gregorio, entre casa Turmo de Fantova y las primeras casas de Güel; la de la Tobeña, cerca de Colloliva y junto a una casa fuerte con torre defensiva; la de Miralpeix, junto al puente de Torrelabad y en medio de un campo de labor; los restos de la de San Martín en la Sierra de Capella, lugar con una esplendida vista y con unos antiguos eremitorios al abrigo de las rocas; la escondida de San Bartolomé, entre Graus y Portaespana, sobre la que se construyó una caseta de monte que la hace pasar casi desapercibida; la ermita iglesia de El Soler, restaurada, como otras varias, por el admirable e infatigable Mosen José María Lemiñana; la de San Macario en Salanova, de muy reducido tamaño y gran rusticidad; la de San Isidro, antes de llegar desde Lascuarre al pueblo de Castigaleu; la del cementerio de Lascuarre, algo deteriorada; los restos de San Lumbierri, frente a Castro, a la entrada del congosto de Olvena; la de la Virgen de la Ribera, en el cementerio de Perarrúa; la de la Piedad en Santaliestra, un poco más al norte del pueblo; la ermita de San Saturnino en Aguilar, en lo alto de un cerro con vestigios de alguna construcción mayor; la iglesia de San Cristóbal de Yardo o Erdao, pueblo hoy en abandono lamentable pero importante en otros tiempos. Por citar, como he dicho, sólo las más próximas a Graus y de algún valor artístico, quizás no excesivo en ciertos casos, dentro del estilo románico.

Por descontado, los antiguos monasterios o lo que de ellos queda, como la iglesia del antiguo monasterio de San Pedro de Tabernas entre Seira y Barbaruens, donde según algunas leyendas pudo estar en algún momento el Santo Grial; el de los santos Justo y Pastor de Urmella; el históricamente muy importante monasterio de Obarra, con su preciosa ermita de San Pablo, la iglesia de Santa María y el derruido palacio abacial; el no menos importante de Santa María de Alaón o Nuestra Señora de la O en Sopeira; los restos del antiguo monasterio de San Martín de Caballera, del que el mejor conocedor del románico ribagorzano, Don Manuel Iglesias Costa, destaca, en su libro "Arquitectura románica de los siglos X, XI, XII y XIII. Arte religioso del Alto Aragón oriental", el valor excepcional de su cripta, por cuyo deterioro manifiesta una gran preocupación y que afortunadamente no hace mucho tiempo fue reconstruida, tras haber sufrido un prolongado expolio. Aunque situado en el vecino Sobrarbe, no puede dejar de citarse el monasterio de San Victorián, de posible origen visigótico y en otros tiempos de gran importancia, con extensos dominios que abarcaban buena parte de territorio ribagorzano.

Los magníficos puentes, medievales algunos, algo más tardíos otros. Empezando por el de Capella, el más notable y grande de todos ellos; los de Perarrúa y Besians; el de Graus; los de Serraduy y Beranuy; los de Roda y la Puebla de Roda; o los de Olvena -el llamado del Diablo impresionante por su altura- y Montañana, en los dos extremos comarcales. Conjuntos histórico-artísticos, como el del casco antiguo de Graus con su hermosa Plaza Mayor, que merece una solución acertada a sus actuales problemas, y su Barrichós, bajo la Basílica de la Peña con su magnífico claustro porticado; Arén, con su actual museo de interpretación de la Ribagorza; Benabarre, abigarrado bajo los escasos restos de su antiguo castillo, donde se vivieron algunos de los momentos más cruciales de nuestra historia; Fonz, con sus extraordinarios palacios renacentistas y, aunque hoy perteneciente al Cinca Medio, antiguo núcleo fundamental y culto de la Ribagorza histórica; o el viejo conjunto recuperado de Montañana, con su evocador sabor medieval, del que José Luis Aramendía en sus libros recientemente publicados referidos al románico en Aragón - y cuyos dos primeros tomos constituyen un recorrido casi completo por las muestras de este estilo en nuestra comarca- llega a decir que según su criterio "es uno de los pueblos más bonitos, si no el más, de la Ribagorza e incluso de Aragón".

Lugares sorprendentes y muy poco conocidos como la iglesia de San Julián de Juseu, con unas deslumbrantes yeserías mudéjares, no hace mucho tiempo restauradas, muestra casi única tan al norte de ese arte cuya presencia en Aragón ha sido considerada recientemente patrimonio de la humanidad; el plateresco pórtico de la iglesia de Torres del Obispo, en una plaza mayor de gran encanto; la magnífica portada de la iglesia parroquial de Tolva, trasladada desde la antigua ermita de Fals y con magníficos capiteles en la línea de los de Montañana y Luzás; los retablos renacentistas de las iglesias de Capella y de la Puebla de Castro, procedente este último de la citada ermita de San Román; la extraordinaria torre de la iglesia de Beranuy, ejemplar único en la zona aragonesa de un estilo románico muy similar al que en el vecino valle leridano de Boí ha sido declarado patrimonio de la humanidad y necesitada la nuestra de una pronta intervención que parece que al fin va a producirse; algunas ermitas de la zona de la Puebla de Roda y Serraduy, como las de Pedrui y la Virgen de la Feixa, cerca de los restos de la iglesia fortaleza de San Esteban del Mall; la parroquial de San Andrés en Calvera y, a las afueras de este mismo pueblo y en medio de un campo de labor, la sorprendente ermita Santa María; la iglesia de Cajigar, con un hermoso ábside y una esbelta y destacada torre; el encanto natural del Montsec y los alrededores del pantano de Canelles, con el imponente congosto de Montrebei, en el Noguera Ribagorzana. Y lugares tan espectaculares como Finestras, con una muralla natural de escarpadas y verticales láminas rocosas entre las que se halla emparedada la ermita de San Vicente; las ermitas de Nuestra Señora del Congost de Chiriveta y San Bonifacio y Santa Quiteria de Montfalcó, sobre un escarpado roquedo. Ya en el alto Esera, la preciosa ermita románico-lombarda de Nuestra Señora de Gracia en El Run; las iglesias, también románicas, de Santa María y San Pedro, ambas en Villanova; o la muy reformada iglesia de San Esteban de Conques. Además de vestigios prehistóricos, como las pinturas de las cuevas de Olvena; las del Forau del Cocho, en Estadilla, cerca del santuario de La Carrodilla; el menir de Merli; el dolmen de Seira; o el cementerio megalítico de Cornudella de Baliera. También los sorprendentes restos de la antigua ciudad romana de Labitolosa, aún en proceso de excavación que puede añadir sorpresas a la curia y las termas ya desenterradas en el Cerro del Calvario, en el término de la Puebla de Castro.

Qué decir de los impresionantes paisajes montañosos de la zona norte de nuestra comarca, con sus sierras, sus picos, sus valles o sus maravillosos ibones. Esas montañas que presiden todo el año el norte de mis paseos grausinos y que vemos vestirse y desnudarse de blanco con el transcurso de los días. Siempre miro en esos paseos hacia esas dos montañas de silueta tan distinta y tan hermosa en su contemplación desde el sur. El robusto Turbón y el simétrico, casi como un trono celestial, Cotiella, a los que a veces, rozando la ensoñación, y si se me permite la licencia poética, me gusta imaginar como el padre y la madre protectores de nuestros pueblos bajorribagorzanos. Es una tierra la nuestra propicia para las excursiones, tanto para preparados montañeros como para senderistas o caminantes de toda condición; también por descontado para los amantes del esquí y de otros deportes de aventura actualmente en auge.

Ya ven cuánto puede uno disfrutar recorriendo estas tierras del antiguo condado, que ofrecen a nuestros sentidos más placeres de los que a veces esperamos encontrar en ellas.

Carlos Bravo Suarez
(Artículo publicado en Diario del Alto Aragón el 4 de abril de 2004)
(Fotos:Iglesia de Santa María de Baldós de Montañana, el Turbón desde Graus, cascada de Aiguallut y Monasterio de Obarra)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace usted una buena labor divulgando y dando a conocer las riquezas naturales y artísticas de la Ribagorza.

carlos bravo suarez dijo...

Muchas gracias por su amable comentario.
Un amistoso saludo.