Sabemos con total seguridad que el gran escritor jesuita Baltasar Gracián (Belmonte,1601 – Tarazona,1658) estuvo cumpliendo castigo en Graus a principios del año 1658. Tras publicar en agosto del año anterior la tercera parte de “El Criticón”, con el seudónimo de Lorenzo Gracián y de nuevo sin pasar la censura previa de la Compañía, Gracián fue desposeído de su cátedra de Escritura en Zaragoza, reprendido públicamente por sus superiores y trasladado, con castigo a pan y agua, al entonces frío e incómodo colegio jesuita de Graus. Allí, con la exigencia estricta de que se le impidiera escribir, se ordenó incluso revisar sus manos por si hubiera en ellas manchas de tinta que delataran su desobediencia. Fue el padre Jacinto Piquer, provincial de la Compañía de Jesús en Aragón, quien propuso este severo castigo. En una carta fechada en Roma el 16 de marzo de 1658, el padre Goswin Nickel, entonces general de la Compañía, contesta al padre Piquer dando por adecuada la sanción y añadiendo a ella aún mayores muestras de severidad.
“Harto manifiestos son los indicios que hay para creer que el autor de aquellos libros 1ª, 2ª y 3ª parte de ‘El Criticón’ es el padre Baltasar Gracián y Vuestra Reverencia hizo lo que debía dándole reprensión pública, y un ayuno a pan y agua y privándole de la cátedra de Escritura y ordenándole que saliese de Zaragoza y fuese a Graus. Si él tiene juicio y temor de Dios, no ha menester otro freno para no escribir ni sacar a la luz semejantes libros que el que ha puesto V. R. de precepto y censura. Pero como se sabe que no ha guardado el que se le puso cuando sacó dicha Segunda Parte, conviene celar sobre él, mirarle a las manos, visitarle de cuando en cuando su aposento y papeles y no permitirle cosa cerrada en él, y si acaso se le hallase algún papel o escritura contra la Compañía o contra su gobierno, compuesta por dicho Padre Gracián, Vuestra Paternidad le encierre y téngale encerrado hasta que esté muy reconocido y reducido, y no se le permita mientras estuviere incluso tener papel, pluma ni tinta; pero antes de llegar a esto, asegúrese bien V. R. que sea cierta la falta que he dicho, por la cual se le ha de dar este castigo. Para proceder con mayor acierto será muy conveniente que cuando haya tiempo, oiga V.R. el sentir de sus consultores, y después nos vaya avisando de lo que ha sucedido y de lo que ha obrado. El valernos del medio de la inclusión, ya que otros no han sido de provecho, es medio necesario y justa defensa de la Compañía, a la cual estamos obligados en conciencia los Superiores de ella…”
Artículo publicado hoy en el número especial de San Lorenzo del Diario del Alto Aragón
Esta carta está recogida por Adolphe Coster en su libro “Baltasar Gracián”, traducido del francés por Ricardo del Arco y editado por la Institución Fernando el Católico en 1947. En un apéndice del mismo se publican algunos extractos de la correspondencia que entre 1651 y 1660 mantuvieron los generales de los jesuitas con los provinciales de Aragón.
Se deduce de esta misiva que el castigo impuesto a Gracián no es tanto por el contenido de “El Criticón” como por ser el belmontino reincidente en la desobediencia a las obligaciones que exigía la orden. En una época en que la Compañía extrema la censura y pretende restablecer la más estricta disciplina ante el avance del jansenismo, Gracián es juzgado como un rebelde que se salta las normas y los procedimientos ortodoxos.
Sobre esta reiterada falta de obediencia de Gracián en la publicación de sus libros, el padre Miquel Batllori, estudioso de Gracián y jesuita como él, cree que podía deberse a dos motivos. Por un lado, a lo difícil que resultaba conseguir la licencia para imprimir libros debido a la lentitud de la correspondencia entre Roma y las ciudades españolas. Por otro, a la desconfianza de Gracián en la capacidad de algunos censores para entender la materia tratada en sus obras. Probablemente pesara más la segunda cuestión que la primera, pero en cualquier caso resulta algo extraño, y parece incluso un desafío, que tras las amonestaciones recibidas anteriormente el escritor se atreviera a publicar la tercera parte de “El Criticón” recurriendo de nuevo al pseudónimo de Lorenzo Gracián, con el que ya no podía engañar a nadie.
Como consecuencia de su estado de depresión y abatimiento, Gracián pidió incluso a sus superiores el permiso para abandonar la Compañía y solicitar su ingreso en otra orden religiosa. Así se deduce de otra carta del general Níckel al provincial de Aragón, fechada el 10 de junio de 1658, cuando Gracián ya no estaba en Graus, aunque la petición a la que se alude habría sido formulada desde su reclusión en la villa o inmediatamente después de que acabara su destierro en ella.
“El P. Baltasar Gracián ha sentido mucho la penitencia que se le ha dado, y me pide licencia para pasarse a otra Religión de los monacales o mendicantes; no le respondo a lo del tránsito, pero le digo cuán merecidas tenía las penitencias que se le han impuesto por haber impreso sin licencia aquellos libros y por haber faltado al precepto de santa obediencia que se le había puesto. Y porque él refiere lo que ha trabajado en la Compañía y las misiones que ha hecho, también se lo agradezco, y después añado lo que he dicho. V. R. nos avise del estado y disposición de este sujeto y si ha habido alguna novedad…”
El padre Batllori cree que esta solicitud de cambio de orden religiosa, al parecer a los franciscanos, es una respuesta extrema y pasajera de Gracián, a quien la severidad de la condena que se le había impuesto habría herido profundamente en su amor propio. Finalmente al escritor belmontino le fue levantado su castigo y a mediados de abril de ese mismo año fue trasladado al colegio jesuita de Tarazona. Su nombre aparece en un memorial escrito con motivo de la visita que en esas fechas realizó el padre Piquer a la ciudad turiasonense. Su destierro en Graus habría durado por tanto aproximadamente tres meses, desde mediados de enero hasta mediados de abril de 1658.
Gracián recuperó en parte la confianza de sus superiores y se le otorgó, entre otros, el cargo de Prefecto de Espíritu del colegio de Tarazona, aunque es posible que el severo castigo de Graus hiciera mella en su salud y dejara graves secuelas en la misma. Así lo cree Coster, quien escribe que el destino de Tarazona era de los peor considerados dentro de la provincia jesuita aragonesa, por lo que la rehabilitación de Gracián tal vez no fuera del todo completa. Los biógrafos posteriores creen en general que sí lo fue, en cierta medida por la intervención a su favor del anciano y prestigioso padre Franco, si bien su destierro habría contribuido a debilitar su ya precaria salud de una manera irreversible. Sea como fuere, Baltasar Gracián murió en el colegio jesuita de Tarazona el día 6 de diciembre de ese mismo año de 1658.
Además de esta estancia en Graus en los tres primeros meses del último año de su vida, parece más que probable que Gracián ya hubiera estado en la villa ribagorzana seis años antes en unas circunstancias bien distintas.
Adolphe Coster, en su libro antes citado, sitúa a Gracián en Graus en el año 1652. Cita una carta a Lastanosa, fechada en la población ribagorzana el 23 de noviembre de ese mismo año, en la que Gracián informaba al mecenas oscense sobre la epidemia de peste que en ese momento asolaba Graus y su comarca. Miguel Batllori y Ceferino Peralta, en su libro conjunto, y Emilio Correa Calderón y Conrado Guardiola, en sus respectivas biografías de Gracián, siguen al estudioso francés y señalan que el escritor jesuita se encontraba en Graus a finales de 1652. Según Coster, que lo aventura como hipótesis, Gracián habría sido enviado a la población ribagorzana por su amigo Esteban de Esmir, grausino de nacimiento y entonces obispo de Huesca y destacado protector de los jesuitas.
Esmir, consciente de las necesidades educativas de Graus y su comarca, había donado los terrenos necesarios para construir un colegio jesuita en su villa natal y financiado los gastos de las obras, dotando al colegio con veinte mil ducados y destinando otros mil para cada año de su construcción. El obispo habría expresado su deseo de que fueran enviados al nuevo colegio algunos padres jesuitas elegidos por él mismo. Coster cree que entre ellos estaba Gracián. Tal vez con el encargo de poner en marcha el nuevo colegio, pero también con la intención de alejarlo de los problemas que ya tenía con sus superiores por la reiterada publicación de sus libros sin licencia y por algunas denuncias presentadas contra él por sus muchos enemigos en la Compañía. En todo caso esta estancia en Graus no sería muy larga porque al año siguiente ya encontramos a Gracián en Zaragoza.
Sobre la construcción del nuevo colegio de Graus, el más septentrional de la provincia jesuita aragonesa, Coster y otros estudiosos dan algunas noticias de interés. Las opiniones sobre el lugar en que se iba a levantar el edificio eran contradictorias. Así se constata en unas líneas de una carta enviada por el general de los jesuitas al ya citado padre Franco, entonces provincial de la orden en Aragón:
“Muy debido era al señor Obispo de Huesca darle gusto enviando al nuevo colegio de Graus los sujetos que deseaba su ilustrísima para dar principio a aquella fundación. Lo mucho bueno que della y de la bondad de su sitio y disposición escribe V. R. como testigo de vista es materia de gozo; si bien nos lo ha aguado en parte otra información diferente de la que da V.R. porque dicen que el sitio es muy desacomodado, fuera de la villa, sin agua, debajo de un monte o peña muy alta, donde en invierno se han de helar de frío los moradores y en verano abrasar de calor, con otros achaques; y concluyen que ha de ser el destierro de la provincia, y que la elección de tan mal sitio se ha hecho porque era más barato”
Esta primera estancia de Gracián en Graus se habría producido a finales de 1652 y tal vez se habría prolongado algunos meses de 1653. Como en la primavera de ese año se publicó en Huesca la segunda parte de “El Criticón”, puede pensarse con cierta lógica, y en Graus es tradición transmitida, que el libro o alguna de sus partes, tal vez el final, fuera escrito en la villa ribagorzana.
Además de estas dos visitas de Gracián a la localidad, hay en Graus una presencia permanente del gran escritor jesuita. Se trata de un retrato que se encuentra en la actualidad en el Espacio Pirineos, sito en la llamada placeta de la Compañía (de Jesús) de la población altoaragonesa. El cuadro procede del antiguo colegio jesuita de Graus del que sólo se conservó su iglesia, convertida tras recientes reformas en el actual Espacio Pirineos. Tras el abandono sufrido por el colegio grausino y su posterior desmantelamiento a principios de los años setenta del pasado siglo, el retrato, rescatado casi milagrosamente y muy deteriorado, permaneció un tiempo en la sacristía de la iglesia parroquial de San Miguel. Con motivo de la celebración en 2001 del cuarto centenario del nacimiento de Gracián, fue restaurado en Zaragoza, recuperando el brillo que los años de ostracismo le habían arrebatado. Hoy puede contemplarse en el mismo edificio, totalmente remodelado, del que procedía, aquél en que residió el propio Gracián en sus dos estancias en la villa grausina.
El retrato fue pintado posiblemente a finales del siglo XVII o principios del XVIII. En la inscripción latina de la parte inferior del cuadro puede leerse con claridad "Gradibus Criticon Escripsit", esto es, que Gracián escribió “El Criticón” en Graus. Esta frase, con todas las reservas obligadas por la apretada escritura sobre una anterior frase borrada, vendría a reforzar la tesis de la estancia de Gracián en Graus en 1652 y la posibilidad de que, como la tradición ha trasmitido, allí escribiera la segunda parte de su magna obra “El Criticón”.
Sea como fuere, y por si no hubiera suficiente con las dos estancias en Graus que aquí hemos comentado, este retrato vincula para siempre con las tierras ribagorzanas al más ilustre y excepcional de los escritores aragoneses, reconocido maestro de algunas de las mejores mentes del pensamiento europeo de los últimos siglos.
Bibliografía:
Batllori, Miguel y Peralta, Ceferino, “Baltasar Gracián en su vida y en sus obras”, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1969.
Bibliografía:
Batllori, Miguel y Peralta, Ceferino, “Baltasar Gracián en su vida y en sus obras”, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1969.
Correa Calderón, Evaristo, “Baltasar Gracián, su vida y su obra”, Gredos, Madrid, 1970.
Coster, Adolphe, “Baltasar Gracián”. Traducción y notas de Ricardo del Arco, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1947.
Egido, Aurora y Marín, María Carmen (coords.), “Baltasar Gracián: Estado de la cuestión y nuevas perspectivas”, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2001
Guardiola Alcover, Conrado, “Baltasar Gracián, recuento de una vida”, Librería General, Zaragoza, 1980.
Laplana Gil, José Enrique, “Gracián y sus cartas. Problemas editoriales con una carta casi inédita de Manuel de Salinas a Gracián”, en Françoise Cazal (ed.), “Homenaje a / Hommage à Francis Cerdan”, Toulouse, CNRS - Université de Toulouse-Le Mirail, 2008, pp. 493-536.
Carlos Bravo Suárez
(Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona)
Coster, Adolphe, “Baltasar Gracián”. Traducción y notas de Ricardo del Arco, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1947.
Egido, Aurora y Marín, María Carmen (coords.), “Baltasar Gracián: Estado de la cuestión y nuevas perspectivas”, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2001
Guardiola Alcover, Conrado, “Baltasar Gracián, recuento de una vida”, Librería General, Zaragoza, 1980.
Laplana Gil, José Enrique, “Gracián y sus cartas. Problemas editoriales con una carta casi inédita de Manuel de Salinas a Gracián”, en Françoise Cazal (ed.), “Homenaje a / Hommage à Francis Cerdan”, Toulouse, CNRS - Université de Toulouse-Le Mirail, 2008, pp. 493-536.
Carlos Bravo Suárez
(Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona)
Imágenes: Retrato de Baltasar Gracián expuesto en Espacio Pirineos de Graus y Colegio de los jesuitas en Graus, derruido a principios de los años setenta del pasado siglo XX y cuya iglesia es hoy el Espacio Pirineos de la capital ribagorzana.
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