sábado, 31 de diciembre de 2011

DE LAS VILAS DEL TURBÓN A OBARRA POR UN SENDERO CON HISTORIA

De nuevo con mis amigos del Centro Excursionista de la Ribagorza, realicé hace unos meses una recomendable y atractiva excursión por algunos parajes poco conocidos del valle del Isábena. Se trató de un recorrido por un tramo del PR-HU123 que fue acondicionado no hace mucho y que conecta algunas pequeñas poblaciones ribagorzanas situadas entre las faldas del Turbón y las orillas del río Isábena.

Iniciamos la caminata en Las Vilas del Turbón, población conocida por sus aguas mineromedicinales y su balneario. Situado a los pies del Turbón, a 1.378 metros de altitud, su caserío se distribuye en dos barrios. En el más oriental se encuentra la arruinada casa Garuz, un notable edificio del siglo XVII que fue reproducido en el Pueblo Español de Barcelona con motivo de la Exposición Internacional de 1929.

De Las Vilas a Brallans, poblaciones ambas del municipio de Torre la Rivera, hay aproximadamente dos kilómetros que se pueden hacer por una pequeña carretera asfaltada o por el PR-HU123 que desemboca en ella. Pertenecen ya a Brallans dos lugares que se encuentran a la derecha de nuestro camino. Por un sendero señalizado llegamos en pocos minutos a la ermita de San Antonio, construcción popular situada en un mirador con un panel explicativo. Poco antes de entrar en Brallans y junto a la carretera, se encuentra la fuente del Molladal, topónimo que significa lugar húmedo, construida con las piedras de una anterior ermita en ruinas dedicada a San Julián.

Brallans, cuya primera cita documentada como Villa Bradillanis se remonta al año 1004, es una pequeña localidad de cuatro casas denominadas Pallás, Campet, Nadal y Chuanvigo. Desde el punto de vista arquitectónico la más destacada es la casa Campet, construida en 1780 y conservada con pocos cambios. El PR-HU123 se toma a la entrada del pueblo a la izquierda de la carretera que viene de Las Vilas y, tras pasar junto a las dos únicas casas del lugar que quedan habitadas, desciende hacia el barranco de la Llera, que se atraviesa por un pequeño puente.

Desde Brallans a las Casas de San Aventín hay aproximadamente una hora de camino. San Aventín, hoy deshabitado, constituía antiguamente una casa única perteneciente a una importante familia ribagorzana. De ese núcleo original salieron posteriormente tres casas: la llamada propiamente de San Aventín o casa Pedro y las casas Juan y del Arrendador. Hoy hay una cuarta que pertenece a una familia procedente de Brallans y residente en Graus.

La primera cita histórica de San Aventin es del año 1007. Su iglesia es una construcción destacable que tiene un origen románico y que principalmente durante el siglo XVI sería ampliamente reformada y transformada. La visita del interior del templo resulta hoy algo peligrosa, pero exteriormente muestra todavía un aceptable grado de conservación. Tiene un ábside poligonal con dos pequeñas capillas laterales que componen una llamativa cabecera trebolada. Sobre la portada original de arco de medio punto queda hoy un hueco que antes ocupaba un crismón trinitario que, según algunas viejas fotografías, contenía las letras VE (Victorian Eclessiae), indicadoras de la dependencia de esta iglesia del lejano y poderoso monasterio sobrarbense de San Victorián. En el lado de poniente se levanta una espadaña de doble ojo. Tanto por este lado como por el sur el templo está rodeado por otros edificios adheridos que lo constriñen en exceso y le restan algo de atractivo.

Caminando por el PR-HU123, desde San Aventín hasta Visalibons tardamos poco más de media hora. Entre ambos lugares dejaremos a nuestra derecha la ermita de San Saturnino, perteneciente a la segunda de estas localidades. Es una construcción reformada recientemente y situada en lo alto de un cerro que ofrece excelentes vistas del valle del Isábena. El 29 de noviembre, día del santo patrón, los habitantes de los lugares próximos siguen subiendo a la ermita en romería.

Visalibons es un pequeño pueblo que mantiene algunos habitantes permanentes y presenta en la actualidad la mayor parte de sus casas arregladas como segunda residencia. Es algo destacable su iglesia parroquial dedicada a Santa María. En el Archivo Histórico Nacional de Madrid se conserva su acta de consagración que data del 1 de julio del año 1060. Se trata de un edificio de origen románico muy modificado en los siglos posteriores. La parte más antigua parece ser la de poniente, en la que se levanta una espadaña de doble ojo. El actual ábside poligonal -en la línea del que hemos visto antes en San Aventín- sustituiría al original a finales del siglo XVI. En la puerta de acceso, orientada hacia el sur, figura la fecha de 1590.

Justo junto a la iglesia de Visalibons arranca el tramo del PR-HU123 que nos conduce al despoblado Raluy, perteneciente ya al municipio de Beranuy, hasta hace poco denominado Veracruz. Es tal vez, desde el punto de vista paisajístico, la parte más bonita de nuestro recorrido, que aquí transita siempre por un hermoso bosque de quejigos. En aproximadamente una hora y media llegaremos a Raluy, topónimo que algunos estiman una alteración del original Larruy. A la entrada del pueblo encontramos un pequeño local para cazadores, única construcción reciente del lugar. El resto está absolutamente en ruinas y penetrar en él resulta cada vez más complicado y difícil. No es fácil, por tanto, acceder a la arruinada iglesia parroquial de San Clemente, cuyos orígenes son claramente románicos y muy antiguas sus primeras referencias históricas.

Las primeras citas documentales de Raluy, situado en pleno corazón del entonces incipiente Condado de Ribagorza, son del siglo X. Por esa misma documentación medieval sabemos que su primitiva iglesia fue destruida por el caudillo árabe Abd al-Malik en su famosa y devastadora incursión del verano del año 1006. Sin embargo, según otro interesantísimo documento también conservado en el Archivo Histórico Nacional en Madrid, fue un martes 25 de noviembre del año 1007, sólo un año y medio después del destructor ataque sarraceno, cuando se procedió a la consagración de la nueva iglesia de San Clemente de Raluy. El acto contó con la presencia de Aimerico, obispo de Roda, del abad Galindo de Obarra y de los condes ribagorzanos Toda y Sunyer, unidos, a una edad ya madura, en un reciente matrimonio de conveniencia. Al año siguiente, los condes vendieron la villa como si fuera un yermo al abad Galindo y a la comunidad de Obarra para que procedieran a su repoblación. El ambicioso abad Galindo conseguiría así su verdadero objetivo que al parecer no era otro que el de quedarse como único dueño y señor de Raluy, lugar del que era originario.

Desde Raluy se puede descender a la carretera A-1605 por una pista de tierra. También es posible continuar hasta el pueblecito de Ballabriga y desde él bajar a Obarra por el GR-18. Nosotros tomamos otro camino que nos llevó igualmente a la citada carretera, junto a la llamada caseta de los pescadores, un poco más abajo del monasterio de Obarra. La visita a este histórico lugar ribagorzano, sobre el que ya he escrito en alguna ocasión en estas páginas, sería el mejor broche para terminar la excursión que aquí se ha descrito.

Carlos Bravo Suárez

Artículo publicado hoy en Diario del Alto Aragón.

Fotos: Las Vilas con la casa Garuz a la izquierda, Ermita de San Antonio, Casa Campet de Brallans, Iglesia de San Aventín -conjunto y puerta-, Iglesia de Visalibons -frente y ábside- Raluy y Obarra. Todas las fotos son del día de la excursión, excepto las dos primeras.

domingo, 18 de diciembre de 2011

AGRADECIMIENTO POR EL PREMIO ESTEBAN DE ESMIR

A la hora de decir unas palabras, hay en este momento una que predomina sobre todas las demás: GRACIAS. Gracias al Ayuntamiento de Graus por haberme dado este premio. Gracias a quienes me propusieron para el mismo. Gracias a las muchas personas que me han mostrado en estos días su sincero aprecio y su alegría verdadera por este galardón que no sé si merezco, pero que me satisface y me halaga sobre todo porque procede del mismo lugar en que vivo, del pueblo que hace ya doce años elegí libremente para establecer mi residencia, y donde me encuentro plenamente integrado y correspondido en convivencia cordial y mutuo aprecio.

Porque desde que me instalé en Graus con mi familia, ha ido creciendo en mí el afecto a esta comunidad, a su cultura, a su patrimonio, a sus paisajes y, sobre todo, a su gente, que tan bien nos ha acogido a lo largo de estos años. En este tiempo he procurado, a través de diferentes medios y de manera divulgativa, comprensible para la mayoría y siempre desde la total independencia, difundir los valores y atractivos de esta tierra, para que fueran más conocidos y apreciados, tanto por las gentes de fuera como por los que aquí viven y en ocasiones no valoran de manera suficiente lo que tienen cerca, porque siempre piensan que es mejor lo que está lejos. Yo he vivido aquí y allí y os puedo asegurar que también aquí he encontrado suficientes motivos y alicientes para disfrutar de una vida de calidad, digna y agradable en todos los sentidos.

Es un orgullo y un honor para mí recibir un premio que lleva el nombre de Esteban de Esmir, un hombre que hizo mucho por difundir la cultura en Graus, que impulsó la construcción de la Basílica de la Peña y fundó el colegio de los jesuitas porque creía en la necesidad imperiosa de educar y preparar a los jóvenes de esta tierra, entonces muy alejada de los centros del saber y la cultura. Él sabía, como buen humanista, que la cultura y la educación nos hacen mejores y contribuyen a sacar lo mejor de nosotros mismos. Un hombre que defendió y protegió a otro hombre sabio y culto como Baltasar Gracián cuando la maldita envidia, que en todas partes anida, se volvía contra él y pretendía destruirlo. Con el fin de alejarlo de sus enemigos, envió Esteban de Esmir a Graus a su amigo y protegido en 1652, para ayudar a poner en marcha el colegio jesuita de nuestra villa. Esmir, cuyos restos reposan en la basílica de la Virgen de la Peña, murió dos años más tarde y ya no pudo ayudar de nuevo al escritor belmontino cuando éste regresó a Graus en 1658 en peores circunstancias, desterrado por atreverse a desafiar a sus superiores publicando la tercera parte de su magna obra “El Criticón”, cuya parte segunda tal vez hubiera escrito en su anterior estancia en el colegio grausino.

También es para mí un honor y un orgullo suceder en este premio a don José María Auset Viñas, descendiente de nuestro gran Joaquín Costa, el más ilustre de los hijos de de esta tierra y de esta villa, que aunque por azar no nació en ella, a ella vino a morir y a la que siempre quiso con pasión, empeño y deseos de mejora y de progreso. Cuando modestamente me interesé por algunos aspectos de la vida de Costa y de su estudioso y biógrafo George Cheyne, el señor Auset me abrió las puertas de su casa, me proporcionó algunos libros y me honró con su amabilidad y con su conversación sabia y serena.

Quiero compartir este premio en especial con mi familia, con mi madre, con mi mujer y mis dos hijos, con mi hermana, mi cuñado y mis sobrinos. Y quiero tener un especial recuerdo para mi padre, un hombre íntegro y honrado, que me trasmitió que estos valores deben estar siempre por encima de cualquier interés material o pasajero.

No quiero olvidarme en este momento de mis amigos del Centro Excursionista de la Ribagorza, con quienes he disfrutado, en armonía y fértil convivencia, de instantes inolvidables, recorriendo nuestros hermosos paisajes y conociendo el rico patrimonio cultural de nuestra tierra.

Y, en fin, quiero compartir este premio con todos los grausinos y los ribagorzanos, con quienes este galardón y reconocimiento estrecha aún más si cabe los fuertes lazos de aprecio y de cariño que a ellos me unen. Este premio es para mí un acicate para seguir dando a esta comunidad, que tan bien me acoge y a la que tanto debo, lo mejor que en el futuro pueda seguir sacando de mí mismo.

Muchas gracias y buenas noches.

Palabras pronunciadas tras la entrega del premio Esteban de Esmir a la difusión de la cultura en Graus.

domingo, 11 de diciembre de 2011

EL DOLMEN DE SEIRA


Seira es una pequeña población ribagorzana dividida en dos núcleos: el Seira nuevo, situado junto a la carretera N-260, y el llamado Seira el Viejo, aproximadamente a un kilómetro del anterior por la carreterita que lleva a Barbaruens y al macizo de Cotiella. La población situada junto a la carretera nacional, muy encajonada y sinuosa en este tramo, es conocida también como la Colonia y data de la época en que la empresa Catalana de Gas y Electricidad construyó en el lugar una importante central hidroeléctrica. Sus obras comenzaron en 1914 y su inauguración se produjo en 1918. De la importancia de esta central da una idea el hecho de que cuando en el verano de 1929 descargó una fuerte tormenta sobre Seira se quedaron sin luz algunas instalaciones de la Exposición Universal que se estaba celebrando en Barcelona. La construcción de la central supuso un cambio extraordinario para la pequeña localidad ribagorzana, a la que llegaron más de mil personas procedentes de toda España. Junto a la carretera, que se había construido a principios de siglo, se levantaron nuevas viviendas, chalés para los ingenieros, tiendas, fondas y hasta un casino.

En fechas recientes realicé con el Centro Excursionista de la Ribagorza una excursión circular por los alrededores de Seira, por la zona conocida como la Montañeta, en la margen derecha del río Ésera. Casi al final del recorrido, antes de volver al inicio del itinerario y muy cerca de Seira el Viejo, pasamos por el llamado dolmen de Seira, al que se conoce también como el dolmen de San Nicolau, por estar situado en una partida de ese nombre donde al parecer había antiguamente una ermita dedicada a dicho santo. Como creo que se trata de un monumento megalítico muy poco conocido, y sin ser yo ningún “experto” en estas construcciones funerarias prehistóricas, me ha parecido oportuno dedicarle, con fines exclusivamente divulgativos, unas pocas líneas en estas páginas dominicales.

El dolmen de Seira se encuentra a escasamente dos kilómetros de Seira el Viejo, muy cerca de la orilla derecha del río Ésera. Desde la carretera que va a Barbaruens se toma un camino a la izquierda, aproximadamente a la altura del cementerio de Seira, y en un trayecto corto y señalizado en dirección suroeste se llega fácilmente hasta el dolmen. El monumento megalítico, cerca del cual encontramos los restos de un antiguo horno de cal, se halla junto a un pequeño bosquecillo en el que predominan los bojes, en un amplio claro, en medio de un cercado de madera junto al que encontramos un panel explicativo con más información sobre los dólmenes en general y su método de construcción que sobre el que allí se levanta en particular. Del citado panel, y de algunos otros lugares consultados, extraigo varios de los datos que vienen a continuación.

Los dólmenes son sepulcros megalíticos prehistóricos utilizados para inhumaciones colectivas que se construyeron principalmente en la vertiente atlántica europea durante el final del Neolítico y el Calcolítico o Edad del Cobre, entre dos y tres mil años antes de Cristo. Los dólmenes encontrados en nuestra provincia se sitúan en la zona pirenaica. Algunos, en los altos valles septentrionales; otros, en las sierras exteriores más meridionales. Su distribución suele coincidir con el itinerario de caminos tradicionales, cabañeras para el ganado o pasos importantes y estratégicos. Esto hace pensar que estas construcciones tal vez tuvieran relación con la vida pastoril y que, además de su carácter funerario, sirvieran también como posible delimitación de territorios. En este sentido, el dolmen de Seira se encontraría en el camino que unía los valles fluviales del Ésera y el Cinca.

La palabra “dolmen” procede etimológicamente del bretón. Los términos “dol” y “men” significan respectivamente “mesa” y “piedra”. El dolmen de Seira, como todos los dólmenes pirenaicos, es de los considerados de construcción sencilla. Tiene una planta prácticamente cuadrangular y consta de dos grandes losas de piedra laterales, llamadas ortostatos, sobre las que se coloca una losa de mayores dimensiones denominada cubierta. Destaca en éste la gran diferencia entre el aspecto pesado y voluminoso de la losa horizontal y los ortostatos relativamente pequeños que la soportan. La parte posterior del dolmen se cierra con piedras, dejando de esta manera una única cámara que comunica directamente con el exterior. Como suele ser habitual en este tipo de construcciones, esta abertura se orienta en dirección al este.

En el recientemente publicado y muy recomendable libro Cinco rutas con los cinco sentidos por el valle de Benasque y la Ribagorza, de la escritora ribagorzana Carmen Castán, leo que fue en el año 1997 cuando Pablo Perigot, educador y experto en arte, y José Antonio Castán, entonces párroco de Seira, dieron a conocer la existencia de este dolmen. Fueron los arqueólogos José Luis Ona y María Fernanda Blasco quienes reconocieron el monumento megalítico que posteriormente fue estudiado en mayor profundidad por la doctora Blasco. El dolmen de Seira pasó a ser catalogado como monumento funerario prehistórico y como tal aparece en el libro Megalitos del Alto Aragón, editado por Prames en 2007 inaugurando la colección Losa Mora.

Hay en la Ribagorza otras construcciones prehistóricas de gran interés como el menhir de Merli, en el municipio de Isábena, y los dólmenes escondidos en los impresionantes bosques de Cornudella de Baliera, en el término de Arén. También en las proximidades de Benabarre se encuentran los dólmenes del Mas de Abad y del Mas de Balón. En los Llanos del Hospital de Benasque y en las laderas del monte Turbón, sendos círculos de piedras han sido considerados asimismo como monumentos megalíticos prehistóricos.

Carlos Bravo Suárez.

Artículo publicado hoy en Diario del Alto Aragón.

lunes, 5 de diciembre de 2011

CARIBOU ISLAND

Caribou Island. David Vann. Mondadori. 276 páginas.

Con Caribou Island, su segunda novela, David Vann se ha revelado como un magnífico escritor a tener muy en cuenta dentro del panorama narrativo estadounidense actual. Aunque hoy vive en San Francisco, Vann nació y pasó su infancia en Alaska, lugar donde ha ambientado sus dos novelas publicadas hasta la fecha en nuestro país. En realidad, Sukkwan Island, editada a comienzos de este mismo año por la editorial Alfabia, formaba originalmente parte de un conjunto de relatos que en inglés se tituló Legend of a Suicide.

Caribou Island cuenta la historia de Irene y Gary, un matrimonio que lleva treinta años casado pero cuya relación se ha ido complicando hasta un punto que parece irreversible. Gary se empeña en construir una cabaña en la pequeña, salvaje e inhóspita isla que da título al libro y que se halla en medio de un frío lago de Alaska. Deseoso de revivir la experiencia de frontera de los antiguos pioneros, se embarca con su mujer en una aventura sin sentido que destapará todas sus frustraciones y desconfianzas mutuas.

Además de Gary e Irene, sus dos hijos -sobre todo Rhoda y en menor medida Mark-, tienen un importante papel en la novela. Rhoda, que aspira a no pasar apuros económicos, se ha prometido con Jim, un dentista que desde el primer momento planea serle infiel con mujeres más jóvenes. Mark se busca la vida en los trabajos de pesca y en el tiempo libre se coloca con la bebida y las drogas sin ninguna otra aspiración en la vida. Los otros personajes de la novela son una pareja joven que pasa unos días de vacaciones en un camping junto al lago. Monique es una chica caprichosa que aprovecha su atractivo para buscar experiencia excitantes cuyos gastos nunca corren de su cuenta. Carl es una víctima de sus devaneos que acaba finalmente abriendo sus llorosos ojos a la realidad.

El relato muestra unas relaciones en las que el egoísmo impera por encima de la sinceridad y los sentimientos. La novela destaca sobre todo por la penetración psicológica con que se retrata a los personajes. Con trazos profundos e intensos en el caso de Irene y Gary, y con pinceladas más breves pero suficientemente explícitas en los demás. A veces parece detenerse en exceso en la descripción de los trabajos de construcción en la cabaña en la isla, pero inmediatamente la acción avanza de nuevo, sobre todo en el plano psicológico. También Alaska y sus paisajes tienen una importante presencia en el relato.

Heredero de algunos de los mejores novelistas estadounidenses, David Vann logra crear en Caribou Island una fascinante historia que entreteje relaciones diversas. Algunas, atormentadas y complejas; otras, más frívolas e interesadas. En cualquier caso, siempre convincentes y literariamente brillantes.

Carlos Bravo Suárez

jueves, 1 de diciembre de 2011

LA ELECCIÓN AL SENADO

En las pasadas elecciones deposité mi papeleta en la urna correspondiente al Congreso de los Diputados; me abstuve, sin embargo, de votar al Senado. Apenas he visto reflejados en los medios de comunicación en los días posteriores a los comicios los resultados electorales de la Cámara alta. ¿Tiene hoy el Senado alguna utilidad? En estos tiempos de ahorro necesario, ¿no sería una buena medida suprimir este gasto inútil o convertir esa Cámara en algo necesario y eficaz? ¿O es que hay que colocar a determinados políticos en una poltrona para premiarlos por los servicios anteriormente prestados? Por mi parte, no pienso volver a votar al Senado hasta que no vea de verdad que su existencia sirve para algo. No se me ocurre de momento, como ciudadano de a pie, otra forma de protestar que dejando de depositar mi voto en la urna correspondiente a dicha Cámara. Tal vez si fuéramos muchos los que lo hiciéramos así, se replantearía su actual existencia. O quizás ni nos enteraríamos del dato de esa abstención porque ningún medio de comunicación la recogería y le daría la difusión necesaria.

Carlos Bravo Suárez

Carta publicada hoy en el diario El País.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/eleccion/Senado/elpepuopi/20111201elpepiopi_12/Tes