domingo, 25 de enero de 2015

LA NOCHE MÁS OSCURA


"La noche más oscura”. Ana Alcolea. Anaya Editorial. 2011. 280 páginas.

Como ya he escrito aquí en alguna otra ocasión, por mi trabajo debo leer y recomendar con cierta frecuencia algunos libros de literatura juvenil. Así llegué no hace mucho a “La noche más oscura”, de Ana Alcolea (Zaragoza, 1962), una de las voces más destacadas de la literatura para jóvenes de nuestro país. Autora de un buen número de novelas de notable calidad, con “La noche más oscura” la escritora zaragozana obtuvo el VIII Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil del año 2011. Se trata de un libro con una buena edición en tapa dura y un precio razonable, cuya lectura es muy recomendable para estudiantes de institutos de enseñanza secundaria.

“La noche más oscura” transcurre en Noruega. Mercedes y su hija adoptada Valeria, de quince años y de origen chino, van a pasar unas tranquilas vacaciones en un alejado faro situado en una pequeña isla cercana a la costa. El lugar está regentado por Lars y su hijo adolescente Williams, que viven en una casa cercana y han perdido recientemente a su esposa y madre respectivamente. La parte quizás más obvia del relato es la relación que se establece entre ambas parejas casi simétricas de sexos opuestos. Sin embargo, la novela tiene otra línea argumental mucho más densa e interesante. En ese mismo lugar, hubo durante la Segunda Guerra Mundial un campo de trabajo de prisioneros rusos a los que los ocupantes nazis obligaban a construir una base aérea que facilitara la conquista de Inglaterra y acelerara la toma de Rusia por los alemanes. Un episodio histórico que se revela a las atípicas turistas españolas en una sugerente mezcla de sueños y fantasmas del pasado, realidad histórica y lectura veraniega de viajero que lee sobre el lugar al que viaja.


En un breve apéndice añadido al final del libro, se desvela la génesis de la novela por parte de su autora. Todo surgió a partir de un viaje a Noruega que Ana Alcolea y su marido realizaron en el verano de 2010. Antes de subir a una lancha para ir a un faro situado en una pequeña isla, los viajeros realizaron una parada en un almacén que hoy alberga un museo sobre la Segunda Guerra Mundial. Durante los años 1941 y 1942, el lugar se convirtió en una cárcel donde los ocupantes nazis encerraron a casi doscientos prisioneros rusos que durante el día trabajaban en la construcción del anteriormente citado aeropuerto. En el museo había fotos tomadas por los propios nazis y se citaban los nombres de algunos de aquellos prisioneros de guerra, muchos de los cuales murieron por los efectos del frío. A partir de esos datos, como ella misma indica, la realidad y la ficción se mezclaron en la memoria de la escritora y surgió esta magnífica novela. Un relato bien contado, entretenido y ameno, con una equilibrada dosis de suspense para mantener hasta el final la atención del lector.

“La noche más oscura”, dirigida especialmente a jóvenes lectores pero que también gustará a los adultos, es una novela que mezcla de manera sugerente y atractiva los mundos reales y ficticios, el pasado y el presente, donde la historia, la imaginación, la literatura y los sueños caminan de la mano por las frías y remotas tierras escandinavas.

Carlos Bravo Suárez

jueves, 22 de enero de 2015

DESDE PANO HASTA TRONCEDO

                               Pano
                                Bosque
                                Ermita de San Vicente
                                Ermita de San Vicente - interior
                                Iglesia de Caneto
                                Camino
                                De Caneto a Trillo
                                Subiendo a Trillo
                                            Roble cerca de Trillo
                                Llegando a Trillo
                                Trillo
                                Trillo
                                Iglesia de Trillo
                                Trillo
                               Iglesia de Salinas de Trillo
                                Iglesia de Salinas de Trillo
                                Casa Palacio de Salinas de Trillo
                                Ermita de San Victorián del barrio de Santángel de Troncedo
                                Iglesia de San Esteban de Troncedo
                                Castillo de Troncedo
                                Troncedo
                                Ermita de San Antón de Pano
                                Ermita de San Antón de Pano
                                Ermita de San Anton de Pano
                                       Ventana de la ermita de San Antón de Pano


El pasado año recorríamos en estas mismas páginas la etapa del GR-1 que por tierras ribagorzanas lleva desde Graus hasta Pano pasando por Grustán. Hoy describiremos en estas líneas la etapa siguiente de este sendero histórico de gran recorrido, el itinerario que lleva de Pano a Troncedo y que discurre casi en su integridad por las tierras más orientales del Sobrarbe.

A Pano se puede llegar desde Graus por la carretera HU-V-6441, que se toma a la salida de la capital ribagorzana en dirección a Benasque, justo en la curva de entrada al puente que cruza el río Ésera. A unos diez kilómetros de ese punto, y tras pasar por Panillo y el desvío al templo budista Dag Shang Kagyu, llegamos a la llamada collada de Pano, donde abandonamos la HU-V-6441, que continúa hacia Troncedo y Tierrantona, para tomar a nuestra izquierda una antigua pista recientemente asfaltada que en poco más de un kilómetro nos lleva a Pano. Algo antes de llegar a esta pequeña localidad, a poco más de cinco minutos andando desde la carretera, se encuentra la ermita de San Antón, una rústica y hermosa construcción románica de triple ábside que al parecer formó parte de un antiguo monasterio medieval dedicado a San Juan Bautista.

De Pano a Caneto

Desde Pano (894 m.), un poco antes de su iglesia parroquial de San Miguel, actualmente en fase avanzada de restauración, debemos girar a la derecha y pasar al otro lado de las casas de la localidad, hoy propiedad del infatigable Kurt Fridez, un suizo afincado desde hace años en estas tierras. Una bajada también por la derecha nos lleva hasta un pequeño barranco. Ya siempre por un bosque mixto de pinos y encinas, y siguiendo las marcas rojiblancas, llegaremos al cabo de una media hora a otro barranco algo más caudaloso llamado de San Vicente. Desde allí iniciamos una subida por un terreno de lastras en cuyo final encontramos a nuestra izquierda un poste indicador que nos dirige a la ermita de San Vicente, una pequeña construcción de tipo popular a la que llegamos enseguida y desde la que tendremos amplias vistas del valle del Cinca.

Tras visitar la ermita, regresamos al GR-1 y continuamos  por una pista de tierra que abandonamos a los pocos metros para tomar un sendero a nuestra izquierda –atención a las marcas en este punto– y adentrarnos de nuevo en un espeso bosque. Durante un rato veremos en la otra ladera, frente a nosotros, la casa conocida como La Selva, antes de que el sendero desemboque en una pista que, por nuestra izquierda, nos deja en pocos minutos en Caneto (750 m.). Desde Pano hasta aquí habremos recorrido unos 5,5 kilómetros en algo menos de hora y media.

Caneto es una pequeña localidad habitada por nuevos pobladores llegados al lugar hace ya varias décadas. Hoy, una de sus casas es un establecimiento de turismo rural y el pueblo respira paz y tranquilidad por los cuatro costados. Desde la ermita que preside su pequeña plazuela, hay que girar a la derecha y tomar una pista que va descendiendo hacia el noroeste. Sin hacer caso de los desvíos que quedan a nuestra izquierda, seguimos recto en suave bajada. La hilera de cipreses que flanquea nuestro camino por su margen derecha puede servirnos de referencia ante la escasez de marcas.

El barranco del Salinar

Cuando la pista se va desdibujando y termina, hay que estar atento para tomar un sendero a nuestra derecha. Desde aquí hasta Trillo, el camino está muy mal marcado y necesitaría una nueva señalización. Nos internamos otra vez en el bosque, cruzamos un pequeño barranco y, al poco rato, descendemos de manera más pronunciada hasta el barranco del Salinar o barranco de Trillo que suele vadearse sin problemas. Desde la otra orilla se inicia una corta pero empinada subida que, en paralelo al viejo camino que hace tiempo quedó intransitable, nos lleva a la localidad de Trillo, cuya silueta en lo alto de la ladera ya hace un rato que divisamos. De Caneto a Trillo hemos recorrido sólo un par de kilómetros en aproximadamente cuarenta y cinco minutos.

Trillo (660 m.), repartido en tres pequeños barrios, llamados La Plaza, Planiello y O Tozalón, es una localidad que ha recuperado varias de sus casas, en las que creo que hay ya una presencia humana permanente durante todo el año. También su iglesia barroca del siglo XVII, dedicada a San Andrés, ha sido recientemente arreglada y el pueblo ya no presenta el aspecto ruinoso de hace un tiempo.

Desde Trillo hasta Salinas de Trillo, el GR-1 transita por el kilómetro y medio de carretera asfaltada que une las dos localidades. Abajo, a nuestra derecha, discurre el barranco del Salinar, que durante siglos proporcionó la riqueza de ambas poblaciones. Sus salinas abastecían de sal a los pueblos vecinos del valle de la Fueva e incluso a los de la montaña de Benasque. En Salinas de Trillo (780 m.), destaca su bonita iglesia románica de la Asunción, no hace mucho restaurada, que queda a la izquierda de nuestro camino, y, junto a la carretera, se levanta la casa Palacio, una casona torreada posiblemente originaria del siglo XVI.

El primer tramo del GR-1 que lleva de Salinas a Troncedo sigue la carretera durante casi un kilómetro. A la derecha de la calzada, un poste indicador nos manda por una pista de tierra que a los pocos metros hay que abandonar para tomar un sendero que sale a nuestra izquierda. El camino asciende sin pausa por un terreno de margas que se conoce en la zona como las Saltaderas.

Troncedo

Al cabo de unos 45 minutos desde nuestra salida de Salinas de Trillo, entraremos en Troncedo por el barrio bajo o de Santángel, que esconde la restaurada ermita románica de San Victorián, antes de San Miguel, con ábside de bóveda de horno y espadaña de doble ojo sobre su puerta de entrada.

Enseguida llegamos a la parte alta del pueblo, donde destacan el castillo y la iglesia parroquial. El primero es un torreón en ruinas de base pentagonal que data del siglo X y fue mandado construir por el rey Sancho el Mayor como defensa de la frontera sur de sus posesiones. La iglesia parroquial de San Esteban es del siglo XII, aunque con añadidos posteriores, tiene ábside semicircular y una torre de tres plantas que data del siglo XVI. Troncedo (1.008m.) es un pueblo arreglado y acogedor, que, como todos los que hemos recorrido en nuestro itinerario (salvo Pano perteneciente a Graus y a la Ribagorza), está hoy incluido en el extenso municipio sobrarbense de La Fueva. Aquí termina la descripción de esta etapa del GR-1, sendero histórico cuyo recorrido continúa, en dirección oeste y sentido descendente, hacia Formigales y Tierrantona.

Datos técnicos:

Distancia: 12 Km.
Tiempo: 3 horas 15 minutos, aproximadamente y sin las paradas.
Desnivel positivo: 680.
Desnivel negativo: 530.
Tipo de recorrido: travesía.

Carlos Bravo Suárez
(Centro Excursionista de la Ribagorza)

Artículo publicado hoy en el Suplemento “Aragón, un país de montañas”, de Heraldo de Aragón.

Fotos del recorrido, muchas de ellas tomadas a finales de diciembre de 2014. Ordenadas siguiendo el itinerario -excepto las cuatro últimas que son de la ermita de San Antón, situada un poco antes de llegar a Pano-  y con descripción al pie de cada una de ellas.

domingo, 18 de enero de 2015

DEL COLOR DE LA LECHE

                                             
      
“Del color de la leche”. Nell Leyshon. Sexto Piso. 2014. 176 páginas.

“Del color de la leche”, de Nell Leyshon, fue mi última lectura del pasado 2014 y uno de los libros que más me gustaron de los leídos durante el año que acaba de terminar. Por eso, coincido plenamente con el buen gusto y criterio mostrados por el gremio de libreros de Madrid, que eligió esta novela como la mejor de las publicadas el pasado año en nuestro país.

Galardonada en varias ocasiones en el Reino Unido por sus obras teatrales, Nell Leyshon (Glastonbury, Inglaterra, 1961) es una escritora más conocida por su brillante trayectoria como dramaturga que como novelista. En España, creo que “Del color de la leche” es hasta ahora su única obra publicada. Un absoluto acierto de la editorial Sexto Piso, cuya edición traducida por Mariano Peyrou va precedida por un breve prólogo de Valeria Luiselli.

“Del color de la leche” es una novela ambientada en la Inglaterra rural del siglo XIX, entre las primaveras de 1831 y 1832. El relato está escrito en primera persona por la joven Mary, que tiene quince años y nació con el pelo del color de la leche y un defecto en una pierna que la hace cojear cuando camina. Mary vive con su abuelo, sus padres y sus tres hermanas en una granja que obliga a toda la familia a trabajar sin tregua y sufrir numerosas privaciones. Su abuelo enfermo es su preferido, mientras que odia al despótico padre que descarga sobre sus hijas su brutalidad y la frustración de no haber tenido un hijo varón. Analfabeta y sin más mundo que su granja pero espontánea, sincera hasta el descaro y con una gran inteligencia natural, Mary es enviada a la vecina casa del rector de la comarca para que cuide de la mujer de este, que padece una enfermedad terminal. En su nueva residencia, la joven descubrirá un mundo diferente al suyo y aprenderá a leer y a escribir, pero se verá sometida a nuevas e insospechadas ataduras y pagará un alto precio por su aprendizaje.

“Del color de la leche” es una novela realista y conmovedora, “un texto lleno de belleza y espanto”, un relato tan hermoso como desgarrador. En un ambiente bucólico, de verdes colinas y mugientes vacas, se nos presenta una realidad atroz, una familia campesina dominada por un trabajo físico extenuante y un implacable dominio patriarcal, con la supervivencia física como único objetivo. Y, al otro lado de la colina, gozne entre los dos únicos escenarios del relato, un mundo aparentemente más refinado y culto, pero dominado por las bajas pasiones y la hipocresía más descarnada y falsa. Pocos son los personajes de la novela, pero perfectamente caracterizados con unos pocos trazos y el eco de sus actos. Sólo el abuelo, aparcado y casi olvidado por el resto de la familia, se muestra sincero y verdaderamente cariñoso con la joven narradora.

También en el estilo, la prosa y el vocabulario utilizados, la novela mantiene su realismo y verosimilitud. Es la propia Mary, que acaba de aprender a escribir, quien relata la historia a modo de confesión y carta dirigida a un interlocutor que, aunque tal vez lo adivine antes, el lector no conoce del todo hasta el final. Y así, la escritura se revela también como un arma única de comunicación y denuncia, que permite a Mary, con su lenguaje directo y espontáneo pero todavía balbuciente, desahogar su angustia y componer una hermosa y desgarradora novela.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 11 de enero de 2015

UN BARBA AZUL ESPAÑOL Y SIBARITA

     
 “Barba Azul”. Amélie Nothomb. Anagrama. 2014. 144 páginas.

“Barba Azul” es un cuento de origen popular que entró en la literatura culta europea a finales del siglo XVII de la mano del escritor francés Charles Perrault. La novelista Amélie Nothomb (1966) publicó en Francia en 2012 una versión libre de la historia que recientemente Anagrama ha editado en nuestro país con traducción de Sergi Pàmies. Además de algunos cuentos y relatos breves, la escritora francesa de origen belga y nacida en Japón es autora de veintidós novelas, a razón de una por año desde que inició su prolífica carrera literaria en 1992. Después de “Barba Azul”, Nothomb ya ha publicado una nueva narración en el país vecino, “La Nostalgie heureuse”, que aún no ha sido traducida a nuestro idioma.

En “Barba Azul”, Amélie Nothomb ha modificado, a su antojo y de manera absolutamente libre, la historia del ogro mujericida que ha transmitido la tradición, aunque manteniendo los elementos esenciales del cuento de Perrault. Aquí, Barba Azul es Elemirio Nibal y Mílcar, un rico y refinado aristócrata español de apellidos cartagineses, gran conocedor de la historia de la Inquisición y lector de Ramón Llull y Baltasar Gracián, que alquila a muy buen precio entre las candidatas que se presenten una parte del magnífico piso palacete donde vive aislado del mundo en París. A pesar de que las siete mujeres anteriormente elegidas han desaparecido misteriosamente, son bastantes las que, atraídas por el lujo, el morbo, la curiosidad o el buen precio del hospedaje, se presentan ante el anuncio del extraño aristócrata. La joven Saturnine, una atractiva y culta profesora belga, que compartía un pequeño piso con una compañera, se convierte en la nueva coinquilina del lujoso palacete parisino, donde existe un misterioso cuarto oscuro al que la recién llegada tiene vedado el acceso bajo la amenaza de recibir un terrible castigo si desobedece la prohibición. Entre exquisitas comidas, fastuosos regalos y la ingestión del champán francés más caro y lujurioso, la lista Saturnine va siendo progresivamente seducida tal vez más por el lujo y la curiosidad ilícita que la embarga que por el solitario y megalómano aristócrata que nunca abandona sus aposentos y con quien mantiene deliciosas, sutiles y prolongadas conversaciones. A través de esos suculentos diálogos a cualquier hora del día o de la noche, ambos personajes se van descubriendo y acercándose al sorprendente e inesperado desenlace de su aventura común.

Magníficamente escrita, con el ritmo adecuado y una suave tensión creciente, este “Barba Azul” de Amélie Nothomb combina a la perfección el humor, la fantasía, la ironía, la perversión, el horror, el absurdo, la erudición, la metafísica y hasta unas gotas de alquimia para convertir en oro el color amarillo del champán o de los huevos fritos. A partir de un cuento tradicional muy popular en Francia, la escritora belga ha escrito una divertida y encantadora novela corta, llena de ingenio y de talento literario. Una deliciosa fábula en la que una engañosamente dulce Caperucita –que llega a dudar entre comer o ser comida– se acaba zampando al lobo feroz entre copa y copa del mejor champán francés.

Carlos Bravo Suárez
            

domingo, 4 de enero de 2015

LA MUERTE DEL PEQUEÑO SHUG


                             
 “La muerte del pequeño Shug”. Daniel Woodrell. Alba Editorial. 2014. 216 páginas.

            Hace algo menos de un año, reseñé en esta sección “Los huesos del invierno”, de Daniel Woodrell  (Springfield, Misuri, 1953). Una novela sobria, realista, impactante y dura que había sido llevada al cine en una magnífica película, dirigida por Debra Granik y protagonizada por una jovencísima Jennifer Lawrence, que ganó el festival de cine independiente de Sundance de 2010 y tuvo cuatro candidaturas a los premios Oscar. Gracias al film, conocimos la novela homónima que el año pasado publicó en España la exquisita Alba Editorial. Descubrimos así a un excepcional novelista a quien grandes escritores, como Dennis Lehane o George Pelecanos, consideran un autor esencial e imprescindible de la narrativa norteamericana contemporánea. La misma editorial Alba publicó en 2014 “La muerte del pequeño Shug”, no menos cruda e impactante que la anterior y también inscrita en lo que, en expresión acuñada por su autor, se ha venido en denominar "country noir".

            Como “Los huesos del invierno”, “La muerte del pequeño Shug” transcurre en las montañas de Ozark, en el estado de Misuri, cerca de la frontera con Arkansas, en una de las zonas más pobres y socialmente más deprimidas de los Estados Unidos. El propio Daniel Woodrell nació y vive en esas montañas, a las que, como explica en una apéndice del libro, llegaron gentes procedentes de Kentucky y Tennesse –entre ellos su familia– que consideraban que esos estados eran “demasiado civilizados y fácilmente gobernables”. En la región viven numerosos alcohólicos y drogadictos, que fabrican metanfetaminas en sus cocinas y llevan una vida llena de instintivo primitivismo, degradación y violencia.

            Si la protagonista de “Los huesos del invierno” era una chica de dieciséis años con un padre en la cárcel y dos hermanos pequeños y una madre loca a quienes cuidar, el principal personaje de “La muerte del pequeño Shug” es Morris "Shug" Atkins, un niño gordito de trece años que vive con su atractiva pero cada vez más alcoholizada madre Glenda, quien está dominada por Red Akins, un pequeño delincuente enganchado a las drogas y presunto padre de Shug, al que no duda en utilizar, ejerciendo sobre él la violencia física cuando lo cree necesario, para efectuar robos de medicinas a enfermos de la zona. El niño se verá obligado a vivir una serie de situaciones extremas que lo llevarán a un precipitado, terrible y emocionalmente impactante final de la infancia, que el autor ha sintetizado con precisión en el metafórico título de la novela.

            Como no puedo extenderme mucho más en estas líneas, reproduzco unas palabras de Dennis Lehane en uno de los anexos que complementan la edición española del libro y que definen perfectamente las dos obras que hasta ahora conocemos aquí de Daniel Woodrell: “Sus novelas tratan de temas escandalosos: asesinato, tribalismo, incesto y la estupidez de la regeneración a través de la violencia como concepto, sin caer en el sensacionalismo en su manera de narrarlos. Escribe, en cambio, con una claridad poética tal que su prosa parece lavada y relavada en un arroyo frío”. Probablemente las novelas de Daniel Woodrell no figurarán jamás entre las más vendidas, pero están envueltas en una afilada y salvaje poesía y pertenecen sin duda a la mejor literatura realista contemporánea.

Carlos Bravo Suárez