domingo, 26 de febrero de 2012

DE GRAUS A PANO POR EL GR-1


El GR-1 es un sendero de largo recorrido que atraviesa España de este a oeste -o viceversa- uniendo el Mediterráneo con el Atlántico desde Ampurias hasta Finisterre. También conocido como Sendero Histórico, el GR-1 recorre transversalmente nuestra provincia donde, procedente de Cataluña, comienza su itinerario en el magnífico núcleo medieval de Montañana, en la Ribagorza, para adentrarse luego en el Sobrarbe por la comarca natural de La Fueva.

Ya he escrito antes en estas páginas sobre algunos itinerarios de este histórico camino. Voy a hacerlo hoy sobre una de sus etapas ribagorzanas, la que lleva desde Graus hasta la pequeña aldea de Pano, situada ya en los límites de la Ribagorza con el Sobrarbe. Se trata de un recorrido de unos catorce kilómetros, en el que se invierte algo menos de cinco horas de una caminata que transita por un buen número de lugares de interés.

En el sentido aquí propuesto, el itinerario es en general ascendente. Partiendo de los 460 metros de altitud de Graus se llega a los 891 de Pano, tras alcanzar en el llamado Tozal Panchudo, situado a 1125 metros, el punto más elevado del recorrido. Hacer el camino en sentido contrario resultará, obviamente, algo más cómodo y menos exigente para el caminante.

El punto de partida es la histórica villa de Graus, de cuyos atractivos turísticos, entre los que destaca sobremanera su magnífica Plaza Mayor, ya he tratado aquí en varias ocasiones. Tanto si la tomamos como inicio o como final de nuestra excursión, la capital ribagorzana merece una pausada y tranquila visita que nos permita descubrir sus numerosos encantos.

De Graus saldremos por la carretera A-139 en dirección a Benasque. Al llegar a la zona conocida como Regrustán, donde se encuentra el camping del mismo nombre, debemos tomar una pista a la izquierda de la carretera. En su inicio encontramos las pertinentes tablillas indicadoras que irán reapareciendo en los momentos claves del sendero y que, junto a las marcas rojiblancas del GR, nos ayudarán a seguirlo sin dificultad en todo momento.

Siempre en ascenso, al cabo de cuatro kilómetros y medio, y tras aproximadamente una hora y media de caminata, llegaremos al pueblo de Grustán. Antes, aproximadamente a mitad del recorrido y a la izquierda de nuestro camino, sale un sendero bien marcado que nos lleva a la llamada ermita de los Templarios. Se trata de las ruinas de una antigua construcción románica situada en la “ubaga” (zona sombría) de Grustán, en un sorprendente paraje escondido entre un espeso bosque de pinos. Sobre esta ermita, dedicada a San Miguel, escribí en este diario un artículo hace ya unos cuantos años. Ahora, en un tiempo aproximado de un par de horas, es posible realizar un atractivo itinerario circular perfectamente señalizado entre Graus y la ermita, que según la tradición pudo haber sido construida por la orden del Temple entre los finales del siglo XI y los inicios del XII.

Pero, siguiendo nuestra ruta, habíamos llegado hasta el despoblado Grustán, una pequeña localidad cuyo caserío está hoy en ruinas aunque conserva integra y exteriormente restaurada su magnífica iglesia románica dedicada a Santa María. Grustán se levanta sobre una amplia elevación rocosa que constituye una verdadera fortaleza natural. Esta privilegiada ubicación le proporcionó sin duda una destacada posición estratégica durante los siglos medievales. La calidad de su iglesia, construida con grandes sillares que conservan numerosas marcas de cantería, da una idea de la pasada importancia del lugar.

Tras atravesar el arruinado caserío de Grustán, el sendero desciende de nuevo a la pista por la que habíamos subido desde Graus. Siguiéndola siempre en ascenso, y tras dejar atrás un cruce de caminos bien señalizado, llegaremos hasta lo alto de la sierra de Torón, más conocida aquí como sierra de San Martín o de Panillo. A Panillo se puede bajar por el PR-HU149 cuyo arranque quedará a nuestra derecha. A San Martín, ermita de construcción popular perteneciente al municipio de Secastilla, se llega en pocos minutos por un sendero que arranca a la izquierda del GR-1. La ermita de San Martín se encuentra situada en un escarpado mirador con hermosas vistas sobre el pantano de El Grado, ya en la vertiente del río Cinca.

Retornando a nuestro camino, tras dejar a la izquierda el llamado mirador de Malterrero, iniciaremos una fuerte bajada que, por el dibujo que describe sobre la ladera de la sierra, es conocida como “la zeta”. Ya al final de este pronunciado descenso, un corto desvío a nuestra derecha nos lleva a las ruinas del castillo de Panillo, históricamente tal vez más conocido como castillo de Pano. Estamos ante una importante fortaleza medieval cuyo recinto amurallado fue sometido a una necesaria limpieza no hace demasiados años. Quedan, ahora bien visibles, los restos de una torre cilíndrica y de la iglesia castrense de Santa Engracia. El lugar tiene magníficas vistas y desde él se domina un amplio territorio en la divisoria de los valles del Ésera y el Cinca.

De nuevo en la pista principal, en pocos minutos llegaremos a la collada de Pano, una pequeña explanada donde el camino que hemos seguido hasta aquí se encuentra con la carretera HU-V-6441 que une Graus con Tierrantona por Panillo, Troncedo y Formigales. En este punto encontramos la ermita de la virgen de la Collada, de planta rectangular, sin ábside, con un pequeño pórtico en la entrada y con un moderno retablo de madera en su interior.

Desde aquí arranca a nuestra izquierda una pista engravada que en poco más de un kilómetro nos lleva a Pano. Es necesario dejarla brevemente algo antes de llegar a este pequeño pueblo para, tomando un sendero señalizado a nuestra derecha, visitar la magnífica ermita románica de San Antón, que fue posiblemente parte de un antiguo monasterio dedicado a San Juan Bautista. La ermita actual es una construcción austera y hermosa, con tres ábsides semicirculares de arquillos ciegos y una rústica y artística ventana en su muro meridional, en el que se abre la actual puerta de acceso. El interior, desnudo y humilde, invita a la meditación y al sosiego. Restos de las pinturas murales que lo decoraban se conservan en el Museo Diocesano de Barbastro. La ermita de San Antón, declarada Bien de Interés Cultural en 1983, merece una detenida visita que sorprenderá sin duda al caminante.

Nosotros continuaremos nuestro camino y volveremos a la pista que de inmediato nos conduce a Pano. El pueblo, hasta hace unas décadas en absoluta ruina, ha sido rehabilitado por su actual propietario, Kurtz Fridez, un suizo que recaló hace ya unos años en estas tierras y sigue hoy permaneciendo en ellas. En la actualidad tiene muy avanzada, a través de la Fundación Pano, y tras un laborioso y meritorio trabajo, la reconstrucción de la antigua iglesia parroquial de esta pequeña localidad que se halla situada en un paraje rocoso de gran belleza. Pano constituye el final de la etapa del GR-1 que hemos recorrido en estas líneas. Desde aquí, el Sendero Histórico continúa en dirección a Troncedo y La Fueva, ya en la comarca del Sobrarbe.

Carlos Bravo Suárez.

Artículo publicado en Diario del Alto Aragón.

Fotos: Plaza Mayor de Graus, iglesia de Grustán, castillo de Panillo, ermita de San Antón de Pano y pueblo de Pano.

LA CAÍDA DE COLOMBIA

El ruido de las cosas al caer. Juan Gabriel Vásquez. Alfaguara. 2011.

El ruido de las cosas al caer fue la novela ganadora del prestigioso Premio Alfaguara en 2011. Su autor, Juan Gabriel Vásquez, es un escritor colombiano, afincado en Barcelona desde 1999, que ha publicado anteriormente con excelente acogida un par de novelas, una recopilación de relatos y otra de ensayos literarios, una breve biografía de Joseph Conrad y algunas traducciones al español de escritores de habla inglesa.

El ruido de las cosas al caer es una historia en dos tiempos: el presente narrativo y la reconstrucción en flash-back de un periodo anterior que se sitúa entre los finales de los años sesenta y la década de los ochenta del pasado siglo XX. Ambos planos temporales transcurren en Colombia, un país del que el autor hace una crítica incisiva y mordaz que incluye desde el insoportable ascenso de la violencia promovida por el narcotráfico hasta la insólita decisión pasada de situar la capital del estado en Bogotá, uno de los lugares a priori más inhóspitos de su extensa geografía. En muchos momentos del libro, el autor parece llevar a cabo un verdadero ajuste de cuentas con su propio país y con su capital.

La novela está contada en primera persona por Antonio Yammara, un profesor universitario, recién casado y padre de una hija, que sufre graves heridas en el atentado que cuesta la vida a Ricardo Laverde, compañero de los billares con quien aquél paseaba al ser éste tiroteado por unos sicarios en moto. A partir de ese momento Yammara sentirá interés por conocer la verdadera personalidad de Laverde y, a través del encuentro con la hija de éste, reconstruirá su pasado y el de su mujer Elein, una estadounidense muerta poco tiempo antes en un accidente de aviación. Esa reconstrucción del ayer, desde que ambos se conocieron cuando ella era voluntaria pacifista en Colombia y él empezaba a trabajar como piloto de aviación, es en parte la crónica de la evolución del propio país, con unos personajes que desde el idealismo y la lucha contra el supuesto imperialismo yanqui acaban encontrando en el narcotráfico una forma rápida y aparentemente fácil de enriquecerse.

Sin embargo, no estamos ante una novela de corte histórico y social sino ante un relato profundamente literario, con una escritura fluida y rica, y con algunas páginas de gran belleza poética. Por ejemplo, cuando en una visita de Yammara a la casa museo del poeta José Asunción Silva, se integra de manera admirable en la narración su hermoso poema “Y eran una sola sombra larga”. También hay momentos de una intensa tristeza, en los que la presencia del pasado y el peso del recuerdo alcanzan una densidad casi insoportable para los personajes.

El ruido de las cosas al caer es una magnífica novela, sin duda merecedora del importante galardón literario con que fue premiada el pasado año.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 19 de febrero de 2012

TODOS LOS CUENTOS DE RAMÓN GIL NOVALES

Cuentos completos. Ramón Gil Novales. Prensas Universitarias de Zaragoza e Instituto de Estudios Altoaragoneses. 325 páginas.

Ramón Gil Novales (Huesca, 1928) es un magnífico escritor todavía no suficientemente conocido en la tierra que lo vio nacer. Afincado en Barcelona desde su juventud, es dramaturgo, novelista, traductor y autor de relatos breves. La concesión en 2008 del Premio de las Letras Aragonesas significó un merecido reconocimiento a su trayectoria literaria y ha contribuido en cierta manera a una mayor difusión de su obra, que por sus características literarias tal vez se encuentre inevitablemente alejada de los gustos mayoritarios.

Cuentos completos reúne, como su título indica, toda la obra narrativa breve de Ramón Gil Novales. La edición corre a cargo de José Domingo Dueñas Lorente, quien escribe un espléndido y didáctico prólogo titulado La narración como modo de conocimiento. Son cincuenta y cinco cuentos que pertenecen a cuatro libros de épocas cronológica diversas y alejadas entre sí: Preguntan por ti (1974), El sabor del viento (1988), ¿Por qué? (2005) y el hasta ahora inédito El sueño y la arboleda (2011). Aunque hay unas constantes literarias comunes a todos ellos, cada libro se inscribe en mayor o menor medida en las corrientes estéticas propias del momento en que fue escrito. Hay por ejemplo en los primeros relatos algunos usos literarios, como la mezcla de diversas voces narrativas sin solución de continuidad, que remiten a William Faulkner o a la influyente Tiempo de silencio de Luis Martín Santos. Sin embargo, los cuentos de su segundo libro tal vez tengan más paralelismos con los relatos de Borges o Cortázar, y los más recientes perfeccionan si cabe la estilización anterior y, en algunos casos, conectan la vejez con la infancia de una manera circular, respondiendo quizá a la actual situación vital del propio autor.

Los cuentos de Gil Novales se caracterizan por su considerable brevedad, próxima a veces a la de los llamados microrrelatos. Tal vez sus características principales sean la extrema concisión y la elipsis en su plano formal, y un cierto pesimismo metafísico unido al afán de conocimiento del ser humano en lo que a su contenido y temática se refiere. Dentro de la brevedad imperante, destaca la ausencia casi total de referencias geográficas concretas que permitan situar espacialmente de manera precisa los sucesos y situaciones que se narran. Sí hay, sin embargo, en el habla de algunos de los personajes giros y expresiones que desvelan claramente su origen altoaragonés.

Gil Novales se muestran como un magnífico escritor también en este género literario, un verdadero orfebre del relato corto al que dota de una calculada ambigüedad para obligar al lector a saborear despacio y con verdadero deleite cada una de las pequeñas golosinas narrativas que componen esta espléndida colección de cuentos.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 12 de febrero de 2012

EL CASTILLO DE SERRADUY ENTRE LA VILETA Y LA FEIXA

Serraduy es una pequeña población ribagorzana cuyo caserío se dispone en varios barrios por la ladera que desde la orilla izquierda del río Isábena asciende hacia el este por las faldas de la sierra de Sis, en dirección al Coll de Vent y la Paúl de Iscles.

Junto a la carretera A-1605 se encuentra el barrio conocido como Serraduy del Pon, que toma su nombre del bonito puente medieval de tres ojos que atraviesa el río Isábena. Al otro lado del puente topamos con la pequeña iglesia de San Lorenzo, construcción popular con amplia y llamativa puerta de arco de medio punto. La estrecha conjunción de roca y agua convierte a este barrio ribereño en un rincón verdaderamente hermoso y pintoresco.

La iglesia parroquial de Serraduy es la dedicada a San Martín que hoy está en ruinas. Se halla situada al noreste del Pon, en otra pequeña agrupación de casas que se denomina el Barrio o el Barri. La iglesia, aunque profundamente modificada con formas neoclásicas durante el siglo XVIII, tiene orígenes románicos, con presencia todavía visible del arranque de la antigua bóveda.

A poca distancia del Barrio se encuentra el pequeño núcleo de la Vileta, situado a algo más de dos kilómetros de Serraduy del Pon. La carretera llega hasta la casa Olario y, a escasa distancia de ésta, en dirección al este, se halla la pequeña ermita románica dedicada también a San Martín y restaurada hace unos años, con criterios tal vez discutibles pero con resultados funcionales, por mosén José María Lemiñana, el famoso párroco de Roda que restauró numerosas iglesias ribagorzanas antes de su fallecimiento en 2009. Si bien históricamente sólo se usaría para el culto del caserío aledaño, hoy, tras su restauración y a causa del estado ruinoso de la parroquial, hace las veces de ésta para la escasa y dispersa población de la localidad. Es de nave rectangular con bóveda de cañón y ábside semicircular canónicamente orientada al este. En su lado occidental, tiene una pequeña espadaña simple dotada de campana. La puerta de acceso a la ermita, originariamente situada en el muro meridional, se abre hoy en dirección al norte.

Desde la casa Olario de la Vileta, sale una pista de tierra que en aproximadamente media hora nos lleva a la ermita de la virgen de la Feixa, un lugar con gran belleza y encanto. La construcción religiosa se halla situada debajo de las impresionantes paredes verticales de la sierra de Sis, en cuyas elevadas oquedades suelen anidar los buitres. La ermita de la Feixa (palabra cuyo significado es faja o pequeña explanada) es de datación muy antigua. La construcción originaria se remonta probablemente a los inicios del siglo XI. Es de nave rectangular, con bóveda de cañón de cinco tramos, orientada al este, aunque su ábside original le fue amputado en algún momento del pasado para construir allí, detrás del altar, una sacristía. Esta fue derribada en el año 2003 por el citado mosén José María Lemiñana, que reconstruyó el desaparecido ábside imitando su forma semicircular románica. Una espadaña con añadido reciente de ladrillo y doble vano se levanta mirando al mediodía. Hoy se accede al interior de la ermita por dos puertas, una abierta al sur y otra a poniente. Sobre esta última destaca una preciosa ventana geminada, probablemente el elemento del templo con más antigüedad y mayor belleza de todo el conjunto. Junto a la ermita se levanta la vivienda del ermitaño, que estuvo habitada hasta no hace demasiado tiempo. Aún hoy una persona de Serraduy, conocedor como nadie de todos los rincones de la zona, es conocida con el sobrenombre de “El ermitaño” por haber nacido y vivido un tiempo en esa casa de la Feixa.

Mucho menos conocidos que los lugares hasta aquí descritos son los restos del antiguo castillo de Serraduy. Conseguí llegar hasta ellos gracias a la guía y las informaciones de mi amigo Joaquín Sesé, de Capella. Se sitúan a la izquierda del camino que lleva desde la casa Olario de la Vileta hasta la ermita de la virgen de la Feixa. Poco después de la citada casa hay que subir campo a través, andando alrededor de media hora, hasta lo alto de un cerro rocoso que se conoce en el lugar como el Castell. El topónimo parece corroborar, por tanto, la existencia de lo que sería un pequeño castillo o torre de vigilancia del que, sin embargo, apenas hay documentación escrita.

En el lado norte del citado cerro puede verse lo que son al menos tres hileras de sillares que, aunque mimetizados en parte con la roca, resultan evidentes al acercarse más al lugar. No es mucho el espacio que queda en lo alto del cerro del Castell, pero desde allí se domina buena parte del valle del Isábena en su tramo medio. Desde esta magnífica atalaya se divisan perfectamente las poblaciones de Roda de Isábena y La Puebla de Roda, así como los cuatro barrios de Serraduy: el Pon, el Barri, la Vileta y Riguala. Por otro lado, hay también una perfecta conexión visual con el cerro donde se hallan los escasos restos del castillo de Güel y con la ermita de la virgen de las Rocas de esta misma localidad. También con lugares donde pudo haber otros puntos de vigilancia como Rin de la Carrasca o Chordal. Rodeando la base del cerro del Castell, nos encontramos en su parte occidental con un pequeño túnel, que al menos a primera vista más parece ser obra de la propia naturaleza que de la mano del hombre.

Como ya he dicho, no he encontrado documentación alguna sobre el castillo de Serraduy, pero su existencia parece segura a la vista de los restos descritos y del topónimo con que se conoce el emplazamiento en que éstos se hallan. Este y otros lugares como los aquí referidos hacen de Serraduy uno de los pueblos más interesantes del tranquilo y solitario valle del Isábena.

Carlos Bravo Suárez.

Artículo publicado hoy en Diario del Alto Aragón.

Imágenes: Cerro del Castell, restos de un muro del castillo, túnel en el cerro del Castell, ermita de la Feixa -cuatro, la cuarta es la bonita ventana geminada, ermita de la Vileta y puente de Serraduy e iglesia de San Lorenzo.

VICIOS OCULTOS EN LA BARCELONA PIJA

El verano de los juguetes muertos. Toni Hill. Grijalbo. 2011. 372 páginas.

El verano de los juguetes muertos es la primera novela de Toni Hill (1966), un escritor de nombre y origen británicos aunque nacido en Barcelona, donde hasta ahora ha trabajado en el mundo editorial y como traductor al español de diversos autores de habla inglesa. Editada a finales de 2011, su obra de debut en la narrativa es una de las apuestas de la editorial Grijalbo para esta temporada literaria.

El verano de los juguetes muertos es una novela negra ambientada en la Barcelona de nuestros días. En un relato que tiene muchos personajes importantes, puede considerarse como su protagonista al inspector Héctor Salgado, un hombre solitario y taciturno, padre de un hijo y separado recientemente de su mujer, con un pasado familiar difícil y algunos arrebatos que no siempre consigue controlar. A su lado aparecen otros policías como el comisario Savall o las investigadoras Martina Andreu y Leire Castro, cada cual con sus preocupaciones y vivencias personales al margen de su trabajo policial.

Sin embargo, la principal trama del libro tiene que ver con el caso del supuesto suicidio de un joven perteneciente a una familia de la burguesía barcelonesa de la parte alta de la ciudad. El caso permite destapar una serie de vicios ocultos y de turbias relaciones entre los miembros de tres familias adineradas de la que coloquialmente suele denominarse como la Barcelona pija. Una trama compleja e intrincada, con diversas ramificaciones y líneas de investigación secundarias, que, tras mantener la intriga y el suspense hasta el último momento, se resuelve de una manera tan inesperada como sorprendente.

A los ingredientes clásicos del género negro añade Toni Hill, que no en balde es licenciado en Psicología, una interesante carga de profundidad psicológica. Así el libro concede su importancia al mundo de los sueños, los deseos reprimidos o los traumas de la infancia que han marcado la personalidad de los personajes.

También la Barcelona más actual y algunos de sus barrios y ambientes sociales, a los que la modernidad ha cambiado en lo esencial menos de lo que podría esperarse, están espléndidamente descritos como telón de fondo de una novela muy intensa, que se añade desde la perspectiva del presente a la lista de novelas negras ambientadas en la siempre literaria ciudad condal.

Carlos Bravo Suárez

jueves, 9 de febrero de 2012

LA DERIVA DE LOS PARTIDOS

Pocas veces he leído en El País –y soy lector asiduo de este diario prácticamente desde su fundación- un artículo tan certero y directo como el titulado ¿Ha dicho usted ideas políticas?, firmado por Félix de Azúa el pasado 7 de febrero. ¿Alguien sabría decir en qué ideas políticas se diferenciaban Rubalcaba y Chacón en la recién terminada campaña por la secretaría general del PSOE? ¿No será que a la mayoría de los votantes en el congreso de Sevilla les preocupaba sobre todo quién iba a controlar los empleos y sueldos del partido ahora que éstos escasean como nunca?

¿No estará ocurriendo cada vez más a las claras que los partidos políticos son ya estructuras que trabajan sobre todo para mantener los sueldos de sus burocracias dirigentes cuya principal preocupación no son los problemas de los ciudadanos sino cómo mantenerse en sus cargos? La sensación cada vez más extendida entre la ciudadanía de que las cosas son así, ¿no exige una renovación real y a fondo del funcionamiento de los partidos para que éstos no se alejen cada vez más de la sociedad a la que dicen representar y a la que se deben por encima de cualquier otro interés particular?

Carta publicada hoy en el diario El País.

domingo, 5 de febrero de 2012

EL PUNDONOR, LA QUEJA Y EL AMOR FRUSTRADO

Memorias. Joaquín Costa. Edición de Juan Carlos Ara. Larumbe. 570 páginas.

La conmemoración del primer centenario de su muerte ha sido bastante fructífera en lo que respecta a la edición de libros sobre Joaquín Costa. Hace unos meses nos congratulábamos aquí de la reedición del libro Joaquín Costa, el gran desconocido, del hispanista inglés George G. J. Cheyne. Ahora lo hacemos por la publicación, a finales del pasado año, de las Memorias del gran polígrafo altoaragonés en una magnífica edición del profesor Juan Carlos Ara Torralba.

Las Memorias de Costa comprenden las anotaciones manuscritas que, a modo de diario, el León de Graus agrupó en cuatro cuadernillos entre los años 1864 y 1878. A ellos se suman unas pocas hojas sueltas que recogen algunas notas escritas por Costa entre agosto de 1878 y febrero de 1880. Abarcan por tanto y principalmente las vivencias del Costa joven, desde los 18 hasta los 34 años. Se inician con su llegada a Huesca procedente de Graus y terminan con el final de su intensa, turbulenta y a la postre tremendamente frustrante relación con la joven oscense Concepción Casas. En el intervalo conocemos de primera mano los años en la capital altoaragonesa en casa de su tío Hilarión Rubio, la experiencia parisina en la Exposición Universal de 1867, o el periodo como estudiante universitario en Madrid acuciado por la soledad y los apuros económicos.

El tono quejumbroso y fatalista que impregna todas las Memorias queda definido apenas Costa inicia su escritura el 15 de junio de 1864: “Mi vida entera ha sido un tejido de pesares y lágrimas porque el maldito pundonor que sin duda alguna ha puesto la naturaleza en mí en abundancia ha sido la única causa que me ha atraído, atrae y atraerá constantemente desgracias de todo género”. Sin duda ese pundonor a flor de piel hará sufrir enormemente a Costa, pero no es menos cierto que gracias a él consigue superar como un titán con voluntad de hierro los múltiples obstáculos que su humilde origen y su pobreza le van poniendo en el camino.

Destaca como honda vivencia amorosa en primera persona el contenido del cuarto cuadernillo de estas Memorias, donde se describen de manera detallada el torrente de sentimientos y la pasión extenuante que desata en Costa la relación con la joven Concepción Casas entre los veranos de 1877 y 1878. Esas páginas constituyen la impresionante y desnuda confesión íntima de un hombre que vive a los treinta años la pasión desbordante de un primer amor que le hace sufrir hasta lo indecible. Este fracaso amoroso supone el final de una etapa de la vida de Costa y, desgraciadamente para sus posteriores lectores, significa también el abandono definitivo de la redacción de sus memorias.

Carlos Bravo Suárez