domingo, 25 de octubre de 2015

EL CUERPO DEL DELITO

                              

                                           
             “El cuerpo del delito”. Varios autores. 2015. 296 páginas.

Con la exquisitez y buen gusto a que nos tiene acostumbrados, la editorial Siruela ha reunido en “El cuerpo del delito” trece relatos policiacos clásicos escritos entre la segunda mitad del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX. La selección, prólogo, traducción y notas han corrido a cargo de Juan Antonio Molina Foix, quien destaca especialmente en una brillante introducción con un amplio y muy erudito recorrido por la historia del género policiaco, desde sus antecedentes más antiguos hasta su plasmación moderna en la literatura anglosajona decimonónica, que se cierra con una completísima relación bibliográfica.

El propio J. A. Molina Foix indica los criterios seguidos en su selección: “Esta antología no pretende ser exhaustiva por razones obvias de espacio, pero si al menos representativa del género policiaco en sus numerosas variantes, desde sus prolegómenos y fundación hasta los años veinte del siglo pasado, punto de inflexión que marcó el nacimiento de la llamada novela negra, en la que la solución del enigma ya no constituye la única razón de ser del texto y el personaje central, el investigador aficionado que trata de desentrañarlo, va desapareciendo en provecho del profesional, sea policía o detective privado, que incluso a veces se ve reemplazado por un periodista cuando no por un criminal o un gangster”.

Ordenados cronológicamente según la fecha de su edición, los trece espléndidos relatos que componen “El cuerpo del delito” aparecen firmados por autores tan sobresalientes como Edgar Allan Poe, Carles Dickens, Wilkie Collins, Mark Twain, Oscar Wilde, Arthur Conan Doyle, Jack London y G.K. Chesterton; a los que acompañan otros tal vez no tan conocidos del gran público, pero también literariamente destacados, como Nathaniel Hawthorne, la Baronesa Orczy, Maurice Leblanc, Jacques Futrelle y Richard Austin Freeman. Desde luego, dentro de una amplia variedad y originalidad de enfoques, todos los textos muestran una alta calidad literaria y constituyen sin excepción pequeñas joyas del relato policiaco más clásico. Un verdadero deleite para el lector del género.

“La catástrofe de Mr. Higginbotham”, de Nathaniel Hawthorne, está protagonizado por un chismoso vendedor ambulante de tabaco que extiende, modificándola a su gusto y con antelación, la noticia de un asesinato en el que acabará viéndose envuelto. De Edgar Allan Poe se ha seleccionado el relato “Tú eres el hombre” que, aunque no figura entre los más conocidos de los suyos, destaca por la presencia de las pistas falsas y por el hecho de que el culpable sea el personaje menos esperado. De Charles Dickens, gran conocedor de los bajos fondos y los mundos del hampa, se han elegido “Tres anécdotas de detectives”, ingeniosas y divertidas. Una delicia supone la lectura de “Cazador cazado”, del maestro Wilkie Collins, con la presencia de un presuntuoso y ridículo investigador recomendado a dedo por sus superiores. “El robo del elefante blanco”, de Mark Twain, es una divertida y cómica parodia del mito del detective. El sentido del humor y la ironía predominan también en el “El crimen de Lord Arthur Savile”, una ácida sátira de la sociedad victoriana, tan característica en Oscar Wilde. No podía faltar un relato, en este caso el no muy conocido “La banda moteada”, en el que el Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle muestra su brillante ingenio y su prodigiosa capacidad deductiva. Entre la alta sociedad y el juego se mueve el relato de la Baronesa Orczy, titulado “Asesinato en Regent’s Park”. Jack London frecuentó poco el género policiaco, pero está a la altura con “La historia del hombre leopardo”, una breve narración de celos y domadores donde aparece un inusitado método de asesinato. “El arresto de Arsène Lupin”, de Maurice Leblanc, está narrado desde un sorprendente enfoque y protagonizado por el famoso ladrón de guante blanco. En “El problema de la celda número trece”, de Jacques Futrelle, el profesor Van Dusen, conocido como La Máquina Pensante, va a poner a prueba su prodigiosa inteligencia. Métodos exclusivamente científicos y muy detallistas utiliza el brillante detective Dr. Thorndyke en “La lentejuela azul”, de Richard Austin Freeman. La antología se cierra con “Pasos sospechosos”, de G. K. Chesterton, protagonizado por el famoso Padre Brown, que una vez más no revela el nombre del delincuente al que descubre.

            Trece deliciosos relatos policiacos clásicos que, aunque escritos en su mayoría hace más de cien años, tienen la cualidad de no pasar nunca de moda.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 18 de octubre de 2015

MONASTERIO

                                             

“Monasterio”. Eduardo Halfon. Libros del Asteroide. 2014. 122 páginas.
            
Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971) es uno de los más destacados escritores latinoamericanos actuales. También uno de los que tienen una biografía más llamativa y peculiar. Descendiente de judíos libaneses y polacos, nació en Guatemala, estudió ingeniería industrial en Estados Unidos, fue catedrático de literatura en su país natal y, en lengua española, ha publicado casi una docena de libros, algunos de los cuales han recibido premios literarios en nuestro país, donde residió algún tiempo hace unos años.  Fue la valenciana editorial Pretextos la que dio a conocer aquí su obra, publicando “El boxeador polaco” (2008), “La pirueta” (2010), “Mañana nunca lo hablamos” (2011) y “Elocuencias de un tartamudo” (2012). Libros del Asteroide, que tomó el relevo el pasado año con la publicación de la novela “Monasterio”, acaba de editar muy recientemente el libro de cuentos “Signor Hoffman” (2015).
            
“Monasterio” es una novela corta en la que, como en otros libros de Halfon, se mezclan lo autobiográfico y la ficción. En este caso, el narrador –en primera persona y claro alter ego del autor pues también se llama Eduardo– viaja con su hermano desde Guatemala hasta Israel para asistir a la boda de una hermana más joven que va a casarse en Jerusalén. Tanto ella como su novio, que proceden de Brooklyn, son fanáticos practicantes del judaísmo más ultraortodoxo. Casualmente, en el aeropuerto, Eduardo se encuentra con una sensual y atractiva azafata a la que había conocido en un bar de Guatemala cuando ella era soldado israelí y viajaba durante unas vacaciones por el país centroamericano. Por otro lado, para completar el mosaico temporal y espacial del relato, el narrador recuerda también la muerte de su abuelo, tras la cual viajó a Polonia para visitar la casa de Varsovia en la que había residido su antepasado.
           
Eduardo, que se declara judío sólo a veces, pronto se cansa de los novios y de su viaje por el Jerusalén más ortodoxo. En una de las visitas previas a la boda, al ver a un rabino cubierto hasta casi la asfixia por un montón de “talit” o mantos sagrados del judaísmo, el autor concluye que “lo que debería salvarle lo estaba ahogando”. No duda pues en abandonar ese mundo cerrado y asfixiante de la ortodoxia religiosa para centrarse en Tamara y su belleza. Con ella viaja por Israel, se incomoda en parte con algunos aspectos de la sociedad de aquel país y vive en las playas del Mar Muerto momentos de intenso erotismo con la hermosa, seductora y desinhibida azafata.
            
Escrita a modo de diario, con saltos al pasado y a los recuerdos que  provoca el presente, y con un lenguaje a veces poético y siempre musical, “Monasterio” es una novela sugerente y hermosa donde se mezclan diferentes momentos, reflexiones y secuencias  y donde no sólo el judaísmo y su carga histórica y familiar están presentes. Como ha explicado el propio Halfon, su literatura “es una búsqueda de raíces, de comprender la identidad, mi identidad”. Pero, está claro que esa identidad no es nunca una esencia sacrosanta e inalterable, sino la búsqueda inagotable de uno mismo. Así lo vive el propio escritor con su alter ego narrativo cuando, ante el enfrentamiento árabe-israelí, reivindica la suma de identidades, pues él mismo tiene antepasados que fueron a la vez árabes y judíos. Por eso nos parece tan atractiva esa parte final del libro donde se relatan diversos casos en los que, disfraz sobre disfraz, la mitificada identidad queda veladamente oculta en aras de la supervivencia.

Monasterio” es el penúltimo de los libros de Eduardo Halfon publicados en nuestro país. Espero no tardar mucho en leer “Signor Hoffman”, su más reciente libro de cuentos. Y disfrutarlo tanto como he disfrutado con la lectura de “Monasterio”.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 11 de octubre de 2015

EL MAL CAMINO

        
                                       
              “El mal camino”. Mikel Santiago. Ediciones B. 2015. 432 páginas.
        
Mikel Santiago (Portugalete, 1975) obtuvo un considerable éxito con su anterior novela “La última noche en Tremore Beach” (Ediciones B, 2014), una adictiva intriga psicológica que transcurre en Irlanda y cuyo protagonista es un músico recién divorciado que compone bandas sonoras para películas. El libro ha sido traducido a numerosos idiomas y sus derechos han sido adquiridos por la productora de Alejandro Amenábar para ser adaptado al cine próximamente.  Un año después, y en la misma editorial, el escritor vizcaíno repite esquema y género narrativos con su nueva novela “El mal camino”, otro emocionante thriller que logra enganchar al lector desde sus primeras páginas.

“El mal camino” transcurre en las idílicas tierras de la Provenza francesa, donde millonarios y artistas buscan un tranquilo y agradable refugio lejos del estrés y el bullicio. Allí se ha instalado, con su mujer y su hija adolescente, el exitoso escritor de novelas de acción Bert Amandle, narrador del relato en primera persona. La historia comienza cuando, también procedente de Londres, llega al lugar Chucks Basil, un músico de rock que busca recuperar la creatividad y el éxito tras una etapa emocionalmente inestable por sus problemas con el alcohol y las drogas. Chucks, que es amigo de Bert desde sus tiempos más jóvenes, confiesa a este que atropelló a una persona en una carretera local con su potente Rover. Tras su huida inicial, el sentimiento de culpa le hizo volver al lugar de los hechos y confesar el atropello a la policía. Sin embargo, no parece haber quedado rastro del suceso y todos creen, por sus antecedentes, que todo es producto de la imaginación y los desequilibrios psicológicos del músico. Sólo Bert lo cree en parte y, al iniciar su propia investigación, se va a encontrar con la existencia de una extraña clínica de desintoxicación de adicciones en las proximidades del lugar del supuesto accidente. Enseguida empiezan a suceder algunos acontecimientos misteriosos e inquietantes cuyas causas el escritor va a intentar desentrañar en solitario y contra todos.

Esta segunda novela parece confirmar la habilidad de Mikel Santiago, cuyos referentes literarios son sobre todo Patricia Highsmith y Stephen King, para lo que él llama el thriller de guante blanco, que en su caso transcurre en pequeñas y tranquilas comunidades idílicas y en ambientes de personas económicamente acomodadas. “El mal camino” mezcla con soltura, ritmo trepidante y buena administración, el misterio, el terror y la intriga psicológica. A ello se añade una adecuada ambientación geográfica y social, unos personajes principales oscuros y atormentados y una pequeña pero eficaz dosis de los problemas que el narrador protagonista del relato tiene con su pareja y con su rebelde hija adolescente y rockera.

Un aspecto muy bien tratado en el libro es el de la incertidumbre y la duda, y cómo puede destruirse por completo la credibilidad de un individuo y hacerlo pasar, falsa y premeditadamente, por loco y desequilibrado. Más aún  si ha tenido algún comportamiento anterior que permite a sus detractores utilizarlo como argumento con la garantía de ser creídos por casi todos. Y la impotencia del acusado para luchar contra esas falsas acusaciones y conseguir que alguien pueda creer su versión.

“El mal camino” es un libro efectista y entretenido, aunque, y pese a su creciente intriga, vaya de más a menos desde su atrayente primera parte hasta su desenlace. Como él mismo ha confesado en alguna entrevista, a Mikel Santiago le interesa sobre todo llegar a muchos lectores, sin pretender otra cosa que hacerles pasar un buen rato con sus historias. Sin duda logra sus objetivos, aunque para ello tenga que hacer algunas importantes concesiones literarias en sus novelas.


Carlos Bravo Suárez

domingo, 4 de octubre de 2015

EL PENTATEUCO DE ISAAC


                         

“El Pentateuco de Isaac”. Angel Wagenstein. Libros del Asteroide. 2015.  320 páginas.

“El Pentateuco de Isaac” es la primera y más conocida de las novelas de Angel Wagenstein (Plovdiv, Bulgaria, 1922). Fue publicada en 1998 y supuso el inicio de una ambiciosa trilogía dedicada al destino de los judíos en la Europa del siglo XX, que completaría más tarde con “Lejos de Toledo” (2002) y “Adiós, Shangai” (2004). Las tres obras han sido publicadas en España por Libros del Asteroide, que ahora reedita la primera en su colección Décimo Aniversario. Antes de dedicarse a la literatura como narrador, Wagenstein, que actualmente reside en Sofía, había realizado una brillante carrera como guionista y director de cine.

Como reza su subtítulo, “El Pentateuco de Isaac” trata “sobre la vida de Isaac Jacob Blumenfeld durante dos guerras, en tres campos de concentración y en cinco patrias”. Contada en primera persona, y obviamente dividida en cinco partes o libros, la novela narra el periplo de un sastre judío de Galitzia (antiguo territorio del Imperio Austrohúngaro, actualmente dividido entre Polonia y Ucrania) durante la primera mitad del siglo XX. Blumenfeld fue sucesivamente ciudadano del Imperio Austrohúngaro, Polonia, Rusia, Alemania y Austria, sufrió las dos guerras mundiales y fue internado en los campos de concentración del nazismo y en los centros de reeducación del estalinismo en la Siberia más fría y oriental, cercana al Polo Norte.

Lo más destacable del relato es que la tremenda tragedia vivida por el personaje es narrada con ironía y sentido del humor, convirtiendo el fondo dramático de la historia en un relato lúcido y divertido, plagado de chistes y anécdotas que parecen suavizar formalmente las terribles convulsiones que sacudieron al continente europeo durante el pasado siglo y que distancian en cierto modo al lector del horror que se describe. Wagenstein mezcla literariamente de una manera admirable y magistral lo cómico y lo triste, el humor y la tragedia.

La vida y la suerte de los personajes –el protagonista, su suegro el rabino, su mujer, sus hijos, sus jefes militares–, los vaivenes y tragedias, las separaciones y reencuentros, la salvación y el castigo, todo parece estar regido por el capricho y el azar más absolutos. El atolondrado joven al que su tío lleva a Viena para que conozca mujer en un prostíbulo parece una víctima propicia de la guerra y la crueldad que le van a tocan vivir; sin embargo, su capacidad de adaptación al medio y el azar del destino le permiten salir vivo de la carnicería que se lleva por delante a casi todos sus compañeros de viaje.

Tanto el autor como su protagonista son judíos y, desde luego, ese es un aspecto continuamente presente en “El Pentateuco de Isaac”, que, sin embargo, no es en absoluto un libro que trate a la manera de tantos otros el drama de los judíos en la Europa del pasado siglo. El tratamiento de Wagenstein es singular y diferente y la novela es única y extraordinaria. También en este aspecto del libro el autor aplica continuamente el humor y la ironía y, aunque siempre con el drama como fondo, se repiten numerosos chistes sobre judíos que hacen que casi siempre la risa se eleve y triunfe sobre la tristeza. Wagenstein no es religioso y el propio Dios judío es objeto de su ironía desde la cita inicial de la novela: "Si Dios tuviera ventanas, hace tiempo que le hubieran roto los cristales". El propio narrador Isaac, al pensar en lo que les ha pasado a los judíos a lo largo de los tiempos y en su condición de pueblo elegido, llega a exclamar: “¡Gracias, Dios mío, por el honor tan alto!, ¿pero no pudiste escoger a algún otro pueblo?”

“El Pentateuco de Isaac” es una novela excepcional y hay que agradecer a la estupenda editorial Libros del Asteroide que haya publicado la obra narrativa de Angel Wagenstein en nuestro país. Tras la magnífica experiencia de la lectura de este libro, uno se queda con las ganas de leer cuanto antes los otros dos que componen la trilogía judía de este extraordinario escritor ya nonagenario.

Carlos Bravo Suárez