domingo, 29 de noviembre de 2009

AÑOS DE INTERNADO

Los hermosos años del castigo, Fleur Jaeggy, Tusquets, 2009, 118 páginas

Fleur Jaeggy (Zurich, 1940) es un escritora suiza que escribe en lengua italiana y que responde probablemente a lo que, tal vez en términos algo pedantes, suele denominarse autor de culto. Es poco conocida, no tiene demasiada obra publicada, rehúye aparecer en los medios de comunicación, cultiva una literatura original y diferente y no tiene muchos lectores aunque absolutamente fieles y apasionados. Los hermosos años del castigo es su novela más conocida. Fue publicada en Italia en 1989 y ahora Tusquets, con su buen gusto habitual, la ha reeditado en su colección Andanzas.

Los hermosos años del castigo es una novela corta, escrita en primera persona por una narradora que desde su madurez recuerda los años que en su infancia y adolescencia pasó en diversos internados femeninos, principalmente en el Bausler Institut, situado en el cantón suizo de Appenzell, junto al lago Constanza, y destinado a hijas de familias ricas. El lugar es un microcosmos cerrado donde las jóvenes adolescentes, alejadas de un mundo exterior que apenas visitan, establecen entre sí relaciones de amistad, exclusión, rechazo, atracción o simpatía. Verdadera fascinación, mezcla de devoción intelectual y atracción erótica, es lo que siente la narradora por Frédérique, una nueva interna que destaca por su autodisciplina y una inteligencia y una belleza hieráticas, una casi perfección fría y distante que excluye de su mundo al resto de compañeras. Pese a todos los intentos por conquistarla, la narradora nunca acaba de ser aceptada por Frédérique, que se convierte en la verdadera protagonista de la novela.

Fleur Jaeggy cultiva una escritura de extraña y fascinante belleza, que destila una pasión contenida y una aguda sensibilidad, con un estilo breve y conciso, de frases cortas y afiladas como sentencias o epitafios. En la novela se describe, siempre en menor medida que a Frédérique, a otras internas, como la igualmente atractiva pero caprichosa e insípida Micheline, o a la pareja que regenta el internado. Asoman también unos padres ricos cuyas situaciones familiares sólo permiten dedicar a sus hijos, siempre desde la lejanía, más dinero que cariño.

Ya en el inicio del libro, con la referencia al escritor suizo Robert Walser, que estuvo recluido en un manicomio cercano al internado y se dejó morir sobre la nieve, se apuntan de manera premonitoria temas como la locura y el suicidio que, en una estructura narrativa circular, reaparecerán con fuerza al final del relato.

Los hermosos años del castigo lleva la paradoja implícita en su título. En sus páginas, también la belleza y la destrucción acabarán fundiéndose.

Carlos Bravo Suárez

sábado, 21 de noviembre de 2009

POESÍA PROPIA


Fámulo, Francisco Ferrer Lerín, Tusquets, Nuevos textos Sagrados, 2009

El escritor barcelonés Francisco Ferrer Lerín, afincado en Jaca desde hace años, fue, como se recuerda con frecuencia, un autor influyente en los poetas que, tras la famosa antología de J. M. Castellet publicada en 1970, fueron conocidos como los novísimos. Algunos críticos denominaron a Ferrer Lerín madre nutriente de aquel movimiento y otros llegaron a considerarlo como el décimo novísimo. Tal vez por no ser del todo asimilable a ella no fue incorporado a tan privilegiada nómina.

Ferrer Lerín publicó tres libros de poesía en 1964, 1971 y 1987, y en el año 2006 reunió una selección de su obra poética anterior en Cuidad propia, libro que, en sus páginas finales, contenía algunos textos inéditos. En su último libro Fámulo se incluyen unos cuantos de esos poemas, entre ellos el que da título al poemario. Tres poemas de Fámulo aparecen también en la antología Veinte años de poesía, recientemente editada por Tusquets y reseñada aquí hace unas semanas. Tras un largo silencio, Ferrer Lerín ha vuelto con fuerza a la creación literaria y ha publicado, además de Ciudad propia, varias obras de diferente condición en los últimos años: la novela Níquel, El Bestiario, el misceláneo Papur y, ahora, su nuevo poemario Fámulo.

La poesía de Ferrer Lerín, como toda su obra literaria, se aleja de los cánones ortodoxos y su lectura debe abordarse desde posiciones no convencionales. Fámulo es un libro de lectura estimulante, aunque no siempre de comprensión fácil. Su temática es variada y múltiple el enfoque de los asuntos que trata. Se mezclan en él la seriedad y el humor, la crítica y el tono paródico o burlón, el lenguaje culto y el coloquial, los recuerdos del ayer y el presente más rabioso. Y todo ello en unos versos en los que los encabalgamientos sucesivos fragmentan unas frases que podrían leerse como prosa. A veces, como definiciones de enciclopedia o de diccionario.

Abundan las enumeraciones asindéticas y heterogéneas, con elementos sorprendentes en el conjunto enumerado. Hay mucha presencia de animales, y no sólo de pájaros, aunque el poema dedicado al cuervo, protagonista de otros textos del autor, resulte especialmente conseguido. Destaca el uso de nombres propios, topónimos y antropónimos, reales en ocasiones, inventados en otros, pero siempre de fonética sugerente. Y hay muchas referencias culturales pero también parodias del culturalismo al uso. En Fámulo podemos encontrar a veces una cosa y su contraria.

Un libro para leer dejándose llevar por la corriente de las palabras que se encadenan en sus versos.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 15 de noviembre de 2009

TRAS LOS PASOS DE JACK LONDON

El río de la luz, Javier Reverte, Plaza y Janés, 2009, 500 páginas.

Los libros de viajes de Javier Reverte están entre mis lecturas favoritas. Son magníficos los relatos de sus recorridos por Centroamérica, África, Grecia o el río Amazonas. En su último libro, El río de la luz, el escritor madrileño narra, con la maestría habitual, el viaje que en el año 2006 realizó por las tierras de Alaska y Canadá.

Como en obras anteriores, una buena parte del itinerario seguido en El río de la luz tiene una motivación literaria. Si en Vagabundo en África Reverte seguía los pasos del protagonista de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad y en Corazón de Ulises el periplo de La Odisea de Homero, en El río de la luz el autor sigue la estela de Jack London, quien a finales del siglo XIX participó en la carrera del oro (gold rush) que llevó a miles de personas a los yacimientos descubiertos en Alaska y Canadá. Fue en aquel viaje cuando London decidió hacerse escritor y contar los días de la fiebre del oro en unos inolvidables relatos ambientados en las frías tierras de América del Norte.

Reverte empieza la narración en la ciudad canadiense de Vancouver, desde donde, por el famoso paso del noroeste, continúa viaje hacia Alaska. Allí irá en busca del río Yukon, que nace en Canadá pero que transcurre en su mayor parte por el estado de Alaska. Emulando a los antiguos buscadores de oro y a su admirado Jack London, Reverte navega en canoa en compañía de algunos amigos por un tramo del poderoso río, entre rápidos y acantilados vertiginosos. Una aventura que resulta vivificadora para el escritor, quien ha titulado su nuevo libro El río de la luz en contraposición a su anterior El río de la desolación, pues en su navegación por el Amazonas contrajo entonces el paludismo por la picadura de un mosquito.

Reverte es un viajero siempre preocupado por conocer los aspectos culturales de los lugares que visita. Igual que en sus anteriores libros viajeros, el lector, a la vez que sigue al escritor en su recorrido, va recibiendo interesantes y amenas lecciones de geografía, de historia o de literatura. En este libro, como corresponde a la rica y salvaje naturaleza de Alaska y Canadá, también de flora y de fauna. Especialmente interesantes son las referencias a los distintos tipos de osos que pueblan aquellas lejanas tierras del Gran Norte.

Acompañar a Javier Reverte en sus diferentes viajes por el mundo constituye siempre un verdadero placer y una fascinante aventura literaria.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 8 de noviembre de 2009

UNA INTRIGA EN SALAMANCA

El manuscrito de piedra, Luis García Jambrina, Alfaguara, 2009, 316 páginas

El manuscrito de piedra fue la novela ganadora del V Premio Internacional de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza que se otorgó la primavera pasada. El autor del libro es Luis García Jambrina (Zamora, 1960), profesor de literatura española en la Universidad de Salamanca. Aunque había publicado numerosos ensayos y un par de libros de relatos, ésta es su primera novela, una interesante intriga ambientada en la Salamanca de finales del siglo XV, una época en que la agonizante Edad Media se resiste a dejar paso a las nuevas corrientes humanísticas que traerán el Renacimiento.

El protagonista de la novela es Fernando de Rojas, el enigmático autor de La Celestina, que es presentado aquí como un brillante estudiante al que, aprovechándose de que sus padres pueden ser denunciados por ser conversos, el obispo salmantino obliga a aceptar la investigación del asesinato de un famoso teólogo de la ciudad. La novela presenta así una intriga detectivesca enmarcada en una espléndida recreación histórica. Este segundo aspecto del libro es en mi opinión muy superior al primero.

Si la trama casi policial de la novela, a pesar de mantener siempre la intriga, puede parecer algo endeble en su desenlace, la inmersión histórica en la Salamanca de la época es verdaderamente notable. El autor recrea con precisión, tanto geográfica como socialmente, la vieja y hermosa ciudad castellana, sede en aquel tiempo de una de las principales universidades europeas. Se describen sus calles y plazas, sus iglesias y universidad, los alojamientos de los estudiantes, las salas de tortura de la Inquisición, las tabernas y los prostíbulos. Por cierto que la abundancia de estos últimos llevó a la construcción, por orden real, de una casa de mancebía en las afueras de la ciudad, uno de cuyos primeros visitantes será el príncipe Juan, un hijo de los Reyes Católicos que muere durante su visita a Salamanca. En la novela se atribuye a otras causas una muerte que fue considerada entonces como un caso de tuberculosis.

Aparecen en el libro algunos de los principales temas de la España de la época: la represión inquisitorial, la persecución a judíos y conversos –convertidos con frecuencia en cabezas de turco-, las diferencias entre dominicos y franciscanos, las rivalidades entre teólogos, la picaresca y los mundos marginales, los primeros fumadores del tabaco que Colón acababa de traer de América, etc. También los iniciales atisbos de un humanismo renacentista que en la Salamanca de la novela permanecen todavía, literalmente, en las catacumbas de la ciudad.

En resumen, una buena novela histórica. Más aún por su acertada recreación del pasado que por la propia ficción que narra.

Carlos Bravo Suárez

sábado, 7 de noviembre de 2009

IRONÍA Y PERDEDORES

La sombra de lo que fuimos, Luis Sepúlveda, Espasa, 2009, 174 páginas

La sombra de lo que fuimos, premiada el pasado año por la editorial Espasa Calpe, es la última novela publicada en España por Luis Sepúlveda. El escritor chileno afincado en Gijón es autor de una extensa obra literaria, con novelas de éxito como El viejo que leía novelas de amor o Patagonia Express. Su penúltimo libro La lámpara de Aladino (Tusquets, 2008) es una muy recomendable colección de relatos de viaje.

La sombra de lo que fuimos es una novela corta, casi un divertimento literario, que trata sobre el reencuentro en Santiago de tres chilenos sesentones a quienes ha tocado vivir los recientes cambios políticos de su país. Desde una férrea militancia izquierdista en los años anteriores a la llegada de Salvador Allende al poder hasta un largo y obligado exilio por diversos países europeos tras el golpe militar del general Pinochet, después de años de fracasos colectivos y personales, vuelven a encontrarse en un viejo almacén de la capital chilena. Allí esperan a un viejo y mítico anarquista -cuyo abuelo participó en 1925 junto a los españoles Durruti, Ascaso y Jover en el primer atraco con fines políticos cometido en Chile-, que los ha convocado para un supuesto plan.
Estos personajes, sobre quienes podría esperarse un tratamiento serio, dramático y algo triste, son mirados sin embargo por Sepúlveda con una ironía y un sentido del humor que provocan la sonrisa del lector en muchos momentos del libro. Y, aunque a veces rocen lo grotesco, el autor, con su manifiesta vocación cervantina, vierte siempre sobre ellos una indulgente mirada de simpatía y ternura.

Conocemos sus años de delirante militancia, su creencia casi religiosa en los principios socialistas, las peleas entre las diferentes tendencias de la izquierda chilena, las expulsiones -como excomuniones papales- sobre las corrientes divergentes del partido. Unas disputas que hacen exclamar a uno de ellos: “La única lección que me dejó la derrota es que nosotros mismos formamos una poderosa quinta columna, la del sectarismo”.

Hay un personaje añadido que, como un Quijote moderno, sólo ve la realidad a través del cine, y dos polis buenos: un viejo detective a punto de jubilarse y una joven ayudante que forma parte de una nueva generación policial que tiene las manos limpias tras la dictadura.

Sepúlveda muestra su habitual dominio de los registros lingüísticos del español de su país y de otros recursos narrativos que hacen que esta novela ligera, que disfrutarán más los lectores con determinados recuerdos políticos, se lea con gusto y, durante muchos momentos, con una sonrisa dibujada en el rostro.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 1 de noviembre de 2009

VEINTE AÑOS DE POESÍA

Veinte años de poesía. Nuevos textos sagrados (1989-2009), Tusquets, 2009, 509 páginas.

Con motivo del veinte aniversario de su colección poética Nuevos Textos Sagrados, la editorial Tusquets ha editado una espléndida antología en la que se reúne una amplia selección de poemas de una cincuentena de poetas.

El editor del libro es Andrés Soria Olmedo, catedrático de literatura española en la Universidad de Granada y gran autoridad en la materia. En el prólogo, Soria hace un rápido recorrido, en erudita síntesis, por cada uno de los poetas seleccionados, que representan tendencias y estilos muy diversos. Es una variedad que “no deriva del eclecticismo sino del respeto a la pluralidad de las voces que confluyen desde diferentes lugares”.

Los cincuenta poetas del libro, españoles e hispanoamericanos, se agrupan en cuatro bloques sucesivos atendiendo a un criterio cronológico. En el primer grupo se encuentran cinco poetas ya desaparecidos: Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Rosa Chacel, Enrique Molina y Virgilio Piñera. En el segundo, aparecen poetas que pertenecen, con diferentes procedencias, a la llamada generación de los cincuenta. Los poemas de la antología corresponden a una etapa tardía de su producción, cuando su estilo y sus temas se muestran más individualizados. Entre los nombres más conocidos están Carlos Bousoño, Ángel González, J. M. Caballero Bonald, Alfonso Costafreda, José Ángel Valente, Antonio Gamoneda, Francisco Brines o Claudio Rodríguez.

En el tercer bloque se agrupan poetas formados entre el 68 y el inicio de la Transición, con recorridos poéticos también personales y diversos, más notables en las composiciones más recientes recogidas en el libro. Figuran entre ellos Antonio Martínez Sarrión, Clara Janés, Juan Luis Panero, Antonio Colinas, Guillermo Carnero, Eloy Sánchez Rosillo, Jaime Siles, Luis Antonio de Villena, Ángel Rupérez o Andrés Trapiello. También el barcelonés afincado en Jaca Francisco Ferrer Lerín, cuyo último poemario Fámulo ha sido publicado posteriormente a esta antología que, sin embargo, recoge tres de sus poemas.

En el último grupo se incluyen autores cuya obra es posterior a la muerte de Franco y que alcanzan su madurez literaria en los finales del siglo XX y los inicios del XXI. Entre ellos cabe destacar a Luis García Montero, Álvaro Valverde, Felipe Benítez Reyes, Carlos Marzal, José María Micó, Jorge Riechman o Vicente Valero.

Una atractiva y variada muestra de poesía reciente. Un reconfortante refugio donde cobijarse del frío exterior y de la intemperie hostil.

Carlos Bravo Suárez