miércoles, 30 de marzo de 2011

CÓCTEL FILIPINO

Ilustrado. Miguel Syjuco. Tusquets. 2010. 382 páginas.

Si hace unas semanas escribí en esta sección que la novela Ru, de la vietnamita Kim Thúy, había sido una de las revelaciones literarias del pasado año, lo mismo, o tal vez más, podemos decir de Ilustrado, el tan alabado debut literario del escritor filipino Miguel Syjuco (Manila, 1976). Syjuco y Thúy tienen algunas semejanzas biográficas. Ambos proceden de dos países del sudeste asiático y residen en la actualidad en la ciudad canadiense francófona de Montreal. Tanto Ru como Ilustrado son novelas que tratan sobre la historia reciente de los países de origen de sus respectivos autores, pero con un enfoque y un tratamiento absolutamente diferentes. Si Ru es un alarde de lirismo y austeridad, Ilustrado desborda exuberancia, ambigüedad literaria y profusión de recursos verbales por los cuatro costados.

Los protagonistas de Ilustrado son dos escritores que se buscan y entre quienes se establece un complicado juego de espejos, simetrías y vidas paralelas. Uno, Crispín Salvador, está muerto, asesinado o suicidado, tras una vida ajetreada intensa y viajera. El otro, discípulo y amigo del anterior, desea escribir sobre la vida de Salvador y encontrar el manuscrito de Los puentes malditos, su supuesta gran novela póstuma. Este segundo escritor es Miguel Syjuco, personaje narrativo y alter ego del homónimo autor de Ilustrado.

La novela recorre buena parte de la historia moderna de Filipinas, casi desde su independencia de España hasta nuestros días. El método utilizado se aleja por completo de la novela histórica al uso y resulta bastante moderno y poco convencional. Ilustrado es un verdadero collage literario en el que tienen cabida textos de Syjuco en primera persona, fragmentos de la obra de Crispín Salvador, entrevistas en la prensa del mítico y controvertido escritor, fragmentos de blogs con sus comentarios, e incluso chistes que no siempre resultan del todo graciosos.

Con todo ello se pretende componer un variado mosaico de la sociedad filipina, sobre todo de los años más recientes. Aspecto este de la novela que tal vez escape en parte a la total comprensión del lector español, que, por lo general, desconoce muchos de los entresijos y episodios de la política y la vida filipina de las últimas décadas. El retrato que Syjuco hace de su país de origen resulta crítico y mordaz, trazado con no pocas dosis de ironía.

La novela tiene indudablemente un gran interés, tanto por su contenido como por el uso de tan variados recursos para su composición. Pero ese mismo cóctel literario acaba siendo en parte su principal defecto, pues tal vez no todos sus ingredientes resulten del todo necesarios ni contribuyen de igual modo al resultado final de la mezcla.

Carlos Bravo Suárez

sábado, 26 de marzo de 2011

LA HABITACIÓN DE INVITADOS


La habitación de invitados. Helen Garner. Salamandra. 2011. 155 páginas.

Aunque probablemente haya sido siempre así, en los tiempos actuales la presencia de la muerte y la enfermedad parece aterrarnos más que nunca. En nuestras sociedades del bienestar y el culto al cuerpo, nos cuesta mucho aceptar que somos seres vulnerables. Sin embargo, en cualquier momento pueden irrumpir en nuestras vidas de manera inesperada el dolor y el sufrimiento. Tal vez por eso, el cáncer, hoy no siempre incurable, siga siendo un tema tabú que tendemos a disfrazar con eufemismos que pretenden ocultar la realidad. Ni la literatura ni el arte modernos suelen tratar de frente y sin tapujos estas dramáticas situaciones desgraciadamente frecuentes. La novela La habitación de invitados, que fue publicada el pasado año en nuestro país y ha obtenido un destacable éxito internacional, aborda el tema sin tópicos ni sentimentalismos, de una manera creíble, sincera y literariamente eficaz.

La habitación de invitados es la última novela de la escritora australiana Helen Garner (1942), autora de extensa obra y reconocido prestigio en su país que todavía no había sido publicada en España. La historia está narrada en primera persona por una mujer de casi setenta años, independiente y moderna, que se llama Helen y que parece corresponderse por completo con la autora del libro. En su casa de Melbourne, ha preparado la habitación de invitados para recibir a su amiga Nicola, que padece un cáncer y se ha desplazado desde Sydney para someterse a un tratamiento de medicina alternativa. Ante la gravedad del estado de Nicola, Helen adopta una actitud de entrega, cuidado y sacrificio no exenta de discusiones y fuertes discrepancias con su amiga.

La habitación de invitados es una novela de amistad en la enfermedad, con sus altibajos, renuncias y limitaciones, pero también de la reacción ante el dolor físico y la proximidad de la muerte, el autoengaño y la búsqueda a cualquier precio de soluciones y esperanzas. En este último aspecto, el libro contiene una explícita denuncia de algunos métodos médicos supuestamente alternativos y no convencionales que en realidad esconden, tras su apariencia de modernidad, un negocio descarado y vergonzoso, que se aprovecha de la desesperación de los pacientes para engañarlos y sacarles el dinero.

Helen Garner escribe esta historia dura y triste con elegancia y sobriedad, huyendo del sentimentalismo y el melodrama, pero mostrando de manera descarnada y realista el avance y los estragos de la enfermedad y la presencia desgarradora de la muerte, ante la cual no vale ningún engaño ni hay posible escapatoria.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 20 de marzo de 2011

FINESTRAS Y SU ERMITA DE SAN VICENTE

Finestras es una pequeña localidad hoy despoblada que se sitúa en la parte aragonesa de la sierra del Montsec, a orillas del pantano de Canelles. Este embalse, construido en los años cincuenta del pasado siglo, represa las aguas del río Noguera Ribagorzana en el extremo suroriental de la comarca de la Ribagorza, en los límites con la comunidad catalana. Muy cerca del escaso caserío de Finestras, se encuentra la curiosa y sorprendente formación geológica conocida popularmente como la muralla china. Se trata de dos líneas paralelas de láminas rocosas o “rallas”, en medio de las cuales se conservan los restos de la ermita románica de San Vicente, que formaba parte de un antiguo e importante recinto defensivo medieval. Entre Finestras y la ermita de San Vicente hay un sendero señalizado que se recorre en aproximadamente media hora, y que constituye una de las excursiones más bonitas que se pueden realizar por estas hermosas tierras fronterizas.

Hasta el despoblado Finestras se llega por una pista de tierra que puede tomarse a la entrada de la localidad de Estopiñán del Castillo y que atraviesa uno de los brazos del pantano de Canelles por el estilizado puente de Penavera. La primera parte de ese camino coincide con el PR-HU116 que, unos tres kilómetros antes de llegar al citado puente, desemboca en el PR-HU45 que proviene de Estaña y Caserras del Castillo. Tras Finestras, el sendero continúa su recorrido por la extensa y despoblada sierra del Montsec.

La última vez que estuve en Finestras fue el pasado mes de febrero en una larga excursión con el Centro Excursionista de la Ribagorza, siguiendo el PR-HU45 desde el pueblecito de Estaña. Para quienes no quieran andar tanto pero tampoco deseen usar demasiado el coche, yo recomendaría dejar éste en el puente de Penavera y seguir durante seis kilómetros las marcas del PR hasta llegar a Finestras, en una caminata de algo menos de dos horas. Y, por supuesto, desde aquí continuar la excursión hasta el hermosísimo paraje en que se encuentra la ermita románica de San Vicente.

Finestras quedó despoblado en los años cincuenta del pasado siglo XX, tras la construcción del embalse de Canellas que anegó buena parte de sus tierras de cultivo. Su principal fuente de riqueza era el aceite que proporcionaban sus abundantes olivares. Las casas del pueblo, hoy arruinado en su mayor parte, se distribuyen en torno a una amplia plaza, en cuyo lado oriental se hallan las ruinas de la iglesia parroquial de Santa María. Una de las casas, llamada casa “El Coix” (El Cojo), se encuentra arreglada y sus propietarios visitan el pueblo con bastante frecuencia. La última vez que estuve allí pude adquirir un pequeño libro, titulado “Mi querido Finestres…”, escrito por la señora Patrocinio Pena Pociello. En él se recrean algunos aspectos de la vida en el lugar antes de su despoblación definitiva. De allí extraigo los nombres de las diez casas que constituían la pequeña localidad en aquel momento: Soque, Agustí, Pociello, Coix, Salduga, Figuerol, Benedet, Gabriel, Tarrone y Portomeu.

Del extremo de la plaza en que se halla la iglesia, arranca el camino que lleva a la “muralla china” y a la ermita de San Vicente. A los pocos metros encontraremos los restos de la llamada Casa del Señor, con una puerta de piedra en arco de medio punto en su fachada occidental. El nombre del edificio parece hacer referencia a un pasado de economía feudal. Un sendero que sale a nuestra izquierda nos llevaría al despoblado lugar de Fet y nos permitiría continuar por las bellas tierras del Montsec. Otro más corto a nuestra derecha nos lleva a la más moderna ermita de San Marcos, donde hay un mirador excepcional del pantano de Canellas y de la “muralla china”, a cuyas entrañas dirigimos nosotros nuestros pasos.

Para ello debemos seguir, con cierto cuidado y atención, un camino señalizado con hitos de piedras y claramente apreciable que primero desciende de manera muy pronunciada para luego ascender por una ladera algo más húmeda y boscosa. Un poco antes de llegar a la ermita, debemos superar un pequeño paso con una sirga que permite agarrar las manos y cuatro escalones de hierro que exigen algo de precaución pero que apenas entrañan peligro. Una vez salvado este pequeño escollo, llegamos al recinto medieval donde se hallan los restos de la ermita de San Vicente. Se trata de una pequeña construcción religiosa de tipo castrense que fue consolidada y restaurada en el año 1999, dentro de un programa de restauración de lugares históricos de difícil acceso llevado a cabo por la empresa Prames. Con motivo de aquellas actuaciones fue editada una serie de libritos muy interesantes, uno de los cuales, escrito por José Luis Acín Fanlo, está dedicado a esta ermita de San Vicente. Allí encontrará el lector una precisa y detallada descripción de las características arquitectónicas del lugar y una breve explicación de los trabajos de restauración en él realizados.

Sin entrar en demasiados detalles, puede decirse que la ermita es de una planta rectangular sorprendentemente estrecha, terminada en un ábside semicircular canónicamente orientado al este. Adaptado a las características del terreno, el edificio aprovecha unas rocas del mismo como parte de su pared septentrional. De la bóveda de cañón de su techumbre sólo queda el tramo más próximo al ábside. El templo se iluminaba por una larga ventana en el centro del ábside y una más pequeña doblemente abocinada en su muro meridional. Las piedras de la puerta principal, abierta hacia poniente, fueron expoliadas hace tiempo y no han sido restauradas. En el interior del templo quedan varios arcos laterales ciegos, como diminutas capillas laterales proporcionadas a la estrechez de la nave. En el ábside hay algunos motivos decorativos en la piedra con zig-zags y algunas formas vegetales.

La parte más antigua de la ermita de San Vicente dataría del siglo XI, época en que el castillo musulmán ubicado en el lugar fue conquistado por Arnau Mir de Tost, vizconde de Àger y famoso y respetado caballero que actuaba en ese momento al servicio de los condes de Urgel. Según algunos documentos, este hecho habría tenido lugar el 10 de enero del año 1057. Mir de Tost conquistó otros muchos castillos próximos a Finestras. Entre otros, los de Caserras, Fet, Pilzán, Purroy, Viacamp, Falces o Estopiñán. En una zona fronteriza donde en la conquista de las tierras musulmanas confluyeron, con riesgo de choque entre sí, los intereses de los condados de Ribagorza, Pallars, Urgel y Barcelona, Arnau Mir de Tost, al servicio de todos ellos en algún momento de sus continuas correrías conquistadoras, actuó como verdadero nexo de unión y como un elemento conciliador entre las fuerzas cristianas.

Además de por el pasado medieval que evocan los restos de la ermita de San Vicente y del antiguo castillo de Finestras, estos escarpados parajes constituyen sin ninguna duda uno de los rincones más hermosos de nuestra provincia. Carlos Bravo Suárez

Artículo publicado en Diario del Alto Aragón

Fotos: Ermita de San Vicente de Finestras en la muralla china, exterior e interior de la ermita.

sábado, 12 de marzo de 2011

EL MUNDO EN BICICLETA


12.822 km. De Zaragoza a Pekín en bicicleta. Diego Ballesteros Cucurull. Autoedición. 2011. 544 páginas

En el año 2008, Diego Ballesteros realizó una verdadera hazaña al ir en bicicleta desde Zaragoza hasta Pekín. Siguiendo la ruta de la seda y los pasos del mítico viajero veneciano Marco Polo, el profesor barbastrense logró unir a lomos de su bicicleta los dos grandes acontecimientos que se celebraban aquel año: la Exposición Universal zaragozana y los Juegos Olímpicos de la capital china. Fruto de esa extraordinaria aventura es el libro 12.822 km, cuyo título refleja la distancia recorrida por Ballesteros en su largo viaje a través del continente euroasiático.

12.822 km es un magnífico libro de viaje y aventuras. Sus más de quinientas páginas, escritas en un lenguaje ágil, ameno y apasionado, atrapan y cautivan al lector, que acompaña a Diego en su continuo pedalear hacia las tierras orientales del planeta. El narrador consigue trasmitir, con una sinceridad y una fuerza poco comunes, las diversas emociones que le embargan a lo largo del viaje. Desánimos y sufrimientos, ilusiones y alegrías y, sobre todo, una enorme fuerza de voluntad, una constancia y un tesón inquebrantables que le permitieron superar las adversidades y llegar finalmente victorioso a la meta trazada.

El libro está escrito a manera de diario o cuaderno de bitácora, dividido en breves capítulos que coinciden con las noventa y nueve etapas del viaje y sus escasos días de descanso. Diego nos cuenta lo que le ocurre en cada jornada, sus estados físico y anímico, sus caídas y los numerosos problemas intestinales que le dejan extenuado por momentos, los lugares -siempre económicos- en los que come y duerme, las inclemencias del tiempo que tiene que sufrir -desde los fuertes calores hasta el maldito viento en contra que supuso sin duda lo peor del viaje-, las trabas burocráticas de algunos países, las buenas y algunas -las menos- malas gentes que se encuentra en el camino.

Además de sus peripecias personales, el aventurero barbastrense añade algunas magníficas pinceladas de la historia y la cultura de los catorce países que sucesivamente atraviesa. En sus opiniones sobre las gentes de estos lugares, Ballesteros huye siempre de prejuicios y generalizaciones simplistas, y juzga a las personas según sus actos, intentando entender las causas y circunstancias que puedan ayudar a explicarlos. La realidad contradice a menudo la visión que podemos tener desde la lejanía de algunos países y de sus habitantes. ¿Podía alguien esperar que fuera Irán el más hospitalario de todos los lugares que el ciclista recorrió y que la persona más antipática que halló en ese gran país fuera precisamente una funcionaria de la embajada española?

En 12.822 no sólo realizamos con su autor un magnífico viaje repleto de intensas vivencias, también descubrimos en su manera de contarlas, además de a un gran aventurero y deportista, a una magnífica persona, modesta, sincera y llena de una fuerza interior que le hace superar las dificultades que se le presentan. A buen seguro esa fuerza psicológica permitirá también a Diego vencer las nuevas adversidades que el difícil viaje de la vida le ha puesto en el camino.

Carlos Bravo Suárez

viernes, 4 de marzo de 2011

FRUSTRACIONES Y LOGROS DE UN HOMBRE ÍNTEGRO


Joaquín Costa, el gran desconocido. G. J. G. Cheyne. Ariel. 2011. 287 páginas.

Con motivo del centenario de la muerte de Joaquín Costa se ha reeditado, por fin, la mejor de las biografías del gran polígrafo altoaragonés. Es la que en 1972 publicó, en la misma editorial Ariel en que ahora reaparece, el hispanista inglés George J. G. Cheyne (1915-1990), el más importante de los estudiosos de Costa, cuyo riguroso trabajo supuso un punto de inflexión en el tratamiento de la vida y la obra del “León de Graus”.

Antes de la de Cheyne hubo otras biografías de Costa. Algunas muy breves, como Biografía y bibliografía de Joaquín Costa, escrita el mismo año de la muerte de su maestro por su fiel discípulo grausino Marcelino Gambón Plana, o el curioso librito Quién fue Costa, publicado en 1918 por Pedro Martínez Baselga, primo de Costa por parte materna. Mucho más extensas y completas, pero con defectos en buena medida propios de la época en que se escribieron, son la de Antón del Olmet de 1917 y la de Luis Ciges Aparicio, publicada en 1930 y en cuyo título, Joaquín Costa, el gran fracasado, se inspiró Cheyne, rebatiéndolo, para titular la suya.

Cheyne escribe una biografía breve y amena que se centra en los aspectos más íntimos y humanos que condicionaron la vida de Costa desde su infancia hasta su muerte. Fueron estos factores sobre todo la soledad, la pobreza y la enfermedad. Cheyne nos sitúa en el contexto familiar del biografiado y hace un dibujo, casi un pequeño estudio de costumbres, del medio rural grausino en el que Costa pasó con manifiesta desdicha desde los seis hasta los diecisiete años. Siguen su posterior estancia en Huesca, su visita como albañil a la Exposición Universal de París que le abrió los ojos a otros mundos, su enfermedad progresiva que tanto le hizo sufrir y condicionó su carácter y su vida, su vinculación a la Institución Libre de Enseñanza, su gran capacidad intelectual unida a su tesón y a su desmedido afán de saber que le permitieron licenciarse en poco tiempo en Derecho y en Filosofía y Letras, sus reveses y frustraciones en su aspiración a una cátedra universitaria que merecía más que nadie, su frustrado amor oscense por Conchita Casas, su hija clandestina con la viuda de un amigo a la que sólo reconoció como adoptada antes de contraer ella matrimonio, el abortado proyecto de la Unión Nacional, su efímero paso por el republicanismo político, su retiro en Graus y la tragicomedia de su agonía, muerte y funeral.

Lo que le queda al lector tras la lectura de una biografía que se lee como una novela es la tristeza de ver cómo un hombre de su inteligencia, su honradez y su valía tuvo que pasar tantos apuros y vivir tan humillantes frustraciones. Siendo mucho lo que nos dejó, en otras circunstancias, tal vez en otro país, un hombre como Costa podría haber servido sin duda a su amada, maltrecha y desagradecida patria con mucho más provecho del que aquí le dejaron hacerlo

Carlos Bravo Suárez

miércoles, 2 de marzo de 2011

RALENTIZAR EL TIEMPO


Punto omega. Don DeLillo. Seix Barral. 2010. 157 páginas.

Don DeLillo (Nueva York, 1936) es uno de los mejores escritores estadounidenses actuales. En los últimos cuarenta años ha publicado, además de algún ensayo y varias obras de teatro, dieciséis novelas que analizan en profundidad los entresijos de la sociedad norteamericana contemporánea. Su último libro, Punto omega, se aleja de la extensión y gusto por el detalle de narraciones anteriores y persigue, a través de la brevedad y la depuración del lenguaje, una reflexión esencial sobre el tiempo, la vida y la consciencia humana.

El punto omega es un término acuñado durante el pasado siglo XX por el jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin para referirse al máximo nivel de evolución de la consciencia humana. Este concepto, entre místico y filosófico, le sirve a DeLillo para dar título a un breve relato que se desarrolla en su mayor parte en un remoto lugar del desierto californiano. Allí ha buscado refugio Richard Elster, un hombre de setenta y tres años que desde un plano intelectual trabajó como asesor del ejército estadounidense en la invasión de Irak. Hasta ese rincón desértico llega el joven cineasta Jim Finley, narrador de la novela, para rodar una película con las confesiones y reflexiones íntimas de Elster. Con la llegada de Jessie, hija del viejo asesor, el dúo se convertirá en trío y la narración dará un giro misterioso e inesperado.

La historia de estos tres personajes queda enmarcada entre un capítulo inicial y otro final en los que Jim Finley contempla en el Museo de Arte Moderno de Nueva York la proyección a cámara lenta de la película Psicosis. Como indica el propio DeLillo al final del libro, se trata de una proyección real que se instaló en el MOMA en el año 2006 y que estiraba hasta las 24 horas la duración del mítico film de Alfred Hitchcock.

En las conversaciones nocturnas entre Elster y Finley, se vierten algunas interesantes reflexiones sobre temas existenciales y la búsqueda de lo esencial para el ser humano. Siempre con gran economía de lenguaje, en un cierto paralelismo narrativo con los haiku japoneses, se trata de “desnudar todo para que quede a simple vista”. Sin embargo, incluso a ese lejano rincón del desierto, en el que Elster se ha refugiado en busca del espacio y el tiempo que la gran ciudad le negaba, llegará la desgracia que destruirá su calma.

Punto omega puede resultar una novela algo desconcertante para algunos lectores. Es recomendable dar un enfoque poético a su lectura para poder disfrutarla en toda su riqueza y profundidad.

Carlos Bravo Suárez