domingo, 29 de diciembre de 2013

MÁRKARIS CIERRA SU TRILOGÍA DE LA CRISIS

                     
  Pan, educación, libertad. Petros Márkaris. Tusquets Editores. 2013. 256 páginas.

Tras Con el agua al cuello y Liquidación final –ambas reseñadas en su momento en esta sección–, el escritor griego Petros Márkaris (Estambul, 1937) cierra su Trilogía de la Crisis con su última novela Pan, educación, libertad. Un nuevo caso del comisario Kostas Jaritos en una Grecia hundida en una profunda crisis económica, ética y social.

En un ejercicio de política-ficción, Pan, educación, libertad se inicia en la Nochevieja de 2013 después de que Grecia se haya declarado en absoluta bancarrota. El país ha abandonado el euro para volver a la dracma –como España a la peseta–, y los funcionarios llevan tres meses sin cobrar su sueldo. En esa situación crítica, el comisario Jaritos y su maltrecho equipo de colaboradores deberán investigar los asesinatos sucesivos de un importante empresario de la construcción, un catedrático de Derecho y un influyente sindicalista. Los tres participaron en los sangrientos sucesos de la Universidad Politécnica de Atenas que en 1973 supusieron el final de la dictadura militar en el país helénico.

Márkaris sitúa de nuevo la acción en una Atenas convulsionada por la crisis y las continuas manifestaciones y enfrentamientos que colapsan con frecuencia la plaza Sintagma y el centro de la ciudad. Describe con crudeza, pero también con abundantes dosis de ironía, la quiebra económica y social del país, los apuros económicos cotidianos de buena parte de la sociedad, el alarmante incremento de la pobreza, las nuevas formas de solidaridad entre los necesitados, el auge de la extrema derecha y el racismo o el anquilosamiento de buena parte de la izquierda. Y, en esta novela, el escritor griego ajusta cuentas con la llamada generación de la Politécnica, que sacó provecho descaradamente de su pasado antifascista y de sus orígenes progresistas para instalarse en el poder, copar los mejores puestos, colocar a los suyos y a sus familiares y dominar todos los ámbitos de la sociedad griega, desde la universidad hasta los sindicatos. Una generación que vivió en la abundancia y el despilfarro y se aprovechó sin escrúpulos del dinero que llegaba procedente de los fondos europeos que, en vez de servir para la cohesión social del país, contribuyó al enriquecimiento de unos pocos y a la ruina de la mayoría. El tejemaneje, asegura el comisario Jaritos, es un verdadero oficio griego.  

De nuevo las investigaciones policiales se ven entreveradas de situaciones familiares que dan a la novela ese toque cotidiano que caracteriza al escritor heleno. Su mujer, Adrianí, se enfrenta con energía y coraje a una falta de ingresos que obliga a ajustar en extremo los gastos de la economía doméstica y que lleva al propio policía a tener que sustituir el coche por el autobús. También Katerina, la hija de Jaritos, tendrá un papel importante en la novela en su nueva condición de abogada.

Y en lo que se refiere a la trama policiaca, el lector encontrará de nuevo el entretenimiento de una intriga bien dosificada que, obviamente, no será resuelta hasta las últimas páginas del libro. Márkaris sigue consolidándose como uno de los referentes indispensables de la novela negra europea y como uno de los escritores que mejor saben abordar literariamente la crisis económica que padecen los países del sur de Europa. Porque, aunque las situaciones de Grecia y España no sean hoy idénticas, hay bastantes similitudes y paralelismos en los comportamientos políticos y en la historia reciente de ambos países.

Carlos Bravo Suárez 

sábado, 28 de diciembre de 2013

RESPUESTA AL DESAFÍO SOBERANISTA

Ante el presente desafío soberanista catalán es absolutamente imprescindible la unidad de al menos los dos grandes partidos españoles. Sería una irresponsabilidad histórica imperdonable que cualquiera de ambos antepusiera el afán electoralista o la animadversión al otro a los intereses generales del país. De momento, parece que esta postura unitaria se está produciendo; pero, sobre todo desde algunos sectores del partido en la oposición se pone cierto énfasis en la necesidad de que el gobierno haga algo más que negar rotundamente la legalidad de la pretendida consulta. No digo yo que el partido hoy en el poder no deba hacer algún movimiento para intentar limar asperezas y acercar posiciones distanciadas; sin embargo, tampoco haría mal la oposición en concretar en qué sentido y de qué manera deben darse esos pasos que reclama, que bien podrían ser consensuados previamente por ambas formaciones para ofrecer así una respuesta sólida y común al presente desafío.

Carlos Bravo Suárez 

Carta publicada hoy en el diario El País



domingo, 22 de diciembre de 2013

LA SOLTERONA

                                                 
        La solterona. Edith Wharton. Impedimenta. 2013. 144 páginas.

Edith Wharton (EE. UU., 1862 – Francia, 1937) es una de las más destacadas escritoras estadounidenses del primer tercio del siglo XX. Poeta, autora de cuentos y, sobre todo, novelista, su novela más conocida es La edad de la inocencia (1920), ganadora del Premio Pulitzer y llevada al cine en 1993 por el conocido director Martin Scorsese. La solterona, publicada por Wharton en 1921, es una novela corta que ya tenía algunas ediciones anteriores en español y que ahora Impedimenta acaba de recuperar en una nueva edición con un postfacio o estudio final de Lale González-Cotta, que es además la traductora del libro. Hay que decir que también de esta novela se hizo en 1939 una espléndida adaptación cinematográfica, verdadero clásico en blanco y negro, dirigida por Edmund Goulding y memorablemente protagonizada por Bette Davis.

La solterona cuenta la relación entre las primas Delia y Charlotte en el próspero Nueva York de mediados del siglo XIX. Mientras la primera se ha casado con Jim Ralston, perteneciente a una de las más ricas familias de la burguesía neoyorquina, Charlotte debe anular su compromiso con un hermano de este por un episodio de su pasado que la marcará y condicionará para el resto de su vida y la convertirá en una forzada solterona.

La solterona tiene un argumento puramente melodramático. Sin embargo, una voz narradora en tercera persona cuenta la historia con una completa imparcialidad y un absoluto objetivismo. Wharton conocía bien la idiosincrasia de la burguesía del Nueva York de aquel tiempo y nos muestra, con la distancia narrativa necesaria, el puritanismo, la hipocresía, el carácter endogámico y cerrado de sus matrimonios y los hábitos y convencionalismos sociales de las familias más pudientes de la ciudad, cuyos códigos éticos se sustentan en buena medida en la falsedad de las apariencias. Pero la escritora estadounidense lo hace sin moralismos explícitos, sin maniqueísmos en el dibujo de sus personajes, dejando simplemente que estos hablen y se expresen para que el lector saque sus propias conclusiones.

Es, sobre todo, una novela de mujeres –los hombres eran juzgados de manera bien distinta en aquella sociedad–, con las dos primas como los dos personajes casi únicos y centrales de la narración. Ambas, que tienen algún pasado nexo en común y un vínculo secreto inconfesable, exponen sus razones para justificar su comportamiento y dialogan entre ellas a la hora de tomar las importantes decisiones que las afectan; pero mientras Delia puede hacerlo desde su cómoda posición familiar, Charlotte es víctima de la hipocresía imperante y debe sacrificar y esconder su condición real mientras acumula amargura y resentimiento hacia su prima.

Además, la novela está escrita con un estilo sobrio, fino y elegante, sin extenderse en detalles ni en descripciones innecesarias, con las pinceladas precisas, sutiles y suficientes. Tejiendo así un hermoso relato realista, con las dosis justas de costumbrismo y crítica social, amargo y triste como lo es el personaje que da título a la novela.

Carlos Bravo Suárez    

domingo, 8 de diciembre de 2013

14

                                                        
               
14. Jean Echenoz. Anagrama. 2013. 98 páginas.

Incluso el título es extremadamente breve en la última novela de Jean Echenoz (Orange, 1947). Después de sus biografías noveladas del músico Ravel, el atleta Zatopek y el científico Tesla, el exquisito escritor francés aborda la Primera Guerra Mundial en 14, una breve narración de tan solo 98 páginas en las que se resumen de manera magistral los cuatro años de gran aquel conflicto que sacudió Europa en la segunda década del siglo XX.

14 se inicia en agosto de 1914, cuando en el departamento atlántico de La Vendée los hermanos Anthime y Charles Sèze y sus amigos Padioleau, Bossis y Arcenet son llamados a filas en medio de un ambiente festivo y de la creencia generalizada de que el conflicto bélico para el que son reclamados  será solo una cuestión de un par de semanas. Pero los nuevos soldados no tardarán en comprobar la crudeza y el horror que supone toda guerra, la sordidez de las trincheras, la espantosa destrucción y mutilación de los cuerpos, el incesante y cruel sacrificio de unos jóvenes que han sido llevados casi sin darse cuenta a un monstruoso matadero. Como se dice en algún momento del libro, la guerra viene a ser como una ópera sórdida y pestilente que todo lo destruye.

Con su habitual estilo minimalista y unas descripciones de gran plasticidad y crudo realismo, Echenoz alcanza casi la perfección de la novela breve haciéndonos recorrer en las escasas páginas del libro el camino que, de manera casi fatalista, lleva a unos inocentes muchachos que, como Anthime con su bicicleta al inicio del relato, están en edad de disfrutar de los placeres de la vida al más espeluznante y brutal de los horrores.
Pero no solo la muerte y la destrucción están presentes en la novela, también el amor y la vida que encarna y contiene la joven Blanche, de la que tanto Charles como Anthime están enamorados. E incluso, en los momentos más terribles de la extenuante y estática guerra de trincheras, hay lugar para algunas ironías en las referencias a los muchos animales que pueden servir como alimento inesperado o ser sufridos como martirizantes parásitos por unos soldados que, en su angustia y desesperación crecientes, pueden saludar con alborozo la suerte de quienes logran escapar de aquel horror aun al precio de sufrir terribles mutilaciones por las heridas del combate. Eso y el suicidio son las únicas vías de escape de una guerra atroz, en la que cualquier intento de deserción implica el casi seguro fusilamiento en la retaguardia.

Con 14, Jean Echenoz logra la máxima expresión de la concreción y la síntesis tan características de su narrativa. Muchos, como se dice en algún momento del libro, han escrito sobre aquella primera gran guerra europea. En algunos casos con gran destreza y calidad literarias. Podría parecer que ya poco más podía escribirse sobre aquel terrible conflicto. Sin embargo, 14 supone una nueva manera literaria ─concisa, precisa y sumamente elegante─ de abordar ese periodo que sirve como arquetipo de cualquiera de las guerras y de sus inevitables y siempre terribles consecuencias.

Carlos Bravo Suárez 

domingo, 1 de diciembre de 2013

HUESOS EN EL JARDÍN


Huesos en el jardín. Henning Makell. Tusquets Editores. 2013. 192 páginas.

La edición de Huesos en el jardín, un nuevo libro de Henning Mankell (Estocolmo, 1948) protagonizado por el inspector Kurt Wallander, puede constituir una sorpresa para los muchísimos seguidores del más destacado y conocido de los escritores escandinavos que cultivan la novela negra. Sin embargo, esta nueva entrega de Mankell no significa en absoluto que el inspector Wallander haya regresado. Huesos en el jardín es un breve relato de poco más de cien páginas que el autor sueco escribió como regalo para los lectores holandeses que compraran otras obras suyas y que solo se publicó en los Países Bajos en el año 2004. No puede compararse pues esta novelita corta, deliciosa en cualquier caso, con el resto de narraciones de la serie protagonizada por Wallander, mucho más largas y literariamente elaboradas que este casi divertimento del autor.

Huesos en el jardín transcurre en el año 2002 y se situaría como la penúltima de las novelas de la saga Wallander, justo por delante de El hombre inquieto, que supuso la que parece ya irreversible y definitiva despedida del famoso inspector. En Huesos en el jardín, un Wallander, cansado y algo gruñón, va a visitar una casa de campo a las afueras de Löderup en la provincia meridional sueca de Escania. Un colega suyo le ha recomendado la compra de esa vivienda, con la que Wallander tal vez pueda ver cumplido por fin su sueño de tener una casa fuera de la ciudad. Sin embargo, terminada la visita y cuando se dispone a volver al coche, el inspector descubre los restos de una mano humana que sobresale entre la tierra del jardín que rodea al edificio. La consiguiente excavación saca a la luz un esqueleto humano que parece corresponder a una mujer que murió ahorcada unos cincuenta años atrás. El irreprimible oficio policial de Wallander hace que, junto a algunos de sus colegas, inicie una investigación que, dado el mucho tiempo transcurrido, parece difícil que alcance resultados satisfactorios.

A pesar de su brevedad, la novela mantiene hasta el final una intriga bien administrada y nos presenta a un Wallander que nota el paso de los años y el creciente peso de la soledad. El inspector, que vive con su hija Linda, también policía y con la que discute con frecuencia, es consciente de estar llegando al final de su carrera como investigador: “Me estoy haciendo demasiado viejo, –pensó– demasiado viejo para mí y para mi profesión”.

Al final de la narración, la reciente edición de Huesos en el jardín añade un posfacio –neologismo que yo desconocía– o epílogo en el que el propio Mankell explica al lector muchas cosas interesantes sobre su personaje Wallander: cómo nació, en qué obra clásica griega se inspiró al crearlo, cómo surgió su nombre y hasta qué votó en el referéndum sobre la entrada de Suecia en la Unión Europea.

Respecto al futuro del inspector, me limito a transcribir las palabras del final del libro, escritas por Henning Mankell en mayo de este mismo año: “En todo caso, el relato sobre Kurt Wallander ha terminado. Wallander no tardará en jubilarse. Y se dedicará a deambular por esa tierra crepuscular que le pertenece, con Jussi, su perro de pelo negro. Ignoro cuánto tiempo seguirán sus pasos horadando la Tierra. Supongo que la decisión es sólo suya.”

Carlos Bravo Suárez

domingo, 24 de noviembre de 2013

EL ÚLTIMO LAPÓN


El último lapón. Oliver Truc. Destino. 2013. 505 páginas.

El último lapón es la primera novela de Oliver Truc (1964), un periodista francés de extensa trayectoria que lleva veinte años afincado en Suecia, donde ha trabajado como corresponsal para importantes medios de comunicación de su país. En su debut en la narrativa,Truc crea un interesante relato de intriga magníficamente ambientado en Laponia, en las tierras escandinavas más septentrionales situadas por encima del Círculo Polar Ártico. Una región ─repartida en la actualidad entre los estados de Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia─, en la que viven los samis, un pueblo aborigen con una rica y diferenciada cultura.

Cuando, después de cuarenta días de oscuridad, vuelve a brillar el sol aunque solo sea durante unos minutos, dos sucesos van a romper la tranquilidad de la ciudad de Kautokenio en la Laponia central: el robo de un valioso tambor sami que acaba de llegar al museo local procedente de Francia y la muerte de uno de los más conocidos pastores de renos que tiene su campamento a las afueras de la población. Los policías Klemet y Nina investigarán el caso. Él es un sami que ha vuelto a la región que abandonó de niño; ella, una joven  noruega que desconoce por completo la cultura y las tradiciones laponas. La trama policiaca se irá enredando con la aparición de intereses económicos ligados a la extracción de los valiosos minerales que la región parece esconder desde tiempos remotos en sus tierras más vírgenes.

Si la trama policial mantiene siempre viva la intriga del relato, este destaca sobre todo por la gran información que proporciona sobre la vieja cultura sami, que resiste a duras penas los fuertes embates de la supuesta modernidad. Una cultura ancestral en la que, pese a la penetración de corrientes luteranas de carácter puritano, perviven algunos chamanes que expresan su relación con el pasado y con el más allá a través de extraños cánticos guturales llamados yoiks y de viejos tambores profusamente ilustrados con simbólicos dibujos de contenido hermético para los profanos. En este gélido y extenso territorio, todavía sobreviven algunos pastores que ahora cuidan sus rebaños de renos con las modernas motos de nieve y que, de vez en cuando, se enzarzan en discusiones por los pastos que no suelen ir demasiado lejos. La documentación histórica y el conocimiento de primera mano han permitido a Olivier Truc llevar a cabo una impecable y completísima ambientación de su novela, que constituye una verdadera inmersión en la desconocida y ancestral cultura de los habitantes aborígenes de aquellas frías y lejanas tierras.

Además de intriga y buena ambientación, la novela encierra una notable carga crítica de carácter ecologista y una llamada de atención sobre la necesidad de preservar unos territorios y una cultura que pueden sufrir las nefastas consecuencias de la codicia y de la especulación que parecen presidir los principales afanes de nuestro tiempo.

“El último lapón” es un largo relato que, sin embargo, engancha al lector desde el primer momento y lo transporta a las lejanas tierras del Gran Norte europeo, haciéndole disfrutar de una espléndida y equilibrada combinación de documento casi antropológico y absorbente novela negra.                                                                                   

Carlos Bravo Suárez

  

domingo, 17 de noviembre de 2013

PEORES MANERAS DE MORIR


Peores maneras de morir. Francisco González Ledesma. Planeta. 2013. 375 páginas.

Con una larga y brillante trayectoria en el género, Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927) es uno de los mejores escritores españoles de novela negra. Inició su carrera literaria a finales de los años 40, fue reiteradamente censurado por el franquismo e incluso firmó con el seudónimo de Silver Kane un buen número de novelas del oeste que algunos recordamos haber leído en nuestra adolescencia. Junto a su paisano Manuel Vázquez Montalbán, ha sido considerado el mejor representante de la novela policiaca de corte social en nuestro país. En esta línea, destaca su serie de relatos protagonizados por el inspector Méndez, siempre ambientados en la ciudad condal. La última aventura de este veterano y desencantado policía curtido en las calles barcelonesas es la recientemente publicada Peores maneras de morir.

En esta nueva novela del veterano escritor barcelonés, el inspector Méndez se enfrenta a un complejo caso de trata de blancas. La novela se inicia con la muerte de una chica ucraniana en una ruinosa casa del barrio chino de Barcelona. Otra joven de la misma nacionalidad ha huido de una potente mafia europea de prostitución tras eliminar de la manera más inesperada y sorprendente a uno de sus más crueles miembros. Méndez, policía de la vieja escuela, escéptico, desencantado y siempre mal visto por unos superiores que esperan y desean su pronta jubilación, investigará el caso en las degradadas calles de El Raval y Ciutat Vella, y usará sus propios métodos al margen de la ley siempre que lo estime oportuno. El viejo inspector no cree demasiado en la justicia porque sabe que los recursos para escapar de ella de las mafias internacionales que controlan la prostitución son casi tan grandes como la crueldad que ejercen sobre las jóvenes que caen atrapadas en sus redes.

El asunto de la trata de blancas a gran escala se verá conectado en la narración con la existencia de organizaciones altruistas de ayuda social a los más desfavorecidos, de las que forman parte tanto personas verdaderamente caritativas y generosas como algún mafioso que pretende así encubrir mejor sus actividades delictivas.

Peores maneras de morir es una novela policiaca con un ritmo trepidante, lenguaje directo, capítulos cortos, muertes violentas, fina ironía y una latente crítica social de fondo. En cuyas páginas encontramos buenas descripciones de Barcelona, de sus diferentes capas sociales, de sus barrios y sus calles, que tanto ha pateado y conoce el incansable inspector Méndez. Un policía de la vieja escuela, amigo de las gastadas prostitutas y de los bares más cutres del barrio chino barcelonés, a quien le cuesta adaptarse a los cambios de una ciudad que cada vez se parece menos a aquella en la que él vivió tiempo atrás sus mejores momentos.

Según he leído recientemente en algún medio, Francisco González Ledesma sufrió un ictus cuando estaba escribiendo este libro, que logró terminar con la ayuda de su hija. Deseamos su pronto restablecimiento y que pueda seguir publicando novelas tan atractivas como esta que acabamos de reseñar.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 10 de noviembre de 2013

LA HABITACIÓN OSCURA

        
         La habitación oscura. Isaac Rosa. Seix Barral. 2013. 256 páginas.

Isaac Rosa (Sevilla, 1974) es uno de los escritores más destacados e innovadores de la literatura española actual. Sus seis novelas anteriores han obtenido un considerable reconocimiento de la crítica y han recibido diversos premios. Una de las más relevantes fue El país del miedo, editada en 2008 y reseñada en su momento en esta sección. La habitación oscura es su última novela y mantiene el carácter innovador y diferente de sus libros anteriores.

En La habitación oscura se cuenta cómo un grupo de jóvenes, durante un periodo de unos quince años, dispone de un local común en el que ha sido habilitada una habitación que se encuentra siempre en total y absoluta oscuridad. Allí, con un pacto de silencio en su interior aceptado por todos, mantienen promiscuas relaciones sexuales, buscan tranquilidad y refugio, o simplemente se evaden de sus agobios cotidianos. A medida que avanza la novela, van surgiendo diversos problemas que complican la situación de muchos de los personajes que frecuentan el oscuro habitáculo en el que, de manera inevitable y creciente, se va filtrando de una o de otra manera la realidad exterior.

Aunque no sé hasta qué punto logra este objetivo, La habitación oscura ha sido presentada en su promoción como una crónica generacional. Es cierto que, en el lapso de tiempo en que transcurre el relato, se pasa de una situación general económicamente boyante a la irrupción de una profunda crisis que afectará en mayor o menor medida a casi todos los personajes del libro. También es cierto que estos personajes no adquieren demasiada profundidad ni dimensión porque apenas constituyen un bosquejo que no va mucho más allá de unas pocas líneas dedicadas a cada uno.  El rápido paso del tiempo en la narración pretende explicarse simulando lingüísticamente a una cámara que rebobina a gran velocidad la película de los acontecimientos.

Isaac Rosa mantiene también en esta novela su personal línea innovadora en el aspecto estilístico. Las frases se suceden sin puntos y aparte a lo largo de los sucesivos capítulos y abundan las largas enumeraciones y la coordinación de oraciones copulativas o disyuntivas. Y, en un recurso poco frecuente y bastante conseguido y eficaz, no hay en la novela uno o varios narradores que cuenten la historia sino un único narrador colectivo, tanto masculino como femenino, que en ocasiones casi parece identificarse con la propia habitación en permanente penumbra. Esta es, sin duda, la verdadera protagonista del relato y adquiere una clara intención metafórico-alegórica que puede admitir diversas y variadas interpretaciones.

Se ha considerado La habitación oscura, y la obra de Isaac Rosa en general, como un ejemplo de la nueva literatura política, social o comprometida. Además de la presencia de la crisis económica y su citado impacto sobre los personajes, aparecen de manera más o menos evidente en la narración las protestas sociales y políticas vividas recientemente en nuestro país y se plantean las posibles líneas rojas que tal vez no deban ser traspasadas. En relación con ello, tiene una importante presencia en la parte final del relato el espionaje informático a personas o empresas y su utilización como una nueva y moderna manera de extorsión y chantaje.

La habitación oscura plantea interesantes y muy actuales asuntos a través de una envoltura formal muy original e innovadora. Otra cosa es que todo eso sea suficiente para convertirla en una gran novela.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 3 de noviembre de 2013

LA TRAMA NUPCIAL


La trama nupcial. Jeffrey Eugenides. Anagrama. 2013. 540 páginas.

Con solo tres novelas publicadas, y con nueve años de intervalo entre cada una de ellas, Jeffrey Eugenides (Detroit, 1960) se ha convertido en uno de los principales nombres de la novela estadounidense actual. Las vírgenes suicidas (1993) supuso toda una revelación y fue adaptada al cine por Sofia Coppola. Con la difícil y compleja Middelsex (2002), Eugenides ganó el premio Pulitzer y se convirtió en un autor de culto. Su última novela, La trama nupcial, editada en Estados Unidos en 2011 y en España hace unos meses, supone un considerable giro en su narrativa, pero también su consolidación como uno de los grandes valores de la literatura norteamericana contemporánea.

La trama nupcial transcurre en los primeros años de la década de los ochenta del pasado siglo XX. Sus protagonistas son tres estudiantes que acaban de graduarse en la universidad de Brown, en Providence, una de las mejores de la Costa Este estadounidense. Madelaine Hanna es una chica de una familia de clase media alta que está preparando un proyecto de fin de carrera sobre la importancia del matrimonio en la novela inglesa de la época victoriana. Además de leer a las escritoras decimonónicas británicas, Madelaine lee multitud de ensayos sobre el amor de algunos de los autores entonces de moda: Lyotard, Derrida y, sobre todo, Roland Barthes, cuyos Fragmentos del discurso amoroso Madelaine absorbe con verdadera fruición.

Al terminar su carrera universitaria, Madelaine se enamora perdidamente de Leonard Bankhead, un brillante y atractivo estudiante de ciencias que padece una enfermedad maniaco-depresiva que le obliga a seguir un estricto tratamiento y condiciona sus relaciones. El tercero en discordia es  Mitchell Grammaticus, un estudiante de teología muy interesado en la religiosidad y preocupado por el sentido final de la existencia humana. Mitchel está enamorado de Madelaine pero no es correspondido y tras su graduación emprende un viaje por Europa y Asia que le llevará hasta la India, donde trabajará un tiempo en los hospitales para pobres que dirige la madre Teresa de Calcuta.

El título del libro alude a que el matrimonio era el primer objetivo de las protagonistas de las novelas del XIX, y por tanto constituía el principal argumento o trama de esas narraciones. Parecería que en nuestro tiempo eso ya no fuera casi nunca así. Madeleine es una chica romántica y enamoradiza a la que gustan las novelas decimonónicas como objeto de estudio, pero que se empapa de las teorías amorosas modernas que están en boga en sus años de universitaria. Las contradicciones parecen crecer en ella y el autor las explota de manera admirable en un largo relato con mucho y muy denso contenido. De hecho, según ha confesado Eugenides en alguna entrevista, la frase que activó su narración fue “Los problemas amorosos de Madeleine empezaron cuando sus lecturas de teoría literaria desconstruyeron la idea que tenía del amor”. Aunque al final todo parece volver a cambiar, y el matrimonio y su problemática harán acto de presencia en la vida de la joven.

Siendo mucho más fácil y lineal que su libro anterior, La trama nupcial no es una novela para cualquier tipo de lector, pues en ella hay, sobre todo en su primera parte, muchas referencias culturas que sirven para completar una brillante descripción de los estudios de semiótica tan de moda durante los años ochenta en muchas universidades americanas y europeas. Pero no se trata solamente de una novela “universitaria”, sino que estamos ante una novela muy completa, y densa en contenidos como pocas. Hay en ella relato de iniciación, muestra de las diferencias de clase en la sociedad americana, sentimientos, viajes, religión… y la urgencia de dar respuestas a las necesidades de una manera que no siempre coincide con las sublimaciones idealizadas de los años juveniles. La trama nupcial es una novela espléndida, una magnífica y equilibrada mezcla de modernidad y clasicismo.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 27 de octubre de 2013

LOS CASTELLANOS

                                                           
   Los castellanos. Jordi Puntí. Xordica Editorial. 2013. 144 páginas.

Jordi Puntí (Manlleu, 1967) es uno de los escritores más destacados de la literatura catalana actual. Sus libros de relatos Piel de armadillo y Animales tristes, y sobre todo su novela Maletas perdidas, han obtenido el reconocimiento de crítica y lectores y han sido traducidos a varios idiomas. Colaborador habitual en diversos medios de comunicación, Puntí ha publicado recientemente en la editorial aragonesa Xordica su libro Los castellanos, que él mismo ha traducido de su edición original en catalán.

En Los castellanos, Jordi Puntí recuerda su infancia y primera adolescencia en Manlleu, una pequeña ciudad industrial de la Cataluña interior a la que en los años sesenta y setenta del pasado siglo XX llegaron numerosos emigrantes procedentes del sur de España, que se instalaron en nuevas barriadas de enormes bloques de pisos y a quienes los autóctonos denominaban genéricamente como els castellans o los castellanos. Se los llamaba así más por su condición lingüística que por su procedencia geográfica, pues en su gran mayoría se trataba de andaluces y extremeños. Entre los catalanes y los castellanos de Manlleu, y es de suponer que así ocurrió en muchas otras poblaciones industriales, se produjo en esos primeros años de encuentro una palpable separación tanto espacial como psicológica. En el caso de los niños y adolescentes, esa distancia se traducía en frecuentes peleas y disputas en descampados o cines, o en el diferente uso temporal de algunos lugares públicos como las piscinas municipales. El autor, que era un niño catalán en aquel tiempo, sentía una mezcla de recelo y admiración por aquellos otros chicos “castellanos”, más morenos y atrevidos, que parecían vivir más libres y mucho menos controlados por sus padres y familiares.

Pero que nadie crea que en Los castellanos se esconden las intenciones nacionalistas o identitarias tan frecuentes y cansinas de la actualidad catalana. Bien al contrario, Jordi Puntí realiza un destacado ejercicio de memoria personal y colectiva que, además de ofrecer casi un documento histórico de aquellos años, convierte sus recuerdos personales en materia literaria con su correspondiente pequeña dosis de invención narrativa. Y más teniendo en cuenta que, como el propio autor se encarga de recalcar, la propia infancia de uno es siempre una ficción. Y lo es tanto en la memoria que de ella perdura tras su pérdida como en su misma vivencia en el instante. Más aún en aquellos años en los que la imaginación infantil se veía modelada por las películas del oeste de los cines de barrio o por las novelas juveniles de moda.

Los castellanos es también un relato diacrónico que muestra los cambios en la ciudad y sus barriadas obreras, desde aquellos años de emigración del sur de España hasta los tiempos posteriores en que fueron llegando nuevas gentes procedentes de otras geografías. La desconfianza, a veces convertida en hostilidad, entre catalanes y castellanos fue en general superada en poco tiempo, y los degradados barrios que aquellos emigrantes fueron abandonando en su relativa prosperidad se vieron luego ocupados por los llamados moros y por otros inmigrantes que llegaban de diferentes lugares del planeta.

Cada capítulo del libro se abre con una fotografía en blanco y negro que ilustra acertadamente su contenido. Todo ello hace que Los castellanos sea una lectura muy amena, con una prosa directa, sencilla y muy bien elaborada; muy recomendable para entender mejor aquellos años de grandes cambios en las sociedades catalana y española.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 20 de octubre de 2013

UN NUEVO CASO DEL DETECTIVE VÍCTOR ROS


La última noche de Víctor Ros. Jerónimo Tristante. Plaza y Janés Editores. 2013. 448 páginas.

Tras la magnífica El valle de las sombras –que reseñamos aquí en su momento–, Jerónímo Tristante (Murcia, 1969) nos ha obsequiado con una nueva entrega de su serie de novelas que tienen como protagonista al detective madrileño Víctor Ros. Después de sus tres libros anteriores de la saga  –El misterio de la casa Aranda (2008), El caso de la viuda negra (2008) y“El enigma de la calle Calabria (2010), este último reseñado también en esta sección–, el escritor murciano acaba de publicar La última noche de Víctor Ros, en la que el sagaz y carismático investigador vivirá otra nueva, trepidante y enrevesada aventura.

Si las novelas anteriores transcurrían respectivamente en Madrid, Córdoba y Barcelona, en esta ocasión el famoso detective deberá trasladarse hasta Oviedo. Allí es requerido por su amigo el juez Agustín Casamajó para que intente aclarar el asesinato del hijo mayor de un rico empresario de la ciudad. El caso, del que hay dos sospechosos, se irá complicando con nuevas muertes que aumentan el misterio y obligan a Víctor Ros a emplearse a fondo y a enfrentarse a unos delincuentes tan sanguinarios como astutos y escurridizos. Para no estropear al lector el disfrute de la novela, no explicaré nada más de una trama compleja que, como en los casos anteriores, mantiene la intriga y el suspense hasta el último momento.

Quienes hayan leído las otras novelas de la saga se encontrarán con algunos personajes ya conocidos, entre los que destaca el pequeño Eduardo, que Ros ha adoptado como hijo tras haberlo recogido de la mendicidad de las calles de Barcelona en el libro anterior y que, ahora, al estar de vacaciones veraniegas, ayuda a su padre en las investigaciones ovetenses. Esto acentúa aún más el carácter familiar, algo atípico en el género, del detective, cuya esposa Clara también cobra protagonismo en el tramo final de la novela.

También la ambientación histórica en la década de los ochenta del siglo XIX en la provinciana Oviedo está muy lograda en esta nueva aventura de Víctor Ros: la descripción de las calles y plazas de la ciudad, las marcadas diferencias de clases, las duras condiciones de trabajo de los mineros, la penetración de las ideas socialistas, etc. Tristante se permite incluso algún guiño literario al lector, como la aparición puntual en el relato de algunos personajes de La regenta, de Clarín, novela coetánea de los acontecimientos narrados.

Aunque La última noche de Víctor Ros puede inscribirse en el género negro y policiaco, participa también de aspectos costumbristas y de muchos elementos del folletín decimonónico tan popular en la época. No hay duda de que el carácter inteligente, racional y deductivo de Víctor Ros bebe directamente del famoso Sherlock Holmes. El detective madrileño muestra siempre su devoción por la cultura anglosajona y es lector de autores como Dickens o el francés Dumas, aunque se declara sobre todo admirador de las magníficas novelas de Wilkie Collins.

Escrita con un lenguaje fácil y directo, y dirigida a un amplio público lector, esta nueva aventura de Víctor Ros gustará de nuevo a quienes disfrutan con la literatura de misterio, acción y continuos sobresaltos.


Carlos Bravo Suárez

domingo, 13 de octubre de 2013

INFANCIA Y MEDITERRÁNEO

         
Solsticio. José Carlos Llop. RBA LIBROS. 2013. 128 páginas.

Escribe José Carlos Llop (Palma, 1956) al principio de Solsticio que cuando el paraíso desaparece siempre aparece la literatura. El paraíso perdido que describe el escritor mallorquín en este breve y hermoso libro es el de los veranos de su infancia, en los años sesenta, en una batería del ejército español –su padre era militar– situada en una zona alejada y solitaria de la costa insular de Mallorca. A principios del mes de agosto, todos los años, un Simca de color cereza llevaba a la familia a este tranquilo rincón isleño donde el tiempo se paraba en una quietud rutinaria que al pequeño José Carlos le parecía infinita.

Esos veraneos en una isla todavía rural y aún no invadida por las hordas de turistas son recordados en Solsticio desde dos planos literarios y temporales distintos: el del niño que ni siquiera podía sospechar su posterior dedicación a la literatura y el actual escritor que hace pasar el recuerdo de aquellos años felices por el tamiz de su vasta cultura y su exquisita sensibilidad actuales. Porque en ese paisaje arquetípico y primario late la esencia mediterránea que se extiende de Algeciras a Estambul, “de Mallorca a Corfú, pasando por la Sicilia de Lampedusa”. Y ese lugar, curiosamente llamado Betlem, de estíos rutinarios y tranquilas vacaciones, se relaciona con un lejano mundo antiguo y primitivo del que todo procede y con unos paisajes poblados por una pléyade de mitos tanto cristianos como paganos. Son los paisajes de La Biblia y La Odisea, dos libros que aquel niño leía, o le leían, en aquellos días felices y que encarnan en cierto modo la esencia cultural del Mediterráneo.

Pero si en la Biblia la tierra prometida puede ser el premio final a un camino doloroso, en Solsticio la tierra prometida de la infancia es aquello que se pierde de manera inevitable porque la vida va dejando atrás el paraíso, que también dispone de sus ritos de iniciación, sus miedos y su posterior y casi seguro sufrimiento.

Desde el punto de vista narrativo, pocos son los personajes que aparecen en las páginas del libro. Destaca sin duda entre ellos la figura del padre; ordenado, obedecido por todos y profundamente religioso. Pero en ningún momento asoma la menor crítica social a un orden que a los ojos del niño nada ni nadie puede alterar ni mucho menos cuestionar. Sólo en el epílogo, el autor reflexiona brevemente sobre algunas formas casi feudales que han pervivido en las relaciones humanas insulares, de las que culpa a la ausencia de un verdadero siglo XVIII en la historia reciente del país.

La memoria se convierte así en Solsticio en una brillante forma de literatura. Y la literatura de Juan Carlos Llop es, en su sencillez y ritmo, siempre elegante, contenida y armoniosa. Buscando las palabras justas y rememorando un amplio vocabulario ligado a la flora y la fauna del paisaje mítico de la infancia. Pese a lo dicho, no estamos ni mucho menos ante un libro de memorias, tampoco del todo ante una novela. De ambas cosas tiene algo este Solsticio, pero en su brevedad, estilo y elegancia, hay también mucho de lirismo y de poesía.

José Carlos Llop es un escritor que ha cultivado antes la novela, los relatos, el dietario y el verso. Con este libro híbrido transciende lo que de anecdótico y particular pueda tener un periodo de su infancia al que convierte en una rica y sugestiva pieza breve de la mejor literatura. 


Carlos Bravo Suárez

domingo, 6 de octubre de 2013

GRUPO A

                                                                   
Hasta la cima de la montaña. Arne Dahl. Editorial Destino. 2013. 454 páginas.

Arne Dahl es el seudónimo que utiliza el escritor, editor y crítico literario sueco Jan Arnald (1963) para firmar sus exitosas novelas policiacas. Once de los trece títulos de esta serie negra, que ha dado fama mundial en el género a este destacado autor de la gran hornada nórdica surgida en los últimos años, están protagonizadas por el llamado Grupo A de la policía de Estocolmo. La editorial Destino, siempre atenta a este tipo de narrativa, ha publicado recientemente Hasta la cima de la montaña, cuya edición original en el país escandinavo data del año 2000.

Hasta la cima de la montaña es una magnífica novela de suspense, ambientada en Estocolmo durante la década de los noventa del pasado siglo XX. El relato se inicia con la muerte de un hincha de un equipo de fútbol tras una discusión en un céntrico bar de la capital sueca. Lo que parece un caso más de violencia entre aficiones rivales tras la disputa de un partido de fútbol va derivando de manera brillantemente construida en una compleja trama en la que se mezclan narcotráfico, grupos neonazis, terrorismo internacional, policías sospechosos y redes pedófilas en internet.

El aparentemente sencillo caso que da inicio a la novela es asignado a la pareja constituida por los detectives Paul Hjelm y Ferstin Holm, quienes además de trabajar juntos habían tenido una pasada relación sentimental. A medida que la trama se complica, intervienen en ella nuevos policías hasta significar la vuelta del llamado Grupo A, un grupo de élite de la policía de Estocolmo que se había disuelto tras un fracasado caso anterior al que se hace referencia varias veces en la novela. El autor, además de mantener la intriga de manera admirable hasta las últimas páginas del libro, profundiza algo más en algunos rasgos personales, familiares y psicológicos de los miembros que integran el reputado equipo policial. Por otro lado, se muestran aspectos de las investigaciones policiales contra la pedofilia en internet que exigen importantes conocimientos informáticos por parte de los investigadores. Además, también aparece en el relato la presencia de los grupos terroristas escandinavos que probablemente estuvieron detrás del asesinato del conocido político Olof Palme en 1986 y que parecen seguir en activo unos años más tarde.

En resumen, estamos ante una espléndida novela negra, bastante por encima de la media habitual en un género con un creciente número de títulos en el actual mercado editorial. Esperemos que Destino, que ya lo ha hecho con algunas de ellas, siga publicando en nuestro país el resto de narraciones protagonizadas por el Grupo A, cuyo gran éxito internacional ha motivado la grabación de una serie televisiva, estrenada en Suecia en 2011, que actualmente se emite en la BBC británica y en al menos una docena de países entre los que de momento no figura el nuestro. Nos conformaríamos aquí con poder leer las novelas que quedan por editar, y las que puedan venir en el futuro, de este destacado autor escandinavo.


Carlos Bravo Suárez

domingo, 29 de septiembre de 2013

LA MAESTRÍA LITERARIA DE ALICE MUNRO

      
 Mi vida querida. Alice Munro.  Lumen.  2013. 336 páginas.

Alice Munro (Ontario, Canadá, 1931) es una de las voces más sobresalientes del panorama literario internacional de las últimas décadas. Aunque también ha publicado alguna novela, la escritora canadiense destaca sobre todo como autora de relatos cortos. Ya octogenaria, con Mi vida querida, su último libro, acaba de dar otra lección de su brillante e impecable magisterio literario.

Mi vida querida es una colección de catorce relatos breves, casi todos ambientados en el Ontario natal de la autora, en la época de la depresión y de la segunda guerra mundial. Ese periodo de su infancia ha sido frecuente fuente de inspiración en la obra literaria de Munro, que vivió sus primeros años en una granja de esa región canadiense hoy muy industrializada.

Los relatos de Mi vida querida tratan del amor y el desamor, de infidelidades adúlteras, de reencuentros y desencuentros, de deseos inconfesables, del paso del tiempo, de soledades tristes u obligadas y, casi siempre, de perdedores y personajes que en mayor o menor medida han extraviado sus vidas. De la existencia en suma; con sus luces y sus sombras y su constante fluir cotidiano hacia la muerte.

Llaman la atención sobremanera por su singularidad los cuatro últimos relatos del libro, que no son cuentos de ficción sino una unidad distinta de carácter autobiográfico en los que, como la misma autora explica en la breve introducción a los mismos, son “lo primero y lo último –y lo más íntimo– de lo que tengo que decir sobre mi propia vida”.

Toda esa densidad de contenidos se halla envuelta en una prosa sencilla y natural, que narra con admirable economía lingüística y lograda contención unas historias de un realismo cotidiano que se muestra, sin embargo, repleto de sentimientos y emociones. A veces solamente apuntados para que el lector haga por sí mismo su propia composición de los hechos. Pocos escritores logran un equilibrio tan extraordinario entre el contenido y la forma, entre lo que cuentan y la manera que tienen de contarlo. Porque Alice Munro simplemente narra, con sabia mirada observadora y objetivismo distante, unas hermosas historias que pretenden captar la vida misma, con sus penas y alegrías, en un momento histórico en que las penurias y la depresión económica hacen que aquéllas proliferen mucho más que éstas.

Alice Munro puede situarse sin caer en la exageración a la altura de los mejores escritores de relatos de la literatura universal. La comparación que de ella se ha hecho con el maestro Chéjov no parece desmesurada en absoluto. Tal vez la obra de la escritora canadiense todavía no sea suficientemente conocida en nuestro país; aunque Javier Marías y su exquisito círculo literario reconocieron su talento otorgándole el Premio Reino de Redonda en el año 2005. Y eso que, por entonces, Munro aún no había publicado el magnífico libro de relatos que acabamos de reseñar.

Carlos Bravo Suárez


domingo, 22 de septiembre de 2013

EROLAS, UN DESPOBLADO CON ERMITA FRENTE A RODA DE ISÁBENA



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Erolas (o Eroles) es un despoblado situado casi enfrente de la localidad ribagorzana de Roda de Isábena, en la margen izquierda de este río, prácticamente a la altura de la llamada casa de la Huerta. A la casa Erolas se puede acceder andando tras cruzar el río Isábena por el puente medieval de Roda, siguiendo las marcas del GR-18.1, sendero que continuamos brevemente al otro lado del río para girar luego por una pista a la derecha que se dirige hacia el sur. Al cabo de poco rato, es necesario tomar a nuestra izquierda otra pista de tierra que sube hacia la casa, situada a 820 m. de altitud, en un cerro que algunos mapas denominan Corona de Erolas.

Sin duda la construcción más interesante de Erolas es su ermita románica, dedicada a San Esteban, que hacía las funciones de capilla familiar y se encuentra al sur de las ruinas de la antigua casa, pegada a una de sus edificaciones. Se trata de una ermita muy poco conocida que no aparece en ninguna de las principales publicaciones que tratan sobre el románico en la comarca. Hasta hace pocas fechas, en que visité el lugar con mi buen compañero de andanzas Joaquín Sesé, tampoco yo sabía de su existencia a pesar de haber pasado muy cerca en algunas excursiones. Fueron mis amigos grausinos Ángel Aventín, Jaime Lagüens y Francisco Martí quienes me lo dieron a conocer y me indicaron cómo llegar hasta él. Francisco Martí ha hecho una magnífica descripción de la ermita en su completa página web sobre el románico en Ribagorza.

No soy yo ningún especialista en este arte constructivo, pero lo primero que llama la atención de la ermita de casa Erolas es la manifiesta diferencia entre el ábside, de claro estilo románico y fechable por lo tanto en época medieval, y la nave de dimensiones reducidas que parece de construcción muy posterior. El primero está levantado con sillares regulares y bien alineados; la segunda es de materiales más rústicos e irregulares. La puerta de la ermita se abre hacia occidente y es bastante estrecha, con tres dovelas de piedra tosca o toba que forman un arco de medio punto. En la dovela central hay grabada una cruz de manera muy rudimentaria.

También de piedra tosca o toba es un curioso arco a modo de espadaña, de doble pieza y rematado por una cruz, que se levanta sobre la puerta de entrada. En el interior de la ermita, además de la mesa del altar, solo hay una pila de agua bendita en el lado meridional y una ventana, hoy cegada, en el mismo centro del ábside. Parte de las paredes de la nave están revocadas y parecen tener algunos restos de posibles pinturas anteriores. La techumbre es de losas que alguien ha protegido recientemente con unas lonas blancas. Lo más antiguo y destacado de la ermita es sin duda su ábside semicircular con bóveda de cuarto de esfera. Su exterior queda ahora en parte cubierto por la tierra y está coronado por una cornisa de algunas piedras toscas jalonada con peculiares canecillos.

Sobre Erolas, que en la actualidad pertenece al municipio de Isábena, no he encontrado demasiada documentación histórica. En el libro Roda de Isábena en los siglos X-XIII, de Núria Grau Quiroga, editado por la Institución Fernando El Católico en el año 2010 en Zaragoza, el lugar es citado en varias ocasiones. Sin embargo, en sus páginas aparecen indistintamente las denominaciones Erolas y Eroles. La primera se refiere sin duda siempre a nuestro lugar ribagorzano; la segunda parece aludir, varias veces de manera inequívoca, a la población de ese nombre sita en la comarca catalana del Pallars Jussà.

La primera referencia histórica a Erolas data de un documento del 16 de septiembre de 1079. En el Cartulario de Roda, en unas donaciones hechas a la catedral de San Vicente, se incluye la frase “et una terra in Erolas”. En un pergamino del año 1262 en que se fija el límite entre los términos de San Esteban del Mall y Roda de Isábena, aparecen citados los Vilars d’Erolas. Hay que decir aquí que muy cerca de la casa Erolas, un poco más al norte y en la misma margen izquierda del río Isábena, se encuentra una casa llamada El Villar. En ese mismo siglo XIII, en una memoria de los censos que pagaban los hombres de Roda al obispo, aparecen varias veces los nombres de Ramón de Erolas y Iohan Bufa de Erolas. Por último, en 1236 hay una copia de una escritura con la firma de Pedro, o Petrus, de Eroles, canónigo rotense; aunque en este caso, atendiendo a la diferenciación antes citada, tal vez se refiera a la mencionada población pallaresa. 

Sin embargo, en "Focs y morabatins de Ribagorza (1381-1385)" que publicó José Camarena Mahiques, y que consulto en "Historia del Condado de Ribagorza", de Manuel Iglesias Costa, aparecen en el fogaje de Roda y su término de 1385 los nombres de Guiamo d'Eroles y Bernat d'Eroles.

Sin entrar en más consideraciones, hay que concluir señalando que la capilla de la hoy despoblada Casa Erolas es otro ejemplo más, en este caso muy poco conocido, del rico patrimonio románico de estas tierras ribagorzanas

Carlos Bravo Suárez

Artículo publicado hoy en Diario del Alto Aragón.

Fotos: Ermita de casa Erolas -frente, lateral, ábside exterior y ábside interior-, Casa Erolas desde el camino de subida, interior de la casa, puereta de entrada, horno, ventana, casa y calle, vista de Roda desde Erolas, El Villar, Roda de Isábena y el Turbón desde el camino a Erolas y puente medieval de Roda de Isábena -dos últimas fotos-.