viernes, 31 de julio de 2015

EL DEVENIR DE CATALUÑA



Viví más de veinte años en Cataluña y me fui de ella cansado de la obsesión nacionalista que, en vez de menguar tras la Transición como cabía esperar, iba creciendo y apoderándose de más espacios políticos y sociales hasta hacerse cada vez más asfixiante. La persistente repetición de tópicos maniqueos en la educación y sobre todo en la enseñanza de la historia, y la insistencia en esa línea de TV3 y otro medios oficiales, han ido fomentando entre muchos jóvenes catalanes un sentimiento más o menos antiespañol de fondo. Muchos partidos que no eran nacionalistas en su origen sucumbieron a la ambigüedad y a la excesiva tolerancia con los excesos nacionalistas. Eso ocurrió sobre todo en el antes hegemónico PSC, cuya deriva y falta de proyecto único todavía vemos en casos como los recientemente vividos en Castelldefels y Tarrasa. Buena parte de la izquierda antepuso el nacionalismo a las cuestiones sociales e incluso a la ética frente a los casos de corrupción que en muchas ocasiones esos partidos supuestamente progresistas no hicieron nada por descubrir o incluso han contribuido a tapar. A pesar de ello, y gracias a la valentía de algún partido joven que se ha atrevido sin complejos a mostrar su doble condición española y catalana, es bastante posible que, como indican muchas encuestas y el 9-N pareció corroborar, la sociedad catalana actual no sea todavía mayoritariamente independentista. Por eso, ahora es el momento en que esos sectores deben mostrar claramente sin ambigüedades ni complejos sus posiciones contrarias a la independencia. Desde el resto de España los miramos con expectación y simpatías, pues en sus manos va a estar en buena medida el devenir de su comunidad y el de sus futuras relaciones con las demás comunidades españolas.

Carlos Bravo Suárez

(Texto íntegro enviado a los diarios El País y El Mundo y publicado hoy y el pasado lunes por ambos diarios,  aunque en los dos resumido debido a su extensión)


domingo, 26 de julio de 2015

LA CHICA DEL TREN



“La chica del tren”. Paula Hawkins. Planeta. 2015. 496 páginas.

“La chica del tren” se ha convertido en un fenómeno literario sin precedentes. Publicada en Inglaterra a principios de este año, la novela ha vendido ya más de cinco millones de ejemplares en el mundo anglosajón y ha sido traducida a casi 50 idiomas. Según fuentes editoriales, desde que existen datos estadísticos nunca antes una novela se había vendido tanto en tan poco tiempo. Su autora, la británica Paula Hawkins (Zimbabwe, 1973), dejó el periodismo económico para escribir varias novelas románticas de encargo que no acabaron de triunfar. Con “La chica del tren” parece haber dado plenamente con la clave del éxito. En España, ha sido editada recientemente por Planeta, con traducción de Aleix Montoto, y parece seguir el mismo camino triunfal de otros lugares.

“La chica del tren” es lo que solemos definir como un best seller, con las virtudes y defectos de este tipo de narraciones. La novela ha sido etiquetada también como un thriller psicológico, en el que se han querido ver ecos de Alfred Hitchcock (“La ventana indiscreta”), Agatha Christie, Ruth Rendell o  Patricia Highsmith (“Extraños en un tren”).  Se trata de una historia llena de intriga, suspense y tensión, en la que tienen preponderancia temas como la infidelidad y la mentira, el sexo y la dominación o la soledad, las obsesiones y el alcoholismo agudo que lleva incluso a la pérdida momentánea de la memoria.

Estructurada en muchos capítulos que agilizan su lectura, tres son las narradoras de la novela (Rachel, Megan y Anna) que van alternando sucesivamente sus intervenciones, siempre fechadas en su inicio a modo de un puzzle cronológico que, aunque exige la necesaria atención, no resulta difícil de recomponer. La historia transcurre en la periferia de Londres, principalmente en el verano de 2013. La protagonista y principal voz narradora es Rachel, una mujer frágil, obsesiva y alcoholizada que no ha podido superar la separación de su anterior marido, Tom.  

Rachel sobrevive, gracias a los préstamos de su madre, en una habitación alquilada a las afueras de Londres y cada día a primera hora de la mañana coge el tren para ir a la capital donde supuestamente trabaja. En el trayecto, pasa por delante de su antigua casa, ahora ocupada por Tom y Anna con su pequeño bebé. Unas puertas más allá, en la misma calle, reside una pareja a la que Rachel idealiza como modelo de felicidad y para la que inventa dos nombres falsos. Desde la ventanilla del tren, un día observa algo diferente en la terraza de esa casa y al poco tiempo la mujer (Megan) desaparece misteriosamente. Eso inicia una intriga en la que todos estos personajes se ven involucrados en una red a varias bandas de infidelidades adúlteras, pérdidas no superadas, violencias, mentiras y pasiones ocultas. Unos personajes que no son lo que parecen y muestran de puertas afuera, sino que esconden debilidades y pasiones inconfesables que van a comenzar a salir a la luz a medida que avanza la trama del relato.

Probablemente pueden encontrarse si se buscan muchas trampas y trucos literarios en la narración, pero no hay duda de que en ella se teje una historia bien hilvanada, contada con fluidez y buen ritmo, y que, a pesar de lo reducido de los escenarios en que transcurre, se lee con facilidad y creciente interés. Como no podía ser de otra manera, de la novela se han vendido ya los derechos para que pronto sea llevada al cine, con la actriz Emily Blunt en el papel protagonista de Rachel. Antes, “La chica del tren” será casi con total seguridad el libro de moda de este verano también en nuestro país. 

Carlos Bravo Suárez


domingo, 19 de julio de 2015

POR LOS CAMINOS DEL REY GONZALO


“Por los caminos del rey Gonzalo”. Joaquín Gasquet. Ediciones Atlantis. 2015. 216 páginas.

“Por los caminos del rey Gonzalo” es la primera novela del altoaragonés Joaquín Gasquet Cereza, nacido en la población ribagorzana de Viu de Foradada y actualmente residente en Binéfar. Licenciado en Historia y Geografía por la Universidad de Zaragoza, Gasquet ha ejercido largo tiempo la docencia en diversos institutos de enseñanza secundaria catalanes y aragoneses hasta su reciente jubilación. Aprovechando el tiempo libre que esta proporciona, acaba de publicar en la editorial madrileña Atlantis la novela “Por los caminos del rey Gonzalo”, una interesante narración en la que aúna de manera eficaz ciencia ficción e historia.

Como el autor ha contado en alguna entrevista, dos fueron los motivos principales que le inspiraron la creación de la novela: las investigaciones sobre el acelerador de partículas o Gran Colisionador de Hadrones (LHC) y sus posibles aplicaciones, llevadas a cabo en Ginebra por la Organización Europea para las Investigaciones Nucleares (CERN), y el monumento levantado en memoria del rey Gonzalo en la carretera del alto de Foradada, cerca del lugar donde este efímero rey de Sobrarbe y Ribagorza murió asesinado en 1043. A partir de ahí, el escritor ha hecho posible un viaje al pasado cuyo protagonista es Carlos, un profesor de historia medieval de la Universidad de Zaragoza, nacido en Ribagorza y muy interesado en descubrir las verdaderas causas de la muerte del rey Gonzalo.

Estructurada en seis partes, de las que la más breve –dos páginas– es la primera, más científica, en que se trata sobre el acelerador de partículas, la novela tiene un buen ritmo narrativo y entretiene al lector con una historia amena y bien construida que, además del citado viaje al pasado, contiene, entre otras cosas y como mandan los cánones, una sugerente historia de amor que se prolonga en el tiempo y sirve en buena medida como eje conductor de la narración.

Mención especial merece la espléndida ambientación histórica de la parte central del relato. Perfectamente documentados y verosímiles se presentan muchos de los aspectos de la sociedad ribagorzana y sobrarbense de aquellos remotos tiempos de mediados del siglo XI. Por esos territorios y la frontera –entre comercial y guerrera– que separaba los mundos cristiano y musulmán, realizan tanto el rey Gonzalo como el protagonista de la novela un interesante recorrido geográfico. Para precisar el mapa histórico de la época reproduzco este párrafo del libro: “Cuando Sancho III el Mayor de Navarra repartió su reino entre sus hijos la zona fronteriza de los territorios cristianos de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza con el Islam quedaba marcada por una serie de fortificaciones cristianas que, yendo de oeste a este, eran: Agüero, Murillo, Loarre, Nocito, Surta, Castejón de Sobrarbe, Samitier, Abizanda, Muro de Roda, Troncedo, Pano, Perarrúa, Santaliestra, Erdao, Castellazo, Fantova, Güel, Roda, San Esteban del Mall, Isclés, Cornudella y Arén, enlazando con la fortaleza de Orrit ya en el Pallars”. Como es sabido, al morir Gonzalo, Sobrarbe y Ribagorza se integraron en el Reino de Aragón regentado por Ramiro I. Entre los muchos lugares que aparecen en el libro, adquieren tal vez un mayor protagonismo sobre el resto el monasterio de San Victorián y la población sobrarbense de Buil, actual Santa María de Buil, donde se estaba construyendo en aquel tiempo la magnífica iglesia de triple ábside que, aunque algo reformada, ha llegado a nuestros días.

“Por los caminos del rey Gonzalo” es una novela bien escrita, con el registro lingüístico adecuado a cada momento y con un estilo muy correcto y fluido, que logra combinar con éxito el entretenimiento, la ciencia ficción y la historia. 

Carlos Bravo Suárez       

            

domingo, 12 de julio de 2015

EL CEREBRO DE ANDREW

                                     
“El cerebro de Andrew”. E. L. Doctorow. Miscelánea-Roca Editorial. 2014. 174 páginas.
           
Edgar Lawrence Doctorow (El Bronx, Nueva York, 1931) es uno de los grandes escritores estadounidenses actuales. Aunque ha cultivado también el relato, el ensayo o el teatro, es conocido sobre todo como novelista. Nieto de emigrantes rusos y eterno aspirante al Premio Nobel de Literatura, E. L. Doctorow (como firma todos sus libros) es autor de algunas de las grandes novelas norteamericanas recientes: “El libro de Daniel” (1971), “Ragtime” (1975), “Billy Bathgate” (1989), “El arca del agua” (1994), “La ciudad de Dios” (2000) o “La gran marcha” (2005). En ellas, mezcla de manera admirable la ficción, la historia de su país y la crítica política y social. Poco dado a etiquetas y encasillamientos, en “El cerebro de Andrew”, su novela más reciente, Doctorow se aleja de las grandes narraciones históricas y compone un relato más bien breve, intimista y ambiguo, en el que se adentra, siempre desde la perspectiva de la ficción, en el terreno del conocimiento, la conciencia y los misterios del cerebro. Miscelánea-Roca Editorial publicó el pasado año esta novela en nuestro país, con traducción, imagino que nada fácil, de Carlos Milla e Isabel Ferrer.

“Puedo hablarle de mi amigo Andrew, el científico cognitivo. Pero no es agradable”. Así comienza “El cerebro de Andrew”, donde se nos cuenta la historia de este profesor de ciencias cognitivas a través de una compleja estructura formal con diferentes enfoques narrativos. En el relato predomina el diálogo (o más bien la confesión) del protagonista ante un enigmático interlocutor desconocido que le interrumpe con frecuencia con intervenciones muy breves. Todo parece indicar que se trata de un psiquiatra que controla a Andrew en su también enigmático lugar de reclusión, al que tampoco sabemos con seguridad por qué motivos ha llegado. (“-Usted es un psiquiatra a sueldo del Estado, ¿no?” / -Bueno, tengo el título oficial, si se refiere a eso").

Entre referencias al cerebro que parecen combinar la ciencia y la metáfora (“Es una especie de cárcel, la mente del cerebro. Tenemos estos misteriosos cerebros de mil trescientos gramos y nos encarcelan.”), Andrew nos va contando su vida, desafortunada y triste en su conjunto, hasta llegar al punto de aparente encierro en que se encuentra. Su enamoramiento de la pequeña y bonita Briony, alumna suya en la Universidad y muerta el 11-S, con la que tiene una hija que, al quedar viudo, lleva para que la cuide a su exmujer Martha, como sustitución de la que perdieron juntos cuando él le administró a la niña un fármaco equivocado. Su relación con el corpulento marido de Martha, que siempre lo llama “El Simulador” (¿quién no lo es de una u otra manera o en algún determinado momento?), o la sorprendente aparición del siempre innominado presidente de los Estados Unidos, que resulta haber sido compañero de infancia y juventud de Andrew y que al reconocerlo lo lleva con él a la Casa Blanca y tal vez tenga una influencia decisiva en su enigmática y poco clara situación de reclusión posterior.

Como el propio Doctorow ha dicho en alguna entrevista reciente, este no es el libro adecuado para quien solo busque entretenimiento en la lectura. “”El cerebro de Andrew” no es una novela fácil, pero constituye un brillante, complejo y rico ejercicio literario de un espléndido escritor, capaz de dominar con maestría y eficacia diferentes registros y enfoques narrativos.

Y como del cerebro trata en parte este libro, quiero terminar esta reseña con esta cita del profesor Andrew a sus alumnos: “Les dije que el gran problema al que se enfrentaba la neurociencia era cómo se convertía el cerebro en la mente. Cómo esa madeja de mil trescientos gramos lo llevaba a uno a sentirse como un ser humano”. Pues eso: el enigma del cerebro y de la mente humana constituyen el fondo de la última novela de Doctorow. Pero en ella hay muchas más cosas, porque “El cerebro de Andrew” es otra magnífica aportación literaria, diferente y compleja en este caso, de uno de los grandes escritores actuales.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 5 de julio de 2015

BERLÍN, AÑOS 30


                                                        
“Hermanos de sangre”. Ernst Haffner. Seix Barral. 2014. 248 páginas.

Hace un par de años, en 2013, el editor alemán Peter Graff recuperó una novela olvidada que narra las peripecias de un grupo de jóvenes y adolescentes que logran sobrevivir a duras penas en las calles y plazas berlinesas, en medio de la tremenda crisis social y económica que azotaba a la Alemania de entreguerras. Se trataba de un duro relato publicado en 1932 con el título de “Juventud en la carretera de Berlín”. El libro fue prohibido por los nazis tras su ascenso al poder, y de su autor, Ernst Haffner, se perdió la pista para siempre. Sólo sabemos que fue periodista y asistente social, que vivió en Berlín entre 1925 y 1933 y que posiblemente conoció de primera mano la cruda realidad de la que trata su única novela conocida. Al parecer, Goebbels lo llamó tras la publicación del libro y de Haffner nada más se supo. Seix Barral, tras el éxito obtenido en Alemania, editó la novela el pasado año en nuestro país con el título de “Hermanos de sangre” y el subtítulo de “Una novela berlinesa”, en una magnífica traducción del alemán del destacado escritor Fernando Aramburu.

“Hermanos de sangre” es un descenso a los bajos fondos berlineses, donde muchos jóvenes, algunos casi niños, hambrientos y desarraigados, buscan alimento y cobijo, habiendo de recurrir con frecuencia a las formas más elementales de supervivencia. Procedentes de familias desestructuradas, con padres que murieron en muchos casos en la Primera Guerra Mundial, huidos de orfanatos y correccionales de los que entran y salen sin parar, deambulan sin trabajo ni ocupación por las calles berlinesas practicando pequeños hurtos, prostituyendo por necesidad sus cuerpos jóvenes y librándose del frío en atestados cafés, bibliotecas públicas, cines de sesión continua o inmundas pensiones de mala muerte. Pocos son quienes los ayudan y la policía berlinesa los persigue con saña, así que la solidaridad y el apoyo mutuo entre ellos los lleva a constituir pequeñas bandas con estrictas normas de pertenencia, que practican con crueldad la venganza con quienes se enfrenten a ellos o los traicionan. La denominada “Hermanos de sangre” es la banda que protagoniza esta novela y le da título. Una banda que, aunque siempre tiene a la policía pisándole los talones, va aumentando el grado de su actividad delictiva hasta convertirse en unos expertos carteristas.

Con una prosa seca y cortante, el libro se inscribe dentro de un duro realismo social que desnuda las miserias de las sociedades empobrecidas y la salvaje lucha por la vida que se establece para sobrevivir en tiempos de aguda crisis económica. Hay momentos espeluznantes y tremendos en el libro, como cuando uno de los jóvenes viaja de Colonia a Berlín abrazado a un eje del tren a escasos centímetros del suelo, o cuando los propios jóvenes castigan físicamente con obligada crueldad a quien ha intentado engañar a uno de sus miembros.  Se destacan también las dificultades de estos jóvenes para salir de la espiral de delincuencia en la que acaban fatalmente atrapados. Así lo experimentan dos de ellos que intentan alejarse de la banda y montar un pequeño negocio de calzado que les permita sobrevivir honradamente al margen de la delincuencia. A pesar de la ayuda y comprensión que reciben por parte de la dueña de la pensión en que se hospedan –uno de los pocos personajes buenos del libro–, su pasado reciente, la policía implacable y las leyes despiadadas que no entienden de cambios ni de arrepentimientos van a sembrar de obstáculos y hacer difíciles sus buenos propósitos.

La recuperación de “Hermanos de sangre” es una buena noticia literaria. La novela constituye un verdadero documento de cómo la crisis económica golpeó con dureza a los más desfavorecidos en las populosas calles del Berlín de los años 30 del pasado siglo. Un perfecto caldo de cultivo para que el nazismo lograra apoderarse en poco tiempo de los designios de esa sociedad cada vez más empobrecida, cruel y ansiosa de algún tipo de venganza.

Carlos Bravo Suárez