Con motivo de otras reseñas
publicadas en esta sección, se ha comentado aquí el auge de novelas europeas
recientes cuya acción se desarrolla durante la Segunda Guerra Mundial o tiene
relación directa con esta contienda bélica. La más reciente ha sido la
magnífica “Voluntad”, del escritor belga Jeroen Olyslaegers, publicada el
pasado año por Seix Barral. Pero si hay un
país donde encontramos este fenómeno literario con mayor profusión ese
es Francia. Novelas destacadas de los últimos años han sido “Las benévolas”
(RBA, 2007), de Jonathan Litell; “HHhH” (Seix Barral, 2011), de Laurent Vinet; “El
orden del día” (Tusquets, 2018), de Eric Vuillard; o “La desaparición de Josef
Mengele” (Tusquets, 2018), de Olivier Guez. Ahora nos llega “Una comida en
invierno”, de Hubert Mingarelli (Mont-Saint-Martin, 1956), escritor francés de
origen italiano, autor de una docena de novelas y varias colecciones de
cuentos. “Una comida en invierno” es su primera obra traducida al español y ha
sido editada por Siruela en su colección Tiempos Nuevos con traducción de Laura
Salas.
“Una
comida en invierno” cuenta una historia en la que prácticamente solo aparecen cinco
personajes y que, en su mayor parte, transcurre durante una comida en una vieja
casa abandonada en plena Segunda Guerra Mundial en el crudo invierno polaco.
Tres soldados alemanes hartos de fusilar prisioneros judíos piden a su jefe que
los libre de esa ingrata rutina diaria. Este les concede el permiso a condición
de que ellos vayan a buscar más judíos por las proximidades y los lleven al
campamento alemán para que los fusilen otros. Así empieza una jornada en la que
los tres compañeros conversan sobre las preocupaciones familiares de uno de
ellos mientras caminan por los nevados senderos de la región polaca de Galitzia.
En un escondrijo encuentran a un judío al que detienen y se llevan con ellos. Topan
más tarde con una casucha abandonada en la que, con lo que uno de ellos ha
conseguido robar y con la sémola que les dieron unos soldados italianos y
quemando sillas y puertas para encender el fuego, van a hacer una sopa para
comer y saciar su hambre atrasada. A la comida se les une un polaco que aparece
por allí con su perro y que muestra ante el prisionero judío un antisemitismo
mucho mayor y visceral que el de los soldados alemanes. El polaco ofrece a los
alemanes un orujo de patata y estos acaban invitándolo a comer, aunque a él le
cuesta hacerlo junto al judío, al que también permiten participar en parte en la
comida. En ella se plantearán algunos dilemas y la necesidad de tomar
decisiones que los comensales deberán resolver.
Detrás
de su breve envoltura y de su aparente sencillez y simplicidad, la novela
esconde una sorprendente solidez y enjundia literarias. “Una comida en
invierno” tiene una estructura casi teatral, pues buena parte del relato
transcurre en el interior de la casucha abandonada en la que convergen los
cinco personajes. Cinco hombres sencillos y hambrientos a los que la guerra y
el fanatismo ha llevado de manera cruel y caprichosa a tener que matar, a odiar
o a ser ejecutado, según el lado, el país o la etnia a la que pertenecen en ese
momento de la historia. Es impresionante, en el sentido literal del término, seguir
a los tres soldados alemanes en su deambular entre el frío, el hielo y la
nieve, hambrientos, hablando de las preocupaciones que uno de ellos tiene sobre
su hijo al que no sabe que no volverá a ver, aterrados por tener que fusilar
prisioneros pero obligados a detener a otros que igualmente serán ejecutados. O
ver al judío escondido como una bestia en su madriguera a la que el cazador
acabará localizando o al hambriento polaco que odia a la judío de manera
irracional con un odio inculcado. Lo terrible de la guerra está condensado en
las 120 páginas de esta novela de sencillez profunda. El escritor británico Ian
McEwan lo ha resumido perfectamente en una frase: “La ‘banalidad del mal’
encuentra su más desnuda y bella expresión en esta estremecedora, concisa y
extraordinaria novela”.
Un ejercicio de
concisión y sencillez para contar una historia dramática y compleja. La
tragedia de la guerra encarnada en cinco personajes que la sufren directamente
en sus carnes. Una novela muy recomendable.
“Una comida en invierno”. Hubert Mingarelli.
Siruela. 2019. 120 páginas.
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