Con una larga y brillante trayectoria literaria, Luis Landero (Alburquerque, 1948) es uno de los mejores escritores españoles actuales. Desde su deslumbrante debut con “Juegos del amor tardío” en 1989, el escritor extremeño, afincado en Madrid, ha publicado once novelas, algún ensayo y un par de relatos de memorias autobiográficas. Ahora, como siempre en Tusquets, Landero acaba de publicar “La última función”, una novela entrañable que, bajo una aparente y engañosa ligereza, contiene muchos de los temas habituales del escritor, tratados aquí con un enfoque y una maestría narrativa que permiten situar este nuevo libro entre lo más destacado de su producción literaria.
“La última función” transcurre “entre el invierno y la primavera del año 1994, en San Albín, o solo Montealbín, que de las dos maneras se le puede llamar a este lugar, o más bien se le llamaba, porque hace ya tiempo que está abandonado de Dios y de los hombres, como tantos otros de por aquí, de estas sierras pobres de la periferia de Madrid, lindantes ya con Guadalajara y con Segovia, y que tuvieron, aunque cueste creerlo, sus tiempos de esplendor”. Un pueblo de la llamada España vacía, un lugar que hoy ya no existe y que en el momento del relato estaba ya vaciándose. La historia que se nos cuenta en “La última función” será el canto del cisne de esta localidad de la sierra de Madrid antes de su desaparición definitiva.
La novela se divide en dos partes, llamadas actos por la importancia que en ella tiene el teatro. En la primera, se cuenta, en capítulos alternativos, la vida anterior de los dos personajes principales, uno masculino y otro femenino. Ernesto Gil Pérez, conocido por todos como Tito Gil, es natural de San Albín. Con 46 años, vuelve al pueblo tras un tiempo ausente y es reconocido enseguida por algunos de sus paisanos por su inconfundible y prodigiosa voz. Tito es un artista puro, inocente y nada sofisticado. En sus años más jóvenes, hizo espectáculos diversos, recitó a Lorca y realizó giras por España y el extranjero. Como ha indicado el autor del libro, Tito está basado en un personaje real, con el mismo nombre y primer apellido. El propio Landero lo acompañó como guitarrista en una gira por Estados Unidos. Ahora, con el objetivo de atraer el turismo al pueblo y salvarlo de su decadencia, Tito revivirá su pasión por el teatro y se pondrá al frente del proyecto de recuperar con todo su esplendor la representación popular de una leyenda medieval que había venido a menos en los últimos triempos. El personaje femenino es Paula, una mujer que ha naufragado tanto en su matrimonio como en su proyecto empresarial y se halla en una difícil encrucijada personal. Las vidas de Tito y Paula, independientes y desconocidas hasta ese momento, van a confluir de manera azarosa, casual e inesperada.
La novela está narrada a la manera de un cuento oral, contada por un coro de viejos del lugar: “Nosotros, los rememoradores de esta historia, éramos de los pocos que habíamos conocido a Tito en su niñez y recogido luego los ecos de sus andanzas por el mundo”. Uno de esos relatores es don Leandro Lobato, que había sido profesor de lengua y literatura y secreto lector. Además de Tito y Paula, hay en la novela un extraordinario elenco de personajes secundarios, caricaturizados por el rasgo más destacable de su personalidad: el pesimista, el hombre de acción, el romántico marginal, el escritor en busca de estilo, el inactivo, el que nunca habla… Todos ellos acaban luciéndose en la novela, como si algo escondido en su interior estuviera esperando que alguien o algo lo hiciera aflorar de sus profundidades.
Landero escribe con una prosa admirable, domina la sintaxis a la perfección, con frases algo largas pero siempre perfectamente estructuradas. Con tanta fluidez que la lectura se hace fácil por su ritmo y muy amena por la forma de contar y lo que cuenta. Hay en el libro un entrañable homenaje al teatro y a su poder de hacer cumplir los sueños. Y a la cultura, al arte y, sobre todo, al amor, que a veces llega de manera inesperada. Y hay costumbrismo y reflexión sobre la vida. La narrativa de Landero es aquí también, y como siempre, cervantina y galdosiana y muy frecuentemente unamuniana. Y en este caso, por similitudes evidentes, encontramos reminiscencias del cine de Berlanga. Sobre todo, de “Bienvenido, Mister Marshall”, película que llega a citarse en el texto. Y, si algo sobresale sobre el resto, es esa dicotomía, tan propia y permanente en la obra de Landero, entre la triste grisura de la realidad y su inocente redención a través de la ilusión y el sueño.
En resumen, otra magnífica y muy recomendable novela de Luis Landero, un maestro indiscutible de nuestras letras.
“La
última función”. Luis Landero. Tusquets Editores. 2024. 220 páginas
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