Tras publicar el pasado año la magnífica novela “Castillos de fuego”, Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) ha sorprendido con “Ropa de casa”, un libro que recoge sus memorias personales y su proceso de formación como escritor. Con una impecable trayectoria, Martínez de Pisón es, sin duda, uno de los escritores más sólidos de la literatura española actual. Desde que hace ya cuarenta años publicara “La ternura del dragón”, el escritor zaragozano, afincado en Barcelona, ha escrito una quincena de novelas, entre las que destacan “Carreteras secundarias”, “Dientes de leche”, “El día de mañana”, “La buena reputación”, “Derecho natural”, “Fin de temporada” o la reciente “Castillos de fuego”. También es autor del ensayo “Enterrar a los muertos”, el libro de relatos “Aeropuerto de Funchal” y la novela de no ficción “Filek, el estafador que engañó a Franco”.
Con “Ropa de casa”, Martínez de Pisón ha escrito un magnífico libro de memorias de estructura clásica, cronológicamente lineal y con el contexto de los cambios socioeconómicos que llevaron a España de la dictadura franquista a la democracia. En cualquier caso, el escritor se centra fundamentalmente en sus recuerdos familiares y vivencias personales, entre las décadas de los sesenta y los noventa del pasado siglo. Y lo cuenta de manera sencilla y honesta, desde la humildad del hombre común, exenta de cualquier pretenciosidad, y sin cargar las tintas en el contexto social y político, que queda como un mero telón de fondo de su trayectoria vital y su crecimiento como escritor y persona. Una vida exenta de grandes problemas, con una infancia feliz, una juventud de estudiante con inquietudes humanísticas, una vocación de escritor satisfecha muy pronto y la consecución de una vida familiar estable con su novia de toda la vida y la posterior paternidad.
Este es el resumen que hace el propio autor al inicio del capítulo 7 de su libro. “Me pregunto ahora a quien, aparte de mí y mis allegados, pueden interesar estas páginas, que cuentan una vida en la que no han pasado demasiadas cosas. Digamos que, en comparación con otras, la mía ha sido una vida pequeña. Pero, en fin, no solo a los pomelos y a las naranjas se les puede sacar el jugo: también a las mandarinas. He gozado siempre de buena salud, he vivido rodeado de afecto y me he podido dedicar profesionalmente a lo que ha sido mi pasión, la literatura. Supongo que no hace falta mucho más para sentirse un privilegiado. A lo mejor este libro es solo un testimonio de emoción y gratitud hacia la gente que ha hecho que me sienta así, la gente que ha sido importante para mí. Un posible resumen del libro sería: niño en el Logroño de los años sesenta, muchacho en la Zaragoza de los setenta, aprendiz de novelista en la Barcelona de los ochenta. Un resumen aún más escueto diría que este es el relato de la formación de un escritor, porque uno es escritor desde mucho antes de escribir sus primeras líneas: en esa niñez y en esa juventud está la sustancia de la que luego se va a nutrir su mundo literario”.
Pues hay que decir que el libro sí resulta de gran interés para el lector común. Escrito con la prosa precisa y fluida habitual, sin retóricas ni adornos innecesarios, recorremos la vida del escritor desde sus orígenes familiares. Su padre era militar y murió prematuramente cuando Ignacio tenía diez años. Su madre, una mujer valiente y decidida, abrió varias tiendas de ropa y sacó adelante a sus cinco hijos huérfanos, siempre arropados por el cariño del resto de la familia. El abuelo materno era carlista convencido y en su biblioteca descubrió Ignacio algunas de las novelas de Valle-Inclán que lo iniciaron en la buena literatura. Ni con su padre militar ni con su abuelo carlista sufrió el escritor choque generacional alguno, pues ambos murieron antes que Franco.
Su madre zaragozana quiso que todos sus hijos nacieran en Zaragoza, pero la infancia del escritor en los sesenta transcurrió en Logroño, pequeña ciudad provinciana, donde su padre estaba destinado. A principios de los setenta, la familia se trasladó a Zaragoza. Ignacio estudió con los jesuitas y cursó Filología Hispánica en la universidad, con profesores tan sabios y eruditos como Aurora Egido y José Carlos Mainer. En la década de los ochenta se traslada a Barcelona, donde estudia Filología Italiana, inicia su carrera como escritor y consigue publicar muy pronto sus primeros libros en la emblemática editorial Anagrama de Jorge Herralde. A Barcelona se traslada su novia de Zaragoza, profesora de instituto, con quien se casa por lo civil y tiene dos hijos.
Mención especial merece el apartado literario del libro. Martínez de Pisón conoce y trata a muchos de los mejores escritores del momento y a cada uno dedica algunas líneas y, en algunos casos, jugosas anécdotas. Carlos Barral, Vázquez Montalbán, Muñoz Molina, Brice Echenique, Javier Marías, Enrique Vila-Matas, Cristina Fernández Cubas o Bernardo Atxaga, con quien viajó a Edimburgo, son algunos de ellos. Y los aragoneses José Antonio Labordeta, José Luis Melero, Luis Alegre, Javier Tomeo, Cristina Grande o los prematuramente muertos Félix Romeo y Chusé Izuel.
En resumen, una estupenda autobiografía que se lee con el deleite de una novela. Y que, en mi caso, por ser de la edad del autor, haber estudiado Filología Hispánica y vívido también los años ochenta y noventa en Barcelona, he disfrutado especialmente.
“Ropa
de casa”. Ignacio Martínez de Pisón. Seix Barral. 2024. 304 páginas.