“Papur” es un libro sorprendente, distinto, heterodoxo, extrañamente bello. De género literario inclasificable, misceláneo, original, a ratos inquietante, a ratos divertido, fascinante en todo caso. Su autor es Francisco Ferrer Lerín, escritor barcelonés residente en Jaca, y ha sido publicado hace unos meses por la nueva editorial aragonesa Eclipsados, en una bonita y cuidada edición.
Prácticamente, descubrí a Ferrer Lerín (Barcelona, 1944) con su novela “Níquel” (Mira Editores, Zaragoza, 2005), sobre la que escribí en el “Diario del Alto Aragón” poco después de que fuera publicado. Luego he leído otras obras suyas y he conocido su importancia en el mundo literario desde los ya lejanos tiempos de los novísimos de Pere Gimferrer, Félix de Azúa, Leopoldo María Panero y compañía. Aunque no figurara en la famosa antología de José María Castellet, Ferrer Lerín fue considerado por algunos como el décimo novísimo. El escritor tiene fama de ser un verdadero personaje, singular y polifacético, siempre alejado de lo común y lo convencional. Enrique Vila-Matas o Félix de Azúa le han dedicado algunas páginas en algunos de sus libros más conocidos. Pablo Amatller, protagonista de “Níquel”, era un trasunto literario bastante fiel, al parecer, a la realidad biográfica del autor de la novela. En uno de los textos que aparecen al final de “Papur”, el personaje denominado Gran Lerín, en el juego literario padre de otro personaje llamado Lerín a secas, es presentado, en una rápida definición, como un “escritor maldito, ornitólogo especializado en grandes aves necrófagas y jugador de póquer”. Sobre los datos biográficos del escritor afincado en Jaca desde hace años, ya escribí en el mencionado artículo que en su momento dediqué a “Níquel”. Recomiendo a quien desee conocer más cosas sobre él una visita a su completo e interesante blog (http://ferrerlerin.blogspot.com/).
Desde la aparición de “Níquel” a finales de 2005, Ferrer Lerín ha publicado una recopilación de su obra poética en “Ciudad propia. Poesía autorizada” (Santa Cruz de Tenerife, Artemisa, 2006) y “El bestiario de Ferrer Lerín” (Círculo de Lectores/Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2007). En “Ciudad propia” se reúnen sus tres poemarios anteriores -“De las condiciones humanas (1964), “La hora oval” (1971) y “Cónsul” (1987)- y se añaden casi una treintena de poemas inéditos. En la personal poesía del escritor barcelonés se combina el uso del verso y de la prosa. “El bestiario de Ferrer Lerín”, exquisitamente editado en formato pequeño con tapa dura de color rojo y dibujo en negro, tiene su origen en una proyectada tesis doctoral del autor sobre los ornitónimos, o términos referidos a los pájaros, que aparecen en el Diccionario de Autoridades. Brillantes, certeros y diferentes son los artículos que hasta no hace mucho ha venido publicando en la edición oscense de “Heraldo de Aragón” y que hoy algunos ya comenzamos a añorar. A su condición de poeta, narrador y articulista hay que sumar la menos conocida de traductor de obras de escritores como Eugenio Montale, Tristan Tzara, Saint-Jhon Perse, Jacques Monod, Paul Claudel o Gustave Flaubert.
El motivo de estas líneas es la reciente aparición de “Papur”, el último libro de Ferrer Lerín, sobre el que escribo como un modesto lector que ha disfrutado con su lectura. Del libro destaca en primer lugar, como se ha dicho, su cuidada edición, elegante en cierto modo, estéticamente atractiva y de precio asequible, cuestión no menor en estos tiempos de crisis. Sus últimas páginas, aproximadamente la tercera parte del libro, están escritas sobre un color gris que contrasta con el blanco habitual del resto de la obra. Si en “Níquel” se observaban algunos ligeros descuidos formales y sintácticos, debidos tal vez a una edición no demasiado esmerada, no puede decirse lo mismo de “Papur”. Todo lo contrario: el libro está escrito de manera impecable, con un perfecto equilibrio entre unos contenidos sugerentes y heterogéneos y unas logradas formas estilísticas, casi siempre concisas, contenidas y elegantes.
El libro se divide por este orden en los siguientes apartados: “Proemio”, “Bibliofilias”, “Facsímiles”, “Series”, “Varios” y la citada última parte, en páginas grises, “Die rabe y dos breves guiones”. El nombre propio Papur que da título al libro aparece en su “proemio” como apellido de dos de los personajes que se citan en la relación de judíos -a la mayoría de cuyos nombres se añade la sorprendente apostilla “ya fallecido”- que constituyeron el 15 de enero de 1475 la judería de Jaca en la sinagoga mayor de esta ciudad pirenaica.
En “Bibliofilias”, y en general en todo el libro, se constata la gran erudición libresca del autor, que en su caso no parece, como ocurre con frecuencia, contraponerse con sus vivencias personales, intensas y variadas. Los diversos textos que componen “Papur”, prácticamente breves todos ellos, nos muestran un mundo personal, singular y propio, a veces recurrente pero no repetitivo, y una magnífica capacidad literaria. En las páginas del libro se suceden entremezcladas numerosas referencias bibliográficas, lingüísticas, pictóricas, naturalistas, mitológicas, periodísticas, científicas o históricas. Aparece con frecuencia el mundo de las rapaces y de las aves necrófilas, que el autor tan bien conoce por su condición de ornitólogo y sus trabajos en la naturaleza y que ya encontrábamos en algunas páginas de su anterior novela “Níquel”.
En un amplio abanico de registros que abarca desde el estudio científico hasta el relato de terror, hay también espacio para el sentido del humor, la ironía, el erotismo y la sexualidad. Entre la abundante erudición y las observaciones científicas se dan -en los que para mi gusto son los mejores momentos del libro- repentinos giros, rápidos y sorprendentes, que nos transportan hacia el mundo de la imaginación y la creación literaria. No siempre le resulta fácil al lector modesto diferenciar con claridad lo que es verdadero de lo que es ficción o producto de la imaginación del autor. Creo que algunos de los textos de “Papur” que responden a esta mezcla tan bien resuelta en unas pocas líneas son verdaderamente magistrales y merecen figurar en las mejores antologías de relatos breves. Algunas de estas pequeñas joyas literarias se resuelven en una página y sólo en algún caso, como en el magnífico “Lisa en el pozo”, alcanzan una extensión ligeramente mayor. En esta última y en algunas otras historias del libro asoman mundos sombríos de espeluznantes horrores, que también emergían de manera inquietante y notable en algunos pasajes de la magnífica novela “Níquel”.
Algo menos atractiva puede resultar para el lector, esa ha sido al menos mi impresión, la lectura de la última parte del libro, aunque sea notable el breve guión final “Se describe una vida extraña”, escrito a partir del aún más breve texto del mismo título que Ferrer Lerín había publicado en su libro de 1971 “La hora oval” y recogido recientemente en “Ciudad propia”, y que se añade en “Papur” a las doce secuencias cinematográficas que cierran la obra.
En “Papur”, como ya ocurriera en “Níquel”, aparece en varias ocasiones la geografía altoaragonesa. Sobre todo, en el guión cinematográfico “Die Rabe”, que se ambienta en la ciudad de Jaca (casino, calles, polideportivo, estación de ferrocarril) y en algunos lugares próximos a la villa pirenaica (Canfranc, Museo de Dibujo del castillo de Larrés, Campo de Jaca, Canal de Berdún, Abay, La Paúl de Artaso, Macizo de San Juan de la Peña y explanada del Monasterio Nuevo, Sescún, Oroel, Ascara). Según se lee en la nota biográfica que cierra “Ciudad propia”, “Die Rabe” fue escrito en 2001 por encargo del artista Federic Amat y sirvió de base a su autor para su posterior novela “Níquel”. Espléndido es el texto de un par de páginas titulado “Ingesta de carne humana a cargo de aves en las provincias de Lérida y Huesca”.
En resumen, “Papur”, como ya se ha dicho al principio de este artículo, es un libro distinto, heterodoxo y heterogéneo, con momentos de una gran brillantez literaria, que confirma que su autor se encuentra en un buen momento creativo. Esperamos y deseamos que de la polifacética personalidad de Ferrer Lerín surjan nuevos libros que sigan poblando uno de los universos literarios más ricos y singulares del panorama literario español actual.
Papur, Francisco Ferrer Lerín. Editorial Eclipsados. Zaragoza, 2008. 190 páginas.
Carlos Bravo Suárez
Prácticamente, descubrí a Ferrer Lerín (Barcelona, 1944) con su novela “Níquel” (Mira Editores, Zaragoza, 2005), sobre la que escribí en el “Diario del Alto Aragón” poco después de que fuera publicado. Luego he leído otras obras suyas y he conocido su importancia en el mundo literario desde los ya lejanos tiempos de los novísimos de Pere Gimferrer, Félix de Azúa, Leopoldo María Panero y compañía. Aunque no figurara en la famosa antología de José María Castellet, Ferrer Lerín fue considerado por algunos como el décimo novísimo. El escritor tiene fama de ser un verdadero personaje, singular y polifacético, siempre alejado de lo común y lo convencional. Enrique Vila-Matas o Félix de Azúa le han dedicado algunas páginas en algunos de sus libros más conocidos. Pablo Amatller, protagonista de “Níquel”, era un trasunto literario bastante fiel, al parecer, a la realidad biográfica del autor de la novela. En uno de los textos que aparecen al final de “Papur”, el personaje denominado Gran Lerín, en el juego literario padre de otro personaje llamado Lerín a secas, es presentado, en una rápida definición, como un “escritor maldito, ornitólogo especializado en grandes aves necrófagas y jugador de póquer”. Sobre los datos biográficos del escritor afincado en Jaca desde hace años, ya escribí en el mencionado artículo que en su momento dediqué a “Níquel”. Recomiendo a quien desee conocer más cosas sobre él una visita a su completo e interesante blog (http://ferrerlerin.blogspot.com/).
Desde la aparición de “Níquel” a finales de 2005, Ferrer Lerín ha publicado una recopilación de su obra poética en “Ciudad propia. Poesía autorizada” (Santa Cruz de Tenerife, Artemisa, 2006) y “El bestiario de Ferrer Lerín” (Círculo de Lectores/Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2007). En “Ciudad propia” se reúnen sus tres poemarios anteriores -“De las condiciones humanas (1964), “La hora oval” (1971) y “Cónsul” (1987)- y se añaden casi una treintena de poemas inéditos. En la personal poesía del escritor barcelonés se combina el uso del verso y de la prosa. “El bestiario de Ferrer Lerín”, exquisitamente editado en formato pequeño con tapa dura de color rojo y dibujo en negro, tiene su origen en una proyectada tesis doctoral del autor sobre los ornitónimos, o términos referidos a los pájaros, que aparecen en el Diccionario de Autoridades. Brillantes, certeros y diferentes son los artículos que hasta no hace mucho ha venido publicando en la edición oscense de “Heraldo de Aragón” y que hoy algunos ya comenzamos a añorar. A su condición de poeta, narrador y articulista hay que sumar la menos conocida de traductor de obras de escritores como Eugenio Montale, Tristan Tzara, Saint-Jhon Perse, Jacques Monod, Paul Claudel o Gustave Flaubert.
El motivo de estas líneas es la reciente aparición de “Papur”, el último libro de Ferrer Lerín, sobre el que escribo como un modesto lector que ha disfrutado con su lectura. Del libro destaca en primer lugar, como se ha dicho, su cuidada edición, elegante en cierto modo, estéticamente atractiva y de precio asequible, cuestión no menor en estos tiempos de crisis. Sus últimas páginas, aproximadamente la tercera parte del libro, están escritas sobre un color gris que contrasta con el blanco habitual del resto de la obra. Si en “Níquel” se observaban algunos ligeros descuidos formales y sintácticos, debidos tal vez a una edición no demasiado esmerada, no puede decirse lo mismo de “Papur”. Todo lo contrario: el libro está escrito de manera impecable, con un perfecto equilibrio entre unos contenidos sugerentes y heterogéneos y unas logradas formas estilísticas, casi siempre concisas, contenidas y elegantes.
El libro se divide por este orden en los siguientes apartados: “Proemio”, “Bibliofilias”, “Facsímiles”, “Series”, “Varios” y la citada última parte, en páginas grises, “Die rabe y dos breves guiones”. El nombre propio Papur que da título al libro aparece en su “proemio” como apellido de dos de los personajes que se citan en la relación de judíos -a la mayoría de cuyos nombres se añade la sorprendente apostilla “ya fallecido”- que constituyeron el 15 de enero de 1475 la judería de Jaca en la sinagoga mayor de esta ciudad pirenaica.
En “Bibliofilias”, y en general en todo el libro, se constata la gran erudición libresca del autor, que en su caso no parece, como ocurre con frecuencia, contraponerse con sus vivencias personales, intensas y variadas. Los diversos textos que componen “Papur”, prácticamente breves todos ellos, nos muestran un mundo personal, singular y propio, a veces recurrente pero no repetitivo, y una magnífica capacidad literaria. En las páginas del libro se suceden entremezcladas numerosas referencias bibliográficas, lingüísticas, pictóricas, naturalistas, mitológicas, periodísticas, científicas o históricas. Aparece con frecuencia el mundo de las rapaces y de las aves necrófilas, que el autor tan bien conoce por su condición de ornitólogo y sus trabajos en la naturaleza y que ya encontrábamos en algunas páginas de su anterior novela “Níquel”.
En un amplio abanico de registros que abarca desde el estudio científico hasta el relato de terror, hay también espacio para el sentido del humor, la ironía, el erotismo y la sexualidad. Entre la abundante erudición y las observaciones científicas se dan -en los que para mi gusto son los mejores momentos del libro- repentinos giros, rápidos y sorprendentes, que nos transportan hacia el mundo de la imaginación y la creación literaria. No siempre le resulta fácil al lector modesto diferenciar con claridad lo que es verdadero de lo que es ficción o producto de la imaginación del autor. Creo que algunos de los textos de “Papur” que responden a esta mezcla tan bien resuelta en unas pocas líneas son verdaderamente magistrales y merecen figurar en las mejores antologías de relatos breves. Algunas de estas pequeñas joyas literarias se resuelven en una página y sólo en algún caso, como en el magnífico “Lisa en el pozo”, alcanzan una extensión ligeramente mayor. En esta última y en algunas otras historias del libro asoman mundos sombríos de espeluznantes horrores, que también emergían de manera inquietante y notable en algunos pasajes de la magnífica novela “Níquel”.
Algo menos atractiva puede resultar para el lector, esa ha sido al menos mi impresión, la lectura de la última parte del libro, aunque sea notable el breve guión final “Se describe una vida extraña”, escrito a partir del aún más breve texto del mismo título que Ferrer Lerín había publicado en su libro de 1971 “La hora oval” y recogido recientemente en “Ciudad propia”, y que se añade en “Papur” a las doce secuencias cinematográficas que cierran la obra.
En “Papur”, como ya ocurriera en “Níquel”, aparece en varias ocasiones la geografía altoaragonesa. Sobre todo, en el guión cinematográfico “Die Rabe”, que se ambienta en la ciudad de Jaca (casino, calles, polideportivo, estación de ferrocarril) y en algunos lugares próximos a la villa pirenaica (Canfranc, Museo de Dibujo del castillo de Larrés, Campo de Jaca, Canal de Berdún, Abay, La Paúl de Artaso, Macizo de San Juan de la Peña y explanada del Monasterio Nuevo, Sescún, Oroel, Ascara). Según se lee en la nota biográfica que cierra “Ciudad propia”, “Die Rabe” fue escrito en 2001 por encargo del artista Federic Amat y sirvió de base a su autor para su posterior novela “Níquel”. Espléndido es el texto de un par de páginas titulado “Ingesta de carne humana a cargo de aves en las provincias de Lérida y Huesca”.
En resumen, “Papur”, como ya se ha dicho al principio de este artículo, es un libro distinto, heterodoxo y heterogéneo, con momentos de una gran brillantez literaria, que confirma que su autor se encuentra en un buen momento creativo. Esperamos y deseamos que de la polifacética personalidad de Ferrer Lerín surjan nuevos libros que sigan poblando uno de los universos literarios más ricos y singulares del panorama literario español actual.
Papur, Francisco Ferrer Lerín. Editorial Eclipsados. Zaragoza, 2008. 190 páginas.
Carlos Bravo Suárez
3 comentarios:
Como en el caso de "Níquel" ha sido gracias al servicio de alertas Google como he podido enterarme de la existencia de este artículo sobre "Papur". He enlazado tu blog y así, con su lectura atenta, sabré si también reseñas mi próximo libro "Fámulo" que saldrá a primeros de año en la colección Nuevos Textos Sagrados de Tusquets Editores. Gracias Carlos por prestar atención a mi escritura, espero no defraudarte en el futuro.
Ha sido un placer leer "Papur". Seguro que tu próximo libro también me gustará.
El pasado domingo, 21 de diciembre,salió una reseña de "Papur" en Diario del Alto Aragón. Era un resumen de este artículo de mi blog. Un saludo muy cordial y feliz 2009.
Apreciado Ferrer Lerin, hace unos doce años cerré con llave un armarito con puertas de cristal donde reposan mis 41 libros de Camilo J. Cela que, a lo largo del tiempo, había ido acopiando.
Me propuse parar de leer a Cela, dado el empacho que yo me había provocado a base de no parar de leer y releer sus trabajos, tal era la sonoridad amaderada del castellano que el gallego solía usar.
Al necesitar un poco de espacio para nuevas adquisiciones, la Navidad pasada (2008) abrí la librería para expurgar algunos libros de Cela -6 o 7- que estaban repetidos o que tenían un interés menor.
Los llevé al mercado municipal del barrio de Sant Andreu, y los doné a la parada de un grupo de jubilados que los ordenan y los ofrecen a 1 euro la pieza.
Debido a mi promesa, y a que ahora sería prolijo buscar la referencia, no recuerdo en cual de los libros de Cela aparece un breve relato en que una muchacha de servir matritense acude algunas madrugadas al matadero municipal, y allí, pide que la dejen observar como se sacrifican reses mayores y menores, la visión de lo cual le nutre el rijo y la pone verrionda, como vulgarmente se dice.
La chica, a cambio de este favor, presta los suyos al encargado, y le permite que la manosee a placer, un poco por detrás y a la contra, mientras ella va contemplando la sanguinolenta evisceración de los semovientes y va aspirando por su nariz algo chata los cálidos vahos y violentos hedores que emanan del obrador encharcado en sangre y demás jugos anatómicos.
Aproximadamente así, laberintado en un rijo fosco y sin objetivo concreto, quedé al leer -de un tirón- su «Níquel», y así he quedado también al leer -en 2 tardes- las páginas blancas de su «Papur».
(el lector de Níquel)
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