Jordi Soler, hijo de exiliados catalanes, nació en México en 1963. Tras trabajar como periodista radiofónico e iniciar su carrera de escritor en el país americano, se trasladó hace unos años a Barcelona donde reside en la actualidad. En España se han publicado sus tres últimas novelas: Los rojos de ultramar (2004), La última hora del último día (2007) y, la más reciente, La fiesta del oso. Las tres tienen relación, desde enfoques muy distintos, con la pasada Guerra Civil Española.
La fiesta del oso es una magnífica novela que se aparta de la línea partidista y maniquea que suelen frecuentar las narraciones recientes inspiradas en la Guerra Civil. Y el caso es que su comienzo parece ir en esa línea y puede despistar al lector. Porque si sus primeras páginas parecen traer como protagonista del relato a un héroe que al final de la guerra muere ayudando a sus compañeros a pasar la frontera francesa, el conjunto de la novela desmonta ese falso mito y presenta a un personaje que, lejos de haber muerto, se ha convertido en un desalmado que asalta a víctimas indefensas que intentan escapar de Francia a España durante la Segunda Guerra Mundial.
El personaje en cuestión es Oriol, tío abuelo del narrador y hermano de Arcadi, personaje principal de Los rojos de ultramar. Oriol había sido dado por muerto al atravesar herido la frontera francesa por el Pirineo catalán. La familia se había construido una versión de conveniencia cuya falsedad el narrador descubre un día casualmente. Y a partir de ahí va desentrañando, y narrando magníficamente, una historia que se desarrolla en las montañas y los bosques de la línea pirenaica entre España y Francia, en los Pirineos orientales, entre Camprodón y Prats de Molló. Una historia llena de intriga y misterio en la que aparecen gigantes, mujeres con aspecto de bruja o niñas inocentes víctimas de un ogro. Hay un personaje que constituye una espléndida creación literaria, un gigante de una familia de gigantes pirenaicos, bonachón, inocente y extremadamente fuerte, que responde al nombre de Noviembre Mestre. Y, desde luego, Oriol, un hombre que en pocas líneas pasa de ser héroe y mito a personaje abyecto, verdadero antihéroe capaz de las mayores bajezas morales.
La historia está contada con un ritmo magnífico, dosificando la intriga, en nueve capítulos -el último sorprendente hasta la última línea-, escritos sin solución de continuidad, sin puntos y aparte que corten el relato. Con una torrencialidad que tiene mucho del lenguaje de las narraciones orales y nos transporta a un Pirineo convertido, él sí, en un espacio literario mítico, de reminiscencias mágicas y ancestrales. Una novela diferente y extraordinaria.
La fiesta del oso es una magnífica novela que se aparta de la línea partidista y maniquea que suelen frecuentar las narraciones recientes inspiradas en la Guerra Civil. Y el caso es que su comienzo parece ir en esa línea y puede despistar al lector. Porque si sus primeras páginas parecen traer como protagonista del relato a un héroe que al final de la guerra muere ayudando a sus compañeros a pasar la frontera francesa, el conjunto de la novela desmonta ese falso mito y presenta a un personaje que, lejos de haber muerto, se ha convertido en un desalmado que asalta a víctimas indefensas que intentan escapar de Francia a España durante la Segunda Guerra Mundial.
El personaje en cuestión es Oriol, tío abuelo del narrador y hermano de Arcadi, personaje principal de Los rojos de ultramar. Oriol había sido dado por muerto al atravesar herido la frontera francesa por el Pirineo catalán. La familia se había construido una versión de conveniencia cuya falsedad el narrador descubre un día casualmente. Y a partir de ahí va desentrañando, y narrando magníficamente, una historia que se desarrolla en las montañas y los bosques de la línea pirenaica entre España y Francia, en los Pirineos orientales, entre Camprodón y Prats de Molló. Una historia llena de intriga y misterio en la que aparecen gigantes, mujeres con aspecto de bruja o niñas inocentes víctimas de un ogro. Hay un personaje que constituye una espléndida creación literaria, un gigante de una familia de gigantes pirenaicos, bonachón, inocente y extremadamente fuerte, que responde al nombre de Noviembre Mestre. Y, desde luego, Oriol, un hombre que en pocas líneas pasa de ser héroe y mito a personaje abyecto, verdadero antihéroe capaz de las mayores bajezas morales.
La historia está contada con un ritmo magnífico, dosificando la intriga, en nueve capítulos -el último sorprendente hasta la última línea-, escritos sin solución de continuidad, sin puntos y aparte que corten el relato. Con una torrencialidad que tiene mucho del lenguaje de las narraciones orales y nos transporta a un Pirineo convertido, él sí, en un espacio literario mítico, de reminiscencias mágicas y ancestrales. Una novela diferente y extraordinaria.
Carlos Bravo Suárez
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