El enigma de la calle Calabria. Jerónimo Tristante. Maeva. 2010. 300 páginas.
Jerónimo Tristante (Murcia, 1969), profesor de biología en un instituto de su región natal, se ha convertido en los últimos años en uno de los escritores más apreciados por los lectores de novelas de intriga y de misterio de nuestro país. Tristante es el creador del detective decimonónico Víctor Ros, protagonista de sus libros El misterio de la casa Aranda y El caso de la viuda negra. Tras el éxito obtenido el pasado año con 1969, el escritor murciano ha publicado recientemente El enigma de la calle Calabria, la tercera aventura del sagaz y carismático inspector madrileño.
Si en las dos novelas anteriores Víctor Ros resolvía sendos misterios en Madrid y Córdoba, en esta ocasión el prestigioso detective se desplaza a Barcelona para investigar la extraña desaparición de un acaudalado hombre de negocios de la ciudad. La historia transcurre en 1881, un momento en que la capital catalana vive una verdadera ebullición económica y cultural en medio de una rápida expansión urbanística. Tristante enmarca su relato en una magnífica ambientación histórica, resultado, sin duda, de un minucioso trabajo de documentación. En las páginas del libro se muestran la Barcelona burguesa y la Barcelona obrera, la del Liceo y la de las míseras chabolas, la de los grandes negocios y la de los vicios ocultos envueltos en disimulo y corrupción, la jornada laboral de doce horas y la explotación sexual producto de la pobreza extrema, el final de la Renaixença y la extravagancia transgresora del primer Modernismo.
El libro cuenta una historia a la vez trepidante y truculenta, con muchos elementos de la novela gótica y del folletín decimonónico. Un relato de secuestros misteriosos, supuestos endemoniados, niñas raptadas, psicópatas de sexualidad ambigua, vampirismo moderno, vicios inconfesables y drogas de la época. Una narración de intriga y misterio, con continuos sobresaltos y diferentes pistas a seguir. En un duelo a muerte entre el bien y el mal, el detective Víctor Ros debe enfrentarse a un enemigo a su altura, malvado y sanguinario hasta el extremo, escurridizo y astuto, que le obligará a emplearse a fondo y a utilizar todas sus artimañas.
Víctor Ros tiene mucho de Sherlock Holmes, pero goza de personalidad propia. Es inteligente y racional, lógico y deductivo, utiliza la ciencia -en la novela se sirve incluso de la geología- para desentrañar misterios de apariencia irresoluble y se enfrenta con energía tanto a la superstición como al poder que protege a quienes tienen dinero. Su lado más tierno y humano aflora ante el pequeño Eduardo, un golfillo de arrabal que le recuerda su propio pasado de pobreza y desarraigo.
Aunque a veces roce el paroxismo sangriento, la novela, muy bien construida, logrará enganchar a los lectores que disfruten con la acción, el misterio y los sobresaltos continuos.
Carlos Bravo Suárez
Si en las dos novelas anteriores Víctor Ros resolvía sendos misterios en Madrid y Córdoba, en esta ocasión el prestigioso detective se desplaza a Barcelona para investigar la extraña desaparición de un acaudalado hombre de negocios de la ciudad. La historia transcurre en 1881, un momento en que la capital catalana vive una verdadera ebullición económica y cultural en medio de una rápida expansión urbanística. Tristante enmarca su relato en una magnífica ambientación histórica, resultado, sin duda, de un minucioso trabajo de documentación. En las páginas del libro se muestran la Barcelona burguesa y la Barcelona obrera, la del Liceo y la de las míseras chabolas, la de los grandes negocios y la de los vicios ocultos envueltos en disimulo y corrupción, la jornada laboral de doce horas y la explotación sexual producto de la pobreza extrema, el final de la Renaixença y la extravagancia transgresora del primer Modernismo.
El libro cuenta una historia a la vez trepidante y truculenta, con muchos elementos de la novela gótica y del folletín decimonónico. Un relato de secuestros misteriosos, supuestos endemoniados, niñas raptadas, psicópatas de sexualidad ambigua, vampirismo moderno, vicios inconfesables y drogas de la época. Una narración de intriga y misterio, con continuos sobresaltos y diferentes pistas a seguir. En un duelo a muerte entre el bien y el mal, el detective Víctor Ros debe enfrentarse a un enemigo a su altura, malvado y sanguinario hasta el extremo, escurridizo y astuto, que le obligará a emplearse a fondo y a utilizar todas sus artimañas.
Víctor Ros tiene mucho de Sherlock Holmes, pero goza de personalidad propia. Es inteligente y racional, lógico y deductivo, utiliza la ciencia -en la novela se sirve incluso de la geología- para desentrañar misterios de apariencia irresoluble y se enfrenta con energía tanto a la superstición como al poder que protege a quienes tienen dinero. Su lado más tierno y humano aflora ante el pequeño Eduardo, un golfillo de arrabal que le recuerda su propio pasado de pobreza y desarraigo.
Aunque a veces roce el paroxismo sangriento, la novela, muy bien construida, logrará enganchar a los lectores que disfruten con la acción, el misterio y los sobresaltos continuos.
Carlos Bravo Suárez
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