Excepto el capítulo inicial, El caso Kurílov está contada en primera persona por León M., un militante comunista, ahora enfermo y próximo a la muerte, al que el partido encargó en 1903 el asesinato de Kurílov, uno de los ministros más impopulares del gobierno del zar Nicolás II. León M., que fue educado desde niño en los más estrictos principios comunistas, tiene una fe ciega en el partido al que entrega sus creencias y su vida de la manera más acrítica y fanática. Para cumplir la misión que sus superiores le han encargado, se infiltra en los círculos del ministro, de quien acaba siendo médico y persona de confianza. Esto le permite conocer de cerca a su enemigo y darse cuenta de que no es un monstruo como él creía, sino una persona con sus miserias y sus grandezas, sus defectos y sus virtudes, como cualquier otro ser humano.
La novela tiene una gran profundidad psicológica, sobre todo en el retrato íntimo del personaje Kurílov, un hombre esclavo del poder y de las intrigas y camarillas de la corte zarista. De fondo se dibuja una sociedad enfrentada y tremendamente dividida, con dos fanatismos opuestos y en cierto modo simétricos: el de los defensores del caduco régimen del zar y el de los revolucionarios adoctrinados en el dogma y en la consecución de sus objetivos a cualquier precio. Tremendo resulta el personaje de la revolucionaria Fanny, una mujer impregnada de odio y fanatismo, que deshumaniza al adversario para poder eliminarlo físicamente sin ningún remordimiento.
Justamente lo que vive el narrador de la novela es un progresivo, aunque al final inacabado, proceso de humanización que afecta tanto a su propio interior como a la percepción del individuo al que le han encargado asesinar.
Carlos Bravo Suárez
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