Verano y amor. William Trevor. Salamandra. 2011. 218 páginas
Ya octogenario, el escritor irlandés William Trevor (1928) ha publicado la que es probablemente una de las mejores novelas de amor de los últimos tiempos. Verano y amor, editada originalmente en inglés hace dos años, es una espléndida narración ambientada en un pequeño pueblo de
La novela transcurre en Rathmoye y sus alrededores, constituidos en buena medida por granjas y casas aisladas, algunas ya abandonadas por sus antiguos dueños. Con una prosa concisa pero muy descriptiva y detallista, William Trevor nos va presentando a algunos de los personajes del pueblo, de los que conocemos, con trazos rápidos pero eficaces, su situación en el presente y los principales aspectos de su pasado. Pronto se va tejiendo una red de relaciones entre algunos de ellos. Principalmente, como se ha dicho, entre Florian y Ellie. Ellie es una joven, criada por las monjas de un orfanato, que fue enviada a trabajar como sirvienta a la casa del granjero Dillaham con quien acabó casándose. Dillahan es un hombre mucho mayor que Ellie que perdió a su mujer y a su hijo en un desgraciado accidente. Florian, cuyos padres artistas han muerto, está en el pueblo para vender su casa y poder emigrar a un país escandinavo. Cuando Ellie y Florian se conocen en los inicios del verano, de inmediato se produce una fuerte atracción entre ellos, aunque con diferente nivel de implicación y objetivos bien distintos. El lector espera con avidez el desenlace, que mantiene la intriga y el suspense de las grandes novelas.
Además de los dos jóvenes protagonistas, otros personajes aparecen bien descritos en la narración. Una mujer que regenta una pensión junto a su hermano y esconde en su pasado una fallida historia de amor que terminó con un aborto clandestino, un hecho traumático en una sociedad tan mediatizada por la religión como la irlandesa. Un hombre que ha perdido la cordura y vive enajenado en el pasado. El propio Dillaham, atrapado por la culpa y por el temor a las habladurías del pueblo. Un pueblo cuya vida conocemos con detalle en las poco más de doscientas páginas del libro: las tareas de la casa, de los comercios, de las granjas, de los bares. Parece prodigioso que con tan pocas pinceladas el autor haya pintado en su relato un cuadro tan completo de ese pequeño universo rural que representa en cierto modo a toda Irlanda.
Y en cuanto a la historia de amor, carece de sentimentalismos superfluos, excesos verbales o aproximaciones cursis al romanticismo. La relación entre los dos amantes se manifiesta también a través de elipsis y significativos silencios. Sin ninguna duda, ésta es una espléndida novela, con méritos suficientes para figurar junto a las mejores narraciones clásicas del género.
Carlos Bravo Suárez
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