Solsticio.
José Carlos Llop. RBA LIBROS. 2013. 128 páginas.
Escribe José Carlos Llop (Palma,
1956) al principio de Solsticio que
cuando el paraíso desaparece siempre aparece la literatura. El paraíso perdido
que describe el escritor mallorquín en este breve y hermoso libro es el de los
veranos de su infancia, en los años sesenta, en una batería del ejército
español –su padre era militar– situada en una zona alejada y solitaria de la costa
insular de Mallorca. A principios del mes de agosto, todos los años, un Simca
de color cereza llevaba a la familia a este tranquilo rincón isleño donde el
tiempo se paraba en una quietud rutinaria que al pequeño José Carlos le parecía
infinita.
Esos veraneos en una isla
todavía rural y aún no invadida por las hordas de turistas son recordados en Solsticio desde dos planos literarios y
temporales distintos: el del niño que ni siquiera podía sospechar su posterior
dedicación a la literatura y el actual escritor que hace pasar el recuerdo de
aquellos años felices por el tamiz de su vasta cultura y su exquisita
sensibilidad actuales. Porque en ese paisaje arquetípico y primario late la
esencia mediterránea que se extiende de Algeciras a Estambul, “de Mallorca a
Corfú, pasando por la Sicilia de Lampedusa”. Y ese lugar, curiosamente llamado
Betlem, de estíos rutinarios y tranquilas vacaciones, se relaciona con un
lejano mundo antiguo y primitivo del que todo procede y con unos paisajes
poblados por una pléyade de mitos tanto cristianos como paganos. Son los
paisajes de La Biblia y La Odisea, dos libros que aquel niño leía, o le leían,
en aquellos días felices y que encarnan en cierto modo la esencia cultural del
Mediterráneo.
Pero si en la Biblia la
tierra prometida puede ser el premio final a un camino doloroso, en Solsticio la tierra prometida de la
infancia es aquello que se pierde de manera inevitable porque la vida va
dejando atrás el paraíso, que también dispone de sus ritos de iniciación, sus
miedos y su posterior y casi seguro sufrimiento.
Desde el punto de vista
narrativo, pocos son los personajes que aparecen en las páginas del libro.
Destaca sin duda entre ellos la figura del padre; ordenado, obedecido por todos
y profundamente religioso. Pero en ningún momento asoma la menor crítica social
a un orden que a los ojos del niño nada ni nadie puede alterar ni mucho menos
cuestionar. Sólo en el epílogo, el autor reflexiona brevemente sobre algunas
formas casi feudales que han pervivido en las relaciones humanas insulares, de
las que culpa a la ausencia de un verdadero siglo XVIII en la historia reciente
del país.
La memoria se convierte así
en Solsticio en una brillante forma
de literatura. Y la literatura de Juan Carlos Llop es, en su sencillez y ritmo,
siempre elegante, contenida y armoniosa. Buscando las palabras justas y
rememorando un amplio vocabulario ligado a la flora y la fauna del paisaje
mítico de la infancia. Pese a lo dicho, no estamos ni mucho menos ante un libro
de memorias, tampoco del todo ante una novela. De ambas cosas tiene algo este Solsticio, pero en su brevedad, estilo y
elegancia, hay también mucho de lirismo y de poesía.
José Carlos Llop es un
escritor que ha cultivado antes la novela, los relatos, el dietario y el verso.
Con este libro híbrido transciende lo que de anecdótico y particular pueda
tener un periodo de su infancia al que convierte en una rica y sugestiva pieza
breve de la mejor literatura.
Carlos Bravo Suárez
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