domingo, 27 de octubre de 2013

LOS CASTELLANOS

                                                           
   Los castellanos. Jordi Puntí. Xordica Editorial. 2013. 144 páginas.

Jordi Puntí (Manlleu, 1967) es uno de los escritores más destacados de la literatura catalana actual. Sus libros de relatos Piel de armadillo y Animales tristes, y sobre todo su novela Maletas perdidas, han obtenido el reconocimiento de crítica y lectores y han sido traducidos a varios idiomas. Colaborador habitual en diversos medios de comunicación, Puntí ha publicado recientemente en la editorial aragonesa Xordica su libro Los castellanos, que él mismo ha traducido de su edición original en catalán.

En Los castellanos, Jordi Puntí recuerda su infancia y primera adolescencia en Manlleu, una pequeña ciudad industrial de la Cataluña interior a la que en los años sesenta y setenta del pasado siglo XX llegaron numerosos emigrantes procedentes del sur de España, que se instalaron en nuevas barriadas de enormes bloques de pisos y a quienes los autóctonos denominaban genéricamente como els castellans o los castellanos. Se los llamaba así más por su condición lingüística que por su procedencia geográfica, pues en su gran mayoría se trataba de andaluces y extremeños. Entre los catalanes y los castellanos de Manlleu, y es de suponer que así ocurrió en muchas otras poblaciones industriales, se produjo en esos primeros años de encuentro una palpable separación tanto espacial como psicológica. En el caso de los niños y adolescentes, esa distancia se traducía en frecuentes peleas y disputas en descampados o cines, o en el diferente uso temporal de algunos lugares públicos como las piscinas municipales. El autor, que era un niño catalán en aquel tiempo, sentía una mezcla de recelo y admiración por aquellos otros chicos “castellanos”, más morenos y atrevidos, que parecían vivir más libres y mucho menos controlados por sus padres y familiares.

Pero que nadie crea que en Los castellanos se esconden las intenciones nacionalistas o identitarias tan frecuentes y cansinas de la actualidad catalana. Bien al contrario, Jordi Puntí realiza un destacado ejercicio de memoria personal y colectiva que, además de ofrecer casi un documento histórico de aquellos años, convierte sus recuerdos personales en materia literaria con su correspondiente pequeña dosis de invención narrativa. Y más teniendo en cuenta que, como el propio autor se encarga de recalcar, la propia infancia de uno es siempre una ficción. Y lo es tanto en la memoria que de ella perdura tras su pérdida como en su misma vivencia en el instante. Más aún en aquellos años en los que la imaginación infantil se veía modelada por las películas del oeste de los cines de barrio o por las novelas juveniles de moda.

Los castellanos es también un relato diacrónico que muestra los cambios en la ciudad y sus barriadas obreras, desde aquellos años de emigración del sur de España hasta los tiempos posteriores en que fueron llegando nuevas gentes procedentes de otras geografías. La desconfianza, a veces convertida en hostilidad, entre catalanes y castellanos fue en general superada en poco tiempo, y los degradados barrios que aquellos emigrantes fueron abandonando en su relativa prosperidad se vieron luego ocupados por los llamados moros y por otros inmigrantes que llegaban de diferentes lugares del planeta.

Cada capítulo del libro se abre con una fotografía en blanco y negro que ilustra acertadamente su contenido. Todo ello hace que Los castellanos sea una lectura muy amena, con una prosa directa, sencilla y muy bien elaborada; muy recomendable para entender mejor aquellos años de grandes cambios en las sociedades catalana y española.

Carlos Bravo Suárez

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