domingo, 5 de abril de 2015

NO HAY CUERVOS


             “No hay cuervos”. John Hart. Editorial Pàmies. 2014. 448 páginas.
            
“No hay cuervos” ha sido otra de las gratas sorpresas entre mis lecturas más recientes. Una acertadísima elección de la pequeña y selectiva editorial  Pàmies que nos ha dado a conocer una espléndida novela de un escritor hasta ahora completamente desconocido por estos lares: John Hart  (Durham, Carolina del Norte, 1965), autor de cuatro novelas de gran éxito en Estados Unidos. Dos de ellas, “Down River” y “The Last Child”, obtuvieron excepcionalmente de manera consecutiva en los años 2008 y 2009 el prestigioso premio Edgar de novela negra. Es justamente “The Last Child” la que cinco años después de su publicación original en inglés fue editada por Pàmies el pasado año en nuestro país con el título de “No hay cuervos” y magnífica traducción de Cristina Alegría. Esperemos que tanto las dos anteriores como la posterior “Iron House” (2011) sean también publicadas pronto aquí tras la buena acogida de “No hay cuervos”, hasta ahora la única de las obras de John Hart que ha sido traducida a nuestro idioma.
           
“No hay cuervos” se desarrolla en el Condado de Raven, una zona más o menos rural del estado de Carolina del Norte. Johnny Merrimon es un niño de trece años que vive con la obsesión de encontrar a su hermana melliza Alyssa, desaparecida misteriosamente hace más de un año y a la que busca desesperadamente por el condado en el que reside, convencido de que aún puede estar viva en manos de algún secuestrador o pervertido pedófilo. Abandonados por su padre, Johnny vive con su todavía joven y hermosa madre, quien, protegida por un violento ricachón local, ha caído en el alcoholismo, el abuso de pastillas y el abandono físico y mental. También obsesionado con el caso de la desaparición de Alyssa, y secretamente enamorado de la madre del chico, está el policía Clyde Hunt, separado de su mujer y en difícil relación con el hijo adolescente que tiene a su cargo. La desaparición de otra niña del condado, la enigmática muerte por atropello de un motorista y el fugaz encuentro de Johnny con un extraño gigantón obsesionado con los cuervos y que parece saber algo sobre Alyssa ponen a su hermano y al policía Hurt de nuevo en la investigación, cada uno por su cuenta y a su manera.
            
Aunque el capítulo inicial del libro puede hacer pensar en un relato complejo y de difícil lectura, a medida que avanzamos por sus páginas la novela se hace fácilmente comprensible y va adquiriendo un ritmo endiablado, que engancha con fuerza al lector y lo envuelve en una hermosa y apasionante historia con muchas líneas argumentales y un desasosegante suspense que se mantiene hasta el final. Las más de cuatrocientas páginas del relato son devoradas una tras otra con una creciente e incontenible avidez.
            
Novela de iniciación, de abandono precipitado y forzoso de la infancia por parte del protagonista, algunos críticos han vinculado acertadamente esta obra con el clásico “Huckleberry Finn” de Mark Twain. Pero sin duda también puede relacionarse “No hay cuervos” con otras narraciones norteamericanas más contemporáneas y recientes. Especialmente, y en lo que yo conozco, con “Los huesos del invierno” y, más todavía, con “La muerte del pequeño Shug”, las dos novelas –publicadas en nuestro país el pasado año por la editorial Alba y reseñadas en su momento en esta sección– del también escritor estadounidense Daniel Woodrell. Tal vez podría decirse que Woodrell carga algo más las tintas en sus relatos sobre los aspectos más sociales y económicos para mostrar el lado más pobre y desfavorecido de la sociedad estadounidense, mientras que John Hart, sin desdeñar lo anterior, busca y consigue crear en “No hay cuervos” una historia más completa y ambiciosa desde el punto de vista de la narración y la trama novelesca. En cualquier caso, las tres novelas pueden considerarse como tres destacados ejemplos de la mejor narrativa norteamericana actual.

Carlos Bravo Suárez

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