“Leche caliente” es la segunda
novela de Deborah Levy (Johannesburgo, 1959) que se publica en España. La escritora
británica nacida en Sudáfrica ha publicado teatro (alguna de sus obras ha sido
representada por la Royal Shakespeare Company), poesía y narrativa. En España, en
2015, Siruela publicó su novela corta “Nadando a casa” en su colección Nuevos
Tiempos. Ahora, Anagrama ha editado, con traducción de Cecilia Ceriani, su última novela “Leche caliente”, que ha
sido muy alabada por la crítica y quedó finalista de los premios Man Booker y
Goldsmiths en 2016.
La historia narrada en “Leche caliente” sucede casi
íntegramente en España, en la provincia de Almería, en el verano de 2015. Es su
protagonista Sofía Papastergiadis, una joven británica de 25 años, hija de
padre griego, quien cuenta el relato en primera persona. Sofía, licenciada en
Antropología que trabaja de camarera en una cafetería londinense, ha llegado a
España con su madre, Rose, que sufre una misteriosa enfermedad mutable y de
difícil diagnóstico. Rose va a ser visitada en la clínica del doctor Gómez,
especializado en tratar enfermedades raras a través de terapias poco ortodoxas y
al que muchos tienen como un charlatán embaucador. Pronto observamos que la
madre es una mujer hipocondriaca y posesiva que, aprovechándose de su extraña
enfermedad, ha retenido a su hija junto a ella impidiéndole disfrutar plenamente
de su juventud. “Yo tenía la habilidad de minimizar mi día para hacer más
importante el suyo”, escribe Sofía en un momento del relato.
Sin embargo, bajo el tórrido sol almeriense,
entre la playa mediterránea con un mar infestado de medusas y el caluroso
desierto donde se rodaron décadas atrás tantos spaghetti westerns,
Sofía va a vivir las primeras e intensas experiencias de una vacilante y algo
confusa iniciación erótico-amorosa. Como bien se resume en la contraportada del
libro, durante esos días de verano “se desarrollará una hipnótica historia de
autodescubrimiento, iniciación sexual cargada de ambigüedad, deseos regidos por
la confusión y búsqueda de espacios de libertad frente a una madre enferma y
controladora”. Sofía conoce y se siente atraída por el apuesto socorrista que
le cura el primer día sus picaduras de medusa y por una decidida y emprendedora
joven alemana que está instalada en la zona. Dispuesta a disipar las dudas
sobre su vida y sobre su pasado familiar, Sofía viajará más tarde durante unos
días a Grecia para visitar a su padre, que acaba de tener otra hija con su
nueva pareja, una joven griega de la edad de la propia Sofía.
“Leche
caliente” es además una novela muy cargada de metáforas y referencias
mitológicas: las medusas, la Medusa (“Si pudiera, aunque solo fuese una vez,
fulminar a mi madre con la mirada y convertirla en piedra”), el mito de Medea y
la venganza femenina, la imagen repetida del caballo al galope, el blanco
inmaculado de la clínica del doctor Gómez y su hija Julia, la condición de
griega de la protagonista, el calor del verano, el azul del mar. Imágenes
también muy cinematográficas, de una novela que parece propicia para ser
trasladada al cine, aunque se trate de un relato muy literario, poético en
ocasiones, que combina con bastante equilibrio y elegancia la sensualidad, la
introspección psicológica y el sentido del humor. Una novela de iniciación
femenina, que profundiza en las relaciones de dependencia materno-filiales, en
el sentimiento de culpa, en las dificultades para orientarse en un mundo
moderno carente de las seguridades inamovibles del pasado, en la confusión y
las dudas para orientar los sentimientos y las atracciones físicas (“No estoy
segura de cuánto deseo puedo permitirme”), en las dificultades laborales pese a
los estudios y la preparación y en la difícil búsqueda de la identidad sexual. “También
soy otras cosas. Tengo una licenciatura y un máster. Soy un ser estremecido por
una sensualidad ambigua”, resume la propia Sofía.
Deborah
Levy ha sido comparada por la crítica con Elena Ferrante e incluso con la
mismísima Virginia Wolf. La novela alcanza en mi opinión su mejor nivel cuando
profundiza en la ambigüedad de los deseos de la protagonista y en la tormentosa
relación con su madre, pero tiene también momentos menos interesantes y
creíbles, como todo el asunto de la clínica y las relaciones con el doctor
Gómez y su hija, unos personajes y una línea argumental tal vez innecesarios, que
quedan por debajo del conjunto del relato. En cualquier caso, “Leche caliente”
es una novela recomendable, si bien tal vez solo para un determinado tipo de
lectores. Quedamos a la espera de nuevas obras de esta destacada escritora
británica hasta ahora prácticamente desconocida en nuestro país.
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