“Una educación” fue unos de los
mayores fenómenos editoriales del pasado año. Supuso el sorprendente debut
literario de Tara Westover (Idaho, 1986) con una narración autobiográfica. Unas
memorias noveladas, no exentas de alguna polémica, en las que la joven autora
norteamericana recuerda su infancia y adolescencia en el seno de una familia
mormona y la posterior y traumática ruptura con sus raíces familiares tras su
entrada en la Universidad y su titulación como doctora en Cambridge. La novela
ha sido publicada en España por Lumen, con traducción de Antonia Martín Martín.
Tara nació en las
montañas de Idaho, bajo la icónica cima de Buck’s Peak, en una familia mormona,
con un padre fanático y fundamentalista, convencido de la proximidad del fin
del mundo, que impide a sus hijos, a los que ni siquiera inscribe oficialmente
tras su nacimiento, asistir a la escuela pública o ser atendidos en un hospital
en caso de enfermedad. La madre es comadrona y gran conocedora de remedios
naturales y el padre tiene un negocio de desguace en el que trabajan todos los
hijos. La novela explica las relaciones familiares, sometidas al autoritarismo
religioso del padre, y la forma en que Tara, que accede a la Universidad al
superar una prueba de ingreso, consigue, no sin un gran desgarro interior,
liberarse de ese dominio.
La joven crece en un ambiente rural y natural que cree
inmutable: “Creía que mi familia formaba parte de ese modelo inmortal, que en cierto
sentido éramos eternos; pero la eternidad pertenecía solo a la montaña”. Tras aprender
a leer con la Biblia, el libro de Mormón y los discursos de Joseph Smith y Brigham
Young, sólo las aptitudes para el canto y las referencias de algunos hermanos que
abandonan el seno familiar le permiten tener acceso y relacionarse con una
realidad diferente a la del núcleo familiar. Sin embargo, pese a no haber
asistido nunca a la escuela, y con las escasas nociones impartidas por su madre
en casa y sus propias lecturas casi clandestinas, logra aprobar el acceso a la
Universidad, donde descubre, con inicial sorpresa y posterior vergüenza, que
desconocía nociones tan elementales como qué era el Holocausto o quién fue Martin
Lutero King.
Además de los padres, que tienen el mayor protagonismo
tras la autora, hay otros personajes interesantes en la novela. Destacan los
siete hermanos de la narradora y entre ellos Shawn, joven peligroso y violento,
que juega un papel determinante en la ruptura de Tara con su familia, pues el
padre lo protege y no tolera que sea criticado por ninguno de los hermanos que
han sufrido también sus ataques.
Escrita
en primera persona con enorme fuerza y sinceridad, la novela es un ajuste de
cuentas de la autora con el cerrado mundo familiar del que procede y del que
logra escapar gracias al valor que para ella va a tener la educación, que la
convertirá en una nueva persona, capaz de tener su propio criterio y elegir su
camino personal al margen de los designios predeterminados por el padre.
Tara
Westober escribe desde el presente recordando el pasado y admitiendo en
ocasiones la fragilidad y dudas de su memoria: “Ahora, con veintinueve años, me
siento a escribir, a reconstruir el incidente a partir de los ecos y gritos de
una memoria fatigada”. No es muy frecuente contar este tipo de rupturas
familiares tan inmediatamente después de haberse producido, cuando los actores
del distanciamiento siguen vivos y estas relaciones pueden cambiar en la
realidad o en la apreciación de los propios personajes. En cualquier caso, los
virajes del futuro tal vez pueden servir de material para nuevas narraciones.
Aunque
su autora en diversas entrevistas ha insistido en la veracidad de los hechos
contados, si bien a través del filtro subjetivo de su propia memoria y su visión
personal de los hechos, no es fácil saber cuánto hay de autobiográfico y absolutamente
real en la novela. Es cierto que al leerla hay momentos en que la sucesión de
accidentes sufridos y, sobre todo, la personalidad del padre resultan algo
exageradas. El fanatismo del personaje paterno puede parecer más decimonónico
que actual, pero no sé si entre los mormones de hoy sigue predominando esta
mentalidad tan cerrada y anacrónica. En cualquier caso, al final, se hace
hincapié en los trastornos psicológicos del personaje y en que su fanatismo
religioso es extremo incluso entre los propios mormones.
Sea
como fuere, la narración es fluida y ágil y la lectura del libro resulta
interesante y amena a pesar de sus casi quinientas páginas de extensión.
“Una educación”. Tara
Westover. Lumen. 2018. 472 páginas.
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