Tal vez haya que empezar diciendo, para deshacer cualquier posible equívoco, que este Sánchez nada tiene que ver ni por asomo con el conocido político con el que comparte apellido. “Sánchez” es la segunda novela que Esther García Llovet (Málaga, 1963) publica en la editorial Anagrama. La anterior fue “Cómo dejar de escribir” (2017), que no he leído y que ahora tengo muchas más ganas de leer. Al parecer, a ambas se añadirá una tercera próxima narración para componer la “Trilogía instantánea de Madrid”. Antes, la escritora malagueña afincada en Madrid, que es traductora de inglés y colabora habitualmente en la revista Jot Down, había publicado las narraciones “Coda” (2003), “Submáquina” (2009), “Las crudas” (2009) y “Mamut” (2013), además de relatos en diversas antologías y revistas.
“Sánchez” es una novela corta (136 páginas) que se lee casi de un tirón y transcurre en la periferia de Madrid, en una calurosa noche de agosto mientras en el cielo se produce una lluvia de estrellas fugaces, las famosas perseidas o lágrimas de San Lorenzo a las que pedir deseos para el futuro. El relato está contado en primera persona por la joven Nikki, tan protagonista o más que Sánchez en una historia que, aunque no hay referencias cronológicas directas, parece ambientada en los años ochenta o noventa del pasado siglo XX.
Nikki y Sánchez son dos perdedores, dos jóvenes delincuentes de poca monta que pululan por la noche madrileña sin saber muy bien qué hacer ni adónde ir. Nikki acaba de robar un coche y se encuentra casualmente con Sánchez, a quien hace un tiempo que no ve y de quien recuerda su condición de algo gafe. Recorren bares y locales de madrugada y van a buscar a Beltrán, niño pijo y rico al que conocieron casualmente años atrás en una fiesta en su casa en la que Nikki y Sánchez fueron contratados para hacer de Reyes Magos. Beltrán debe proporcionarles a su galgo Cromwell, un perro con el que quieren sacarse algún dinero a través de una italiana que se dedica a las apuestas en las carreras de galgos.
Con una prosa de frases cortas y directas y unos diálogos que a veces parecen rozar el absurdo, la autora crea una atmósfera “noir” y fatal que recuerda mucho a algunas películas francesas de la onda de "Al final de la escapada” o “Max y los chatarreros”. Incluso, y salvando la distancia temática, la novela me ha recordado por su tono y manera de ser contada a algunos relatos de Patrick Modiano en su recurrente París nocturno. Hay momentos en que la ansiada presencia de Cromwell casi parece recordar al siempre esperado Godot de Samuel Beckett. Con unos personajes desnortados que pululan sin aparente sentido por una inacabable noche de un Madrid fantasmagórico poblado de personajes extraños e inquietantes. Como se dice acertadamente en la contraportada del libro, “un Madrid de extrarradio, de timbas, bingos, gasolineras de la M30, Casa de Campo y bares perdidos en la nada”.
Habrá quien no encuentre la sustancia de esta novela breve que a mí me ha parecido especialmente hermosa y bien escrita. Ángeles Basanta, en El Mundo, ha definido perfectamente el estilo de la novela en este párrafo que transcribo: “Espléndida novela corta. Mérito literario, sustentado en una prosa de buscada sencillez, ingeniosa en sus manifestaciones de humor excéntrico y muy expresiva en su bien dosificada creación de juegos de palabras. A lo cual contribuyen también la fluidez y el dinamismo de sus diálogos”.
Lo dicho, uno se queda con las ganas de leer cuánto antes “Cómo dejar de escribir” y a la espera de la aparición de la tercera parte de esa “Trilogía instantánea de Madrid”. Para repetir la intensa y singular experiencia lectora que ha supuesto esta magnífica y sorprendente novela breve titulada simplemente “Sánchez”. Y que, como ya se ha dicho, nada tiene que ver con el famoso político homónimo.
“Sánchez”. Esther García
Llovet. Anagrama. 2019. 136 páginas
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