“Las amargas
mandarinas” es una novela publicada el pasado año por la Editorial Huso que
gracias a la transmisión boca a boca entre sus lectores no ha dejado de crecer
en difusión y aprecio. Su autor es Iñaki Abad (Bilbao, 1963), periodista y
escritor que ha trabajado en diversos medios de comunicación y como profesor de
español que ha dirigido centros del Instituto Cervantes en Nápoles, Milán,
Praga, Manchester y Budapest. Ha publicado un par de novelas de espías (“El
hábito de la guerra” y “Los malos adioses”) y un libro de relatos (“Barbarie y
otros relatos”). Con “Las amargas mandarinas”, que está obteniendo un éxito tal
vez en principio inesperado pero absolutamente merecido, ha logrado, según
criterio prácticamente unánime de crítica y lectores, su mejor novela hasta el
momento.
Y,
desde luego, “Las amargas mandarinas” no defrauda las expectativas del lector y
constituye, sin duda, una narración muy sólida y de altos méritos literarios.
La novela se sitúa cronológicamente en un periodo que va desde 1974 hasta 2011.
En este último año, muere el principal personaje del libro: José María (Chema)
Fleta Loroño, que había nacido en Bilbao en 1951 y que ha fallecido en Mallorca
a los 60 años tras un doloroso cáncer. El relato comienza con la llegada a la
isla de Carla, la hija de Chema, que va a hacerse cargo del funeral de su
padre, con quien, por circunstancias de lejanía geográfica sobre todo, no ha
tenido demasiada relación. Carla, con la ayuda de otros interesantes
personajes, indaga en el pasado de su padre y va reconstruyendo su itinerario
vital y el de su propia familia. Y la peripecia biográfica de Loroño se remonta
en el relato hasta el año 1974, cuando Chema, hijo de un carpintero que vive
con su familia en “las viviendas baratas” de Bilbao, presta a unos amigos,
principalmente por la atracción que siente por Arantxa y sin saber el uso que
van a hacer de ella, la furgoneta de su padre para que los terroristas la
utilicen en la huida tras uno de los más sangrientos atentados de ETA en el que
mueren varios guardia civiles y uno de los atacantes.
Por
temor a ser acusado de colaborador, Loroño escapa a Francia con Arantxa y otro
etarra. Pero, como Chema no es de la organización ni se fían mucho de él, sus
compañeros de escapada lo envían a Burdeos, donde es acogido en casa de Sophie,
una francesa vitalista y extrovertida, que regenta una tienda de antigüedades y
está casada con un destacado miembro del partido comunista francés. Allí el
joven conocerá a Jeanne, la hija de Sophie, de la que se enamora perdidamente y
con quien se casa y tiene dos hijos. La evolución de la relación entre ambos y
todo el contexto de la vida intelectual, artística y bohemia en los círculos
izquierdistas “pijos” franceses constituyen una buena, y muy interesante, parte
del relato. Pero el aspecto más dramático del mismo vendrá con la nueva
irrupción de Arantxa y sus amigos etarras en la tranquila vida de Chema que
traerá trágicas e inesperadas consecuencias.
La
novela es muy densa, en el mejor sentido de la palabra, refleja muy bien el
contexto histórico de la época que trata y dibuja con maestría y verosimilitud
una interesantísima galería de personajes. Además de los citados, destaca sobre
todo por su papel ambiguo e inquietante el del refinado y rico italiano Lorenzo
Rupoli, muy vinculado a Sophie y su familia.
Sin
caer en moralismos de ningún tipo, es obvio que de los propios hechos y de la
actuación de los miembros de ETA que aparecen en la novela se desprende una evidente
crítica a su fanatismo (cuasi religioso en algunos casos como se pone de
manifiesto en la condición de ex seminaristas de varios de los etarras), su
sinrazón y las consecuencias sangrientas y asesinas de sus acciones, en un
contexto en el que buena parte de la sociedad vasca y parte de la
“intelectualidad” francesa no ve con malos ojos esa actitud sanguinaria y violenta.
Aunque contiene muchos otros temas, “Las
amargas mandarinas” continúa en cierto modo la línea iniciada por los libros de
Fernando Aramburu y su extraordinaria novela “Patria”: una literatura que se
atreve a abordar el tema del terrorismo vasco sin los complejos y autocensuras
que hicieron esta crítica casi imposible durante demasiado tiempo.
“Las
amargas mandarinas”. Iñaki Abad. Editorial Huso, 2019, 407 páginas.
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