Jesús
Carrasco (Olivenza, Badajoz, 1972)
obtuvo un enorme éxito con su primera novela “Intemperie”, publicada en 2013 y
reseñada en esta sección. La novela fue traducida a numerosos idiomas y llevada
al cine por Benito Zambrano y al cómic por Javier Rey. Con ella, Jesús Carrasco
fue considerado por una parte de la crítica como heredero de las novelas
rurales de Cela o Delibes e incluido como uno de los iniciadores de la actual
corriente literaria conocida como neorruralismo. Su segundo libro, “La tierra que
pisamos” (2016), pasó más desapercibido y obtuvo menos éxito que el anterior.
Sin embargo, con “Llévame a casa”, su tercera novela, también publicada por
Seix Barral, el escritor extremeño ha recuperado el éxito de la primera y ha
vuelto a situarse en un lugar preminente del presenta panorama narrativo.
“Llévame
a casa” transcurre íntegramente en Cruces, un pequeño pueblo de Toledo al que
Juan, protagonista de la novela, vuelve desde Edimburgo, ciudad a la que emigró
unos años atrás y donde ejerció diversos trabajos, incluido el de friegaplatos,
para asistir al entierro de su padre. Tras el funeral, su hermana, que vive en
Barcelona, desde donde visita a sus padres con frecuencia, le comunica que por
motivos laborales debe desplazarse por un tiempo con su familia a Estados
Unidos y que deberá ser él quien se haga cargo de la madre, que se ha quedado
sola y sufre un alzhéimer galopante. Juan se ve así obligado a retornar al
pueblo, donde se reencuentra con sus viejos amigos de la infancia y juventud y donde
deberá también encargarse de la empresa de su padre y, sobre todo, de la
atención de su enferma madre, con la que va a convivir de nuevo tras años de
ausencia de la casa familiar.
Con
una prosa desnuda y austera, podada de cualquier floritura estilística
innecesaria, casi sin adjetivos y con escasez de diálogos, Carrasco construye
una historia sobria y de un realismo cotidiano, cargado de credibilidad y verosimilitud.
Un relato que narra unas situaciones y unos problemas en los que cualquier
lector puede verse reconocido o encontrarse en algún momento de su vida. Una
novela de relaciones familiares entre padres e hijos y entre hermanos, de
obligaciones y responsabilidades filiales ante el inevitable envejecimiento y
deterioro de nuestros progenitores y el ocaso de sus vidas. Una historia
sencilla y cotidiana que, sin que sucedan grandes cosas, transmite proximidad y
está contada con sobresaliente calidad literaria. Con hermosas y sobrias
descripciones de las cosas pequeñas, de los objetos cotidianos y de los
paisajes manchegos que el autor conoce bien por haber vivido en ellos, como lo
hizo también en el Edimburgo al que se hace referencia en algunos momentos de
la novela.
El crítico Santos Sanz Villanueva define
perfectamente en este párrafo el realismo del libro: “Yo lo definiría como un
realismo pétreo; realismo duro y desnudo como la roca; realismo de verdad, sin
ningún componente mágico ni metafísico; realismo de personas reales (o al menos
muy verosímiles) y de paisajes y ambientes perfectamente reconocibles: la
mencionada comarca toledana en el filo de los años 10 de este siglo, con las
correspondientes marchas atrás en el tiempo, pero siempre, o prácticamente
siempre, en estos mismos límites, al margen de breves incursiones en Edimburgo
(Escocia), Barcelona, y Extremadura, la tierra natal de la madre del
protagonista, la tierra o la casa a la que ella parece querer regresar”.
Narrada
con la distancia de la tercera persona, tampoco hay en la novela demasiados
personajes. Se reducen al ámbito familiar: Juan, su hermana, la madre y el padre,
ya muerto pero presente en los recuerdos. Además de un par de amigos, que
trabajaban con el padre y ahora ayudan a Juan, con quien toman cervezas en el
bar del pueblo. Es Carrasco un escritor que, como él mismo ha dicho en alguna
entrevista, concibe la escritura como un ejercicio de poda, en el que va
recortando todo aquello que estima innecesariamente añadido al meollo nuclear y
escueto del relato. En este sentido, un elemento importante de la narración son
los silencios. A veces, lo que no se dice resulta tan importante o más que lo
que se dice.
“Llévame
a casa” es una novela de muy recomendable lectura, con la que Jesús Carrasco ha
recuperado su voz más personal, aquella con la que ya nos deslumbró con
“Intemperie”. Esperemos que continúe por esa senda en sus próximas novelas y se
consolide como uno de los autores más destacados de la narrativa española
contemporánea.
“Llévame a casa”. Jesús Carrasco. Seix Barral. 2021. 320 páginas.
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