La narrativa es el género por excelencia de la literatura estadounidense. Uno de sus permanentes debates es la existencia o no de una gran novela americana, que recoja las esencias de la idiosincrasia, los valores y las luces y las sombras de ese extenso país. Aunque ninguna novela ostenta de momento sin discusión ese título, “Las propiedades de la sed” podría estar, posiblemente, entre el selecto y reducido número de candidatas a alcanzarlo. Su autora es Marianne Wiggins (Lancaster, Pensilvania, 1947), que ha publicado nueve novelas, entre las que destacan “John Dollar” (1989) y “Evidence of Things Unseen” (2003), finalista del premio Pulitzer de ficción. Casada con el novelista Salman Rushdie entre 1988 y 1993, la escritora estadounidense es muy poco conocida en nuestro país. Ahora, la siempre meritoria Libros del Asteroide ha editado en español, con traducción del inglés de Celia Filipetto, su última y más importante novela, “Las propiedades de la sed”, publicada originalmente en Estados Unidos en 2022. En 2016, cuando aún estaba escribiendo el libro, Wiggins sufrió un derrame cerebral que le impedía leer y escribir y mermó en gran medida su memoria. Recuperó en parte sus capacidades y con la abnegada ayuda de su hija Lara Porzak, que describe este arduo proceso en el epílogo, logró terminar la novela.
“Las propiedades de la sed” es una larga narración, de más seiscientas páginas, que transcurre principalmente en California durante los años de la Segunda Guerra Mundial. Tras el fallecimiento en Nueva York de su riquísimo padre, Rocky Rhodes se queda con las posesiones más alejadas del amplio patrimonio que ha dejado su progenitor: unas tierras y un rancho (Las Tres Sillas) en el valle de Owens, al norte de Los Ángeles, en California. Rocky, lector de Emerson y de Thoreau y defensor de la naturaleza, tiene que luchar con poco éxito contra el Departamento de Agua de Los Ángeles, que ha comprado las tierras colindantes y ha drenado y secado el valle para abastecer de agua a la creciente urbe angelina. Su mujer, francesa y muy querida en la zona, acaba de morir y Rocky queda con sus dos hijos mellizos, Stryker y Sunny, Su hermana Cas, de gran estatura como él, culta y expeditiva, se desplaza al rancho desde el este para ayudar a Rocky en la crianza de sus hijos. El joven Stryker es un poco tarambana y, tras dar algunos tumbos, se acaba enrolando en el ejército y es destinado a Pearl Harbor. Su hermana Sunny, que ha heredado de su madre el gusto y la pasión por la cocina, se queda en el rancho y regenta un restaurante en una localidad próxima.
Tras estos antecedentes, la novela arranca con el bombardeo japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, que supuso la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Esto hizo que el gobierno de Washington confinara en diversos campos de internamiento a los más de cien mil japoneses que vivían en los estados situados al oeste del país. Uno de esos campos, con más de diez mil internos, se construyó en El Manzanar, en el valle de Owens, muy cerca del rancho de la familia Rhodes. Para dirigir ese campo, llega a la zona el que va a ser otro de los personajes principales de la novela, un joven abogado judío, apellidado Schiff, que trabaja en el Departamento de Interior del gobierno estadounidense y entrará en contacto con los Rhodes y, en especial, con la inquieta y temperamental Sunny.
De esta manera, “Las propiedades de la sed” combina el aliento épico y las vivencias y relaciones de los miembros de la familia Rhodes con dos hechos históricos, algo oscuros y muy relevantes en el desarrollo del relato: la desecación y contaminación de territorios próximos, provocada por el abastecimiento de agua a la ciudad de Los Ángeles, y la creación de campos de concentración para japoneses, muchos de ellos con nacionalidad estadounidense, desde 1942 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque la autora se toma algunas licencias ortográficas en el uso de mayúsculas y signos de puntuación, la novela tiene una estructura clásica y la historia que cuenta remite incluso, en el mejor de los sentidos, a las grandes narraciones decimonónicas. Se trata de una novela de intención épica con una saga familiar como protagonista central y unos personajes muy potentes y bien definidos. El título hace referencia a los problemas de sequía de la geografía principal del relato y cada capítulo alude a una de las once propiedades de la sed (la sorpresa, el reconocimiento, la memoria, el deseo y la frustración de ese deseo, el sabor de lo inevitable…). Wiggins hace un uso exquisito del narrador omnisciente y del estilo indirecto libre, entrando en los pensamientos de cada uno de los personajes. Puede rastrearse en algún momento el aliento narrativo de John Steinbeck, el más importante de los novelistas californianos, sobre todo en las alusiones a los años de la gran depresión que él tan bien describió en novelas como “Las uvas de la ira” y, en menor medida, a la profundidad narrativa de William Faulkner. También hay algunos paralelismos con “Lo que el viento se llevó”, el novelón de Margaret Mitchell llevado al cine y al que se hacen algunas alusiones en el libro de Marianne Wiggins.
“No puedes salvar lo que no amas”, es la frase que abre la novela y en cierta manera el leitmotiv del relato. Incluso del también épico rescate y terminación del libro en un admirable ejercicio de amor mutuo y a la literatura de la autora y su hija Lara. “Las propiedades de la sed” es una extraordinaria novela, llamada a ser, probablemente, un clásico de la literatura moderna estadounidense.
“Las
propiedades de la sed”, Marianne
Wiggins. Libros del Asteroide. 2024. 616 páginas.
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